En
un momento en que -según las encuestas- la sociedad estadounidense rechaza la
ocupación de Irak y comienza a "olvidarse" del 11-S George W Bush
y su asesor estratégico, Karl Rove, hicieron "aparecer" nuevamente a Bin
Laden y Al Qaeda en el escenario siempre latente de la "amenaza terrorista".
"La única manera que nuestros
enemigos pueden tener éxito es si olvidamos las lecciones del 11 de
septiembre... si concedemos el futuro del Medio Oriente a hombres como (Osama)
Bin Laden", aseguró Bush.
Pocas horas antes se había conocido
un sondeo
publicado por ABC News/Washington Post donde un
56%
de los estadounidenses dijo
que desaprobaba el trabajo de Bush en Irak, y el 62 % que EEUU
se encuentra empantanado en ese país ocupado
militarmente por las tropas norteamericanas.
Como una compulsión repetitiva de
lo mismo que hicieron durante la campaña electoral de noviembre, la dupla Bush-Rove
repitió las claves que posibilitaron la reelección presidencial: asustar a
la derecha norteamericana y a la población desprevenida con el fantasma de
los ataques terroristas.
"Ellos tratan de golpear nuestra
determinación en Irak, al igual que trataron de hacerlo el 11 de septiembre.
Van a fallar", señaló Bush. "Los terroristas no entienden a EE.UU. Los
estadounidenses no retroceden bajo amenazas, y no dejaremos que nuestro
futuro lo determinen terroristas suicidas o asesinos", añadió desafiante.
¿A
quién le hablaba Bush?, ¿A los demócratas?, ¿A los que votaron a Kerry en
noviembre?, ¿A los consorcios mediáticos que todos los días sacan denuncias en
su contra como conejos de la galera?
No: Bush (como ya lo hizo durante
los debates electorales cuando las encuestas le daban ganador a Kerry)
le hablaba a la derecha conservadora y al "gran público" cuyo cerebro y
emociones se activan como un microchip ante la sola mención de la "amenaza
terrorista".
Bush le hablaba ese sector (por
ahora) mayoritario de la sociedad norteamericana que desde el 11 de septiembre
de 2001 padece -según los expertos- una psicosis de miedo incontrolable
a un "ataque terrorista" parecido al que demolió las Torres Gemelas de
Nueva York.
El miedo y la "guerra contra el
terrorismo" -más allá de cualquier razonamiento lógico- continúa siendo el
eje prioritario del estadounidense nivel promedio estadístico, según está
registrado en todos los sondeos que se han realizado hasta ahora.
Después del discurso de Bush, ayer
martes, la cadena CNN difundió una encuesta realizada entre sus televidentes
que le daba al presidente un 47% de aprobación para su conducción de la
llamada "guerra de Irak", contra un 26% de los que la desaprobaban.
Ese es el flanco emocional
al que apuntan constantemente George W. Bush y Karl Rove (una dupla que
funciona como tal desde hace más de 20 años) cuando quieren conseguir consenso
social para sus movidas políticas y militares.
A 48 hs. de los comicios de noviembre Bush, infundió temor
-aprovechando la "oportuna" aparición de Bin Laden en un video- alertando
sobre la posibilidad de que los ataques terroristas del 11-S "vuelvan a ocurrir".
En su última aparición antes de las
elecciones de noviembre dijo el presidente norteamericano:
“Cuando usted vaya a
las urnas el martes, recuerde esto: Haré lo que haga falta para defender a
EEUU y prevalecer en el combate al terrorismo, y siempre apoyaré a los
hombres y mujeres que participan en el combate”.
La estrategia oficial buscaba dar
"seguridad" y "tranquilidad" a la población (mostrar que Bush está en
"control"), y a
la vez crear incertidumbre y temor (Al Qaeda puede
aparecer en cualquier momento).
El objetivo: mantener en vilo al
ciudadano hasta el último momento y poner a Al Qaeda como una sombra de "amenaza
constante", más allá de las elecciones y de cualquier contingencia,
incluida la derrota militar en Irak..
