La
guerra mediática
El
escándalo de las torturas a presos iraquíes y la campaña electoral
divide a los principales diarios estadounidenses, quienes
asumen posiciones identificatorias a favor o en contra de la política
desarrollada por la Casa Blanca en Irak.
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Los féretros de soldados estadounidenses muertos en
Irak, fueron una punta de lanza de la campaña
mediática instrumentada contra la administración
Bush por los demócratas. (Reuters)
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Según el
diario The New York Times,
el teniente general Ricardo Sánchez, el más alto comandante de EE.UU. en
Irak, y en un abierto reconocimiento de que el ejército norteamericano aplica
tácticas de tortura, prohibió esta semana algunas pero no todas las
prácticas coercitivas de interrogación a prisioneros.
A partir de ahora, dice el diario neoyorquino, los guardias
ya no podrán privar a los prisioneros de sueño por más de 72 horas, o
encapucharlos u obligarlos a arrodillarse o ponerse en cuchillas por largos
períodos.
Tanto The
New York Times como The Washington Post -los más influyentes
diarios de EEUU- han editorializado en varias oportunidades solicitando a
Bush que le pida la renuncia a Rumsfeld.
A este coro
se sumaron
St. Louis Post-Dispatch, Seattle Post-Intelligencer, New York
Newsday, Boston Globe, Minneapolis Star Tribune y Detroit
Free Press,
quienes
motorizaron mediáticamente la ofensiva pidiendo a Bush la cabeza del
secretario de Defensa.
A las publicaciones que se
oponen a la continuidad de Rumsfeld se agrega el periódico
independiente Army Times, quién sugirió la semana pasada
que el secretario de Defensa y otros altos funcionarios civiles y líderes militares del Pentágono
deben ser apartados de sus cargos por el escándalo de abusos de prisioneros
iraquíes.
"Esto no fue tan solo una
falla de liderazgo a nivel de comando local. Esto es una falla que llega hasta
lo más alto", dijo el semanario privado, ampliamente leído entre los militares
estadounidenses, en un editorial.
"La responsabilidad en
este caso es esencial, incluso si eso significa relevar de sus funciones a
líderes importantes en momentos de guerra", agregó.
Army Times es una de las
cuatro publicaciones propiedad de The Gannet Co. y tiene una circulación de
250.000 ejemplares. El mismo editorial se publicó en las versiones del semanario
que se editan para la fuerza aérea, armada y la infantería de marina.
Los
periódicos The Wall Street Journal, Chicago Tribune, Chicago Sun-Times
y New
York Daily News publicaron editoriales de apoyo a Rumsfeld,
y expresan su conformidad con
la política desarrollada por Bush y la Casa Blanca en Irak.
The Wall Street Journal,
representativo de los intereses financieros del lobby judío tanto
en el Pentágono como en Wall Street, publicó un editorial de apoyo a Rumsfeld que
-según especialistas en Washington- resultó decisivo para que Bush mantenga
en su cargo a Rumsfeld pese a la andanada de pedidos de renuncia
que llovían, principalmente de los sectores legislativos demócratas.
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EEUU
ofrece hasta US$10 millones por información que lleve
a la captura de Zarqawi, señalado por la CIA como el
decapitador del rehén estadounidense
Nicholas Berg.
(BBC/AP) |
Cambio de táctica
Desde
hace dos semanas los
demócratas estadounidenses comenzaron a ensayar una nueva táctica
electoral en el escándalo de las fotografías y las
denuncias de torturas en Irak.
Ya no apuntaban tanto contra
Bush, sino que concentraban todos su cañones en la figura "maldita"
de Donald Rumsfeld, que pasó a ocupar el papel de "chivo expiatorio" para
tapar la responsabilidad del presidente y su administración
en la política de ocupación de Irak.
Una nota aparecida el domingo
en el semanario The New Yorker (alineado con la campaña demócrata)
reaviva la campaña contra Bush , afirmando que el secretario de
Defensa, Donald Rumsfeld, aprobó en secreto las torturas contando con el
conocimiento del presidente y de varios funcionarios de su
administración.
