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(IAR-Noticias)
15-Feb-05
Por Nico Schvarz
-
nikomar@adinet.com.uy
LOS
RESULTADOS de las elecciones del 30 de enero en Irak aún no se conocen. Dijimos
que si unas elecciones con esas características se hubiesen celebrado en
Zimbabwe (para citar uno de los países que colocó en la mira la secretaria de
Estado viajera en su comparecencia ante la Comisión del Senado) hubiesen sido
tildadas de antidemocráticas por el gobierno de Bush, que reparte certificados
de fe democrática en el mundo entero, y por los medios a su servicio. Pero esos
mismos medios se han dedicado estos días a una campaña concentrada para
demostrar cuán límpida y representativa fue la consulta electoral. A ese fin
están mintiendo en forma desaforada.
Una mentira
sobre otra
Mejor dicho: han ido montando una
mentira sobre otra. En primer lugar, sobre la cifra de los votantes. El 30 de
enero, mientras todavía se estaba votando, largaron al aire la cifra de 72% de
participación. No se sabía de dónde la habían sacado. Poco después Farid Ayar,
portavoz de la Comisión Electoral Independiente (pero poco, en un país ocupado
militarmente y con los marines hasta en los locales de votación) rebajó la cifra
a 60%. Pero ¿60% de qué? De los inscritos, que a su vez eran apenas el 60% de
los 14,5 millones de ciudadanos en condiciones de votar. Entre los iraquíes
residentes en el extranjero, apenas el 23% estaba registrado, en su mayor número
en EEUU (y los vimos concurriendo a votar con banderas norteamericanas). Los
sunnitas boicotearon la elección, mientras los kurdos votaron por un gobierno
propio y lograron mayorías aplastantes en las provincias norteñas. En síntesis,
analistas serios consideran que votó apenas el 40% de los iraquíes en edad de
hacerlo. Menos que en el promedio de las elecciones en Estados Unidos, lo que no
es poco decir.
En segundo lugar: sobre el sentido
del voto y su relación con el retiro de las tropas extranjeras. En estos días ha
quedado clarísimo para todos, menos para la cohorte de periodistas empotrados
entre las tropas de ocupación, que los votantes aspiraban al retiro de las
tropas extranjeras y a la conformación de su gobierno propio. Pero tres días
después, en su discurso de investidura del 2 de febrero Bush proclamó
rotundamente que no había ninguna fecha para el retiro de sus tropas, todo lo
contrario. Otros países, como Polonia, se van; de América Latina queda sólo El
Salvador, pero EEUU mantiene más de 150 mil hombres y el presidente reclama al
Congreso 80 mil millones de dólares adicionales para mantener la ocupación. En
similar tesitura, Condoleezza Rice pide una mayor participación a los países de
la OTAN, sin mayor éxito.
Quién se queda con el petróleo
Se ha recordado que para las
elecciones en Timor Oriental, la ONU exigió y logró- el previo retiro de las
tropas indonesias ocupantes. Y que EEUU se retira de un país ocupado solamente
en dos casos: cuando es derrotado militarmente, como en Vietnam, o cuando deja
un gobierno títere a su servicio, como el de Somoza en Nicaragua tras el
asesinato de Sandino.
En Irak, además de la permanencia
indefinida de sus militares, EEUU ya ha instalado cuatro bases militares
permanentes y emprendido la construcción de otra a cargo de Halliburton, la
empresa vinculada al vicepresidente Cheney.
Ha aparecido un nuevo dato que
vincula estas elecciones con el petróleo, uno de los motivos fundamentales de la
invasión de EEUU y de su permanencia. Lo reveló Antonia Juhasz en la revista
Focus, en vísperas de la elección. Informa que el 22 de diciembre de 2004, en un
encuentro en el Club Nacional de la Prensa en Washington el ministro de Hacienda
iraquí Abdel Mahdi (con el subsecretario de Estado Alan Larson al lado) anunció
que se proponía ni más ni menos que la privatización de la industria petrolera,
dando entrada en su explotación y comercialización a las compañías extranjeras.
"Pienso que es muy promisorio para los inversionistas estadounidenses y para los
negocios de EEUU, ciertamente para las compañías petroleras", dijo sin mayor
recato. Pues bien: Mahdi se presentó a las elecciones en la lista del Consejo
Supremo de la Revolución Islámica (SCIR), principal partido chiíta. Este forma
parte de la Alianza Unida Iraquí (UIA), que ha sido bendecida por el ayatolá Ali
al-Sistani, destacado clérigo chiíta, nacido en Irán. En este sentido se ha
escrito que "la administración Bush ha hecho un trato con el SCIR (y los
dirigentes chiítas): petróleo iraquí a cambio de un poder político".
El poder real
Poder político incipiente, desde
luego, porque el poder real seguirá en manos del embajador Negroponte y del
ejército ocupante, y porque cada ministerio formalmente ocupado por iraquíes
estará controlado por auditores e inspectores generales designados por EEUU, con
contratos por cinco años para empezar.
Publicado en La República el 12 de febrero de 2005
Niko Schvarz
nikomar@adinet.com.uy
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Publicista uruguayo, miembro de la Comisión de Asuntos y Relaciones
Internacionales del Frente Amplio.
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