|
(IAR-Noticias) 02Abr04 Por
Rodrigo Guevara
El
secuestro y crimen de un joven,
Axel
Blumberg,
movilizó el viernes 2,
solamente en la Capital Federal, a una multitud calculada en 150.000
personas que, según los medios locales, marchaban, sin banderas políticas, con
velas blancas,
para decirle basta a la
inseguridad.
Para mensurar este
acontecimiento hay que destacar que en la Argentina cualquier organización
social o política que convoque por reclamos sociales como la falta de
trabajo, la pobreza, o la exclusión social que produce la concentración de
riqueza en pocas manos, no consigue reunir semejante cantidad de personas, ni
siquiera se aproxima al 10% de esa cifra.
Es más, los que todavía se
movilizan por reclamos de justicia social son organizaciones que actúan
en forma fragmentada, disociadas unas de otras, y con reclamos
sectoriales y puntuales (como es el caso de los piqueteros) ante los cuales
el resto de la sociedad permanece en un estado que varía de la indiferencia
al rechazo.
En la Argentina ya no hay
huelgas generales (razón por la cual los salarios permanecen congelados
desde hace doce años), no hay movilizaciones colectivas contra los
despidos indiscriminados, los salarios africanizados, la inseguridad laboral, la
desnutrición infantil, o la pobreza que afecta estadísticamente a casi la
mitad de la población.
Los cientos de miles que
salieron ayer a protestar en todo el país por un caso policial, permanecen
indiferentes, bostezan, se aburren o hacen zapping cuando por la pantalla
aparece algún grupito raleado de los que todavía luchan por reivindicaciones
sociales o laborales.
Prefieren ver fútbol, series,
Homero Simpson, conflictos de farándula, noticias policiales noveladas,
historias personales de cualquier cosa, nada que le recuerde la "mala onda" de
los pocos que -todavía- se atreven a desafiar las tempestades de la
"indiferencia popular" protestando contra el FMI, y contra todas las lacras
del genocidio económico que producen impunemente los bancos y las
transnacionales que se roban entero el PBI de la Argentina.
En otras palabras, en la
Argentina mediática de Kirchner la lucha contra la "inseguridad" sustituyó a
los grandes reclamos colectivos por trabajo, vivienda y justicia social.
Eso explica, entre otras
cosas, el gran éxito y los elogios que cosecha este presidente entre sus
admiradores: los banqueros, los petroleros, y los empresarios que se sienten
felices y realizados al contemplar a 150.000 colonizados mediáticos
combatiendo a la delincuencia común con una vela en la mano.
Gracias a la "inseguridad" y
la "magia mediática de Kirchner", El Cacerolazo, finalmente, fue
enterrado sin honores en el cementerio porteño de La Chacarita.

Los jíbaros
mediáticos
Por decreto de los
cuatro monopolios mediáticos que controlan y orientan conducta masiva en el
país a través de la "información" (Grupo Clarín, Grupo Haddad, Telefé y
América TV) la única opción válida de protesta masiva en el país, la que los
medios no "descalifican", la que otorga "prestigio de militante social",
es la lucha contra la "inseguridad".
O sea la lucha contra la
delincuencia común, no la lucha contra la delincuencia de mercado.
No la lucha contra los
macro-ladrones, los banqueros, los petroleros, los empresarios top, o sus
agentes de negocios: los políticos que, hoy con Kirchner a la cabeza,
administran, votan leyes, legislan para el FMI y los bancos, o encorsetan
los salarios de por vida para que los acreedores financieros cobren
puntualmente.
Según lo establecido por los
comerciantes de la información masiva, el gran problema estratégico de
la Argentina son los secuestros y los asaltos comunes.
Lo que produce
"inseguridad" no pasa por el estrés del desocupado o el hambre del
indigente, pasa por los secuestros novelados (si agravados por muerte, más
rentables) que los canales, radios y diarios comercializan como si fueran
comestibles de primera necesidad.
El sujeto de la información,
el receptor pasivo, igual que el perro de Pavlow, es condicionado a diario por
tres palabras mágicas: secuestro, robo, violación.
Habitual indiferente masivo a
las palabras: desocupación, injusticia social, hambre, el televidente
nivel promedio estadístico, ése que salió ayer sin banderas partidarias y con
una vela en la mano a protestar, sólo segrega adrenalina y se moviliza cuando
los grandes medios -magos de la inducción colectiva- lo convocan a luchar
contra la delincuencia de menor porte.
Y el que es inducido
mediáticamente con la paranoia de la "inseguridad" , y que hace su
causa principal de la lucha contra la delincuencia y la violencia común,
está preparado para el segundo paso: la lucha contra el terrorismo y toda
forma de violencia social, aunque la misma sea por comida, trabajo y
vivienda.