Si bien la nota del Yorker
-levantada por todas las agencias inteernacionales- no apunta concretamente a
Bush, lo hace participe, y por ende el jefe responsable, de los "abusos" y
torturas cometidos contra presos iraquíes en Bagdad.
Y no se puede pasar por alto
el absurdo casi patético que conllevan estas acusaciones de "abusos" y de
torturas a una administración (la de Bush) que invadió a sangre y fuego un país,
que asesinó a centenares de miles de personas, que siguió matando durante
la ocupación militar, que se apoderó ilegalmente de Irak y sus riquezas, sin
que ninguna corte internacional -o cadena televisiva- lo juzgue por genocidio
de lesa humanidad.
En cambio, parece ser que el
único
"gran crimen" de Bush y su séquito es haber abusado y torturado en
secreto a presos iraquíes, en tanto se lo excusa de toda la otra acción
criminal de la invasión.
Igual que el gangster criminal Al Capone en Chicago, a
quién condenaron por evasión de impuestos y no por los centenares de asesinatos
que había cometido a lo largo de su vida.
El eje funcional de la prensa internacional está centrado
exclusivamente en
el escándalo de la torturas, por medio del cual se vehiculiza la guerra
electoral de demócratas y republicanos por el control de la Casa Blanca a partir
de noviembre.
Y esta guerra mediática por
el control del poder inaugura un
nuevo capítulo con la nota aparecida el domingo en el semanario The New Yorker, que preanuncia otra
ofensiva para obligar a Bush a desprenderse de su secretario de Defensa pagando
un alto costo político y electoral.
Después de la arremetida del
establishment de poder republicano pidiendo a Bush la renuncia de su secretario
de Defensa, los asesores de la Casa Blanca "repensaron" la estrategia y
llegaron a la conclusión de que, si se cae Rumsfeld, detrás de él rueda la
cabeza del presidente del Imperio.
Esto llevó a que toda la
administración, con el propio Bush a la cabeza, cerrara filas alrededor
del autor principal del plan de invasión a Irak y principal articulador
estratégico de la política de ocupación militar.
Bush -de mala gana- se resignó
a cargar sobre su espalda electoral la suerte del halcón mayor, quién
después de lanzar 27.000 misiles y apoderarse militarmente de Irak, creyó -y así
se lo hizo creer a Bush- que las operaciones militares habían concluido
en el país ocupado.
Hoy la administración Bush
-según muchos analistas- no sabe> "donde está parada", y lanza
manotones de ahogado para lidiar con los diversos frentes simultáneos que
enfrenta en Irak: rebelión chiíta, resistencia suní, pedido de
elecciones por los clérigos y políticos cómplices iraquíes, paranoia de sus
aliados militares con los secuestros, presión de los países europeos por
sacar más tajada del negocio de la "reconstrucción" y del petróleo
iraquí, y por último, el escándalo de las torturas a presos
iraquíes que sus rivales demócratas han convertido en caballito de campaña
electoral.
De toda esta maraña, Bush y
sus asesores decidieron atender prioritariamente al frente de campaña
electoral con dos movidas estratégicas.
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Una vez difundido
el video de la decapitación Bush salió a decir que
los combatientes de la resistencia
iraquí "No tienen ninguna consideración por las
vidas de hombres, mujeres o niños inocentes.
Perseguiremos a quienes sean responsables y los
llevaremos ante la justicia", dijo poniéndose
como el campeón de la lucha contra el terrorismo. |
La primera fue sostener
a Rumsfeld en su puesto contra viento y marea, y la segunda lanzar
una operación de acción psicológica con Al Qaeda (la
decapitación del rehén estadounidense) orientada a neutralizar la campaña con
las torturas iniciada desde hace tres semanas desde las pantallas de la cadena
NBC.
La operación buscó la
reinstalación de la barbarie del terrorismo árabe (depositado en
Al Qaeda) para neutralizar a la campaña mediática internacional con las
denuncias y fotografías de torturas que todos los días -como las telenovelas-
adquieren un capitulo nuevo.
