El lunes 25 de abril, y en
forma sorprendemente clara, quedaron revelados los verdaderos objetivos
de quienes impulsaron y ejecutaron la revuelta social y el golpe parlamentario
en Ecuador.
Durante una conferencia de prensa,
el nuevo presidente de Ecuador anunció que su gobierno respetará todos los acuerdos
internacionales, seguirá con las negociaciones
del
Tratado de Libre Comercio (TLC), y mantendrá la base militar
estadounidense de Manta, así como la inclusión de Ecuador en la "guerra
contra el narcotráfico" (una de las banderas de la "guerra
contraterrorista") impulsada por EEUU en la región.
Si bien Alfredo Palacio hizo algunos señalamientos sobre una reforma global del
sistema democrático "como lo pide el pueblo", lo sustancial, los lineamientos de
política regional pro-Washington del derrocado gobierno de Lucio Gutiérrez,
salvo algunos toques cosméticos de forma, permanecerán como estaban.
En síntesis, el gobierno golpista de Palacio -todavía no reconocido por los
gobiernos regionales y EEUU- continuará alineado con la estrategia geopolítica y
militar de EEUU en América Latina: Plan Colombia, TLC, y "guerra
contraterrorista" con la colaboración de los ejércitos y aparatos locales de
seguridad e inteligencia de la región.
La traición de
Gutiérrez
El levantamiento social (sobre
todo de clase media) contra Lucio Gutiérrez se realizó sobre el argumento de que
el coronel había "traicionado el compromiso popular" que había
contraído antes de ser elegido por el voto popular.
Gutiérrez comenzó a gobernar
a principios de 2003 con el 53% del voto popular, y con un programa de reformas
estructurales (que incluía modificar la relación de dependencia con EEUU) y con
el apoyo de un amplio movimiento social y campesino.
La mayoría de la izquierda
latinoamericana y el movimiento bolivariano de Hugo Chávez apoyaron
entusiastamente al entonces llamado "compañero Lucio" y proyectaron una gran
expectativa de cambios sociales y logros antiimperialistas en su gestión.
En pocas semanas -y tal como hace
Palacio a pocos días del golpe que lo impulsó al gobierno- Lucio Gutiérrez
convirtió el anunciado proceso "transformador" en una continuidad de la
dependencia a EEUU de sus predecesores.
Durante un viaje a Washington
ratificó el alineamiento de Ecuador con el TLC, el Plan Colombia, amplió los
acuerdos en la "lucha contra el narcotráfico y el terrorismo" y extendió
más poderes y facultades a Washington sobre la base militar de Manta, punto de
despegue de esa guerra en la región.
La izquierda y los movimientos
indígenas le retiraron su apoyo, y el coronel terminó sus días al frente del
gobierno aliado al ex presidente Bucaram y anulando el proceso por corrupción e
"insanía" que obraba en su contra, además de instalar una Corte Suprema "propia"
con la finalidad de apuntalar su reelección.
La mitificación del "golpe popular"
Hasta aquí el derrocamiento de
Gutiérrez era lógico, deseable y justiciero. Con Gutiérrez -además de su
dependencia asfixiante al imperialismo de Washington- los programas del FMI y la
banca internacional siguieron con su marcha letal de hambre y desocupación
que golpea a la mayoría más desposeída del pueblo ecuatoriano.
Lo que no es deseable, ni lógico,
ni justo, ni inteligente, es la mitificación de "golpe popular" o de "gesta del
pueblo" que hicieron la prensa del sistema y sectores de izquierda a lo que
claramente era un golpe parlamentario continuista ejecutado desde las
usinas de la clase política tradicional, utilizando los reclamos populares.
En Ecuador -y tal como lo está
demostrando la conducta posterior del nuevo gobierno golpista-, los medios de
comunicación y los propios sectores populares y de izquierda confundieron y
mezclaron al actor con el beneficiario.
Esto es, confundieron y mezclaron
los reclamos legítimos de las mayorías que querían terminar con Gutiérrez, con
los planes de continuismo político que subyacían en el objetivo de los que
utilizaron las revueltas para derrocar a Gutiérrez y ocupar su lugar haciendo
lo mismo.
Una correcta lectura de los
acontecimientos -además de la propia información fragmentada sobre los
protagonistas que lanzaba la prensa ecuatoriana- indicaba cuatro hechos
esenciales:
A)
Los que iban a tomar el poder
tras el derrocamiento de Gutiérrez no eran la izquierda ni las organizaciones
populares, sino sectores políticos de la derecha socialcristiana, a los
cuales se vinculaba el principal movilizador y sostenedor de las revueltas, el
alcalde de Quito, el general retirado Paco Moncaya, ex jefe del Estado
Mayor militar pro-Washington, y conocido competidor de Gutiérrez al que siempre
intentó derrocar.
