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NORTEAMERICA  

 

El Partido Demócrata de EEUU y la guerra de Irak

 
 

(IAR-Noticias)  14-Nov-05

En los últimos años, el Partido Demócrata de EEUU ha sido duramente criticado por su ambigua postura en relación a la guerra de Iraq. Muchos de los líderes del partido apoyaron la guerra y sólo unas pocas voces mostraron su rechazo a las actuales políticas del gobierno de EEUU en el país árabe.

Revista Amanecer

De hecho, muchos de los principales congresistas demócratas son tan culpables como Bush de la guerra de Iraq, ya que 81 de ellos votaron el 10 de octubre de 2002 en favor de la Resolución 114, que autorizaba a Bush a utilizar las fuerzas armadas de EEUU contra Iraq, incluso aunque muchos de ellos sabían que las alegadas “pruebas” acerca de las “armas de destrucción masiva” iraquíes eran falsas y constituían sólo una excus

 Así pues, ellos son también culpables del actual fracaso de las políticas norteamericanas en Iraq y de los crímenes de guerra cometidos por las fuerzas estadounidenses allí.

Algunos prominentes demócratas, particularmente aquellos que tienen ambiciones presidenciales –tales como el miembro del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Joseph Biden, y la senadora por Nueva York, Hillary Clinton- se han opuesto a cualquier retirada de las fuerzas estadounidenses o incluso a la adopción de un calendario para proceder a tal retirada. Sólo el senador Russell Feingold (congresista demócrata por Wisconsin) ha hecho un llamamiento público en favor de una completa retirada. De este modo, Feingold se ha convertido en el primer senador en pedir la salida de todas las tropas norteamericanas de Iraq en una fecha determinada.

El candidato demócrata en las elecciones de 2004, John Kerry, votó también en favor de la Resolución 114, aunque intentó distanciarse de aquella decisión durante la campaña, en la que fue extremadamente ambiguo sobre este tema con el fin de evitar perder votos del movimiento antibélico, por un lado, y del establishment del partido y algunas grandes corporaciones que se han beneficiado de la guerra, por otro.

Según el Center for Responsive Politics, la industria de defensa proporcionó 16 millones de dólares a los candidatos de ambos partidos para las elecciones de 2004. Alrededor del 65% de ese dinero fue a parar a los republicanos. Esto deja un 35% a los demócratas. Las compañías petrolíferas proporcionaron, por su lado, 25 millones de dólares a los candidatos, un 20% de los cuales fue entregado a los demócratas. No hay que olvidar además que el Partido Demócrata es uno de los dos pilares del sistema político estadounidense y está tan controlado por los intereses de las corporaciones como el republicano.

Existe también una dosis de cobardía política. Muchos políticos demócratas temen que una clara posición contraria a la guerra dé credibilidad a las afirmaciones de los republicanos de que ellos son débiles en los temas de seguridad nacional. Algunos prominentes líderes demócratas han tratado de apartar al partido del legado antibélico de los años sesenta y setenta y transformarlo en un partido “duro” en lo que respecta a la seguridad nacional.

Esta postura es, sin embargo, rechazada por la mayoría de la población estadounidense. Una encuesta del Washington Post y la cadena ABC News del pasado mes de junio mostró que sólo el 42% de los ciudadanos estadounidense aprobaba la actuación de los congresistas demócratas, una cifra más baja incluso que la que se refería a las cuotas de aprobación de Bush.

Esta actitud del Partido Demócrata ha sido también condenada por el gigantesco movimiento por la paz de EEUU, que debería ser en teoría uno de los principales aliados del partido en contra de los derechistas republicanos. El 24 de septiembre, más de 100.000 personas se reunieron en Washington, Los Angeles y otras ciudades para mostrar su rechazo a la guerra de Iraq y a la creciente tasa de bajas entre los soldados estadounidenses destinados allí.

La manifestación de Washington fue una de las mayores habidas en la capital en la pasada década. Muchos estadounidenses se oponen también a gastar más dinero en la guerra. La presencia norteamericana en Iraq cuesta 5.000 millones de dólares al mes, una suma gigantesca, especialmente en un momento en el que el país tiene que pagar los costes de la reconstrucción de Nueva Orleáns y la costa del Golfo tras el paso de los huracanes Katrina y Rita.

Sin embargo, los congresistas demócratas estuvieron ausentes en la manifestación de Washington. Algunos observadores señalaron que la organización sionista AIPAC, el principal grupo pro-israelí en EEUU –dos de cuyos miembros han sido acusados de estar implicados en un complot de espionaje vinculado a un antiguo analista del Pentágono que supuestamente pasó información clasificada a Israel- afirmó que cualquier miembro del Congreso que apareciera en la protesta, donde algunos oradores iban a manifestar puntos de vista pro-palestinos, tendría que hacer frente a su ira política y esto podría ser dañino para sus carreras políticas, debido a la notoria influencia sionista en el Congreso de EEUU. Esta posición contrasta con la de las bases y votantes del partido, que han participado decididamente en las protestas antibélicas.

De hecho, la intensidad del sentimiento antiguerra dentro de las bases del partido pudo ser visto en el entusiasmo mostrado hacia Feingold por los bloggers demócratas en Internet en los días posteriores a que presentara su propuesta de retirada.

Además, el creciente número de bajas estadounidenses en Iraq y la caída del apoyo público a la guerra han convencido a algunos demócratas que deben ser más críticos con la gestión del conflicto que realiza Bush. La última encuesta de la CNN, publicada el 26 de septiembre, mostró que el 67% de los norteamericanos se oponen a la estrategia de Bush en Iraq.

