Según
la FAO, diez corporaciones trasnacionales controlan actualmente
el 80% del comercio mundial de los alimentos básicos, y similar
número de mega empresas controlan el mercado internacional del
petróleo, de cuyo impulso especulativo se nutre el proceso
inflacionario causal de la hambruna que ya se extiende por todo
el planeta.
Entre los primeros pulpos que
controlan los mercados energéticos (y consecuentemente fijan los precios del
petróleo) a escala global , se encuentran los gigantes British Petroleum (BP), Exxon Mobil,
Chevron-Texaco, y Royal Dutch Shell.
Entre los primeros pulpos trasnacionales de la
alimentación, se encuentran la empresa suiza Nestlé SA., la francesa Groupe Danone SA.
y la Monsanto Co., que lideran mundialmente la comercialización de alimentos
y que, además de controlar la comercialización y las fuentes de producción,
poseen todos los derechos a escala global
sobre semillas e insumos agrícolas.
Estas trasnacionales, que
hegemonizan su rubro a escala mundial, son las principales beneficiarias del
aumento del precio y de la demanda global de petróleo, alimentos y granos en
momentos en los que los suministros apenas satisfacen la demanda.
Detrás de este fabuloso negocio con los recursos esenciales para la
supervivencia humana, se encuentran los principales bancos y grupos financieras de Wall Street, que juegan un
rol determinante en la especulación en los
mercados energéticos y de materias primas que impulsan la actual escalada
de los precios.
De esta manera, los pulpos
petroleros y alimentarios, tercerizados por la especulación financiera, fijan
las reglas de juego y el funcionamiento de los mercados de la energía y el
petróleo, que, junto con el agua (también controlada por la trasnacionales)
conforman los recursos esenciales para la supervivencia de la humanidad.
En consecuencia, la suba de
precios es el producto del comercio capitalista monopólico y de la acción
especulativa en los principales mercados de materias primas, entre cuyas
herramientas financieras se
encuentra el ICE
[Intercontinental Exchange] de Londres y las bolsas mercantiles de Nueva York y
Chicago.
Según analistas especializados de
Wall Street, un 60% del precio del
petróleo crudo (hoy cotizado en US$ 135) tiene como causal a la especulación
en futuros no regulada de fondos
precisamente autodenominados "especulativos", bancos y grupos financieros que utilizan las bolsas de futuros
ICE de Londres y NYMEX de Nueva York y el comercio inter-bancos.
En este tercer frente del negocio
agro-energético (productor directo de la hambruna y la inflación mundial)
se encuentran en primera línea Goldman Sach y Morgan Stanley,
súper-gigantes de la especulación financiera en alta escala del capitalismo
trasnacional sionista con asiento en Wall Street.
En este escenario, los
precios no se fijan solo por la demanda del consumo, sino básicamente por las
necesidades comerciales y la demanda especulativa en los mercados
financieros agro-energéticos.
De manera tal, que cuando los
analistas le echan exclusivamente la culpa del alza de los precios a la
reducción de la producción y de la oferta están escondiendo la especulación
financiera como principal causal de la escalada alimentaria y petrolera.
Este falso presupuesto (achacar la
llamada "crisis alimentaria" a la falta de producción) esconde a su
vez las maniobras capitalistas de reducción de costos y maximización de
ganancias que las corporaciones multinacionales aplican sobre los mercados
para vender menos y ganar más.
En consecuencia, el proceso del
alza de los precios y la especulación financiera con el petróleo y los alimentos causan inflación
mundial y hambruna generalizada en los países más pobres de la tierra, y
sobrepasan las capacidades de los gobiernos que dejan el control de sus recursos
esenciales en manos de las corporaciones multinacionales.
Dentro del modelo de economía globalizada de enclave, las
corporaciones petroleras, alimentarias y del agua, controlan (a través de la
privatización de la actividad económica) todo el proceso de extracción, producción y comercialización
local e internacional .
En resumen, controlados por las
corporaciones trasnacionales, y despojados de su condición de "bien social", el
petróleo y los alimentos se convierten en mercancía capitalista con un
valor fijado por la especulación en el mercado, convirtiéndose en la
causa principal de las hambrunas y conflictos sociales que ya empiezan a
desarrollarse por todo el planeta.
Los recursos esenciales en manos
privadas
En la década del 90, la era del libre-mercado,
se destruyeron los
Estados nacionales y se privatizó la comercialización de sus recursos esenciales a favor de los grupos
trasnacionales superconcentrados que se apoderaron del control de las estructuras económica
productivas y del comercio exterior de los Estados que quedaron despojados de
su poder de gerenciación sobre los mismos.
Al sacarlos de la órbita del control estatal, esos recursos quedaron supeditados a la lógica de
rentabilidad capitalista de un puñado de corporaciones trasnacionales (con
capacidad informática, financiera y tecnológica) que los controlan a nivel
global, y con protección militar-nuclear de EEUU y la superpotencias.
Gracias a las legislaciones de
"apertura económica", "libre mercado" y "privatizaciones" impulsadas en
la década del noventa por Washington (y gerenciadas por políticos entreguistas
elegidos en las urnas), en los países dependientes ya no existen controles
estatales, ni leyes financieras ni legislaciones laborales que pongan barreras a
la depredación del capitalismo "sin fronteras" de los bancos y corporaciones
transnacionales, que han pasado a controlar el sistema económico-productivo y
los recursos naturales de esos países a escala mundial.