B) Alfredo Palacio, el ex
vicepresidente de Gutiérrez que se había plegado a la rebelión en las calles, un médico cardiólogo considerado un "ingenuo" sin experiencia política,
quien -según la prensa y analistas quiteños- fue introducido en el gabinete del
presidente depuesto por ex integrantes de la administración
socialcristiana, corrupta y ultraderechista, del ex presidente Sixto Durán
Ballén (1992-1996) que lo tuvo a Palacio como su ministro de Salud.
C) Los que siempre
influenciaron en la conducta de Palacio (hasta el presente) son los
actuales sucesores del gobierno de Ballén (quien consumó el alineamiento de
Ecuador en el proyecto neoliberal impulsado por Washington en los 90, con
devaluación de la moneda y congelamiento de los salarios), como es el caso del
actual ministro de Gobierno, Mauricio Gándara, de quien se dice que
"operó" el golpe y la elección de Palacio en el Parlamento.
D) La embajada norteamericana y el
Comando Sur, el meridiano que rige a los factores de poder político y militar en
Ecuador, siempre tuvieron bajo su control y monitoreo el desarrollo de la
crisis y las movilizaciones populares que desestabilizaron al gobierno de
Gutiérrez. Tanto la oposición en el Parlamento como el hoy derrocado Gutiérrez
no dieron un solo paso sin consultar con la embajadora Kristie Kenney. Además
-tal como fue brutalmente registrado y ccontado por la prensa ecuatoriana- el
derrocamiento de Gutiérrez sólo se ejecutó cuando desde el Comando Sur provino la orden
de no reprimir a las movilizaciones y el retiro del apoyo a Gutiérrez que
fue acatada por la policía y las fuerzas armadas.
Con este escenario y actores
implicados en los niveles de decisión política ¿cómo es posible pensar que el
derrocamiento de Gutiérrez responde a la "voluntad de las mayorías"
volcadas a las calles para protestar?
¿Cómo se puede calificar de
"golpe popular" lo que claramente fue un golpe de Estado parlamentario
ejecutado por políticos del régimen en una clara maniobra continuista y
aprovechando la presión de las protestas callejeras?
¿Cómo se puede depositar algún
grado de expectativa de "cambio social" en la administración golpista de
Palacio, cuyo alineamiento político y clasista con Washington -como quedó
demostrado en los anuncios del nuevo presidente- se puede simplemente confirmar
chequeando los antecedentes y las actividades de sus integrantes?
Aprovechamiento del "golpe popular"
Lo de equivocarse con Gutiérrez
fue lógico, tenía un asidero explicativo en la conducta personal de traición
a los sectores populares que lo eligieron.
Pero lo de Palacio, y la nueva
política pro-EEUU y entreguista que se viene camuflada con su
administración, era un hecho que estaba a la vista y al alcance de la
comprensión de cualquiera que investigara o analizara los acontecimientos y los
actores sin falsas expectativas ni vendas en los ojos.
La elección de Palacio como
"aliado táctico" para presionar cambios populares dentro del establishment
de poder, tendría sentido si el actual presidente hubiese presentado propuestas
y hubiera sido electo por el voto popular, en vez de ser instalado en el gobierno
por un sector conspirativo de políticos del régimen.
En el caso ecuatoriano, como ya
sucedió en Argentina y en Bolivia, la mitificación mediática del "golpe
popular" no se correspondió con las políticas reaccionarias y entreguistas
que sobrevinieron tras su ejecución.
En Argentina, tras la rebelión
popular del "Cacerolazo", se instaló la administración derechista y
conservadora del "peronista" Eduardo Duhalde.
Durante su corta gestión de
"transición" se terminó con el valor uno a uno del peso con el dólar, y los
salarios de los trabajadores se devaluaron entre un 30 y un 40%. Las
transnacionales y los bancos trasladaron impunemente sus pasivos al Estado
argentino, y se ingresó en otra espiral sin retorno de la pobreza y la
desocupación, que hoy es continuada por el gobierno "progresista" de Kirchner.
Hoy la Argentina es un paraíso sin igual para el capitalismo salvaje y las
multinacionales y bancos que han conseguido su más alta tasa de ganancia en
la región desde el
"Cacerolazo".
