07Dic03 (IAR-Noticias) - Por
Manuel Freytas
La leyenda mediática
En
la agenda de la inteligencia militar estadounidense Bin Laden obedece a dos tipos
de construcciones.
Una verdadera,
asociada con las redes secretas del terrorismo, y otra fabricada para
consumo mediático.
En la primera,
se indica que su formación de soldado terrorista proviene de los sótanos
históricos de entrenamiento de la CIA.
Y en la
segunda, las evidencias lo señalan como un espectro fantasmal sobre el
cual se montan innumerables campañas de prensa internacional.
Cuyos
resultados fueron hasta ahora siempre funcionales a los intereses
estratégicos del Estado imperial norteamericano, que ya concretó dos
invasiones militares (Afganistán e Irak) con la leyenda del terrorismo
como justificativo y telón de fondo.
Al margen de
su extensa biografía, también en gran parte construida por la CIA, Osama recién
ingresó a la fama internacional tras la voladuras de las Torres Gemelas
en Nueva York, el
11 de septiembre de 2001.
Sobre su
figura se tejen todo tipo de historias, de dudoso origen y siempre
favorables al ocultamiento de datos que lo vinculan al propio imperio que
dice combatir con la ayuda de Alá.
Los
intelectuales y los periodistas rentados se encargaron de construirle un
"perfil" a tono con los gustos consumistas de la opinión pública, y sin
mostrar las redes vinculantes de su biografía con la CIA y las políticas
colonizadoras de EEUU en el mundo árabe y musulmán.
El líder de Al
Qaeda fue fabricado de acuerdo a las necesidades del "nuevo enemigo", que
el imperio necesitaba mostrar a la sociedad después de los atentados del
11-S, y que la inteligencia norteamericana utilizó para conseguir consenso
local e internacional a sus nuevas políticas de invasión militar
Al margen de
sus antecedentes (de los cuales nos ocupamos en este informe) Osama representa
una innovación en el campo de la inteligencia militar americana.
Un producto
acabado de la acción psicológica mediática orientada a direccionar
conducta colectiva con fines políticos.
Este costado
mediático de la "leyenda Bin Laden" no fue suficientemente analizado o
explorado por la prensa alternativa ni por los intelectuales críticos,
más obsesionados por la figura "terrorista" de Bin Laden que por el uso que hizo
la CIA de la estructura guerrillera que él comanda.
El uso
mediático de la figura de Osama por parte de la CIA, queda opacado por la
psicosis de terror montada masivamente a su alrededor.
Los expertos y
analistas se concentran en el Bin Laden "terrorista", y pierden de vista
los manejos mediáticos que se hacen con su imagen demonizada.
Tras el 11-S
las "reapariciones" periódicas de Osama fueron un clásico en la prensa
internacional.
Sus modus
operandi fueron siempre los mismos.
Aparece,
amenaza a Europa y a Estados Unidos con la guerra santa, promete
atentados, asesinatos en masa con armas químicas y biológicas, y luego
desaparece tan misteriosamente como había llegado.
Su imagen,
recreada hasta el cansancio por las pantallas de TV., ya resulta tan "familiar"
como la del Che o la de Jesucristo.
Sus
"apariciones" en videos de dudoso origen, y en cadenas falsamente opositoras a
EEUU como Al Jazzeera, siempre generan pánico y estados de "alerta
rojo" en EE.UU. y en las metrópolis europeas.
El desarrollo
secuencial de sus apariciones tras el 11-S siempre obedecen a un mismo
patrón.
Al Jazeera
muestra los videos con sus comunicados y amenazas, las cadenas estadounidenses y
europeas los difunden por todo el mundo, y la CIA -con el resto de los servicios
de inteligencia- anuncia todo tipo de catástrofes terroristas en ciernes,
principalmente en Estados Unidos o Europa.
Después sólo
hay que "relacionar" la explosión de las torres con la imagen terrorista
de Bin Laden puesta en la pantalla.
Ya no se
necesita mostrar las huellas sangrientas del terrorismo real.
La sola
presencia del hombre del turbante alcanza para producir los efectos
psicológicos buscados.
La
verificación material de los atentados, es sustituida por el temor a los
atentados producido por los videos con la imagen de Osama.
