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Sunday, 29 de February de 2004

Ciencias de comunicación de la UBA

La cuna del periodismo "progre"

Un rápido muestreo indica que más de la mitad de los docentes de la Facultad de Ciencias Sociales se declaran "progresistas", muchos menos "liberales" y todavía menos "izquierdistas" (todos o casi todos ordenados según los protocolos ideológicos difundidos por Página/12, el periódico oficialista de esa casa).

 

29Feb04 (IAR-Noticias)

Por  Pablo E. Chacón - surmenagedelamuerta.com.ar

De las aproximadamente 2 mil fotocopias anónimas de material teórico a las que se enfrentan los estudiantes de la licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires (UBA), al menos un 25 por ciento asegura que un mensaje "es una construcción", es decir, el equivalente a la "generación social del sentido y circulación del poder"; otro 20 por ciento describe la infraestructura de ese poder; y el resto de la hojarasca enseña los instrumentos y métodos para observar los mecanismos de esa construcción al tiempo que ofrece criterios para ponderar su valor ideológico. Aclaración: hablo sólo de la UBA porque no hay razón alguna para ocuparse de las universidades privadas (su mediocridad académica vuelve ocioso todo comentario); igualmente los talleres, o las llamadas "escuela-agencia".

Un rápido muestreo indica que más de la mitad de los docentes de la Facultad de Ciencias Sociales se declaran "progresistas", muchos menos "liberales" y todavía menos "izquierdistas" (todos o casi todos ordenados según los protocolos ideológicos difundidos por Página/12, el periódico oficialista de esa casa). ¿Progresistas? Es probable, tanto que durante la "primavera" de la convertibilidad, muchos de ellos no dudaron en brindar sus preciosos servicios al oro privado (léase Banco Patricios)... hasta que el oro se terminó, gracias a las febriles gestiones de un ministro de Economía, del tío Alberto y del entonces ignoto Enrique Piana, hoy "arrepentido", pobre y preso, pero con la conciencia tranquila.

¿Las excepciones de rigor?: la redacción entera de las revistas "El Ojo Mocho", "La escena contemporánea", "El rodaballo", "Herramienta" y otras, y por supuesto, cantidad de docentes que no se plegaron a esa estrategia, justificada, como siempre, por su carácter entrista: aunque mejor es decir oportunista.

En su ideología de "progresistas", los profesores eligen para sus alumnos pedazos de libros apropiados y los interpretan de manera tal que las lecturas que de esos textos hagan los aspirantes promuevan la duda, el escepticismo, la desconfianza y la sospecha. En verdad, los aspirantes, deberían dudar, sospechar, y mostrarse escépticos y desconfiados de sus profesores antes que de esos textos que ignoran en su doble vertiente: por ignorantes y por complejidad. ¿Quién sabe qué es lo quiere estudiar a los 17 o 18 años? Imagínese usted: exponente del cateo, amante de la birra, el faso, el pedo sordo, la cajeta y la molicie de cordón, ¿qué haría sentado frente a los dos tochos del gordo Castells, convertidos gracias a la asociación entre la Argentina y España, en lectura obligatoria?

Y sin embargo... ¿quién lo hubiera pensado?: de ese batiburrillo de lecturas, puchero de pensión, duchas y adhesiones elementales empieza a tomar forma una forma, un perfil: la forma de un periodista, en principio, pongamos, un mutante de Santo Biasatti. Es decir, alguien que semeje hallarse agobiado por la insistente actualidad de los acontecimientos actuales.

El microclima ayuda. ¿Es posible que un periodista o un candidato a serlo tome partido por la ideología antipolítica? Es más que posible, en la Argentina es casi una regla de oro. Y es cierto, el microclima ayuda, pero no lo es todo. Entienden, los periodistas (y no sólo los fascistas como Daniel Hadad, Antonio Laje o Eduardo Feinmann, o los retardados como Lito Pintos, Guillermo Cherasny o Baby Etchecopar, porque así sería muy fácil), sino los otros también, los que se dicen o son "progresistas", que la política es aquello que hacen los miembros de los partidos políticos.

De ahí al elogio de la antipolítica hay un paso, que los canallas cobran, en dinero, contante y sonante; y que los otros ven pasar, posando de escandalizados, o mejor dicho: amparados en cierta impunidad: la que se compra disfrazando al mono de bufón (CQC, TVR, Televicio, Sdrech, etcétera), de juez de primera instancia (Horacio Verbitsky, PuntoDoc, Periodistas, Laje, etcétera), o de pastor de almas (Majul, Lanata, Nelson Castro, Paenza, Grondona, Bonelli, etcétera), todos unidos por el indestructible hilo rojo de la moralina, la preferida de televidentes y oyentes. El determinismo histórico se privatizó; pasó de las estructuras económicas a las genealogías familiares.

¿Puede la prensa ser inteligente sin perder su público de oficinistas?

La pregunta obliga a desandar el camino. Es obvio que en Ciencias de la Comunicación o en cualquier otra carrera de las llamadas "humanistas", el paso del tiempo favorece a los docentes antes que a los alumnos. Mientras unos hacen carrera académica (asegurándose una jubilación más o menos digna), los otros avanzan hacia el desierto de la desocupación, armados de frases hechas acerca de la democracia y la necesidad de defenderla, de la corrupción y la necesidad de limpiar de corruptos al país, etcétera, etcétera, asimilando la tarea del periodista a la del ordenanza que recita de memoria (y mal) el santoral o algunos artículos del Código Penal.

O en palabras de Tomás Abraham: "Estar en casa con los nuestros, entre amigos y en familia, en este ambiente no hace falta convencer a nadie, sacamos la guitarra, tocamos la marcha progresista, denunciamos lo que todos los hombres de bien aborrecen, practicamos la emoción y la oposición compartida, nos indignamos juntos, y nos guiñamos los ojos con nuestras propias bromas. El pensamiento sobre la realidad que crece con la tensión y los obstáculos, y no con las complicidades ni los intercambios, se lo dejamos a los agentes del poder y a su personal, quienes sí concentran bastante para seguir disfrutando de sus ventajas comparativas y extorsionar cada vez mejor".

¿Hasta cuándo?


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