Apelando de nuevo a esa estrategia,
con su mensaje a la nación en ocasión del primer aniversario de la "devolución
de la soberanía a manos iraquíes", el presidente estadounidense buscó
contrarrestar la pérdida del apoyo a las operaciones militares
estadounidenses en Irak, que registraron los últimos sondeos de opinión.
Bush -como lo hace siempre que
tiene un bajón en las encuestas- se dirigió a la población desde el Fuerte
Bragg, en Carolina del Norte, base de la 82 División Aerotransportada, que
tiene unos 10.000 soldados en Irak, recreando el escenario ideal para
la reconstrucción emblemática de su figura de "comandante en jefe" y
"presidente de la guerra" que lo marketinizaron "exitosamente" entre la
derecha conservadora y los sectores "miedosos" de la sociedad estadounidense.
A pesar de las presiones sociales y políticas que está recibiendo para que retire las tropas de Irak,
en su discurso de ayer dejó en claro que esa posibilidad no está por ahora
en los planes de la Casa Blanca, advirtiendo que "el trabajo en Irak
es difícil y peligroso".
"Como la mayoría de los estadounidenses veo las imágenes de violencia.
Cada imagen es horrenda y el sufrimiento es real", fueron las palabras
iniciales del presidente George W. Bush, recreando las imágenes que el
televidente promedio ve todos los días desde Irak.
"En medio de la violencia, sé que
los estadounidenses se preguntan: ¿vale la pena el sacrificio? Vale la pena y
es vital para la seguridad futura de nuestro país. Y esta noche les explicaré
por qué", señaló con estudiada seguridad.
Y como sucede siempre, el discurso
presidencial de ayer estuvo precedido de una "preparación de terreno"
a cargo del jefe de la CIA, Porter Goss, quien la semana pasada -durante un
reportaje- dijo tener una "excelente idea" de donde se encuentra escondido el
jefe de la Red Al Qaeda, Osama bin Laden.
Según Goss, la red que encabeza el
"terrorista" saudí se encuentra acorralada. Pero aún así, consideró que
Al Qaeda podría volver a atacar en territorio de EEUU, como lo hizo con
los atentados del 11 de septiembre del 2001.
“Desde luego tienen esa intención, y nosotros estamos intentando anticiparnos.
Hasta el momento, creo que lo hemos hecho bastante bien llevando la guerra a
su terreno”, señaló el director de la CIA.
Desde que la estrategia oficial de
los neoconservadores (que controlan a Bush y a la Casa Blanca) lo convirtiera
en el "enemigo número uno" del planeta tras el 11-S, Bin Laden, una leyenda
oscura de la CIA, siempre concita la atención mediática y genera adrenalina
"conspirativa" en el público masivo.
Muchos expertos -dentro y fuera de
EEUU- lo consideran como una "carta en la manga" que tiene siempre lista la
Casa Blanca para distraer a la opinión pública y seguir alimentando la
"guerra contraterrorista".
Cada vez que el nombre de Bin Laden
se hace presente en boca del jefe de la CIA -tal como ocurrió la semana
pasada-, los especialistas comienzan a escudriñar que se traen entre manos
Bush y los halcones de su entorno.
El punto en cuestión está en saber
si esa estrategia -que le sirvió como justificación para invadir Afganistán,
apoderarse del petróleo iraquí, y luego conseguir su reelección en noviembre-
hoy le puede resultar funcional para tapar la cifra de muertos y la
estrepitosa derrota militar que está sufriendo EEUU en Irak.
En lo que va del año 2005, en sólo
6 meses, la potencia invasora ya perdió más de 360 soldados,
el equivalente a un cuarto de lo que perdió al cumplirse
27 meses de
ocupación militar.
Esto revela la magnitud del accionar creciente y
mortífero de la guerrilla iraquí, y nutre la argumentación de las
organizaciones que en EEUU y en todo el mundo preparan gigantescas movilizaciones para reclamar
que las tropas norteamericanas regresen a casa.