Como el perro
de Pavlov, los norteamericanos y europeos segregan adrenalina y consumen
terrorismo condicionado, como si fuera verdadero.
A pesar de la
recurrencia cíclica de esta metodología operativa, nadie se preguntó en la
prensa internacional porqué esos atentados nunca se concretaron en EEUU y en
Europa.
Nadie observa
ni analiza lo que ya resulta una evidencia estadística.
Esa acción
psicológica, desde el 11 S, sirve a los Estados Unidos para generar consenso,
interno e internacional, para sus invasiones armadas por el mundo.
No hay datos
precisos de la existencia o de la muerte de Bin Laden.
Todavía nadie
reveló como pudo escapar del cerco militar y de los misiles en Afganistán.
Los videos
difundidos por Al Jazeera son de dudoso origen, y la mala calidad de su
imagen y su audio no permiten determinar su veracidad ni la fecha de su
filmación.
No hay quien
se interrogue como la CIA, con sus infinitas redes de infiltración dentro del
terrorismo islámico, no lo haya podido detectar ni asesinar. Porqué Osama
(al igual que Saddam) desapareció sin dejar rastros, a pesar de que
oficialmente lo buscan noche y día todos los servcios de inteligencia del
mundo.
Esta falta de
análisis estratégicos sobre el uso mediático-terrorista de la imagen
de Osama, no se debe ni a la inocencia ni a la casualidad.
La tácita
complicidad de la prensa internacional con las operaciones de la CIA, es un
hecho que se revela en la dinámica de su propia estructura empresarial.
Sus intereses
y negocios están asociados -por medio de complejos
vasos comunicantes a las transnacionales y a los megagrupos financieros que
operan en Wall Stret y en el Complejo militar-industrial.
Los grandes
diarios, las grandes cadenas televisivas de EE.UU. y de Europa, forman parte del
exclusivo club de las 500 multinacionales que se benefician de las conquistas
militares-capitalistas por todo el planeta.
La leyenda
terrorista-mediática de Bin Laden esta construida a la medida de la nueva
lógica expansiva del capitalismo transnacional.
Detrás de ese
nuevo mito, Estados Unidos desarrolla su estrategia de conquista militar
en Asia, Africa, América Latina y Medio Oriente.
Bin Laden
-como ayer lo fue el comunismo soviéticco- es el nuevo legitimador social
de las políticas de conquista militarista emergentes de la Nueva Doctrina
de Seguridad norteamericana.
El
joven Osama
El padre de Osama Bin
Laden, el jeque Muhamad Bin Ud Bin Laden, era ingeniero y arquitecto, y según
sus biógrafos, como simple campesino dejó su provincia natal de Hadramut, en
Yemen, a principios de los años veinte, se instaló en Hedjaz (Arabia Saudita) en
1932, donde hizo una cuantiosa fortuna.
Varias fuentes
coinciden en que Osama Bin Laden nació en 1957, en Riad, en un barrio
llamado Al Malaz, lejano aún de "la figura de ese
hombre alto, delgado, de mirada fúnebre, nariz aguileña y barba negra que ha
comenzado a encanecer, y parece arrancada de una vieja versión de las mil y una
noches", como lo describe el periodista argentino Walter Goobar.
Su madre, según muchos
historiadores, no era la esposa favorita de Muhamad Bin Laden, quien tuvo
54 hijos con 11 esposas. Osama, quien aparentemente no era tampoco uno de los
hijos favoritos del patriarca, recibió una educación tradicional y acabó sus
estudios secundarios en un colegio de Jedda en 1973.
Osama recibió una
educación esmerada en centros elitistas, como el Victoria College de
Alejandría, Egipto, donde estudian los hijos de príncipes y jeques de todo Medio
Oriente, y gozó de los lujos y placeres de los jóvenes de su condición social.
Acompañado de sus
numerosos hermanos y hermanastros, realizó viajes a diversos lugares de Europa
para recibir formación especializada, aprender el idioma inglés o
simplemente disfrutar de unas vacaciones a lo príncipe.