En Bolivia, los levantamientos
populares terminaron con la sucesión de Sánchez de Lozada por su vicepresidente,
Carlos Mesa, un gerente desembozado de las multinacionales petroleras, con quien muchos comienzan a parangonar a Alfredo Palacio en Ecuador.
El
objetivo de los "golpes populares" mediáticos, a la luz de las experiencias en
Argentina, Bolivia y Ecuador, parece resumirse en tres movimientos combinados e
interactivos:
A) a
Washington las protestas controladas le sirven para desactivar violencia
social acumulada (por vía de la catarsis callejera y mediática), y a la
vez posibilitan legitimación social para los cambios de gobiernos
desprestigiados sustituidos por las nuevas administraciones emergentes de
los golpes parlamentarios. Antes eso debía hacerse con golpes militares.
B)
a los grupos políticos que compiten por el poder interno, el control de las
protestas (inducidas mediáticamente) les permite quedarse con el trofeo de
guerra: el Gobierno.
C) a
los medios de comunicación la cobertura de las protestas populares en vivo y
en directo les permite posicionarse en el ráting de audiencia, radioescuchas
o lectores, y consecuentemente aumentar "prestigio informativo" y generar
más posibilidades de facturación comercial con los avisos publicitarios.
Como
señalan algunos especialistas: es un negocio a tres puntas, donde los únicos
perjudicados son los intereses de las mayorías que sirven de blanco
privilegiado de la represión policial desatada en las calles.
Pandemia mediática
En vista de estos resultantes de
las justas revueltas populares, cuyos únicos beneficiarios son los gobiernos y
corporaciones capitalistas de cada país, no es descabellado afirmar que lo
que los medios masivos y un sector confundido de la izquierda llama "golpe
popular", no es nada más que un golpe de Estado tradicional de
derecha, ejecutado con el aprovechamiento mediático de las protestas populares.
Pero lo preocupante, lo
verdaderamente nefasto, es que al no ser identificados sus causales,
beneficiarios y actores,
al no separarse claramente los intereses de las clases populares protagonistas
de las rebeliones callejeras, de los intereses elitistas de los ejecutores del
golpe de Estado apoltronados en el establishment de poder, las frustraciones
populares se seguirán acumulando.
Y nuevos falsos "golpes
populares" con engaño mediático se seguirán ejecutando
en la región con la sola finalidad de sustituir a un gobierno desgastado
pro-Washington por otro.
La izquierda
y sus intelectuales aún no lo tienen claro: así como en la década del 70
se luchó contra las dictaduras militares golpistas (controladas por Washington),
hoy la lucha debe centrarse contra los medios golpistas y manipuladores
(controlados por Washington) que sustituyeron a los militares en la lógica del
dominio imperial.
Lo que antes se realizaba con
tanques y soldados, hoy se hace con periodistas, cámaras de televisión, radios,
y diarios, quienes realzan y difunden el mito de la "participación popular", pero
esconden celosamente la identidad de los verdaderos ejecutores y
beneficiarios del cambio de gobierno resultante.
A pesar de
su verificación matemática, estadística, cíclica y repetitiva, esta combinación de los medios
masivos de comunicación (propiedad de los factores del poder económico) con el poder político en la ejecución de los golpes mediáticos con participación
popular, la tendencia indica que van a ser aplicados sin ningún problema en
otros lugares de Latinoamérica. Por ejemplo, Perú y Nicaragua, donde Toledo
y Bolaños sufren un
desgaste parecido al de Gutiérrez en Ecuador.
Control
social y manipulación
Al menos que en algún momento la
izquierda y los sectores populares, separen la paja del trigo, señalando
claramente las diferencias entre las protestas sociales y los que se adueñan y
benefician de las mismas, el mito frustrante y mediático del "golpe popular" seguirá
extendiéndose como una pandemia social por todo el continente.
Si no se clarifica el rol fundamental
que juegan los medios masivos-principalmente la televisión- en las nuevas
estrategias de dominio capital-imperialista, y no se aclara como funciona el
sistema de manipulación social de su estructura (sostenida por avisos
comerciales de los bancos y transnacionales), su impunidad comunicacional al
servicio del poder seguirá garantizada.
Todo periodista profesional
asalariado sabe por experiencia (aunque nunca lo revele) que los grandes
consorcios mediáticos, los que modelan conducta social y movilizan y
masifican las protestas sociales, funcionan en un perfecto feed back
con los intereses políticos y económicos propulsores y beneficiarios de los
"golpes populares".
Nadie en el mundo del periodismo y de
la política ignora sobre la relación simbiótica de los grandes directivos y
propietarios de medios con las respectivas embajadas norteamericanas, y
los establishment del poder económico y político en los países de la región.
