Hay una metodología de
criticarlo a Bush afianzada tanto en la izquierda "progresista" como
en la prensa liberal de neto corte derechista que pulula por el planeta, y sobre
todo por la Internet.
Ubicadas
en falsas veredas "opuestas",
las dos posturas coinciden funcionalmente en depositar en la figura de Bush
"todo los males" y las decisiones "equivocadas", ignorando olímpicamente toda la
estructura de poder capitalista que se mueve detrás del Presidente y los
halcones del Pentágono.
De acuerdo a esta
visión, mayoritaria en Internet y en el mundo real, la conducta de Bush
es condenable porque "mintió" sobre la existencia de las armas de Saddam,
no porque invadió militarmente a Irak, sino porque utilizó el argumento de
las "armas de Saddam" para hacerlo.
O sea, que si Bush no
hubiera "mentido" sobre el asunto armas, la invasión hubiera estado bien.
Es notable la
desinformación y la falta de conocimiento estratégico que padecen la
mayoría de los
analistas "progresistas" sobre la naturaleza, los fines y la estructura de
poder del capitalismo internacional.
Todo lo que concluyeron
Marx y otros pensadores sobre las leyes del capitalismo, sobre todo en su
etapa monopólica de concentración y de selección darwiniana del más fuerte,
para estos pensadores ha quedado reducido a la voluntad omnipotente de
Bush o del eventual inquilino que esté en la Casa Blanca imperial.
La mayoría de estos
analistas que publican en la Web -salvo raras excepciones- cada vez se alejan
más del estudio y el análisis del capitalismo como "sistema totalizado" y
se enfrascan en los "personalismos" de los que eventualmente
"administran" el Imperio desde Washington.
De esta manera, y sin
puntos de referencia estratégica sobre el funcionamiento del capitalismo como
sistema, caen en el "subjetivismo" de magnificar el rol de las voluntades
personales en lo que claramente es una máquina interactiva
tecnológica-económica-militar, cuyo funcionamiento y poder de decisión está más
allá de las voluntades personales de los que las ejecutan.
Las guerras imperiales de
EE.UU., como lo sabe cualquier experto que investiga, no se planifican y deciden
solamente desde el Pentágono o la Casa Blanca, desde allí se diseñan las
operaciones militares y de inteligencia, pero la motivación y el objetivo
capitalista de las mismas se resuelve en Wall Street, más precisamente en
ese foro invisible de los bancos y corporaciones transnacionales llamado
Consenso de Washington.
Bush, Rumsfeld y los
halcones no se levantaron un día y decidieron invadir Irak porque se les ocurrió
de puro "asesinos" que son, sino porque la confluencia de vasos comunicantes del
capitalismo financiero, las petroleras y las contratistas de armas necesitaban
controlar militarmente a Irak para hacer negocios y apoderarse de su petróleo.
Si en vez de estar Bush en
la Casa Blanca, hubiera estado el Mahatma Ghandi tendría que haber hecho lo
mismo o abandonar la presidencia de Estados Unidos.
Lo que parecen no entender
bien los analistas "progresistas" es que la lógica expansiva del capitalismo
imperial de EE.UU., así como su descomunal maquinaria militar, no se moviliza
por los caprichos personales de nadie sino por la ley fundamental del
capitalismo: la búsqueda permanente de rentabilidad económica para sus
pulpos empresariales.
En otras palabras, la
fuerza militar está al servicio de la conquista económica de mercados, y no
al revés, y sólo se la utiliza cuando hay razones estratégicas económicas que
justifican sus operaciones por todo el planeta.
Puede ser que Bush, un
idiota fundamentalista perfecto, les calce mejor a los intereses
militaristas del poder real norteamericano, pero eso no quiere decir que
el que lo suceda va a ser algo diferente de lo que hace Bush.
