La cuestión no pasó
"desapercibida" para sus adversarios electorales empeñados, desde el Congreso y
los medios de comunicación, en terminar en los comicios de noviembre con el
reinado del cowboy de Texas en la Casa Blanca.
La oposición demócrata se
apresuró a criticar que el presidente designe a todos los miembros de la
comisión, porque -dicen- carecerían de independencia, y cuestionaron que sea el
propio presidente quien fije la fecha para el informe final en el
2005, después de las elecciones en las que busca su reelección.
El jefe de la minoría
demócrata en el Senado, Tom Daschle, criticó que Bush va a formar una comisión
"en la que nombrará a todos sus miembros, decidirá el formato y, a fin de
cuentas, el marco y las condiciones en las que trabajarán".
El Inspector
Bush ya tenía lo suyo con la resistencia iraquí y los soldados
norteamericanos muertos a diario, cuando una nueva pesadilla se le agregó, hace
dos semanas, con la renuncia del jefe de inspección de armas en Irak, David
Kay, quién se retiró del cargo afirmando que las armas de destrucción masiva
de Saddam, nunca existieron.
La
embestida y las presiones internas contra Bush tomaron un nuevo giro
con las declaraciones efectuadas por el funcionario renunciante quién
tenía a su cargo una misión de inspección de la CIA en Iraq.
Convertido en un ventilador
,
Kay -nombrado por el propio Bush- dijo que su equipo no encontró pruebas
de que el régimen de Saddam Hussein hubiera acumulado armas no convencionales
antes de la invasión del país por parte de tropas estadounidenses en marzo.
Desde distintos medios de comunicación el ex
funcionario sigue insistiendo hasta hoy
que Iraq carecía de
un programa a gran escala para producir armas prohibidas en la década de
1990, después de haber perdido la Guerra del Golfo Pérsico de 1991.
Los halcones de la Casa Blanca montaron en cólera con las afirmaciones de Kay,
un funcionario cercano al jefe del Departamento de Estado Colin Powell, quien
mantiene posturas críticas sobre la invasión a Irak diseñada y ejecutada por
Rumsfeld y el Pentágono.
Luego de las declaraciones del inspector Colin Powell aventuró la posibilidad de
que Iraq quizá no tuviera dichas armas. "La respuesta a esa interrogante
es que todavía no lo sabemos", dijo.
Fuentes cercanas a los republicanos consideran que
las declaraciones del ex
inspector Kay son totalmente funcionales al interés electoral de los demócratas,
que usan la "no existencia de armas" como un argumento esencial para
destruir a Bush.
Lo
curioso -dicen esas fuentes- es que Kay conocía de antemano, incluso
mucho antes de asumir como jefe de inspectores, que las armas de destrucción
masiva de Saddam nunca existieron, salvo en la idea de un grupo de la CIA
que elaboró la teoría para justificar la invasión en marzo del año pasado.
El
hoy ex inspector "denunciante", por otro lado, formó parte de la OSP
(Office of Special Plans), una oficina secreta de inteligencia paralela que
funciona en el Pentágono desde la época de Bush padre, y desde la cual se
elaboraron las distintas teorías "antiterroristas" que luego sirvieron de
justificativo para los "ataques preventivos" contra Afganistán e Irak.
Desde esa oficina en la sombras, conocida con el mote de "fábrica de mentiras",
se construyó la línea argumental con la cual se legitimó la invasión y
ocupación de Irak, y cuyo eje principal se centraba en el peligro regional y
mundial que constituían esas presuntas armas estratégicas en manos de Saddam
Hussein.
David Kay, por otro lado, es un hombre cercano al segundo de Rumsfeld en el
Pentágono, Paul Wolfowitz, quién en 1992, tras la finalización de la primera
guerra del Golfo, supervisó la redacción del documento “Guía para la política
de defensa”, donde se trazaron claramente los lineamientos para una segunda
invasión a Irak, finalmente concretada por la administración de W. Bush.
Los objetivos que se marcaban
eran garantizar el acceso al petróleo del golfo Pérsico, impedir la
proliferación de armas de destrucción masiva y combatir las amenazas del
terrorismo.
El documento recomendaba
ataques preventivos contra rivales reales o posibles –es decir, cualquier
país que pudiera desafiar la supremacía estadounidense– y la actuación
unilateral de Estados Unidos en caso de no poder orquestarse una acción
colectiva con la ONU.
Las ideas contenidas en el
documento finalmente fueron incorporadas a la estrategia de seguridad nacional
de Estados Unidos hecha pública en septiembre del 2002.
De esta manera, la supuesta
tenencia de armas de destrucción masiva por parte del régimen iraquí, así como
sus presuntos vínculos con la organización Al Qaeda, fue el punto de partida
justificatorio de la actual ocupación militar de Irak.
Posteriormente EE.UU., en una
operación destinada a blanquear su situación frente a la imputaciones y
sospechas lanzadas en su contra, mandó su "propia comisión" de la CIA
encabezada por Kay a verificar la presencia de esas armas en el terreno, cuya
leyenda sobre su existencia fue elaborada por la propia inteligencia
estadounidense.
La idea de la administración
republicana no era otra que prolongar indefinidamente la "investigaciones" y
dejar que el tema se fuera dilatando en el tiempo hasta perder fuerza en la
opinión pública norteamericana, o hasta que pasen las elecciones de
noviembre.
Finalmente Kay, cuyas
motivaciones hay que buscarlas en los intereses políticos y económicos de la
campaña electoral, pateó el tablero declarando que las armas de Saddam nunca
existieron.
Los adversarios de Bush, en
las dos últimas semanas, se valieron de esas declaraciones como el principal
argumento para debilitar la credibilidad del Presidente ante la sociedad
norteamericana.
Ahora Bush y los halcones, en
una guerra de final abierto con los demócratas, intentan neutralizar esa campaña
en contra creando otra comisión de inteligencia para investigarse a sí mismos.