(IAR-Noticias) 28-Sept-05
Ya
sea por la supuesta maldición de los segundos mandatos o por la fatalista
confirmación de que los problemas nunca se presentan de uno en uno, o el
compartido sentimiento de que las vacaciones de verano son siempre demasiado
cortas, lo cierto es que el Partido Republicano que controla las dos cámaras del
Congreso de Estados Unidos y la Casa Blanca se enfrenta a una especie de "annus horribilis"
que no ha hecho más que empezar con el desprestigio presidencial generado por el
"Katrina".
Por Pedro Rodríguez -
ABC, España
La obligada dimisión este miércoles de Tom DeLay como líder de la mayoría
republicana en la Cámara Baja, por un caso de financiación política ilegal,
forma parte de una cadena de escándalos, chanchullos e investigaciones que
salpican a destacadas figuras del campo conservador, alentando incluso
especulaciones sobre vuelcos políticos para las elecciones legislativas de 2006,
en las que, a tenor de la historia, el partido en la Casa Blanca tiende a perder
múltiples escaños.
El líder de la mayoría republicana en el Senado, Bill Frist, se encuentra bajo
una doble investigación sobre un posible delito de lucro por información
privilegiada al haber vendido en junio acciones de la cadena de hospitales
fundada por su familia, justo antes de una significativa bajada en la cotización
bursátil de esos títulos. El senador ha argumentado que su venta no fue
especulativa sino un intento de eliminar conflictos de intereses de cara a una
posible candidatura presidencial.
Dentro de la propia Casa Blanca persiste la inquietud asociada a las pesquisas
criminales en curso por el caso de la agente de la CIA Valerie Plame, cuya
identidad habría sido divulgada como parte de una "vendetta" política. Las
investigaciones, con la ayuda de un jurado de acusación, parecen centrarse en Karl Rove,
el gran "gurú" electoral del presidente Bush, y Lewis Libby, jefe de
gabinete del vicepresidente Cheney.
Lastre inoportuno
Pero, con diferencia, el asunto más pestilente en esta cadena de puntos turbios
está protagonizado por Jack Abramoff, cabeza de una influyente firma de «lobby»
conectada directamente con la cúpula del Partido Republicano. El mes pasado,
Abramoff fue procesado en Florida por actividades fraudulentas relacionadas con
casinos. Y esta semana, tres mafiosos vinculados a la familia Gambino han sido
detenidos por el asesinato de un empresario relacionado con los negocios de
Abramoff. Otras investigaciones paralelas sobre los manejos de Abramoff en
Washington ya provocaron hace dos semanas la dimisión y arresto de David
Safavian, principal responsable de contratos públicos de la Casa Blanca.
Todo este panorama de minusvalías éticas empaña la ambiciosa agenda legislativa
forjada por la Administración Bush, que abarca desde medidas fiscales
significativas a una reforma de la inmigración pasando por una privatización
parcial de la Seguridad Social. A partir de ahora, la tentación natural de
congresistas republicanos moderados o vulnerables será demostrar visiblemente su
independencia. Pero al contar con mayorías bastantes ajustadas en ambas Cámaras,
la Casa Blanca no se puede permitir el lujo de muchas deserciones.
En otro momento, George W. Bush quizá pudiera haber ofrecido algo de cobertura
política a sus seguidores en apuros. Pero con unos índices de aprobación en
torno al 40 por ciento y el lastre de Irak, el presidente carece de un gran
margen de maniobra. Aunque como recordaba ayer un irónico analista político en
Washington, nunca hay que subestimar la analista político en Washington, nunca
hay que subestimar la capacidad del Partido Demócrata para desaprovechar una
buena ocasión.
|