Estados Unidos tiene
pendiente en su agenda una invasión militar a Irán y otra a Siria, y ese
cronograma, cuando estén dadas las condiciones, se va a concretar
inexorablemente con cualquiera que esté "de turno" en la Casa Blanca, con Bush,
con Kerry, o con quien sea.
Los analistas
"progresistas", en su ignorancia sobre el funcionamiento del poder real
norteamericano, en su ferviente cruzada "anti-Bush", resultan funcionales
a las campañas electorales de los demócratas quienes quieren expulsarlo de la
Casa Blanca y tomar su lugar para hacer lo mismo.
La mayoría sucumbe ante las
formas de las palabras, y no por el contenido que vehiculizan, y llegan hasta a
considerar que hay un capitalismo de "rostro humanizado", opuesto al de
Bush, por el que hay que bregar en un planeta donde las revoluciones fueron
extinguidas.
Este "posibilismo
intelectual" los convierte en "norteamericanos de izquierda", dado que no se
plantean combatir al Imperio capitalista como totalidad interactiva, sino
a los "malos" que ocupan el sillón de la Casa Blanca, y suponen que la
voracidad explotadora del capitalismo, sus leyes inexorables de la explotación
del hombre por el hombre, pueden ser reivindicados con argumentos morales.
Esta deformación conceptual
los lleva a los "progresistas" a hablar cada vez menos del capitalismo como
conjunto, y a poner cada vez más el acento en el "fascismo militarista"
de Bush y los halcones conservadores norteamericanos, como si en EE.UU., el
Imperio conquistador militar por excelencia, hubiera la posibilidad de la
existencia de un demócrata "pacifista" manejando la Casa Blanca.
Así como compraron los
"derechos humanos" de Amnesty Internacional, o los discursos "progresistas"
de la ONU o de otras organizaciones pantalla del Imperio norteamericano, compran
y difunden el "pacifismo" y las "democracias" made in USA por los
países dependientes.
De esta manera, la mayoría
de los intelectuales "progresistas", condenan toda forma de militarismo o
de "violencia armada", y propician el "cambio en democracia", como si los bancos
y transnacionales, que remplazaron el dominio militar por el dominio de las
urnas en Latinoamérica, van dejar de saquear países por decisión
del "voto popular" y de los presidentes cipayos electos por las masas
ignorantes.
De esta manera el
intelectual "progresista" resulta totalmente funcional a las nuevas
estrategias del capitalismo norteamericano, cuyo objetivo principal es
terminar definitivamente con la resistencia armada y la conciencia
antiimperialista, y promover estilos de "protestas en paz", insípidas
y licuadas de toda metodología de lucha anticapitalista, con dirigentes
-como sucede con los piqueteros en la Arrgentina- que negocien y se conviertan en
un eslabón más del sistema que dicen combatir.
Estos intelectuales
"progresistas" conforman el sustento ideológico de los "gobiernos
progresistas" de los Kirchner, Lula y compañía que hablan con la izquierda y
ejecutan las imposiciones de los bancos y transnacionales, con la derecha.
Son los que vinieron a
sustituir, en "democracia", a las decrépitas dictaduras militares de los
Videla, Stroessner o Pinochet, conservando intactas y perfeccionadas las líneas
de explotación económica que ejecutaron los dinosaurios militares de la Doctrina
de Seguridad Nacional.
Estos legitimadores del
pacifismo made in USA, se refieren Bush como si fuera Nerón, olvidando que
el capitalismo trasnacional, en la era de las comunicaciones informatizadas, es
una compleja organización de dominación donde conviven el militarismo, la
"democracia parlamentaria", y sobre todo el uso intensivo de los medios de
comunicación para colonizar mentalmente sin represión militar.
En Cuba, hace una semana,
un cónclave de intelectuales sacó una una declaración comparando a Bush con
Hitler.
Investigando a fondo la
biografía de Bush, comparando sus facultades intelectuales y su psicología con
la del dictador nazi, mejor habría que compararlo con Homero Simpson.