Esto representó un incremento del 10% desde que la CNN realizó su anterior encuesta, menos de un mes antes. Un creciente número de demócratas está también preocupado por fracaso de las actuales políticas estadounidenses en Iraq, que están alimentando el terrorismo internacional en lugar de derrotarlo.


De este modo, el caucus demócrata en la Cámara de Representantes apoyó en mayo una resolución que pedía al presidente que formulara una estrategia de retirada de las tropas de Iraq. Recientemente, algunos prominentes líderes demócratas acusaron también a George W. Bush y a los congresistas republicanos de promover un “bloqueo informativo” para ocultar al público norteamericano los recientes reveses políticos y militares sufridos por EEUU en Iraq.

 “Deberíamos estar hablando acerca de este tema cada día,” dijo Richard Durbin, el “número dos” demócrata en el Senado. Por su parte, el líder de los demócratas en el Senado, Harry Reid, ha acusado a los senadores republicanos de cancelar una comparecencia a puerta cerrada sobre Iraq del director de la Inteligencia Nacional John Negroponte, que había sido organizada por los senadores demócratas. Reid cree que los republicanos quieren “mantener al Congreso y el pueblo de EEUU en la ignorancia” acerca de la situación real en Iraq.

Asimismo, un grupo de 34 senadores demócratas han escrito una carta abierta a Bush, en estos términos: “La desconexión que existe entre la forma en la que su Administración describe la situación sobre el terreno y lo que los estadounidenses ven cada día en sus televisiones ha erosionado el apoyo de la opinión pública norteamericana a la guerra. Estas contradicciones han generado un interés por saber si su Administración tiene una estrategia encaminada a lograr un éxito que nos permita preservar nuestros intereses fundamentales de seguridad nacional y traer de vuelta a casa a nuestras tropas.”

Por otra parte, Jim Lobe, uno de los mejores analistas de la vida política estadounidense, ha señalado que “un think tank con fuertes vínculos con la administración del antiguo presidente Bill Clinton, el Centro para el Progreso Americano (CAP), ha propuesto un nuevo despliegue estratégico de las tropas estadounidenses, que se prolongaría durante dos años y garantizaría la casi total retirada de las tropas estadounidenses de Iraq para enero de 2008”. Esta propuesta viene recogida en un informe de 10 páginas titulado “Strategic Redeployment: A Progressive Plan for Iraq and the Struggle Against Violent Extremists” (Redespliegue Estratégico: Un Plan Progresivo para Iraq y la Lucha contra los Extremistas Violentos), que ha sido escrito por dos asociados del CAP: Lawrence Korb y Brian Katulis.”

Tras afirmar que el actual “estatus quo es insostenible”, el plan aboga por que el gobierno norteamericano comience a retirar sus tropas en enero de 2006 y éstas abandonen completamente las áreas urbanas de Iraq, dejando la seguridad en estas zonas en manos de los policías, militares y milicias iraquíes. “La presencia de las tropas estadounidenses en Iraq”, según el informe, está “en realidad atrayendo y motivando a los enemigos terroristas de EEUU,” mientras que, al mismo tiempo, está impidiendo a los líderes iraquíes adoptar los difíciles compromisos que se necesitan para crear una sociedad estable,” señala Lobe, citando el informe.

“Hacia finales de 2006, según el plan, 80.000 de los aproximadamente 150.000 soldados estadounidenses actualmente desplegados en Iraq se retirarían del país, y los 46.000 miembros de la Guardia Nacional y las unidades de Reserva serían desmovilizados y volverían a EEUU,” indica el informe.

“Los otros 34.000 soldados serían desplegados de una distinta forma: 14.000 en Kuwait y en una fuerza expedicionaria de marines situada en la costa del Golfo; 18.000 irían a Afganistán para luchar contra la resurgente insurgencia talibán, 1.000 serían enviados al Cuerno de África y otros 1.000 al Sudeste Asiático, como parte del despliegue contra la “lucha contra el terrorismo”.” Sin embargo, el informe no apoya una retirada total e inmediata de Iraq.

Otro aspecto relevante de este informe es que él apoya una iniciativa diplomática para asegurar la estabilidad de Iraq y señala que tal iniciativa “debe incluir tanto a Siria como a Irán,” países ambos que han sido considerados por la Administración Bush como objetivos dentro de su política de “cambio de régimen.” Bush afirma también que Irán es miembro del “eje del mal.”

Sin embargo, el principal problema para los demócratas continua siendo su división. “Los demócratas están claramente desunidos en la crítica a lo que estamos haciendo allí y sobre lo que debemos hacer a continuación,” manifestó Steve Elmendorf, un alto estratega del partido, al Washington Post. “La dificultad de conseguir una postura unida proviene de que muchos de los que votaron en favor de la guerra todavía no saben si atreverse a admitir que fueron engañados.”

Pese a todo, otros demócratas consideran que el fracaso de las políticas de Bush en Iraq ha llevado a EEUU a una seria crisis y creen que el partido debería reaccionar. “Es hora ya de levantarse y cuestionar el liderazgo del Presidente,” declaró Steve Jarding -un asesor demócrata que dirigió en 2001 la campaña del gobernador de Virginia Mark Warner, que es en la actualidad un potencial candidato a la presidencia- al Post. “Creo que los demócratas necesitan hacerlo…

El pueblo estadounidense está dispuesto a decir “Basta Ya”.” Otros analistas progresistas, tales como Dave Lindorff, son más pesimistas. “La verdad es que en lo que se refiere al Partido Demócrata, el supuesto partido de la oposición, no hay nada que hacer. Ya no existe.”

 

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