Los medios de comunicación, están
imbricados por medio de infinitas redes comunicantes económicas a los
factores de poder, la clase dominante, y el poder expansivo de bancos y
trasnacionales. Eso se verifica claramente cuando se analiza y se vincula los nombres
y la pertenencia social y política de los participantes de la estructura societaria que los explota comercialmente.
Los medios no son cómplices del
poder, sino que forman parte integrante del mismo como cualquier banco o
empresa transnacional.
Por lo tanto, resultaría ingenuo
pensar que los grandes medios de comunicación mostrarían y difundirían una
rebelión popular si ésta realmente atentara y pusiera en riesgo los
intereses del sistema económico y político del cual dependen para sobrevivir
y expandirse comercialmente.
Por otra parte, y como también está
probado en innumerables investigaciones, los grandes consorcios mediáticos sólo
dan cobertura a las grandes manifestaciones de protesta social, como la de
Ecuador, cuando no reciben ninguna señal en contrario por parte de la
embajada norteamericana y los factores de poder.
Por falta de difusión masiva, las
grandes mayorías ignoran estos procedimientos manipuladores que se
realizan mediante
títulos, imágenes, comentarios y consignas, que los grandes consorcios
mediáticos utilizan en forma sobreentendida y coordinada para alimentar o
detener las protestas sociales.
Sin este conocimiento esencial (hoy
sólo en manos de un grupo privilegiado de especialistas y periodistas que nunca
los divulgarán por razones de su dependencia salarial al sistema), las mayorías
seguirán siendo manipuladas en sus protestas genuinas contra el hambre, la
pobreza, la injusticia, la exclusión, que paradojalmente son luego aprovechadas por los mismos que causan esos males desde el gobierno o el
poder.
El desconocimiento (por falta de
difusión metódica y masiva) de la naturaleza, función y objetivos de los
medios de comunicación en el plano político y social posibilita que los
pandémicos "golpes populares" impulsados mediáticamente desde el poder sean
mitificados como expresión de "lucha y cambio popular".
En esa trampa caen ingenuamente y de
buena fe los propios dirigentes populares que luego son sobrepasados por
la dinámica de los acontecimientos y del aparato político del poder que termina
hegemonizando la protesta.
Si no se separan claramente los intereses en
juego, lo que buscan las mayorías y lo que busca el poder que atiza las
protestas sociales para apresurar un desenlace favorable a sus planes golpistas,
los medios seguirán promoviendo confusión y mezclando interesadamente los
objetivos del poder con los deseos genuinos de la gente de cambiar el sistema.
En la Argentina, por ejemplo, los medios masivos
difundieron día y noche la consigna "que se vayan todos" referida a
los políticos y al establishment económico de poder.
Concretado el "Cacerolazo", sustituido el
desprestigiado gobierno de De La Rúa, los mismos medios promovieron los
rumores de "guerra civil" supuestamente impulsada por los sectores
combativos y de izquierda que querían profundizar el "que se vayan todos" con
medidas concretas.
Finalmente, y con consignas de "paz social",
los consorcios mediáticos, en alianza con el gobierno golpista de Duhalde,
dividieron y aislaron a los sectores combativos de las clases medias
desactivando la continuidad de la protesta social y del proceso de formación
de asambleas populares.
Algo parecido a lo que va a pasar en Ecuador
con aquellos grupos que intenten concretizar las banderas de las movilizaciones
populares que terminaron con el gobierno de Lucio Gutiérrez y lo sentaron a
Palacio en su lugar.
Si no se denuncia desde todas las
trincheras alternativas de la comunicación el verdadero papel que cumplen los
medios masivos en la estructura de dominio y explotación capitalista, muy
difícilmente se podrá revertir la acción masificarte de su
mensaje manipulador y alienante entre las clases populares.
Si no se los denuncia, si no se
identifica su papel en la orientación y manipulación de conducta colectiva, si
no se revelan sus modus operandi con cada situación, será imposible neutralizar
las maniobras políticas de los grupos de poder que terminan apoderándose de
los reclamos populares que se levantan en contra suyo.
Si no se toma conciencia del papel
represor y manipulador de los medios (sustitutos psicológicos del dominio
militar) los fracasos, las decepciones populares se seguirán multiplicando.
Y Washington, el poder
imperial detrás del trono, seguirá cambiando presidentes "quemados", y ejecutando
sus políticas regionales de dominio cada vez con mayor impunidad.
Al menos,
y de no mediar un cambio en la conciencia colectiva, eso es lo que indica por
ahora, la
lógica, el análisis y el sentido común.