El consorcio de las
empresas de los Laden, floreció durante el "boom" petrolero saudí de los años
setenta y, gracias a sus contactos con la monarquía, obtuvo la exclusividad
de todas las obras de restauración o de construcción de edificios religiosos.
Contratos que también se extendieron a varios países árabes.
Estos negocios al
servicio del Estado y la fe del Islam otorgaron a los Bin Laden gran
respetabilidad, así como relaciones de privilegio con el poder saudí, a
partir de la estrecha amistad del padre con el rey Faysal.
Osama se inició en la
doctrina islámica en una madrasa (seminario coránico) de Jeddah antes de
estudiar ingeniería, gestión de empresas y teología islámica en la Universidad
Rey Abdulaziz de Jeddah, al tiempo que participaba en la administración del
grupo empresarial de su familia.
Hacia 1979 concluyó
sus estudios, y pasó a desarrollar una actividad islámica militante, en
un año crucial para el despertar del Islam político en toda la región.
En febrero había triunfado la revolución Komeinista shiíta en Irán, y el
veinteañero Bin Laden, con el apoyo de su familia y de la casa real saudí,
decidió tomar parte en las brigadas internacionales islámicas contra el
"comunismo ateo".
El temor a la
revolución iraní por un lado, y la URSS por otro, impulsó a la monarquía de
Arabia Saudita a pactar con EEUU, y uno de los capítulos de ese arreglo
consistió en una alianza estratégica con la CIA para combatir a la Unión
Soviética en Afganistán.
La
cruzada islámica en Afganistán
A fines de la década del 70, los consorcios petroleros anglo-estadounidenses
querían apoderarse de los recursos energéticos y de los corredores de
oleoductos que salen de la cuenca del Mar Caspio.
Para lo cual el asentamiento militar y político en Afganistán resultaba
clave.
La estrategia de la CIA y de la inteligencia militar se encuadraba formalmente
en la disputa por áreas de influencia que Estados Unidos y la Unión
Soviética mantuvieron durante toda la Guerra Fría.
Con la administración Reagan-Bush, a principios de los 80, se incrementó
la ayuda encubierta y el suministro de armas a los mujaidines de la
resistencia afgana que quería expulsar a los soviéticos de su territorio.
Dentro de ese objetivo EEUU realizó un acuerdo secreto con el servicio
de inteligencia paquistaní (ISI) y con el de Arabia Saudita (
Istajbarat), conducido desde Riad por el príncipe Turki Al Faysal, viejo amigo
de la familia Laden.
La relación de la CIA con grupos radicalizados de la jihad islámica se
estableció principalmente durante la gestión de Bush padre al frente de la CIA
durante las administraciones de Nixon y de Ford.
Bush padre, por entonces vicepresidente de Reagan, mantenía una decisiva
influencia sobre la CIA (en ese momento comandada por William Casey)
y había sido
el gestor principal de la entrega de armas a Komeini a cambio de drogas y de
prisioneros norteamericanos durante el
Irangate.
La CIA infiltró los cuadros combatientes islámicos utilizando de
intermediario al servicio de inteligencia paquistaní (ISI), que en la
actualidad sigue actuando de nexo entre los grupos terroristas que operan en
Asia, los Balcanes y Medio Oriente, principalmente la red Al Qaeda.
La invasión militar de la URSS en Afganistán, en 1979, se produjo en
respuesta a las operaciones encubiertas que la CIA venía realizando con
grupos fundamentalistas para derrocar al régimen pro soviético en ese país.
La CIA, por intermedio del servicio secreto de Pakistán intentaba convertir la
jihad afgana en una guerra de todos los estados musulmanes contra la Unión
Soviética.
En esta cruzada anticomunista de Reagan-Bush en el Asia Central
también participaron de las operaciones
clandestinas otros servicios de inteligencia como el británico y el
Mossad israelí, que actuaban de enlace con el Medio Oriente.
Investigaciones realizadas por el FBI y el organismo antilavado Financial Crimes
Enforcement Network por orden del propio Congreso norteamericano, determinaron
las conexiones de esas operaciones con Salem Bin Laden (el padre de Bin
Laden), el empresario James R. Bath, y el Bank of Credit & Commerce (BBCI).