La pertenencia "territorial" de
estas corporaciones al Estado norteamericano (donde generalmente se encuentran
sus casas matrices) les permite, protegidas por el poder militar del Imperio,
operar con total impunidad en sus gerencias de enclave extendidas a través de
todo el mundo dependiente.
De esta manera, la comercialización internacional de
los recursos esenciales para la supervivencia ya no se hace atendiendo a las necesidades de las comunidades desde
donde se extraen, sino atendiendo a la lógica de la rentabilidad capitalista de
las corporaciones que los controlan.
Los niveles de producción ya no se realizan
atendiendo a las necesidades humanas de la población, sino atendiendo a las
necesidades del mercado y de la ganancia capitalista.
Despojados de su condición
de "bien social" de supervivencia, esos recursos se convierten en mercancía capitalista con un
valor fijado por la especulación en el mercado, y los precios no se fijan solo
por la demanda del consumo masivo, sino básicamente por la demanda especulativa en los
mercados financieros y agro-energéticos.
Y los gobiernos, al no tener poder de gerenciación sobre sus recursos
agroenergéticos se convierten en títeres de las corporaciones que los controlan
y que se apoderan de la renta del producido por el trabajo social de esos países.
Y como el capitalismo
trasnacional (las corporaciones que controlan el petróleo y los alimentos) solo
produce para quien está en capacidad de comprar esos productos, la falta
de poder adquisitivo de las mayorías empobrecidas del planeta, lleva su vez a
que las corporaciones reduzcan la producción para achicar costos y preservar
la rentabilidad vendiendo menos pero más caro.
Por lo tanto, la baja en la producción
de alimentos y petróleo no es un
fenómeno de la "crisis", sino de un emergente de la búsqueda de
rentabilidad capitalista con achicamiento de la oferta de productos.
Se reduce la producción de
alimentos y de petróleo (con lo cual se encarece su precio por falta de oferta)
para ganar más reduciendo costos de producción, cerrando de esta manera el
circuito de la rentabilidad capitalista que guía a los consorcios que controlan
las fuentes de producción y de comercialización de esos productos esenciales
para la supervivencia humana.
La lógica de la rentabilidad
capitalista
El mundo atraviesa por una sobremanda
de alimentos y de petróleo que, a su vez, reproduce la rentabilidad de
los grupos que hegemonizan el poder sobre la producción y comercialización, y
sobre los mercados de la especulación financiera de las materias primas.
De esta
manera, a los pulpos petroleros y alimentarios no les interesa producir más,
sino ganar más produciendo lo mismo con baja de costos de personal e
infraestructura.
Y por más apelaciones que hagan las instituciones
"asistencialistas" del sistema capitalista como la ONU y la FAO (que suceden a la caridad religiosa)
las corporaciones capitalistas transnacionales establecen su dinámica productiva a partir de la relación
costo-beneficio.
Esto es, y atendiendo a la lógica esencial que guía el
desarrollo histórico del capitalismo, solo producen atendiendo a la ley de
la rentabilidad, a la ley del beneficio privado, y no atendiendo a la
lógica del beneficio social.
Por lo tanto, no hay
"crisis alimentaria" (como sostienen la FAO, la ONU, el Banco Mundial, y las
organizaciones del capitalismo como el G-8) sino un incremento de la hambruna
mundial por la especulación financiera y la búsqueda de rentabilidad capitalista
con el precio del petróleo y los alimentos.
El control de las fuentes, de la
producción, de la comercialización internacional y de la masa de recursos
financieros emergentes por las corporaciones trasnacionales, tornan impotentes a los gobiernos
dependientes (sin poder de gerenciación sobre esos recursos) para resolver los problemas de la hambruna que
aquejan a sus pueblos.
Por otra parte, los fondos que destinan la ONU, el
Banco Mundial y demás organizaciones del capitalismo trasnacional, son mendrugos
comparados con la ganancias multimillonarias de los pulpos petroleros y de la
alimentación y el
crecimiento de las fortunas personales de sus directivos y accionistas.
La última cumbre de la FAO, en
Roma, sobre la crisis alimentaria mundial, con la presencia de 50 Jefes de
Estado y de Gobierno, se cerró el jueves 5 de junio sin que se produjera ningún
acuerdo para instrumentar una solución global.
Una de las propuestas principales de la cumbre consistió en tratar de consensuar la prohibición de
producir biocombustible al costo de sacrificar la producción mundial de
alimentos.
También se propuso retirar los
alimentos de la órbita de la especulación bursátil e impulsar una negociación
directa del país productor con el país consumidor.
Ambas propuestas dejaban a las
corporaciones trasnacionales fuera de juego, y por lo tanto, EEUU y la
Unión Europea resolvieron boicotear y hacer fracasar la cumbre de la FAO sobre
la crisis alimentaria mundial.
Los expertos son claros: No puede
haber solución de la hambruna mundial ni detención de las causas que la generan
(la suba del petróleo y los alimentos) si no se les quita a las corporaciones
trasnacionales el control de las fuentes de producción y comercialización de
esos recursos.
Y quien trate de quitarles el
control de los recursos esenciales, antes deberá derrotar al poder militar
nuclear de EEUU y de las potencias aliadas de la Unión Europea, gendarmes y
reaseguros políticos de las corporaciones capitalistas que han convertido el
planeta en una economía de enclave al servicio de la rentabilidad privada.