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NORTEAMERICA  

 

Estados Unidos:
La tortura subcontratada

 
 

(IAR-Noticias)  12-Dic-05 

La antigua fiscal del Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia, magistrada del Tribunal Supremo canadiense y actual Alta Comisionada de los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Louis Arbour, argumenta con motivo del día conmemorativo de los derechos humanos que la prohibición absoluta de la tortura, base esencial del edificio del derecho internacional de los derechos humanos (convencional, judicial y de costumbre) está siendo herida en la llamada guerra contra el terror.

Por Luis Peraza Parga - La Insignia

Para Arbour, la persecución a toda costa de objetivos de seguridad puede crear, y de hecho lo hará si la única alternativa es entre terroristas y torturadores, un mundo donde ni estemos seguros ni seamos libres.
Los gobiernos están aguando la definición de tortura. Louis Arbour señala dos prácticas especialmente corrosivas contra la prohibición total: entregar personas a países que garantizan diplomáticamente que no van a ser torturados y mantener a prisioneros en lugares secretos (lo que es equivale a una desaparición forzada, que es, esencialmente, tortura, sin olvidar que es un caldo de cultivo que facilita su perpetración). La labor de la alta comisionada al frente de la máxima institución mundial de los derechos humanos es excelente y muy parecida (con un perfil más bajo) a la defenestrada, por su valentía, Mary Robinson. Los EEUU acallaron en esa ocasión una voz independiente, valiente y objetiva que les molestaba por sus continuas denuncias.

Desde hace tiempo se han producido internamientos secretos al margen de cualquier acción judicial y fruto de una primigenia detención ilegal. Un precedente significativo estalló durante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a Argentina, allá por 1979, cuando, merced a una hábil maniobra, logró descubrir durante su visita a una prisión a un grupo de detenidos ilegalmente de cuyo paradero no existía constancia alguna y cuya situación debió ser regularizada de inmediato ante la presencia, atónita pero satisfecha, de los miembros de la comisión.

La política exterior de permanente agresión de los EEUU comenzó después de un moderado Clinton, por dos circunstancias nefastas: la elección de Bush como presidente por la Corte Suprema tras las elecciones más vergonzosas del país y el brutal atentado del 11-S. La combinación de ambos acontecimientos ha probado ser letal para la historia del mundo. Qué diferente podría haber sido todo si la administración estadounidense hubiera aprovechado esa dolorosa e imprevisible situación para llevar a cabo una profunda y objetiva investigación judicial de los autores del atentado (materiales e intelectuales) y una revisión de su propia política exterior que analizara las causas del odio hacia lo estadounidense por parte del mundo oriental. Por el contrario, desde hace muchos meses, los EEUU se han situado al borde de la legalidad internacional. La excusa es siempre la misma: evitar a toda costa el terrorismo internacional, al menos dentro de sus propias fronteras, y en consecuencia atacarlo en países lejanos usando un concepto novedoso, rechazado por la Corte Internacional de Justicia y éticamente deleznable, de defensa preventiva.

Por otra parte, los lores británicos, esa especie de tribunal supremo y constitucional no escrito del Reino Unido y de muchos micropaíses que una vez le pertenecieron y que hoy todavía le guardan pleitesía en el marco de una organización llamada Commonwealth, acaban de prohibir la utilización por los tribunales británicos de pruebas conseguidas mediante tortura sin importar el lugar donde ésta se llevó a cabo. Lo que está por dilucidar es si se debe comprobar caso por caso que existió tortura para rechazar las pruebas o si son suficientes meros indicios de que la información fue extraída por ciertos servicios de inteligencia extranjeros que la practican habitual y sistemáticamente.

La señora Rice se ha visto obligada a realizar una gira de trabajo por Europa con el objetivo de lavarle la cara, en la medida de lo posible, al gobierno de Bush. Se ha manejado como ha podido, desde manifestar que las técnicas de extracción de información a los detenidos han salvado vidas europeas -creyendo que así iba a granjearse la simpatía del viejo continente-, a condenar cualquier tipo de tortura y prohibirla a todo militar de su país. Nada dice de las agencias de inteligencia que actúan en la zona gris oscuro de la legalidad.

Lo único realmente claro es que el Gobierno de EEUU lo intentó primero en el pedazo arrendado de Guantánamo al suponer que, no siendo territorio estadounidense, no tendría por qué aplicar el estado de derecho (creencia rechazada por la Corte Suprema). A día de hoy la situación jurídica y personal de los presos al interior sigue siendo opaca, ya que la única organización que puede visitarlos es la Cruz Roja bajo una estricta norma de confidencialidad.

Y la lista es larga: Afganitán e incluso los portaviones de la Armada, con fama de albergar centros de detención clandestinos. El uso de la subcontratación de los servicios de tortura, hecho reconocido veladamente por el propio Gobierno estadounidense. Los cientos de vuelos de aviones de la CIA sobre territorio europeo sin comprobar, en sus aterrizajes, la identidad de los pasajeros transportados. La posibilidad, investigada actualmente por instancias internacionales, de que ciertos países de Europa del este sirvieran de cárceles clandestinas. La entrega a países aliados árabes de supuestos terroristas, sabiendo por consignas implícitas que iban a ser torturados para extraer información. El asesinato del ciudadano brasileño en el metro londinense y hasta el asesinato de un enfermo mental que tuvo la mala suerte de comprobar por primera vez la brutal eficacia, sin ninguna ponderación de las circunstancias específicas del caso, de los policías del aire, son pruebas suficientes de que los EEUU y sus más fieles aliados se han convertido en parias internacionales que han desaprovechado la oportunidad histórica de transformar el papel de única potencia global en un ejemplo verdadero de sociedad libre, democrática y abierta.
 

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