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(IAR-Noticias) 31Mar04
La Casa Blanca,
tras conocerse los sondeos que le otorgan ventajas a Bush sobre Kerry,
anunció
que se le permitirá a la Asesora de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Condoleezza Rice, dar su testimonio en la comisión del congreso que investiga
los sucesos del 11 de septiembre de 2001.
Sorpresivamente el
gobierno de Bush envió
una carta a la comisión parlamentaria donde se hace el ofrecimiento del
testimonio de Rice, aunque también abre la posibilidad de que tanto el
presidente de Estados Unidos, como el vicepresidente, Dick Cheney, hablen en
sesiones privadas.
Las presiones para que
Rice renunciara a su inmunidad y testificara en público han sido crecientes
desde la semana pasada, cuando un ex asesor de antiterrorismo de la Casa Blanca
acusó ante la comisión al gobierno de Bush de minimizar la amenaza de la red
terrorista al Qaeda antes de los atentados con aviones secuestrados en Nueva
York y Washington en 2001.
La funcionaria argumentaba
para no declarar que existe un "principio largamente respetado de que un
asesor de seguridad nacional no testifica ante el congreso". Desde la II
Guerra Mundial ningún asesor de seguridad nacional ha comparecido ante el
Congreso ya que no existe una ley que lo ordene, señalaba ante
la prensa la halcona negra.
Medios periodísticos
de Washington,
visiblememnte comprometidos con el triunfo demócrata, señalaban
esta semana que había un creciente descontento en la opinión
pública, pues existía la percepción de que Rice tendría algo que esconder.

Condoleezza
Rice es la funcionaria que más conoce sobre
los secretos íntimos de la seguridad nacional de EEUU. Es una integrante
relevante del grupo íntimo presidencial, y una
protagonista clave de la inteligencia estadounidense
desde el 11-S para acá.
La poderosa asesora en
Seguridad Nacional junto al vicepresidente Dick Cheney
y al secretario de Estado Colin Powell conforman el núcleo más importante del
“equipo estratégico” del entorno
presidencial de Bush, y es la única que tiene acceso directo al despacho
presidencial durante las 24 hs.
A instancias de su
padre, el presidente Bush la
nombró, en octubre pasado, al frente de una comisión clave a cuyo cargo se
encuentra la supervisión de todas las tareas de "reconstrucción"
de Irak y Afganistán, incluidas las operaciones militares, lo que la ha
convertido en la delegada de Washington en
ese país
ocupado.
Condoleezza (o "Condi" como la llaman en la Casa blanca) cosecha la
admiración intelectual de los Bush (padre e hijo) y ejerce una influencia más
que notable en el círculo íntimo presidencial y en el
llamado lobby judío de Washington.
A
Condoleezza se le atribuye
junto
a Cheney, Rumsfeld y
Wolfowitz
la
creación de la OSP (Office of Special Plans), también
conocida como la "agencia invisible",
desde la cual se planificó la primera invasión
a Iraq del padre de Bush,
reinstalada en el Pentágono tras
la llegada de W.
La OSP -según los
expertos- es una oficina secreta de inteligencia paralela
que funciona en el Pentágono desde la época de Bush padre, y desde la cual se
elaboraron las distintas teorías "antiterroristas" que luego sirvieron de
justificativo para los "ataques preventivos" contra Afganistán e Irak
tras los sucesos terroristas del 11-S.
Desde esa oficina en la
sombras, conocida con el mote de "fábrica de mentiras", se construyó la línea
argumental con la cual se legitimó la invasión y ocupación de Irak, y cuyo
eje principal se centraba en el peligro regional y mundial que constituían esas
presuntas armas estratégicas en manos de Saddam Hussein, y su
presunta asociación con Bin Laden y la Red Al Qaeda.
El show electoral
con el 11-S
La convocatoria de una
comisión investigadora del 11-S surgió a partir de un libro presentado por
Richard Clarke, ex responsable de la lucha antiterrorista en el seno del
Consejo Nacional de Seguridad (NSC) durante la presidencia de Clinton y de Bush
hijo, quien acusa a Bush de haber ignorado las advertencias antes de los
atentados del 11 de setiembre de 2001, que provocaron cerca de 3.000 muertos
en Estados Unidos.
En términos políticos la
aparición de este ex funcionario respondía una nueva estrategia de campaña
electoral de los demócratas, quienes intentan quebrar la "racha
ganadora" en las escuestas de Bush tras la aparición
de Al Qaeda con los atentados en Madrid, y el posterior aprovechamiento que
hizo su equipo presidencial del brote de psicosis terrorista que se
esparce por Europa y EEUU.
El objetivo
no confeso de la campaña apuntaba a
neutralizar el
flanco más efectivo que pretende construir Bush: su bandera de lucha contra
el terrorismo a partir de los atentados del 11-S, cuyas fotos y videos
fueron utilizados para reforzar la
imagen de "presidente
fuerte" del actual mandatario estadounidense.
Los
funcionarios y asesores de Bush detectaron el
origen de
la campaña
en la relación política y comercial que une a Clarke con
Rand Beers,
el principal consejero y asesor de campaña de John Kerry,
quien a la
postre resultó ser el
principal beneficiario de las promocionadas denuncias del ex funcionario
contra la administración republicana.
El
portavoz de la presidencia estadounidense, Scott McClellan,
acusó el lunes a Clarke de
favorecer a Kerry con sus
denuncias, y todo el gabinete de Bush salió a desestimar su rol en la Casa
Blanca con el argumento de que el ex funcionario nunca tuvo acceso a las
reuniones claves donde se decidían los temas de seguridad.
Rand Beers,
otro "camaleón" de la inteligencia estadounidense, es un "arrepentido" y
converso de la causa de los halcones, quién se desempeñó hasta el año pasado
como encargado especial de la lucha contra el terrorismo en la
administración de George W. Bush, para pasarse luego al
bando de John Kerry.
Rand Beers,
señalado como el que "le da letra" a las denuncias de Clarke, conforma
el núcleo del equipo estratégico de Kerry junto a Willian Perry,
ex secretario de
Defensa, el veterano senador Garry Hart, el general
jubilado Kennedy, y otros antiguos responsables de
la administración Clinton que quieren volver a la Casa Blanca de
manos del ex combatiente de Vietnam.
Difícilmente este show de una "comisión
investigadora" armada con fines electorales, consiga aclarar lo
que, tanto demócratas como republicanos, ocultaron celosamente sobre los
verdaderos autores y el objetivo central de los ataques terroristas del 11-S
en Nueva York.
Ni al lobby judío del Pentágono, ni al
capitalismo financiero de Nueva York, ni a las armamentistas y petroleras que se
beneficiaron económicamente con las invasiones militares que se implementaron
tras el 11-S, ni a los propios demócratas que impulsan las denuncias, les
interesa saber quién montó la operación del 11-S.
Tanto republicanos como demócratas, hoy
metidos en el montaje una campaña caníbal para ganar las elecciones,
cuando llegan a la Casa Blanca esconden bajo siete llaves las operaciones
secretas de la CIA.
Lo que declaren ante la comisión Condoleezza,
Bush y los halcones, serán puras formalidades para continuar el show mediático
de campaña hasta noviembre.
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