La
investigación había revelado que los sauditas estaban utilizando a Bath y al
BCCI para realizar lavado de dinero, tráfico de armas, y canalización de los
fondos para las operaciones encubiertas de la CIA en Asia y Centroamérica.
Además de manejar los sobornos a gobiernos y de administrar los fondos de
varios grupos terroristas islámicos.
En 1991, la
revista Time describió a Bath como un lobbista cuyas vinculaciones iban
desde la Agencia Central de Inteligencia (CIA), hasta contactos con Bush y la
administración republicana de Reagan.
Salem Bin
Laden era socio de los Bush en la compañía petrolera Arbusto Energy.
Sociedad que, después de la muerte misteriosa de su padre, continuó con Bin
Laden hijo y su familia.
Durante la ocupación soviética de Afganistán, la CIA, bajo la dirección
de William Casey canalizó 6.000 millones de dólares para financiar y entrenar a
los rebeldes afganos.
Casey convenció al Congreso norteamericano que proporcionara a los afganos los
misiles antiaéreos Stinger, que sirvieron para derribar los aviones y
helicópteros soviéticos, y luego, en la guerra de Afganistán del 2001, fueron
empleados por los talibanes contra los aviones y helicópteros norteamericanos.
La
administración Reagan-Bush calificó de "combatientes de la libertad" a
las fuerzas islámicas que le servían de peones en el tablero del enfrentamiento
global con la URSS.
Bin Laden hijo
se introdujo en el escenario afgano de la mano de los servicios secretos
de Arabia Saudita (el Istajbarat), de Pakistán (el ISI) y de Estados Unidos (la
CIA).
El bautismo
guerrillero
Reclutado y
entrenado por la CIA y el Istajbarat, que dirigía desde Riad el príncipe Turki
Al Faysal, desde 1980 el joven Osama Bin Laden tomó parte en la lucha contra los
soviéticos organizando campos de adiestramiento y de reclutamiento.
A su vez servía de nexo para la canalización de fondos y de armas para la
jihad islámica, procedentes de la red de droga y de dinero negro centralizada en
Arabia Saudita.
A partir de
1982 se estableció en Peshawar donde puso en marcha la entidad Al Maktab ul-Khidamat
Mujahideen, una oficina de servicios a los mujaidines contratados para combatir
contra los soviéticos.
Con su cuartel general instalado en Peshawar, en donde se dictaban clases de
adoctrinamiento político y de estudio religioso, Bin Laden estableció
estrechos contactos con ramas islamistas nacionales, como la Jihad Islámica
egipcia Al Jihad Al Islami, y con organizaciones de dimensión transnacional,
como los Hermanos Musulmanes, el histórico movimiento islamista fundado en
Egipto en 1928.
De todo este
conglomerado de mujaidines a su mando, entre 12.000 y 20.000 hombres, y del
contacto con grupos integristas del exterior surgió en 1988 Al Qaeda (La
Base), convertida más tarde en la columna vertebral de los movimientos
terroristas islámicos que operan por cuenta de la CIA en Asia y Medio Oriente.
Sin tomar
parte casi en ningún combate, según la mayoría de sus biógrafos, la función de
Bin Laden consistió en acrecentar la financiación encubierta estadounidense
y saudita con fondos procedentes del tráfico de opio y morfina, y el
reclutamiento de miles de voluntarios árabes de otras nacionalidades,
como uzbecos soviéticos, moros filipinos o uigures de la región china de
Xinjiang.
Unos
35 mil extremistas musulmanes, provenientes de 40 países islámicos, se sumaron a
la lucha de Afganistán entre 1982 y 1992, entrenados y financiados por la red
encubierta del eje CIA-ISI-Arabia Saudita, y teniendo a Bin Laden como uno de
sus operadores centrales.
Según el
periodista especializado, Walter Goobar, de uno de los centros de reclutamiento
de Bin Laden en Brooklyn, los voluntartios pasaban a “La Granja”, nombre
con que se conocía en la jerga del espionaje a Camp Peary, un centro de
reclutamiento de la CIA en Virginia.
En “La Granja”, los reclutas musulmanes provenientes de todo el mundo
aprendieron las técnicas de sabotaje y de terrorismo dictadas por
oficiales y especialistas norteamericanos.