Justo lo que quieren Bush y el
Departamento de Estado.
Los nuevos
ejércitos de dominación
IAR-Noticias, desde su
nacimiento, viene advirtiendo sobre el papel central que cumplen los
monopolios de la información en las estrategias de control político y
social destinadas a la represión y/o neutralización de las luchas sociales
contra el capitalismo.
Con el desmantelamiento de los
Estados nacionales, particularmente en Latinoamérica, llegó el
desmantelamiento de cerebro de las multitudes sometidas a diario -y sin
ninguna contrainformación- al bombardeo desmovilizante de la "información"
manipulada con fines políticos.
Los grandes consorcios
mediáticos extraen su principal tasa de ganancia de los grandes anunciantes (
bancos y empresas trasnacionales) y de los gobiernos de turno (publicidad
oficial o arreglos "en negro").
Por lo tanto, y como emergente
lógico de su negocio, los grandes medios de comunicación son parte
integral y funcional del llamado establishment económico, y su mensaje no está
orientado a ninguna función social que no sea la de defender los intereses
del sistema del cual viven y se alimentan.
Los grandes medios, y los
periodistas que les sirven a cambio de un sueldo, son, en primer lugar,
empresarios y empleados naturales de los gobiernos de turno, los bancos y las
transnacionales que pagan por sus servicios o su silencio.
Así se construye la lógica de
la información despojada de su sujeto central: el establishment económico y
político, que son las habituales "fuentes de información" de los periodistas
que trafican "noticias" según el interés de sus mandantes.
Este periodismo jíbaro,
cipayo, inmoral y mercenario, construyó la "argentina de Kirchner" y la
Latinoamérica sin lucha armada ni revoluciones, que permitió, entre otras cosas,
que en un continente con 220 millones de hambrientos, el mayor
"bien social" sean el pacifismo y la democracia made in USA vendida
como si fuera el paraíso para los hambrientos.
Cuando se estudia y se analiza
metódicamente la misión y la función de las políticas informativas y sus
emergentes en el cerebro de las mayorías, se toma conciencia cabal de un
hecho irrefutable: los medios de comunicación sustituyeron a los ejércitos
militares en las tareas de control y represión social.
El desmantelamiento
cerebral tornó obsoletas las funciones represivas de los militares de la
"doctrina de seguridad nacional", quienes fueron sustituidos por la eficiencia de
los medios y periodistas que construyen información sin la presencia de los
beneficiarios y ejecutores de los genocidios económicos: banqueros, empresarios
y políticos que pasan desapercibidos en las grandes coberturas
informativas.
Canalizar la adrenalina y los
conflictos sociales por el lado de la "lucha contra la delincuencia", es
un ejemplo claro de dominación, para la cual ya no se necesitan tanques ni
fusiles.
El que lucha contra la
delincuencia común, no lucha contra los banqueros ni contra los políticos bribones que
los representan a cambio de prebendas y riquezas.
Quien lucha contra la
delincuencia común, o contra el "terrorismo" en abstracto, es un vegetal
utilizable sin espacio filosófico ni causa social: totalmente maleable y
controlable por el periodismo jíbaro que lo construyó.
Y finalmente, para saber donde
empiezan y terminan las campañas mediáticas con la ola de "inseguridad
y delincuencia", hay que enterarse de los tres ejes principales de la
estrategia impuesta por Washington a su gobiernos títeres de Latinoamérica:
combate contra el terrorismo, las drogas y el crimen organizado.

Terroristas
Estas hipótesis de conflicto
con la "inseguridad", implantadas mediáticamente en el cerebro de
los sectores medios derechizados de la Argentina, no son nada más que la
punta de lanza de la "guerra contraterrorista" de Bush transplantada en
el cono sur latinoamericano.
Sirven a la geopolítica
imperial para dos propósitos bien definidos: A) como cortinas de humo
para tapar los dramas sociales que generan los genocidios económicos, y B)
como justificación para la criminalización definitiva de los conflictos
sociales.
La movilización de ayer sirvió
a la administración Kirchner para agilizar en el Congreso una legislación
de "mano dura" contra la "violencia delictiva", que, por,
traspolación , será aplicada a quienes incurran en "actos violentos"
durante las protestas sociales que se avecinan.
Y para aquellos que adopten la
vía de la "clandestinidad" o de la lucha por métodos violentos, el
calificativo será el mismo que rige para la resistencia iraquí: terroristas.
Latinoamérica, después de dos
décadas de saqueo con democracia made in USA, está para el estallido.
Y Washington, armado con sus
ejércitos mediáticos, se está preparando para la contingencia.
|