(IAR-Noticias) 11Jul04
Por una cuestión de
marketing electoral el vicepresidente de Bush, Dick Cheney, podría ser
reemplazado en la fórmula para la reelección presidencial por la asesora de
Seguridad Nacional Condoleezza Rice, o por el secretario de Estado
Colin Powell, ambos de íntima confianza de la familia Bush.
Según un sondeo de la
revista Newsweek, publicado por Reuters el domingo 11 de julio, el
candidato demócrata, el senador John Kerry, subió en las encuestas tras elegir
al senador John Edwards como su compañero de fórmula, y podría vencer a
George W. Bush si las elecciones se realizaran hoy.
La encuesta señala que la
pareja Kerry-Edwards supera a la formada por Bush y el vicepresidente Dick
Cheney por un margen de 6 puntos porcentuales, 51 a 45 por ciento.
Sin embargo, la encuesta de
Newsweek destaca que si Bush reemplaza a Cheney por el
secretario de Estado Colin Powell, podría derrotar a Kerry-Edwards por 53
a 44 por ciento.
La aparición -no casual- de la
encuesta
Newsweek
se produce
en medio de
especulaciones de que Cheney podría estar perjudicando las posibilidades de
Bush de ser reelegido, señala Reuters.
Desde hace una semana medios y
analistas estadounidenses vienen puntualizando una ofensiva de funcionarios y
legisladores republicanos orientada a sustituir a Cheney en la fórmula, la
que seguramente se incrementará al conocerse la medición de
Newsweek.
La irrupción de
John Edward como segundo de Kerry , precipitó un debate en la Casa Blanca sobre
las posibilidades que tendría Cheney para
competir en imagen o enfrentarse en un debate televisivo con el
promocionado y carismático abogado.
Según escribe Jim Lobe
en IPS, la experiencia política de Cheney, especialmente en materia de seguridad nacional, parece muy vasta
frente a los apenas cinco años del demócrata John Edwards en el Senado.
Pero el carácter optimista
y alegre de Edward le hará difícil al vicepresidente afrontar un debate
televisivo frente a frente. Sin contar la destreza ”clintoniana” del
candidato demócrata a la vicepresidencia, horneada durante dos decenios como
abogado querellante.
En cambio, Cheney -sostiene Lobe- se ha ganado una imagen pública de
”viejo gruñón”, dado el tono de su insistencia ante la prensa en que
hubo un vínculo real entre el depuesto presidente iraquí Saddam Hussein y la red
terrorista Al Qaeda, afirmación luego desacreditada por informes oficiales.
Esa imagen se consolidó
cuando profirió un insulto soez a un importante senador demócrata en pleno
recinto del Congreso.
Por eso, algunos veteranos republicanos sugieren que es hora de que Cheney
dé un paso al costado, y lo hacen cada vez más públicamente.
Hay mucho que ganar y que perder en este juego. Los posibles reemplazos son el
senador John McCain, la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza
Rice, y el secretario de Estado (canciller) Colin Powell, señala Jim
Lobe en su artículo de IPS.
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Colin
Powell goza de la confianza de Bush, pero los halcones
lo consideran un conspirador. (FotoBBC) |
La
pelea en el gabinete de Bush
En Washington -y apuntalando
lo señalado por Lobe- en la últimas semanas circularon rumores sobre la
renuncia de Cheney a la candidatura aduciendo problemas de salud (es un enfermo
cardiaco con 4
by-pass instalados).
Esas versiones
en las usinas de los halcones republicanos fueron interpretados como una
maniobra de los "moderados" quienes quieren colocar a Powell en la
fórmula.
La presencia de Condoleezza
Rice (un halcona enfrentada a Powell en el gabinete) como opción para reemplazar
a Cheney en la fórmula, no sería nada más la respuesta de Rumsfeld y
su grupo frente a la embestida de los republicanos blandos por sacar a Cheney
de carrera y colocar en su lugar a Powell.
Colin Powell como Condoleezza
Rice son algo así como los puntos referenciales del sordo enfrentamiento
existente en el entorno de Bush entre republicanos moderados y duros.
Tanto la asesora de Seguridad
como el secretario de Estado gozan de la máxima confianza del
presidente, así como de su núcleo familiar al que frecuentan en calidad de
íntimos.
Pero en el terreno político
Powell y Condoleezza corren por carriles diferentes.
En reiteradas oportunidades
los "duros" de la Casa Blanca (cuyas cabezas son Cheney y Rumsfeld)
señalaron cierta complicidad o connivencia del secretario de Estado y su grupo
con sectores demócratas que impulsaron las denuncias del ex inspector de amas en
Irak, David Kay, sobre la "inexistencia" de la ADM de Saddam, o de las
imputaciones del ex asesor en contraterrorismo Richard Clarke sobre el
11-S, que terminaron con Rumsfeld, Rice y el propio presidente Bush
declarando frente a una comisión del Senado estadounidense.
Otro punto de alta
conflictividad entre los dos sectores se produjo en mayo pasado, cuando
el escándalo de la fotografías de presos iraquíes torturados tocó su
grado más virulento
Powell y su segundo, Richard
Armitage, habían amenazado con su renuncia, en tanto que un
movimiento encabezado por legisladores demócratas, republicanos moderados,
y medios de comunicación pidieron públicamente a Bush la remoción de Rumsfeld,
señalado como el responsable principal de la aplicación del programa de torturas
en Irak.
Bush apoyó y mantuvo en el
cargo a su secretario de Defensa, y la movida se detuvo en los medios de
comunicación, no así en el gabinete donde continuaron los roces y las
sospechas mutuas.