Entre sus
"egresados" más famosos se cuenta Ramzi Ahmed Yusuf, quien en la actualidad
cumple condena a cadena perpetua como principal implicado en el atentado contra
las torres gemelas el 11-S. Otros revistan en el presente como miembros del
estado mayor de la organización Al Qaeda fundada por Bin Laden.
Las pantallas y los desplazamientos secretos de estas operaciones impedían que
la mayoría de los combatientes -salvo sus comandantes mayores- conocieran los
objetivos encubiertos que se montaban detrás de su causa religiosa.
Bin Laden y
los talibanes
El eje Al Qaeda-Talibán-Pakistán emprendió la resistencia armada contra el
ejército rojo desde las montañas, y sus integrantes fueron presentados como
"luchadores al servicio de la libertad" por las habituales usinas
mediáticas internacionales de la CIA.
Esa guerra culminó con el retiro de las fuerzas soviéticas en 1989.
En febrero de
1989 el ejército soviético, resignado a no poder derrotar a los mujaidines y
tras sufrir 15.000 bajas, culminó su retirada de Afganistán por decisión de
Mijaíl Gorbachov, quien quería a toda costa cerrar teatros de conflicto con EEUU
en un momento en que el imperio de la URSS atravesaba por una crisis terminal.
No obstante, la coalición islámica armada por la CIA no pudo derrocar al régimen
pro comunista hasta abril de 1992.
El presidente Mohamed Najibulá abandonó el poder y, en septiembre del mismo año,
se formó un gobierno de coalición entre los grupos islámicos que habían
expulsado a los soviéticos.
Eso no supuso el fin de la confrontación, ya que comenzaría una guerra civil
entre las facciones islámicas divididas por el reparto del poder, y
financiadas por la ex burocracia de la URSS por un lado, y por EEUU, Inglaterra
y Arabia Saudita por el otro.
En esa lucha
comenzó a gestarse el eje Talibán - Al Qaeda - Pakistán - Chechenia, que
con Bin Laden como estrella y estratega asumiría el control militar y político
de Afganistán en 1996.
El 26 de
septiembre de 1996 las fuerzas talibanes conquistaron la capital afgana,
pusieron en fuga al Gobierno de Rabbani, ahorcaron públicamente al ex presidente
procomunista Najibullah y sentaron los cimientos de un Estado teocrático
que el 26 de octubre de 1997 adoptó el nombre de Emirato Islámico de
Afganistán.
La lógica del
proyecto teocrático de los talibanes entró en
contradicción con los planes de EEUU para la región. El gobierno
fundamentalista intentó construir poder propio al margen de los
intereses económicos y geopolíticos de Estados Unidos y sus consorcios
petroleros.
El eje Talibán-Al Qaeda-Pakistán-Chechenia se solidificó y fue clave para
la construcción del régimen islámico radicalizado que imperaba en Afganistán
desde 1996.
EE.UU. comenzó a perder influencia sobre las redes islámicas que habían
tomado Afganistán en 1989 como base de despliegue para extender la guerra santa
a toda el Asia y Medio Oriente.
La CIA, con financiación encubierta de la mafia rusa ligada a la droga y
al contrabando de armas, comenzó a entrenar a los grupos antitalibanes nucleados
en la Alianza del Norte.
Sin embargo, la Alianza del Norte
también fue obra de los servicios de inteligencia de
Rusia y de los países que sostenían posiciones contra el radicalismo talibán-checheno
instalado en Kabul.
Mientras que Arabia Saudita, Pakistán y Chechenia apoyaban y daban cobertura
logística a los talibanes; Irán, Rusia, India y cuatro repúblicas de Asia
Central -Kazajstán, Uzbekistán, Kirguizístán, TTajikistán- sostenían
abiertamente a la Alianza del Norte que intentaba derrocar al gobierno de
Kabul.
La administración Clinton y el Pentágono se habían propuesto expulsar a
la conexión Talibán-Al Qaeda-Chechenia del control de Afganistán.
Su independencia de poder y los planes propios que tenían para el mundo
islámico, los hacía inviables para la geopolítica de EEUU en la región.
De esta manera se dividió y se rompió la coalición islámica que expulsó a
los soviéticos de Afganistán.
