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(IAR-Noticias) 15Feb04
Para
su marido, el presidente del Imperio más poderoso de la tierra, es la
esposa ideal. "Es alguien que no está todo el
tiempo tratando de interrumpirte o de competir contigo", dijo de ella George W.
Bush en 1994, cuando era candidato para gobernador de Texas.
El libro "The Perfect
Wife: The life and choices of Laura Bush", de la periodista
Ann
Gerhart, publicado
en enero, sostiene que el ultimátum que la primera dama dio a su marido
sobre sus problemas con el alcohol permitieron a George W. Bush llegar a la Casa
Blanca.
"Laura Bush fue el individuo
más responsable en lograr que George W. Bush fuera presidente de Estados
Unidos", señaló la escritora Ann Gerhart, autora del libro. "Si él no
hubiese dejado de beber, quizá nunca lo habría logrado".
"O
Jim Beam o yo", aseguran que le exigió Laura, poniendo un límite definitivo
al ingreso del bourbon a casa.
Pero
así como supo cuando ponerle límites a la adicción de su esposo, parece que no pudo
actuar del mismo modo con sus hijas, las mellizas Jenna y Bárbara (22),
aficionadas a la cerveza desde la adolescencia y con un par de entradas en la
policía por esa causa.
"Ellas
hacen lo que quieren hacer todos los adolescentes", las disculpó alguna vez. Las
chicas nacieron en 1981, luego de varios intentos fracasados de los Bush. Laura
perdía los embarazos, como Bush perdía la memoria con la cerveza..
Pero Gerhart agregó que "Laura
fue incapaz o no quiso frenar a sus hijas rebeldes", en alusión a debilidad por
la cerveza que cultivan igual que su padre en el pasado. La autora cita a Laura
diciendo que "ellas sólo quieren hacer lo que cualquier otro adolescente".
Laura Welch Bush
habla poco, ama la literatura, defiende los
derechos de las mujeres y cultiva el arte de la discreción.
Sin embargo, a pesar del gesto plácido y la sonrisa indeleble, la mujer del
presidente de Estados Unidos también tiene su lado oscuro.
No obstante los episodios
turbios de su vida que prefiere olvidar, durante
tres años, Laura Bush ha sido una recatada primera dama que promovió
causas como el hábito de la lectura y la salud femenina. Pero si algo la hace
enojar es que la consideren como una primera dama de los años 50.
"¿En serio que leyó eso?", preguntó la esposa de Bush, entrevistada
la semana pasada en su oficina del ala este de la Casa Blanca por
Elisabeth
Bumiller .
"¿Quién escribió eso? ¿Alguna buena amiga mía? ¿Alguien que también me
entrevistó?", agregó irónica y suspicaz.
Laura Bush ha pasado a
ejercer un nuevo protagonismo como sustituta de su esposo en su
campaña para la reelección presidencial en noviembre, y esa fue la razón
principal que motivó al
New York
Times a realizar la
entrevista.
Mientras crecen las
presiones políticas sobre la Casa Blanca, una primera dama que no provoca
controversias logró, con perfil bajo, recaudar 5 millones de dólares para
la campaña política de su esposo, lo defendió vehementemente frente a las
críticas demócratas, y demostró estar más comprometida con la política de
la Casa Blanca de lo que indica su imagen pública.
Según
su biógrafa Ann Gerhart, periodista del diario The Washington Post, y
que sigue profesionalmente a la primera dama del Norte desde que ella llegó al
ala este de la Casa Blanca, Laura es la real artífice de que Bush hijo esté
hoy a la cabeza de su país.
Durante la entrevista de
casi una hora con The New York Times, la señora de Bush minimizó y
calificó de "obviamente políticas" las acusaciones demócratas sobre su esposo, y
afirmó que Bill Clinton dio crédito, igual que su marido, a los mismos informes
de inteligencia sobre las armas de Saddam Hussein.
La primera dama dijo a The
New York Times que con su esposo habían conversado varias veces sobre
David Kay, el inspector que afirmó que los informes de inteligencia sobre
las armas de Saddam eran falsos.
