(IAR-Noticias)
07-En-06
El año 2006 comienza con un
acontecimiento importante para Moscú. Por primera vez Rusia ocupará el sillón de
la presidencia del G-8 y actuará en calidad de anfitriona de una cumbre
ordinaria de estos países más desarrollados del mundo que se celebrará en los
alrededores de San Petersburgo.
Por Vladimir Simonov -
RIA Novosti
El camino que Rusia ha pasado para llegar a lo que es hoy ha sido largo y poco
fácil. En 1992, el Grupo de los Siete de entonces declinó la propuesta de EE.UU.
de admitir a Rusia como miembro pleno de este club, alegando el caos interno
provocado por un brusco viraje desde una gestión económica centralizada hacia el
mercado libre. Más tarde llegó a usarse la fórmula “7+1”, cuando Borís Yeltsin
estaba detrás de la puerta, esperando a que lo invitaran para debatir sobre una
serie reducida de problemas.
Hoy día Rusia, siendo un país nuclear y rico en recursos naturales y humanos,
sigue estando atrasada de sus siete países colegas en cuanto a ingresos per
cápita. Mas, he aquí que aparece un factor que hace de Rusia un miembro
influyente y, más aun, absolutamente necesario, del G-8 si el objetivo básico de
la existencia de este grupo radica de verdad en fortalecer la estabilidad del
desarrollo económico global. Este factor es el creciente papel que Rusia
desempeña como participante de mayor importancia en el mercado de recursos
energéticos.
En un futuro próximo Rusia espera poder producir quinientos millones de
toneladas métricas de petróleo al año. Es una cantidad de cuya distribución
depende mucho el bienestar tanto de los países más próximos, que son pedazos de
la antigua URSS, como de Europa y de una parte de Estados Unidos.
Desde luego que Rusia sigue siendo un país donde la parte bastante grande de la
población vive por debajo del nivel oficial de pobreza. Pero, quizás sea esta
circunstancia la que determina el papel especial que Rusia juega en el “Grupo de
los Ocho” que a menudo se llama club de los ricos. Su presencia allí adquiere un
sentido adicional, puesto que a Moscú, como ha expresado el presidente Vladimir
Putin, “le es más fácil comprender los problemas de los países con la economía
en transición”.
Esta clara consciencia de los problemas, al igual que las nuevas posibilidades
económicas, han predestinado lógicamente la participación activa de Rusia en la
discusión de uno de los temas principales de la última cumbre del G-8 en
Glenigls, Escocia: cómo prestar ayuda a África, aliviando su fardo de la deuda.
Allí Rusia ha apoyado sin reserva la idea de condonar inmediatamente la deuda de
18 países africanos. Es más, se ha aclarado que Moscú puede enorgullecerse de la
generosidad ya demostrada respecto a este continente. Rusia se encuentra en el
tercer lugar después de Japón y Francia por las cifras absolutas que
caracterizan la amortización de la deuda africana.
Desde luego que muchos rusos se hacen esta pregunta: “¿Por qué debemos condonar
la deuda africana si tampoco somos ricos?” mas, no obstante, en la conciencia de
las masas predomina la opinión de que en la medida de sus posibilidades Rusia
debe ayudar a quienes viven peor que ella.
¿Cómo podríamos imaginarnos hoy el orden del día de la primera cumbre G-8 bajo
la presidencia de Rusia?
Por supuesto que la presidencia rusa conservará cierta continuidad de la
temática de las anteriores cumbres del G-8. En San Petersburgo los participantes
no querrán evadir problemas de los países con economías en desarrollo ni tampoco
menospreciar la lucha contra una amenaza global como el terrorismo
internacional. Al mismo tiempo, hay un tema que Moscú quisiera discutir como
cuestión clave en la cumbre por ella presidida: el tema de la política
energética mundial.
“Dios mismo nos ha mandado a nosotros, al país que, sin duda, hoy día es el
líder en el mercado mundial, ocuparnos de ello, - declaró el presidente Vladimir
Putin en los pasillos de Glenigls -. Me refiero a nuestras posibilidades en
materia de todas las fuentes de energía: petróleo, gas y energía nuclear. De
sumarlo todo, Rusia es, sin duda, el líder mundial absoluto. Y, desde luego,
estamos dispuestos a mantener toda la discusión sobre estos problemas y pensamos
hacer de ellos un tema principal”.
