(IAR-Noticias)
08-Ag-05
Podría ser que el
creador del primer “eje del mal” de la humanidad sea un ambicioso romano llamado
Marco Licinio Craso, quien agitó en su época el fantasma del “terrorismo”y
encabezó una cruzada para combatirlo. El pretexto fue salvar a Roma y sus
instituciones. El verdadero motivo, beneficiarse política y económicamente. Fue
él quién derrotó al ex gladiador Espartaco en el año 71 antes de la era
cristiana.
Por Roberto Bardini -
(Bambú Press)
A un mes de los atentados del 7 de julio en Londres, el primer ministro Anthony Blair anunció que expulsaría a residentes árabes de su país y cerraría sitios de
Internet y mezquitas que, según las autoridades británicas, promuevan el
radicalismo islámico.
Un conocido líder musulmán de Gran Bretaña, Mohammed Nassem, responsable de la
mezquita central de Birmingham, replicó que Blair “demoniza” a los musulmanes
“como hizo Adolf Hitler con los judíos antes y durante la Segunda Guerra
Mundial” y puso en duda que los ejecutores del atentado hayan sido musulmanes.
Ya antes Nassem también había expresado dudas sobre la existencia de la red
terrorista Al Qaeda.
Blair, contra viento y marea, hace eco de la idea del “eje del mal”. La
expresión fue utilizada por primera vez por el presidente George W. Bush en un
discurso pronunciado el 28 de enero de 2002, refiriéndose a “los regímenes que
apoyan al terror”. Los países aludidos eran Irak, Irán y Corea del Norte. Poco
después, el mandatario norteamericano incluyó a Siria.
La denominación fue obra de David Frum, un canadiense nacionalizado
estadounidense, articulista de National Review, miembro del American Entreprise
Institute y autor del libro El hombre correcto, quien trabajó trece meses en la
Casa Blanca y redactó varios discursos de Bush.
Frum, que es de origen judío y considera que el mundo árabe es “una cuenca
hedionda”, no fue demasiado original con la definición “eje del mal”: ya en
1983, durante el último tramo de la guerra fría, Ronald Reagan había calificado
a la Unión Soviética como “imperio del mal”.
Sin embargo, podría ser que el creador del primer “eje del mal” de la humanidad
sea un ambicioso romano llamado Marco Licinio Craso, quien agitó en su época el
fantasma del “terrorismo” y encabezó una cruzada para combatirlo. El pretexto
fue salvar a Roma y sus instituciones. El verdadero motivo, beneficiarse
política y económicamente. Fue él quien derrotó al ex gladiador Espartaco en el
año 71 antes de la era cristiana.
El único objetivo de Espartaco, quien llegó a organizar una fuerza armada de
cien mil hombres entre desertores del ejército y esclavos, era abandonar Italia.
A pesar de que había vencido en seis ocasiones a las legiones romanas, sólo
aspiraba a llegar a Sicilia y embarcarse rumbo a Tracia, de donde se cree que
era nativo. Pero esto no convenía a los planes de Marco Licinio Craso, quien
deseaba erigirse como salvador de la civilización de entonces.
Craso sobornó a los piratas de la flota, quienes levaron anclas antes de tiempo,
y cerró el camino a Espartaco. Inmediatamente, mientras el rebelde retrocedía y
sus hombres desertaban, anunció que el ex gladiador avanzaba hacia Roma para
destruirla. Había que defender a la República y él era la persona indicada.
El intrigante logró que los aterrorizados romanos lo nombraran comandante de
diez legiones. No le costó mucho derrotar a las dispersas tropas del ex
gladiador, quien murió crucificado junto con 60 mil seguidores. Como recompensa,
el “salvador” de Roma fue ascendido a cónsul y luego gobernador de Siria, una de
las provincias del imperio.
Craso quiso aumentar sus dominios y se lanzó contra Partia, ubicada en
territorio persa, lo cual fue una equivocación fatal. Los partos, tribus de
origen escita que habitaban una extensa región de lo que hoy es Irán e Irak,
organizaron una emboscada y mataron al ambicioso romano en el año 53 antes de
Cristo.
A partir de entonces comenzó a denominarse crasus errare (craso error) a todo
desacierto grave. La historia, a veces, tiene estos juegos de espejos donde la
antigüedad se refleja en actualidad con los mismos medios e iguales fines.
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