Laura advirtió: "Mi
esposo tuvo los mismos datos de inteligencia que tuvo Clinton, los mismos que
tuvo el Congreso".
La señora de Bush agregó que
la comisión para investigar las fallas de los servicios de inteligencia era "una
idea realmente buena". Pero se enojó cuando se le preguntó si había recomendado
a su esposo que tratara de prevenir las críticas.
Aunque durante la entrevista
defendió enérgicamente las políticas de su marido, la señora de Bush
también reveló que podría haber cierta distancia entre ella y su esposo
respecto de algunas cuestiones.
Laura se negó a responder si
estaba a favor de una enmienda constitucional para prohibir el matrimonio
entre homosexuales, que los grupos conservadores exigen al presidente
norteamericano. "Creo que dejaré que sea él quien diga lo que hará", respondió.
Cuando se le insistió para
que expresara su opinión, dijo: "Puede que tenga opinión formada al respecto,
pero no la revelaré". La señora de Bush además contradijo a su esposo sobre su
declaración de que no lee diarios y que delega a sus colaboradores para que le
preparen lo que él llama "noticias objetivas".
"Por supuesto que lee los
diarios", dijo Laura, y añadió que juntos, mientras toman un café en la cama y
luego, en la mesa del desayuno, recorren las páginas de cinco diarios de
circulación nacional. "Hemos leído diarios durante años. Es nuestro rito
matinal, desde que nos casamos", afirmó.
Laura indicó que pudo
silenciar la actividad de lo que llama el "departamento privado" de la
pareja, en los pisos de arriba de la Casa Blanca. "Sin embargo, siempre tenemos
conciencia de que éste es el lugar de trabajo además del hogar", continuó.
"Somos como cualquier
matrimonio. Hablamos de todo, de nuestras hijas, de las mascotas, de lo que
haremos el fin de semana. Luego, por supuesto, hablamos de la campaña", agregó.
Sin embargo, y por debajo de
su máscara estudiada de "esposa del presidente",
hay
un episodio clave de la vida de la sureña Laura, quien antes de ser la esposa
perfecta fue también la hija perfecta y única del matrimonio de Harold y Jenna
Welch.
Según el
libro
de
Ann Gerhart, en 1963, con 17 años, Laura pidió las llaves del auto para ir a
una fiesta con su amiga Judy. Tal vez cansada de portarse tan bien siempre,
Laura sorteó un semáforo en rojo y terminó chocando contra otro auto. A ellas no
les pasó nada, pero el chico que conducía el otro auto murió.
El joven se llamaba Michael Douglas y no era un desconocido
sino un compañero de clase de las chicas, y según dicen el más popular
del curso. Laura no fue multada ni sancionada por el terrible accidente.
Curiosamente, desliza Gerhart, en los expedientes tampoco figura que se le haya
practicado ninguna prueba de alcoholemia.
La autora de la biografía insiste en que, al igual que
sucedió con su marido, en la vida de Laura también hubo un antes y un después.
Sólo que en su caso fue un giro temprano, una conversión dolorosa y precoz
que modeló los rasgos de su personalidad por siempre.
"Se hizo más cauta y menos espontánea, más abierta a la
comprensión de los otros, menos inclinada a juzgar a las demás personas", señala
la autora.
"Haber causado la muerte de Mike Douglas me dio otra
perspectiva de la vida", reconoce la primera dama en el libro.
Ella sabe que su lugar está al costado de su esposo,
con quien se casó en 1977, y sus reyertas de alcoba con el "presidente de la
guerra" prefiere dejarlas en el olvido de los pasillos de la Casa Blanca.
Otra vez fue en el "Solamente una vez", en el
famoso
programa de TV Tonight Show, Laura se animó a decir en público que no pensaba como su
marido, en relación al tema del aborto, ya que creía que las mujeres debían
tener derecho a elegir en esos casos.
Aunque inmediatamente hizo un giro y logró dirigir
nuevamente la atención hacia su esposo George. "Pero no me eligieron a mí para
gobernar", sonrió a cámaras, "sino a él".
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