Según una encuesta conjunta
realizada por el periódico The New York Times y la televisora CBS,
59% de los estadounidenses desaprueba la manera como el presidente Bush
está manejando la situación en Irak.
Si bien no varía demasiado con relación a julio del año pasado (57%, el punto
más bajo desde que la invasión de Irak), pero contrasta con el 75% de
aprobación que tuviera Bush en abril del 2003, justo en los días de la
entrada en Bagdad y la caída de Saddam Hussein.
Citado por la cadena BBC,
John Quigley, experto en Irak y profesor de derecho internacional de la
universidad de Ohio, dijo que no hubo sorpresas en el discurso del
mandatario estadounidense.
"El (Bush) explica bien su política pero no dijo nada nuevo. Dice que debemos
continuar con la misma política, pero la dificultad para el presidente es que
la opinión pública no apoya su política y no creo que vaya a cambiarse a
raíz del discurso", señaló Quigley.
"La opinión pública no cree que era necesario invadir a Irak a causa de los
incidentes del 11 de septiembre. El presidente invadió Irak por otras
razones", aseguró el académico.
En opinión de Nancy Pelosi, líder de la minoría demócrata en la Cámara de
Representantes de EE.UU., las constantes referencias que hizo Bush a los
atentados del 11-S fueron una demostración de "la debilidad de sus
argumentos".
Pelosi aseveró que 27 meses después del ataque preventivo lanzado en Irak, el
país árabe es "un imán para el terrorismo, porque el presidente invadió Irak
sin idea de lo que se necesitaría para asegurar el país".
Pero más allá de los previsibles
cuestionamientos de la oposición, lo que realmente pone a prueba la estrategia
de Bush para mantener la ocupación militar de Irak, son las voces
discordantes que están surgiendo del generalato, grupos de la inteligencia, y
sectores moderados del Partido Republicano.
Desde el general Abizaid para abajo, los jefes militares en Irak vienen -desde principios de año- presentando un cuadro desalentador sobre la capacidad
de las fuerzas norteamericanas para detener la escalada
rebelde que, solamente en lo que va del año 2005, ya ha
matado a más de 360 soldados de EEUU, y eliminado a
más de 2000 efectivos colaboracionistas iraquíes.
Un informe de la CIA revelado la
semana pasada por el diario New York Times señala que la resistencia está
adquiriendo una serie de técnicas de conflicto urbano que van desde la
fabricación de coches bomba hasta la planificación de ataques
simultáneos en diferentes partes, además de tácticas pulidas de
asesinato selectivo de figuras políticas y militares.
El síndrome Vietnam
-calificación acuñada por el senador Kenedy- comienza a apoderarse de sectores
importantes de la sociedad y el establishment norteamericano, y confronta a
Bush, a sólo seis meses de gestión en su nuevo período, con la posibilidad de
un Watergate político a corto plazo.
El desafío -según los expertos-
está en saber si la "carta Bin Laden-Al Qaeda" le va servir a Bush
para neutralizar el proceso de rechazo social y político a la ocupación de
Irak que se avecina en EEUU y en todo el mundo.
Los muertos y mutilados
estadounidenses en Irak ¿pueden ser tapados con un nuevo ataque terrorista
de Al Qaeda?
Una pregunta cuya respuesta se irá
develando conforme a un principio estratégico y a un modus operandi de los
halcones: cada vez que Bush se siente acorralado aparecen Bin Laden y Al
Qaeda.
El desafío, esta vez, está en saber
si la logia terrorista seguirá en el plano de la "amenaza", o pasará
(como en el 11-S en EEUU o el 11-M en España), al terreno de la acción
directa con algún atentado (o varios) de alta intensidad en puntos
estratégicos de Europa, o del mismo EEUU.
Al parecer todo depende de la evolución de
los hechos, y de las necesidades de supervivencia política que
tengan Bush y los halcones en los próximos meses, días, u horas.