El experimento pareció
funcionar, por algunas horas, durante las cuales las imágenes de los
"asesinos árabes" cercenándole la cabeza al estadounidense atrapó el interés morboso y marketinero de la prensa internacional.
Pero duró poco tiempo.
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Los legisladores, demócratas y republicanos, señalaron
que la Casa Blanca y el Pentágono analizan si
divulgarán o no las nuevas fotografías aparecidas.
(BBC/AP) |
La nueva
embestida demócrata
El domingo la prensa
internacional le prestó inusual cobertura a un artículo aparecido en el
semanario The New Yorker escrito por Seymour Hershen, en el cual se
asegura que el Secretario de Defensa aprobó en secreto los métodos
de torturas luego aplicadas a los detenidos en la prisión de Abu Ghraib.
El autor de la nota, el
conocido periodista Seymour Hersh, se basa en opiniones de oficiales
retirados y en actividad de inteligencia y concluye que las raíces del escándalo
de las fotos "no descansan en las tendencias criminales de algunos
soldados, sino en una decisión aprobada por Rumsfeld.
El periodista
cita fuentes anónimas
que aseguran que el plan secreto autorizaba los diversos métodos coercitivos
inicialmente utilizados en la búsqueda de miembros de Al Qaeda en Afganistán,
para ser utilizados en las cárceles de Abu Ghraib.
Hersh dice que Rumsfeld
extendió a Irak un programa que ya estaba siendo utilizado en contra de
sospechosos en Afganistán. Y agrega que la operación alentaba a utilizar la
coerción física y humillación sexual de prisioneros iraquíes, con el fin de
obtener información sobre la creciente insurrección en contra de la ocupación
estadounidense.
"Atrapen a aquellos
que haga falta y hagan de ellos lo que quieran", constituía la orden de
misión de los militares encargados de los interrogatorios, según las fuentes
citadas por el periodista
del Yorker, un semanario
alineado con los medios que piden abiertamente la renuncia de Rumsfeld en
connivencia con los legisladores demócratas.
El artículo de 17 páginas
señala que el secretario de Defensa, molesto por trabas de índole legal, habría
autorizado el programa secreto para conseguir un permiso "amplio y por
adelantado" para interrogar, capturar o matar a objetivos de alto
interés en la lucha antiterrorista.
El artículo publicado en
The New Yorker afirma que las raíces del escándalo por el maltrato de los
prisioneros tuvo su origen en la decisión de Rumsfeld y no con las
inclinaciones delictivas de unos cuantos reservistas.
El programa -según la nota de The New
Yorker- fue
elaborado por Stephen Cambone, subsecretario de Defensa para
Inteligencia, y contó con el aval del Secretario de Defensa y del jefe de
las Fuerzas Armadas, general Richard Myers.
El informe
agrega que la operación contaba con el respaldo de la asesora de Seguridad
Nacional, Condoleezza Rice, y el presidente George W. Bush
fue informado de su existencia.
Como era de esperar, no bien
aparecida por Internet el adelantando de la edición del Yorker funcionarios
del Pentágono en Washington calificaron la versión del semanario de
disparatada, conspirativa y llena de errores y conjeturas anónimas.
Foto de
"tortura" sacada de una Web pornográfica
Una fotografía que
supuestamente mostraba a soldados estadounidenses violando a iraquíes, publicada
la pasada semana por el influyente The Boston
Globe fue sacada de una Web pornográfica húngara.
“La fotografía fue
tomada en Hungría y fue sacada de un site’ porno”, reconoció el viernes
Martin Baron, redactor jefe del
Globe.
La dirección del
periódico le echó la
"culpa" al concejal Chuck Turner, que mostró la
imagen en una conferencia de prensa en la que atacó con dureza a la
Administración Bush y condenó la
intervención en Irak.
El diario presentó
excusas a sus lectores el jueves por haber publicado la víspera imágenes “excesivamente
crudas”, y que no se habían podido autentificar antes de su
publicación.
El redactor jefe del “Globe” hizo estas revelaciones horas
después del despido del director del diario londinense Daily
Mirror, que publicó imágenes de soldados británicos abusando de
prisioneros iraquíes que resultaran ser falsas.