La CIA, que permanecía infiltrada, tanto en la alianza del norte como en el
régimen talibán, por medio de la inteligencia pakistaní, comenzó a diseñar la
operación que culminaría con la invasión militar norteamericana a Afganistán
tras la voladura de las Torres Gemelas.
El gobierno fundamentalista de los talibanes -con Bin Laden como virtual
ministro de Defensa- terminaría en el 2001 a causa de las múltiples operaciones
de la CIA sobre los enemigos internos y externos de los talibanes.
Y cuyo desenlace principal fue el apoyo de Pakistán y de su estructura de
inteligencia a la invasión militar de EEUU a Afganistán, tras los atentados del
11-S en Nueva York
La "oveja
negra" de la CIA
Durante su
reclutamiento por la CIA en la guerra contra la URSS, las ideas de Bin Laden
pasaban por la refundación de un gran Estado islámico bajo la consigna
de que sus sagrados principios estaban amenazados por el ateísmo soviético
implantado en los países musulmanes.
Por distintas razones el millonario saudí coincidía con la CIA y EEUU en un
mismo objetivo: derrotar y expulsar a los regímenes controlados por Moscú en
los territorios islámicos.
Tras la derrota de la Unión Soviética en Afganistán esa sociedad entró en
contradicción.
Una parte de la jihad (caso del eje Talibán-Al Qaeda-Chechenia) intentó
construir poder propio al margen de los intereses económicos y
geopolíticos de Estados Unidos.
Después de la
retirada soviética de Afganistán, en 1989, Bin Laden no quiso participar de las
disputas entre los bandos afganos nucleados en la alianza del norte y el
gobierno de Kabul, y retornó a Arabia Saudita.
Desde allí
coordinó el envío de veteranos musulmanes a los Balcanes, Chechenia, Yemen y
Sudán donde estableció su propio banco: el Al-Shamal Islamic.
Durante la
primera Guerra del Golfo, en 1991, se opuso al ingreso de Arabia saudita y
condenó la intervención norteamericana en Irak, pese a que por debajo sus
contactos con las redes extremistas manejadas por la CIA permanecían
inalterables.
Los pactos de
la monarquía saudí con EEUU lo llevaron a radicalizar sus discursos
antiamericanos dirigidos a los vastos sectores islámicos que no coincidian
con las posturas del gobierno de Riad en la región del Medio Oriente.
Las
actividades subversivas de Bin Laden resultaron intolerables al régimen
saudí, y en 1992, el que fuera "combatiente de la libertad en representación
del reino" tuvo que abandonar el país antes de ser encarcelado.
Junto con unos
cuantos centenares de sus combatientes encontró acogida y se refugió en Sudán,
donde, y desde 1989, gobernaba el régimen militar-islamista del general Umar al-Hasan
al-Bashir.
En ese país
africano Bin Laden, endureció su lenguaje antiimperialista, levantó el
tono de sus amenazas de guerra santa contra EEUU e Israel, y siguió
conduciendo a Al Qaeda con la cobertura de sus empresas legales funcionando por
todo el Medio Oriente.
Allí amplió los negocios que había abandonado en Arabia Saudita,
llegando a manejar 60 empresas y sociedades en los ramos de la construcción, la
industria química, la industria farmacéutica, la máquina-herramienta, el montaje
de equipos informáticos y el comercio de productos agrícolas, con sucursales en
diversos países, muchas veces en paraísos fiscales.
El Gobierno
sudanés le concedió las licitaciones para una serie de importantes obras
públicas.
Desde 1992, y
hasta la guerra de Afganistán los atentados de la red Al Qaeda a instalaciones
de EEUU crecieron junto con la leyenda de Bin Laden.
Este período conformó un capítulo negro e impreciso de su relación con la
CIA, mediatizada por las complejas redes y entramados de las organizaciones que
integran Al Qaeda.
Para los
expertos nunca quedaron en claro las posiciones "antinorteamericanas" de las red
extremista comandada por Bin Laden, cuyas fuentes de financiación siempre
estuvieron ligadas al dinero en negro de las armas y las drogas controlado por
la CIA.
