Hay alrededor de 250.000
jóvenes centroamericanos agrupados en las maras (pandillas
juveniles) , especie de hermandad marginal
donde sus integrantes encuentran el afecto que no hay en sus
desintegradas familias.
Pero también
inician el camino de la violencia, las drogas y la delincuencia,
y están en "guerra"
contra los gobiernos de "mano dura" que los reprimen con cárceles y
"escuadrones de la muerte".
El Imperio norteamericano, que hoy
sufre el efecto boomerang de estas pandillas, fue quien
las procreó con la marginación, las drogas distribuidas por la redes de la CIA,
y una sociedad de consumo criminal que destruyó sus identidades y sus lazos
afectivos con su propia comunidad de origen.
En una región donde 70% de sus 34 millones de habitantes vive en la pobreza y la
marginación, las maras crecieron como plantas silvestres de
un sistema de miseria y de exclusión social.
Son
el rostro viviente de lo que deja el capitalismo carnívoro y
transnacionalizado en la franja más pobre y marginal del continente
latinoamericano.
Algunos integrantes son jóvenes que
emigraron a EEUU y aprendieron el
arte de las pandillas, cuyas enseñanzas trajeron cuando fueron deportados.
"Y por delitos gravísimos", dijo el presidente
salvadoreño Saca, abanderado de la política represiva. En su país, dijo a la
radio hondureña HRN, hay "4.000 'mareros' encarcelados".
Las maras comenzaron a surgir en la
década de los 90, luego de los procesos de paz entre las guerrillas
izquierdistas y el gobierno de El Salvador (1992) y en Guatemala en 1996.
El fenómeno se extendió a
Honduras, donde no hubo guerra civil, pero si prevalecían las causas que
originaron los conflictos armados en América Central: pobreza, marginación,
desempleo y deficientes servicios de educación y salud públicas, además de la
consecuente desintegración familiar, alentada por la situación descripta.
Las principales pandillas, la MS
y la M-18, están consideradas como las más peligrosas de la región y
sus redes se extienden a México y Estados Unidos.
Ambas nacieron en Los Ángeles,
California, formadas por hijos de inmigrantes que no pudieron integrarse
socialmente o que se sintieron marginados en Estados Unidos.
"Yo fui parte del embrión de las
maras en Los Angeles. Era de la Mara alvatrucha, integrada en su mayoría por
salvadoreños, y entonces me apodaron ‘El Catracho’, como ahora soy conocido en
la penitenciaria", dijo a la AFP en la cárcel un ‘marero’, que dijo
llamarse Mario, de 45 años.
"La mara se forma cuando la gente
no tiene trabajo, no tiene familia, y ahí busca cariño, amigos y solidaridad",
declaró a la agencia AFP ‘El Catracho’, quien dice que ya
dejó las pandillas.
Los gobiernos, que fueron incapaces de rehabilitar a los jóvenes mediante
la inclusión social, el
estudio y el trabajo, recurren a una política de represión y cárcel para
hacer frente a un problema cuya solución es, para otros, de
índole económico-social.
Las administraciones de
Honduras, El Salvador y
Guatemala han emprendido una ofensiva represiva contra
las pandillas armadas, a las que se les atribuye múltiples hechos violentos que
-según los voceros oficialistas- han "alterado
la paz social" en los tres países centroamericanos.
Los presidentes
(títeres de Washington) de Centroamérica se reunirán
el viernes en Tegucigalpa, Honduras, para buscar una
política eficaz ante el imparable avance de estas
pandillas de jóvenes delincuentes contra las que fracasaron hasta hoy
todas las medidas
sociales y represivas para contenerlos.
En Honduras, el Parlamento incluso incrementó las penas de cárcel contra los
jefes de ''maras'' y los que sólo son miembros comunes.
El Salvador, Honduras y Guatemala -los tres países, con
altos índices de pobreza- iniciaron en 2003 una política
de "súper mano dura", sin resultados. Durante
el encuentro del viernes harán un balance de esa
cuestionada estrategia basada en la represión policial, en el
encarcelamiento compulsivo, y hasta en el asesinato.
Asistirán el presidente anfitrión, Ricardo Maduro, y sus
pares de El Salvador, Elías Antonio Saca; Guatemala, Oscar Berger; Costa Rica,
Abel Pacheco, y Nicaragua, Enrique Bolaños. También concurrirán, representantes
de Estados Unidos y México.
Los mareros no sólo son encarcelados, hay
declaraciones (de
testigos protegidos) de la existencia de
escuadrones de la muerte apañados
por el poder, que son utilizados para asesinarlos ilegalmente y sin dejar
rastros.
Funcionarios que se atrevieron a
denunciarlos fueron silenciados y despedidos por su gobierno.
