(IAR-Noticias) 17-En-05 Informe especial
De
aquella "primavera" imperialista del mes de noviembre pasado, con los generales
norteamericanos cantando victoria y anunciando que en "72 horas" tendrían bajo
control los bastiones rebeldes del triángulo suní,
queda poco y nada.
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Una
formación de tanques avanza contra los rebeldes en Faluya, el
viernes 12 de noviembre (Reuters) |
Tras el asalto militar y el
genocidio en Faluya (hoy completamente
destruida e inhabitable) las columnas rebeldes se replegaron, desaparecieron,
literalmente se "evaporaron", y comenzaron un contraataque feroz contra dos
blancos principales: las patrullas y convoyes norteamericanos y las fuerzas
colaboracionistas iraquíes.
Ya no hay una cadena de mando rebelde
centralizada en Faluya, sino unidades descentralizadas que se sospecha tienen
sus bases logísticas diseminadas en Mosul, Samarra, Tikrit, y por toda la región
que los marines -con razón- llaman el "triangulo de la
muerte".
El récord de muertos
y heridos propios pone los pelos de punta a los generales norteamericanos que
casi no tienen respuesta para esa furia de ataques "irregulares" en donde
los combatientes "insurgentes" aparecen, atacan, o se inmolan con coches bombas,
sin dejar rastros, provocando sólo destrucción a su paso.
Sólo
en lo que va del año 2005, las muertes reportadas "oficialmente" por el mando
norteamericano arrojan 26 soldados estadounidenses fallecidos
en ataques o atentados, y más de 130 "colaboracionistas" del ejército y
la policía que fueron eliminados en el mismo período.
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Dos policías colaboracionistas muertos por una bomba
en una comisaría de Bagdad
(Foto Reuters)
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Los ataques rebeldes
se multiplicaban este viernes en Irak, incluyendo el secuestro de
una quincena de militares a sólo dos semanas de las elecciones previstas para
fin de mes, mientras un general estadounidense en Bagdad admitió que sus tropas
no pueden garantizar la seguridad en la capital.
"Hay lugares peligrosos. Hay otros lugares que se ven muy bien", dijo este
viernes el brigadier general Jeffrey Hammond, subcomandante de las tropas
estadounidenses, a los periodistas en Bagdad.
Olvidado de que hace dos meses el Pentágono y la Casa Blanca
afirmaron tener a Irak "bajo control", el alto militar estadounidense señaló que
"el factor intimidatorio prevalece
probablemente más en algunos lugares que en otros",
añadiendo como advertencia que "no existe
garantía alguna de que los planes de seguridad para el día de los comicios sean
inviolables".
Un funcionario estadounidense dijo a la agencia AFP
que algunas secciones del oeste y norte de Bagdad, incluyendo el distrito
sunita de Adhamiya probablemente tendrán escasa participación por la
amenaza de los insurgentes de represalias contra los votantes.
El propio comandante de la coalición
multinacional, general Thomas Metz, advirtió la semana pasada que cuatro
provincias claves, que incluyen a Faluya, Mosul, Ramadi y Tikrit, están "en
riesgo" y nada garantiza que puedan realizarse elecciones en esas regiones,
que contienen a más de la mitad de la población de Irak.
Maquiavelo
en Irak
La modalidad de guerrilla urbana de
la resistencia suní puso a los norteamericanos en una encrucijada: contando con
el ejército más poderoso del mundo van perdiendo la guerra militar en Irak.
Una
paradoja, un contrasentido sólo explicable, en la
particulares condiciones religiosas, sociales, políticas, y en
emergentes propios de la ocupación de Irak realizada en sólo
22 días de campaña militar que hizo creer a los halcones que el país "ya
estaba conquistado".
Para entender la fortaleza militar de
los rebeldes suníes, en primer lugar, hay que tener en
cuenta que sus cuadros combatientes están integrado por oficiales y soldados de
las fuerzas especiales del ex ejército iraquí de Saddam Hussein, con una
formación profesional de primer nivel, y que fue en su momento elogiado como el
mejor ejército árabe de todo el Medio Oriente. (Ver:
El otro punto a considerar es que los
rebeldes tienen su base de inserción social en la comunidad suní (un
tercio de la población de Irak) concentrada en las ciudades metrópolis más
populosas y más avanzadas como Mosul y Bagdad, los escenarios más
aptos para una guerrilla urbana.
