|
(IAR-Noticias)
18-Oct-05
Apenas vio al camión cargado de
suministros, una semana después del devastador terremoto en esta zona montañosa
de Pakistán, Mohammed Nazir corrió desesperado para recibir algo de alimento.
Por Muddassir Rizvi - IPS
Pero no lo logró. Fue empujado a un lado por otros cientos de aldeanos
hambrientos, con frío, enfermos y heridos que también esperaban al borde de la
autopista de Karakorum, unas cinco horas de viaje al norte de Islamabad, y que
se lanzaron sobre el vehículo.
Al ver a la multitud, el conductor del camión aceleró y realizó una maniobra
para eludirla. "No podemos dar nada a personas que nos asaltan. Ustedes no
merecen nada", gritó alguien desde el camión.
Escenas como ésta se repiten en toda la Provincia de la Frontera Noroccidental y
en la parte pakistaní de Cachemira, epicentro del sismo de magnitud 7,6 en la
escala de Richter que el 8 de este mes dejó más de 40.000 muertos, 60.000
heridos y 2,5 millones de personas sin hogar.
"Mi hijo y dos hijas sobrevivieron al terremoto, pero temo que van a morir de
hambre", dijo resignado Nazir, quien perdió a su esposa y a otras tres hijas
cuando su aldea, Jeeboorhee, fue reducida a escombros en el peor terremoto que
recuerde Pakistán.
Nazir estaba trabajando en su comercio el día de la tragedia, y logró salir
antes de que éste se desmoronara.
"Pensé que había llegado el fin del mundo. La forma en que se sacudía la tierra,
el indescriptible sonido debajo del suelo, los gritos, el pánicoà En verdad
parecía que había llegado el día del fin", dijo Nazir con los ojos fijos en los
restos de su hogar.
Casi todas las escuelas y hospitales en las zonas afectadas fueron reducidos a
escombros, y las rutas quedaron bloqueadas.
"Aldeas enteras fueron borradas de la faz de la Tierra. El número final de
muertos será mucho más alto cuando lleguemos a las aldeas que están más arriba
en las montañas", dijo un oficial del Ejército que supervisa la distribución de
suministros en Buttal, otra aldea sobre la autopista Karakorum.
El terremoto dejó en evidencia la mala administración en la zona, señalaron
voluntarios de la no gubernamental Organización Pattan para el Desarrollo, que
instaló un campamento para víctimas en Balakot, localidad sobre el río Kunhar.
"El Estado estuvo ausente en las áreas más afectadas por casi una semana. Nadie
parecía ser responsable de las operaciones de rescate, que quedaron en manos de
los propios residentes y de organizaciones no gubernamentales", dijo Zahid Iqbal,
supervisor del campamento de Balakot.
"La mayor parte de la asistencia está concentrada en grupos poblacionales más
grandes y accesibles. En las montañas, las personas están hambrientas, con frío
y enfermas. El gobierno tiene que adoptar de inmediato una conducción central y
coordinar los esfuerzos de ayuda antes de que golpee el invierno y la nieve
limite la capacidad de maniobra", añadió, señalando las montañas.
Aquellos que lograron descender de las montañas, atravesando grandes obstáculos
y un clima hostil, trajeron historias escalofriantes sobre personas heridas que
mueren de hambre y abandonadas en la intemperie.
"Mi hermana murió luego de pasar tres días medio enterrada bajo los escombros.
La vi agonizando, pero no pude ayudarla. Mi hermano más joven aún yace allí, con
sus brazos y piernas rotas y con gusanos en sus heridas", dijo Salim Shah, quien
además perdió a su madre, esposa y tres hijos cuando su casa colapsó.
Shah sobrevivió sólo porque había salido momentos antes del terremoto.
"Por favor, pídanle (a las autoridades) que vengan y nos ayuden. Mi hijo no ha
tenido nada para comer en días. Ya agotamos todos los alimentos que pude
conseguir", dijo por su parte Sughran, llorando sobre los restos de su casa en
las montañas.
Esta mujer, con tres hijos menores de cinco años, duda si podrá trasladarse
hasta Balakot para pedir ayuda, a unos cinco kilómetros de distancia, ya que
tiene un hombro dislocado por haber intentado rescatar desesperadamente a su
madre y a sus hermanas de entre las ruinas.
Muchos como Sughran no saben qué es lo mejor, si quedarse a esperar una ayuda
que quizás demore días o dejar atrás a sus pequeños hijos y familiares heridos y
trasladarse a otras aldeas en busca de alimentos y medicinas.
La fila de aldeanos que descendían de las montañas en busca de ayuda en Balakot
se convirtió el domingo en una inundación de personas desesperadas que añaden
presión a los también afectados residentes de las zonas urbanas y a los
desbordados trabajadores de rescate.
"Miles de personas están varadas en las montañas. Es muy difícil ubicarlas, ya
que están desparramadas en grupos por el impacto masivo del terremoto", dijo un
voluntario en un centro de atención médica en el distrito de Mansehra.
Algunas organizaciones no gubernamentales iniciaron operaciones de
reconocimiento para ubicar a las personas perdidas.
"Hemos localizado a tres grupos de personas que estuvieron fuera de las zonas de
ayuda por una semana entera. Le pedimos a las autoridades de Balakot que tomen
medidas inmediatas para rescatar a casi 110 personas varadas allí", dijo
Benjamin Barkat, médico voluntario para una organización no gubernamental.
Los residentes de Balakot comenzaron el domingo a recibir alimentos, agua
potable y atención médica. Sin embargo, miles de personas se veían todavía
obligadas a dormir a la intemperie y bajo las primeras lluvias de invierno
debido a que 90 por ciento de las edificaciones de la localidad fueron
destruidas.
Tal es la necesidad de un techo que incluso se utilizan carpas de juguete y
grandes hojas de plástico a pesar de que son destrozadas fácilmente por los
vientos.
El general Noor Hussain, a cargo de las operaciones de ayuda del Ejército en el
distrito de Mansehra, confirmó la urgente necesidad de tiendas de campaña.
"Sin ellas no podemos hacer nada para proteger a la gente. La verdadera
necesidad en toda esta área es instalar campamentos. No hay tiendas y las
personas están bajo la lluvia, desesperadas por un refugio", subrayó.
Más de una semana después del terremoto, sólo la mitad de los cuatro millones de
sobrevivientes afectados han sido alcanzados.
"Considerando lo que hemos hecho y lo que hicieron otros en los últimos días, yo
diría que estamos a mitad de camino. Pero es una evaluación muy general", señaló
Keith Ursel, jefe de la operación del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en
Muzaffarabad, capital de la Cachemira pakistaní.
Fue apenas el viernes que el PMA pudo expandir su distribución de alimentos a
las aldeas en las montañas, en parte porque las dañadas carreteras impedían las
operaciones en áreas que aún son sólo accesibles por aire.
El PMA envió camiones cargados de alimentos desde Muzaffarabad, y en varias
direcciones, con la intención de alcanzar a aquellos que han recibido poca o
ninguna ayuda hasta ahora.
|