Además, Moscú piensa que tendría sentido si el G-8 intensificara su cooperación
con los países que se han formado en el territorio de la antigua Unión
Soviética. La ayuda a estos Estados de reciente formación puede llegar a
constituir uno de los aspectos básicos de la actividad del G-8 en el año 2006.
Efectivamente, después de condonar la deuda de los pobrísimos países de África,
la superación del atraso económico de jóvenes países como Uzbekistán, Kirguizia,
Moldavia, Georgia se plantea como uno de los problemas prioritarios que en el
orden del día tiene la comunidad mundial. No cabe duda de que es precisamente la
pobreza y otros graves problemas sociales, lo que representa una de las
principales causas de los accesos de inestabilidad política que de vez en cuanto
conmueven los Estados de la CEI.
Esta inestabilidad hace, a su vez, que Occidente y Moscú vean el espacio
postsoviético como campo de batalla. Hoy Rusia propone algo radicalmente nuevo,
a saber: convertir esta área en un campo de cooperación, prestando a los países
de la CEI ayuda en el desarrollo de la democracia y la economía.
A Moscú, igual que a la mayoría de otros miembros del G-8, le continúa
preocupando también y otro tema: la necesidad de controlar la observancia del
Protokolo de Kioto que regula la emanación de gases de efecto invernadero a la
atmósfera terrestre.
Como ya más de una vez llamó Putin, “es preciso trabajar con los países que no
se han adherido al Protocolo de Kioto”, ante todo los Estados Unidos. Hasta hoy
día Washington sigue alegando una pérdida posible de "millones" de puestos de
trabajo y “cientos de miles de millones de dólares en materia de pérdidas
económicas” si los EE.UU. estampan su firma bajo el documento de Kioto. La tesis
principal que aduce la administración de George Bush consiste en que el hecho
del caldeamiento del planeta “hasta ahora no ha sido demostrado
científicamente».
Sin embargo, esta actitud hace poco ha sufrido un golpe contundente. Las
Academias de Ciencias de los países que forman el G-8, así como los científicos
de China, la India y Brasil han exigido de sus gobiernos adoptar las medidas
urgentes para limitar la emanación de gases nocivos a la atmósfera. En vista de
lo cual resulta ya difícil Insistir en “la falta de pruebas científicas” del
efecto invernadero. En la cumbre en San Petersburgo los líderes europeos tendrán
la posibilidad de fijar la atención de Bush sobre este hecho.
Es probable que haya llegado la hora de que el G-8 se ocupe también de su propio
patrimonio en que, según opina Moscú, no todo anda perfectamente.
“Pasamos en silencio rebozadamente ciertos problemas que afectan nuestros países
propios, - ha manifestado Putin a este respecto -. Uno de ellos es el problema
demográfico. Cuanto más ricos y gordos nos hacemos, mayores problemas
demográficos tenemos. Todos los colegas (líderes del G-8) coinciden conmigo en
que durante el año que pase debemos pensar en ello para que durante la cumbre de
San Petersburgo podamos tomar ciertas decisiones que cambien de manera positiva
la situación en nuestros países”.
En rigor, como muestran los pronósticos de la ONU, en todos los Estados europeos
se mantiene una dinámica curva demográfica negativa. El único país del G-8 que
conserva la dinámica favorable es EE.UU. lo que se debe a una afluencia estable
de inmigrantes y al elevado índice de natalidad entre los habitantes de origen
latinoamericano. Todo ello ha inducido la Unión Europea a realizar en el año
saliente profundas investigaciones sobre el problema demográfico que afecta el
continente europeo. Se decidió utilizar estos documentos como base de las
discusiones en la cumbre de San Petersburgo.
Ayuda, y te ayudarán. Vladimir Putin, por su parte, difícilmente se perderá la
posibilidad de presionar un poco más en la cumbre a celebrar en la “capital
norteña” a los demás siete líderes occidentales a favor de Rusia. El país
necesita urgentemente ayuda por parte de las democracias desarrolladas en
materia de la diversificación de la economía que se ve demasiado dependiente de
la exportación de petróleo. Rusia necesita el Grupo de los Ocho", igual que éste
necesita a Rusia.
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