Hormigas depredadoras
Guatemala, Honduras y El Salvador son los países más afectados por las maras,
contracción del término marabunta: una colonia de hormigas depredadoras
carnívoras de las selvas de Sudamérica.
Los jóvenes de "Mara Salvatrucha", "Mara 18" u otros grupos andan
tatuados, con la cabeza rapada y ropa holgada. "Son un desarrollo de los años
90, corolario de tantos años de pobreza, marginalidad, abuso doméstico y fallas
del sistema educativo", denunció el comisionado de Derechos Humanos, Ramón
Custodio.
Hay infinidad de testimonios parecidos de un fenómeno social dramático que
reúne, en un círculo vicioso, juventud, abandono y miseria, migración a Estados
Unidos —en particular a Los Angeles, California—, droga y ultraviolencia.
Iniciadas hace varios años como barras juveniles de diversos barrios, se "transnacionalizaron"
y devinieron en verdaderas organizaciones criminales, con "códigos de ética"
similares a los de la mafia italiana, de acuerdo con un estudio de la
Universidad Centroamérica (UCA) de El Salvador.
Jóvenes, hombres y mujeres de hogares pobres y desintegrados, conforman esas
maras que tuvieron como única respuesta del Estado y los gobiernos la represión,
encarnada en el término acuñado por el presidente salvadoreño "Tony" Saca, como
la política de "súper mano dura", el eslogan con que ganó las
elecciones de 2004 y
que hasta hoy no pudo frenar el
fenómeno.
La iglesia Bautista de Avivamiento, en Puerto La Libertad, este de
El Salvador,
se llena de jóvenes que buscan aprender un oficio para escapar
de las maras.
Pero no es fácil, en ése y otros países de la región, vivir del sueldo de
electricista o albañil, si es que consiguen trabajo. Un ex seminarista jesuita,
ahora miembro de la iglesia, Mauricio Castro, se encarga de atender a los mareros. Y aclara: "Difícil, pero no imposible". Luego reconoce que "lo más duro
es hacer que la sociedad deje de estigmatizarlos como personas malas".
Detrás de esos rostros endurecidos por
la tragedia están la pobreza, la marginación, el
desempleo y los deficientes servicios de educación y salud públicas, además de
la desintegración familiar producida por el abandono y la
exclusión social.
Los funcionarios y los especialistas consideran que los tentáculos
de la mara se extienden a México y EEUU,
cuyos gobiernos ya comenzaron a manifestar su
"preocupación"por estos ejércitos de
marginales que comienzan a poner en peligro la "seguridad" de sus sociedades
integradas al sistema.
El efecto boomerang en EEUU

A
comienzos de los años noventa, Estados Unidos inició una política de
deportación de "criminales",
muchos de ellos pandilleros de la M-18 o de su rival la Mara Salvatrucha (MS).
"La
situación es alarmante. Así como nosotros exportamos problemas hacia Honduras o
El Salvador 15 años atrás, esta gente regresa ahora a nuestro país", contó
un funcionario estadounidense a la agencia AFP.
Actualmente, las pandillas son consideradas uno de las principales pandemias que
diezman países como México, El Salvador, Guatemala, Ecuador, Honduras, Canadá y
muchas ciudades de Estados Unidos,
"Esta
gente regresó a sus hogares, pero llevaron todo lo que habían aprendido en Los
Angeles, como robar, vender drogas y matar. Crecieron y establecieron una red de
intercambio", señaló el funcionario.
La
deportación de centroamericanos no detuvo la ola de pandillas en Estados
Unidos. Todo lo contrario, desde 1992, el número de pandillas creció en
proposiciones extraordinarias, según afirman expertos
en el tema.
El
Centro Nacional de Pandillas Jóvenes estima que más de 750.000 jóvenes
marginales aterran los barrios estadounidenses. En
California hay más de 365.000, de los que 100.000 están en el condado de Los
Angeles.
El número se quedó corto, según el
funcionario entrevistado por AFP quien asegura que tan sólo en la ciudad
de Los Angeles, hay 200.000 pandilleros.
"Más de
la mitad de los homicidios de la ciudad fueron perpetrados por pandillas...y
estoy siendo conservador", añadió.
El
funcionario puede recitar los nombres de cada una de las maras de la ciudad.
Sabe su historia, cómo se mueven, dónde venden armas y drogas, sus líderes, sus
odios y sus alianzas.
Lo que no sabe, o no quiere saber
este funcionario, es que su país, el Imperio norteamericano que hoy sufre el
efecto boomerang de estas pandillas, fue quien las
procreó con la marginación, las drogas distribuidas por la redes de la CIA, y
una sociedad de consumo criminal que destruyó sus identidades y sus lazos
afectivos con la sociedad.
Con información de
AFP / EFE / AP /