Quien
observe atentamente el mapa político y social tanto de los países centrales como
de los periféricos, podrá comprobar que el uso de la represión policial y
militar de los (hoy reducidos y escasos) conflictos sociales y sindicales es
mínima y solo se la utiliza en casos extremos.
Y eso tiene una explicación: Los
gobiernos del mundo (técnica y funcionalmente, gerencias de enclave de los
bancos y corporaciones trasnacionales) no se mueven dentro de un esquema
militar (el viejo sistema de dominación) sino dentro de un esquema
político-democrático (el nuevo sistema de dominación).
Por lo tanto, si caen en la tentación
de reprimir policialmente, la corporación mediática les arroja la sociedad en
contra calificándolos de "represivos y violentos".
Los gobiernos que cometen el error de
reprimir militarmente son inmediatamente rechazados por la sociedad masivamente
nivelada en la condena a " toda forma de violencia", más allá de sus
contenidos.
De la misma manera que en la década
del setenta, los medios de comunicación utilizaban la figura del "subversivo"
(como expresión de demonización social justificatoria de la represión
militar), hoy utilizan la figura del "violento social" para aislar,
deslegitimar y condenar socialmente las luchas sindicales y sociales que atentan
contra la "estabilidad económica", la "gobernabilidad" y la "paz social" del
sistema.
De esta manera, y a la luz del
crecimiento desmesurado a nivel global de los activos empresariales y de las
fortunas personales (con su contracara de pobreza y exclusión social masiva) se
verifica aquel axioma que expresa que "la paz es el negocio del dominador".
Y prueba la efectividad de las
técnicas mediáticas para controlar las protestas sociales y sindicales con la
lógica represiva de la "antiviolencia" predominando sobre las razones de los
reclamos.
No importa que el que corte ruta sea
un hambriento o un desocupado (en el mundo hay 1000 millones de hambrientos y
más de 2000 personas que viven por debajo de las necesidades básicas), la
opinión pública está masivamente "adoctrinada" (por los medios de comunicación y
sus conductores) para rechazar (sin ningún análisis de las causas) las huelgas y
los cortes de ruta que generan "violencia social".
La nueva estrategia represiva tiene
su matriz funcional en la nivelación masiva de una conciencia y opinión
"antiviolencia" que se superpone a cualquier lógica de legitimidad o de
justicia social expresada por los grupos que cortan calles, rutas o hacen
huelgas para reclamar por sus derechos o por una mayor distribución de la
riqueza.
Así como durante las dictaduras
militares se demonizaba al "subversivo" para descalificar su proyecto de cambio
del sistema capitalista por otro más justo, a los que ahora hacen huelga y
cortan rutas se los demoniza como "violentos" para deslegitimar las
luchas sociales por un mejor reparto de la riqueza.
En términos concretos (y disfrazados
de servidores públicos de la comunicación social), los consorcios mediáticos que
realizan el control político y social (en sustitución de los militares) son
auxiliares complementarios de la "Justicia" (del sistema) en la tarea
represiva, y el sujeto a reprimir ya no es el "subversivo comunista" sino el
"violento social".
Se trata de una represión sin
fusiles, donde la acción militar es sustituida por la manipulación mediática en
alta escala orientada al direccionamiento pasivo de la conducta social
hacia los objetivos de preservación del sistema capitalista.
En este escenario, las fuerzas
policiales y militares tienen como función principal: disuadir antes que
reprimir, para preservar a su vez, los acontecimientos que pudieran
desbordar y alterar la "paz social" del sistema.
Es así que el gobierno que decide
utilizar la fuerza policial o militar, también pierde inmediatamente legitimidad
política y apoyo social, tarea de la que se encargan los propios medios de
comunicación, cuya misión es preservar el "sistema democrático" (de dominación
capitalista) en los parámetros establecidos de la "estabilidad económica, la
"gobernabilidad política" y la "paz social".
(*) Manuel
Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder,
especialista en inteligencia y comunicación estratégica. Es uno de los autores
más difundidos y referenciados en la Web.
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