Tras la
concreción de numerosos atentados por parte de Al Qaeda, la comunidad de
inteligencia americana colocó a su ex soldado en una lista negra, y la
CIA confeccionó un dossier de "buscado" con su foto en julio de
1993, luego de que se le atribuyera el derribamiento de dos helicópteros y la
muerte de una docena de soldados de la Armada de Estados Unidos, en Mogadiscio,
utilizando misiles Stinger tierra-aire que le habían sido provistos por los
propios norteamericanos en Afganistán.
El 13 de
noviembre de 1995 un coche bomba estalló frente a la sede en Riad de los
consejeros militares destacados en la Guardia Nacional saudí y mató a siete
personas, cinco de ellas estadounidenses.
El 25 de junio de 1996, en otro atentado, un camión cisterna cargado con más de
una tonelada de dinamita estalló junto al edificio Al Jobar de Dhahrán que
servía de alojamiento de tropas norteamericanas, causando 19 muertos y 300
heridos.
Ya con el mote
de "oveja negra" de la CIA sobre los hombros, Bin Laden huyó de su
refugio en Sudán y se instaló nuevamente en Afganistán, donde los talibanes
conducían su régimen teocrático con una débil oposición militar de la alianza
del norte financiada y entrenada por la inteligencia americana.
Desde ahí en
más, tanto con la administración de Clinton como con la de Bush hijo, fue
señalado como el "cerebro en las sombras" del gobierno Talibán.
La teoría
del "doble juego"
En diciembre
de 2000,el FBI y la CIA advirtieron que Bin Laden podría estar maquinando una
sangrienta operación en suelo norteamericano.
Se
incrementaron las medidas de seguridad y se detuvo a sospechosos de pertenecer a
Al Qaeda. En agosto de 2001 el propio Bin Laden advirtió, a través de
declaraciones al diario editado en Londres Al Quds Al Arabi, de la inminencia de
un ataque "muy, muy grande, sin precedentes" contra Estados Unidos.
Las
actividades subversivas denunciadas consistían en la administración de
campos de entrenamiento de Al Qaeda en el extranjero, el reclutamiento de
activistas en Estados Unidos (muchos con capacitación técnica y científica) y la
compraventa de armas y explosivos en el mercado negro.
El FBI puso a
Bin Laden en el primer lugar de su lista de delincuentes más buscados y
ofreció una recompensa de cinco millones de dólares a quien aportara
información tendiente a su arresto, y el Departamento de Estado puso en marcha
el pedido de extradición a Afganistán.
Sin embargo,
los expertos siempre hablaron de una relación de "doble juego" que nunca
se cortó entre el eje Al Qaeda-CIA, la que seguiría mediatizada por el servicio
de inteligencia paquistaní.
Los EEUU y la CIA -de acuerdo a informes de diferentes organismos oficiales que
se suman al del Congreso- repitieron en los Balcanes, a mediados del 90,
patrones calcados del Irangate y de las operaciones encubiertas organizadas
en
Afganistán durante la guerra contra los soviéticos.
En esta fase la CIA y su brazo de la inteligencia paquistaní estaban
concentrados en planes destinados a desestabilizar a los ex regímenes
socialistas en los Balcanes.
Tras la desaparición de la Unión Soviética las redes del terrorismo islámico,
incluída Al Qaeda, se habían extendido por las ex repúblicas musulmanas que
integraban la URSS antes de su desintegración.
Los líderes guerrilleros islámicos se convirtieron en jefes de bandas armadas
que luchaban entre sí por el control de los negocios turbios que giraban
alrededor de la droga y el tráfico de armas, controlados secretamente por
la CIA y la ex burocracia corrupta del imperio soviético en los Balcanes.
En la mitad de
la década del 90, el Pentágono y Clinton
desarrollaban una estrategia orientada a dos objetivos:
derrocar la sociedad Talibán-Al Qaeda en Afganistán, y expandir la guerrilla
islámica hacia las ex repúblicas soviéticas de los Balcanes.
El modelo
del Irangate -utilizado por Ollie North y los contras nicaragüenses durante
la administración Reagan- fue nuevamente implantado en los Balcanes de mitad de
la década del 90.