Los halcones y el Pentágono
cometieron un error crucial cuando invadieron Irak:
marginaron, persiguieron, y asesinaron indiscriminadamente a integrantes de
la comunidad suní (bajo sospecha de ayudar a los rebeldes), y privilegiaron el
acuerdo con los dirigentes chiíes y kurdos financiados durante décadas por la
CIA y el Departamento de Estado para derrocar o asesinar a Saddam.
Lo que hicieron los invasores fue
invertir la situación: del dominio hegemónico de los sunitas con el
ejército de Saddam Hussein detrás, Irak pasó al dominio hegemónico de los
chiítas y kurdos con el ejército invasor de EEUU
detrás.
Las "nuevas fuerzas armadas y de
seguridad" fueron reconstituidas con chiíes y kurdos, convertidos en bisoños
reclutas entrenados por oficiales norteamericanos, y de cuyo seno se
alimentaron los "escuadrones de la muerte" formados por fuerzas
especiales israelíes que fueron destinados a la cacería de suníes
comprometidos con la resistencia a la ocupación norteamericana.
Esa operación divisoria marcó a fuego
la dinámica posterior de la ocupación militar.
Cuando las fuerzas invasoras pusieron
sus botas en territorio iraquí, en abril del 2003, los antiguos aliados de
Washington (la llamada "oposición iraquí en el exilio") se convirtieron
en oficialismo y lanzaron una cacería brutal contra los ex militares
leales a Saddam y los dirigentes del Partido Baas .
Personajes siniestros
como Iyad Allawi y Amhed Chalabi , antiguos hampones de la CIA y
favoritos de Washington, alimentaron con información y conocimiento del terreno
a las brutales operaciones represivas y redadas del ejército norteamericano
contra los suníes,
en las cuales se encarcelaron, torturaron o asesinaron a miles de suníes
"sospechados" de tener contactos con las ex fuerzas de Saddam.
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Video del atentado con coche bomba en la ciudad
chiíta de Nayaf atribuido a los rebeldes suníes, el 19-Dic-04 (Al Jazeera)
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Los clérigos y
dirigentes chiíes, por su parte, cómplices confesos de la invasión y ocupación
norteamericana, aprovecharon el ancestral odio entre chiíes y suníes,
alimentado por tres décadas de dictadura suní con Saddam Hussein, para construir
entre su comunidad la expectativa de una "apertura democrática" que
llevara a la construcción de un gobierno islámico representativo de todos los
chiítas.
Cuando el 3 de abril del año pasado,
Moqtada Al Sadr, un clérigo chií rebelde con gran predicamento popular,
se levantó en armas contra EEUU, se crearon, por algunos meses, dos frentes
convergentes de resistencia armada, donde una parte de los chiíes coincidían
y convergían con los suníes en el mismo odio y el combate
contra el norteamericano opresor.
La "aventura rebelde" de Moqtada Al
Sadr duró hasta que los clérigos chiíes pro-Washington resolvieron aislarlo de
la comunidad chiíta, y dieron su apoyo encubierto a las
fuerzas norteamericanas cuya aviación, misiles y tanques produjeron un
genocidio militar en la ciudad sagrada de Nayaf, en su afán por capturar a
Moqtada y sus combatientes.
El "gran Ayatolá Sistani", el máximo
aliado de Washington en la comunidad chií, convenció a
Moqtada de entregarles la ciudad y los lugares sagrados a
las fuerzas norteamericanas a cambio del repliegue en libertad de sus
combatientes, cuya actividad guerrillera fue declinando hasta casi
desaparecer.
La resistencia suní
quedó nuevamente sola en el teatro de batalla contra los invasores, y el
grueso de la comunidad chií (el 60% de la población iraquí), influenciada por
los clérigos y políticos, se sumó a la parodia de
"elecciones libres" convocada por Washington y el gobierno títere de Iyad
Allawi.
Se terminó el sueño de suníes y
chiíes combatiendo en la misma trinchera contra el norteamericano invasor, y,
sin la intervención de Maquiavelo, Irak permaneció dividido y ocupado, donde
cada cual habla el lenguaje de sus propios intereses.
Y como dicen algunos
iraquíes con experiencia y sabiduría: el día que
los invasores norteamericanos
privilegiaron a la comunidad chií por sobre los suníes,
establecieron las bases de la guerra civil, cuyo desenlace, es una
cuestión de meses, de días, o quizás de horas.
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