En mayo de este año, y según lo revelara Michael C. Ruppert
en el periódico Rebelión,
surgió otra crisis en el gabinete de Bush a partir de las renuncias del director de la CIA,
George Tenet, y
del subdirector del organismo, James Pavitt, la que se asoció con un
golpe interno contra el presidente y algunos de sus funcionarios, especialmente
Cheney y Rumsfeld.
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Condoleezza Rice testificando sobre el 11-S ante una
comisión del Senado . (FotoBBC) |
Sobre la base de recientes acontecimientos -señala Ruppert
en su artículo- parece que antiguos
planes y preparativos que llevarían a la impugnación y a la revocación de
Bush y
(el vicepresidente) Cheney,
e incluso de antiguos altos miembros del gabinete, han sido acelerados,
posiblemente con la intención de destituir a todo el régimen Bush antes de la
Convención Nacional Republicana de agosto de este año.
Otros medios y analistas
estadounidenses también apuntaron a la hipótesis del "complot" señalando
como su centro a la pelea interna desatada en el gabinete de Bush, en la cual
nuevamente aparecieron Colin Powell y su grupo jugando algún rol en los rumores
de desestabilización presidencial.
Pro y contra de la
sustitución de Cheney
Refiriéndose al posible relevamiento en la fórmula presidencial republicana para
las elecciones de noviembre, Jim Lobe señala que los candidatos a remplazarlo
son políticamente mucho más moderados, pero también carecen de la
experiencia burocrática y política que hizo de este vicepresidente el más
influyente y poderoso entre sus antecesores, por lo menos los del siglo XX.
(Ver:
Dick Cheney, el vicepresidente de Bush).
Muchos expertos en relaciones internacionales creen que, de no haber sido por
Cheney, Estados Unidos no habría ido a la guerra en Irak. Su frase más célebre
fue: ”No negociamos con el mal: lo derrotamos”.
También se considera que Cheney vetó la posibilidad de que Estados Unidos
hubiera alcanzado un acuerdo para el desmantelamiento del programa de armas
nucleares de Corea del Norte a cambio de asistencia.
Los neoconservadores, que han perdido poder en los últimos meses tras dominar la
política exterior, tendrán dificultades para recuperar su influencia
en una eventual segunda presidencia de George W. Bush si Cheney no permanece
en la Casa Blanca, prosigue Lobe en su artículo de IPS.
De hecho, ex colaboradores del ex presidente George H. W. Bush (1989-1993),
padre del actual mandatario, realizaron el año pasado una discreta campaña ante
la Casa Blanca para que el joven Bush se desembarazara de su vicepresidente.
Pero la mayoría de los analistas creen que el presidente mantendrá a Cheney
en su fórmula, dado que su caída molestaría a la Derecha Cristiana y a los
nacionalistas, sectores clave de su respaldo dentro del Partido Republicano,
afirma Lobe.
La no presencia de Cheney en la
fórmula podría impulsar a esos sectores a aconsejar la abstinencia electoral
entre sus partidarios en las elecciones de noviembre, lo que reduciría
ostensiblemente las posibilidades de reelección de Bush para otro período en
la Casa Blanca.
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Cheney:
ni la salud ni las encuestas le juegan a favor. (FotoBBC) |
Las encuestas
Los últimos sondeos conocidos no favorecen las chances de Cheney como
segundo en la fórmula republicana.
Una encuesta realizada
por el diario The Wall Street Journal (más vinculado a los
halcones que a los moderados) indica que apenas 17 por ciento de
los encuestados tienen una imagen ”muy positiva” del vicepresidente,
frente a 27 por ciento que la tienen ”muy negativa”.
Otra medición realizada por The Washington Post (un habitual
crítico de Cheney y de Rumsfeld) del mes pasado, las opiniones positivas
sobre Cheney se ubican entre 10 y 15 puntos porcentuales detrás de las de
Bush, que, de todos modos, están en su mínimo histórico, con 45 por ciento.
Entre los republicanos, según el mismo diario, el nivel de aprobación de Cheney fue de apenas 48 por ciento, 30 puntos detrás de la de Bush.
Otro punto señalado como "anti-encuesta"
para Cheney, son las investigaciones del gobierno y el Congreso sobre los
contratos entregados sin licitación a Halliburton en Irak,
consorcio petrolero que el vicepresidente presidió entre 1995 y 2000.
También hay que considerar que
tanto Bush como Cheney están implicados en las denuncias sobre las
"armas de Saddam" y la presuntas "irregularidades" cometidas por la
administración republicana durante los atentados del 11-S.
Denuncias que, en la opinión de
muchos analistas, podrían derivar en causas judiciales penales en
contra del vicepresidente y su vice, antes de las elecciones de noviembre.
Cheney podría ser convocado por la justicia francesa como testigo
de un caso de soborno relacionado con las actividades de Halliburton en Nigeria,
cuando él encabezaba la compañía.
También podría verse complicado con las investigaciones sobre la
divulgación pública de la identidad de una agente encubierta de la CIA,
cuyos informes cuestionaban las afirmaciones del gobierno sobre los supuestos
arsenales de Saddam Hussein, configurado como un delito de Estado de extrema
gravedad.
Toda esta circunstancia
político-judicial que rodea a la figura del vicepresidente de Bush (un hombre
con su salud gravemente deteriorada) podría, incluso, precipitar que el
propio Cheney renuncie a su postulación.
Lo que, sin lugar a dudas,
desataría una pelea feroz (y de difícil pronóstico) para reemplazarlo entre
duros y moderados, con imprevisibles efectos sobre el destino
electoral de Bush en noviembre.
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