El aparato militar y de inteligencia pakistaní volvió a servir de "mediador"
entre la CIA y las redes islámicas, particularmente con Al Qaeda, quien
seguía manteniendo relaciones secretas con la Agencia por medio de esos canales.
Según Ralf Mutschke, del área de Inteligencia Criminal de la INTERPOL, en un
testimonio ante la Comisión Judicial del Congreso,las organizaciones islámicas
que operaban en los Balcanes financiaban sus operaciones con dinero del comercio
internacional de heroína y con préstamos de países y terroristas islámicos,
entre ellos Osama Bin Laden.
En esa,
y otras denuncias realizadas por el bloque republicano en el Congreso
norteamericano se quería demostrar la complicidad de la administración Clinton
con Al Qaeda y otras organizaciones terroristas, que eran utilizadas para
desestabilizar a gobiernos de Europa del Este, particularmente al régimen de
Yugoslavia que finalmente fue bombardeada igual que Afganistán.
El operativo de conquista de los ex Balcanes soviéticos, preparó la invasión
a Yugoslavia, y conformó un enclave operativo estratégico en la escalada
hacia la toma militar de Afganistán.
O sea, que
mientras Al Qaeda y Bin Laden realizaban supuestos atentados contra Estados
Unidos en Medio Oriente y Asia, colaboraban con la CIA para el derrocamiento de
gobiernos "hostiles" a los objetivos imperiales de EEUU en los Balcanes.
La
otra versión del 11-S
La operación
terrorista del 11 de septiembre, que preparó el justificativo para la invasión
a Afganistán, en la opinión de muchos estudiosos, pudo haber sido posibilitada
por una clásica operación de "doble juego" entre la CIA, el servicio
paquistaní y Al Qaeda.
Dice el
profesor Michel Chossudovsky, de la Universidad de Ottawa:
"Según el
informe de inteligencia del gobierno de India los perpetradores de los ataques
del 11 de septiembre tenían vínculos con el ISI paquistaní, el cual a su vez
tiene vínculos con agencias del gobierno estadunidense. Lo que esto sugiere es
que personas clave dentro de la institución de la inteligencia militar
estadunidense podrían haber sabido de los contactos del ISI con el líder del
grupo terrorista del 11 de septiembre, Mohamed Atta, y no actuaron. Faltaría
comprobar si esto representa una patente complicidad de la administración Bush".
Un sector importante de expertos en EEUU -apoyados por informes secretos de la
comunidad de inteligencia- creen que los atentados a las torres y al Pentágono
fueron producto de una "interna de la CIA".
Combinada posiblemente con operaciones paralelas de la inteligencia
paquistaní sobre la "interna" del terrorismo islámico.
Los aviones que impactaron contra las torres no habrían estado dirigidos a
demolerlas, sino a producir un daño en su estructura.
El derrumbe accidental de las gigantescas moles por recalentamiento de
los materiales ferrosos de su estructura, desató un escándalo entre las fuerzas
de seguridad interna, sockeó a la sociedad estadounidense, y generó un
replanteo de la política de inteligencia del imperio.
Esa crisis dentro del poder imperial -por extraña paradoja- le sirvió a los
halcones para diseñar la leyenda del nuevo "enemigo" de los Estados
Unidos y de la humanidad.
Y comenzaron las acostumbradas "reapariciones" de Bin Laden
sembrando terrorismo mediático desde las pantallas de los televisores.
Esto
explicaría, entre otras otras cosas, porque Bin Laden "nunca apareció"
después de la conquista militar de Afganistán.
Ni la CIA, ni el Mossad israelí, ni los servicios británicos con todas sus redes
de infiltración en los movimientos extremistas islámicos pudieron dar con su
cadáver o su paradero.
Y esto tiene
una explicación:
un Bin Laden perpetuamente "desaparecido" y "buscado" les sirve para justificar
las futuras operaciones de invasión militar que los halcones tienen planificadas
para después de Irak.
En este
contexto hay que interpretar las nuevas apariciones terroristas de
Al Qaeda en Irak, Turquía y Arabia Saudita, acompañadas de los correspondientes
videos amenazantes de Bin Laden y sus lugartenientes por las pantallas
del canal Al Jazzeera.
|