(IAR-Noticias)
18-Nov-05
Por Manuel
Freytas - manuelfreytas@iarnoticias.com

El
primero en hablar del "Síndrome Vietnam" en EEUU fue el senador
demócrata Edward Kennedy quien advirtió a Bush que su administración en
Irak estaba produciendo un fenómeno similar al producido por la guerra del
sudeste asiático, en la
década del
setenta, donde EEUU tuvo que retirarse después de perder miles de
soldados en la contienda.
IAR-Noticias
señaló, en noviembre pasado, que, en términos políticos y sociales, y a
corto plazo, el empantanamiento de las tropas norteamericanas en
Irak le iba a costar a Bush y a su
administración una reacción -de características todavía no mensuradas- dentro de
EEUU,
donde la oposición y
familiares de las víctimas esperaban
el momento oportuno para protestar por la muerte y mutilación de soldados
norteamericanos en Irak.
Habíamos señalado
que la oposición política y mediática "anti-Bush", los perdedores de
la elección del 8 de noviembre, con The New York Times y The
Washington Post a la cabeza, retomarían las campañas contra el presidente
apuntando a su flanco más débil: la ocupación militar y los muertos de Irak.
(ver:
La nueva estrategia editorial de The New York Times).
Un sondeo dado a conocer este
miércoles por el diario USA Today y la cadena de televisión CNN señala que los
norteamericanos hoy ven a Irak como en otros años apreciaron la situación en
Vietnam.
La medición muestra que el
54 por ciento de los estadounidenses piensa que el gobierno de Bush cometió un
error al agredir a Irak frente a un 45 que estima que actuó como debía.
Como dato curioso el sondeo destaca que en los primeros meses de 1970, la
respuesta de los norteamericanos a igual pregunta sobre Vietnam fue muy
parecida.
Entonces, el 56 por ciento estimó erróneo el envío de tropas a la nación
asiática contra 36 por ciento que lo consideraron como una política adecuada.
Por más que Bush y su administración
salieron fortalecidos con el triunfo electoral, los comicios, reñidos como nunca históricamente, polarizaron
a la sociedad norteamericana alrededor de lo que estaba
pasando en la ocupación militar de Irak.
Tras
el desastre con el huracán Katrina, y aprovechando la tragedia y el deficiente
desempeño de la administración republicana,
Hillary Clinton, los demócratas, y un amplio
espectro del poder estadounidense fueron por la cabeza de Bush.
Toda la política editorial, tanto de The New York Times
como de The Washington Post, se orientaró, tras los comicios,
a crear un "síndrome Vietnam" en sintonía con la
estrategia de los demócratas en el Congreso norteamericano, en una puja por el
poder con los halcones del Pentágono a quienes no
pudieron arrebatar por vía electoral los negocios y el poder de la Casa
Blanca.
La medición, realizada el fin de
semana pasado, reveló que más de la mitad de la población favorece que las
tropas estadounidenses abandonen territorio iraquí en 12 meses, igual que
pensaban sobre Vietnam en 1970.
La Casa Blanca rechaza la comparación entre ambas guerras, fundamentalmente por
las profundas huellas que dejó Vietnam en la psicología de la sociedad
estadounidense y el temor a que vuelva a repetirse el desastre militar.
Las recientes revelaciones de que
EEUU utilizó armas químicas, el reactualizado escándalo de las
torturas a presos iraquíes, y la encarnizada
campaña mediática llevada a cabo por los medios opositores a Bush con los
influyentes The New York Times y The Washington Post a la cabeza, agrega
combustible a la guerra por el poder lanzada por los demócratas
aprovechando la caída pronunciada del presidente George W Bush en las encuestas.
La guerra con munición pesada desatada contra la Casa Blanca
tras el Katrina se complementó con
la afirmación de que los elevados costos de la guerra de Irak, combinados
con las exenciones de impuestos al sector más rico de la población, y la
fijación con la "seguridad interna", redujo la cantidad de fondos
destinados a impedir desastres naturales como los que produjeron los
huracanes.
En este contexto, y según coincide la
mayoría de los expertos en
Washington, el escándalo con el "CIA-Gate", o el "caso Plame" , trascendió lo judicial y se
convirtió en un ajuste de cuentas post-electoral para los sectores
demócratas y grupos del establishment que se vieron postergados tras las
elecciones de noviembre pasado de acceder a la Casa Blanca con la reelección de
Bush.
El escándalo del
"CIA-Gate", como se
recordará, está centrado en la filtración a la prensa de
la identidad de Valerie Plame como agente de la CIA en julio de 2003. En EEUU dar a
conocer la identidad de un agente secreto es considerado un delito federal
por la justicia de EEUU.
El escándalo con el "caso
Plame", y sus derivaciones en la justicia, levantó nuevamente versiones de
que detrás de la acusación contra los funcionarios de la Casa Blanca hay un plan
encubierto para destituir a Bush y a su vice antes de la finalización de su
mandato.
No faltan los que predicen
que EEUU está al borde de una
crisis presidencial y constitucional, que en última instancia llevará a hacer
parecer minúscula la destitución de Richard Nixon en 1974.
El
diario estadounidense Los Angeles Times (quien se había pronunciado por la
candidatura de Kerry en la última elección) describió hace cuatro semanas un
escenario
político catastrófico para los republicanos, de cara a las elecciones
parlamentarias en 2006 en EEUU, las que se verán afectadas por el descenso en
la popularidad del presidente George W. Bush, quien concita el apoyo más bajo de
toda su gestión.
Pero ahora parece ser el "Síndrome Vietnam" el que está copando el
escenario de la guerra por el poder entre republicanos y demócratas en EEUU.
Este miércoles, el ex presidente
estadounidense, Bill Clinton, reiteró sus críticas al gobierno de Bush desde
Dubai, donde aseguró que la invasión de Irak fue "un gran error".
A diferencia del
sentimiento genuino de los familiares de las víctimas y de la población en
general, la maniobra de los políticos demócratas y de un sector del
establishment estadounidense no está exenta de oportunismo y doble
discurso.
El gobierno de Bush, acorralado por el desprestigio y el bajón en las
encuestas, "defiende" su posición calificando a los demócratas de
"irresponsables" y de haber aprobado en octubre de 2002 las acciones militares
emprendidas contra el régimen de Saddam Hussein.
Estos mismos
demócratas (tanto como Kerry que fue su candidato en la últimas elecciones)
apoyaron la invasión a Irak en el 2004 y suscribieron todos los presupuestos
militares solicitados por Bush en el marco de la ocupación de Irak como en el de
la "guerra contra el terrorismo".
De cualquier manera, entre los
numerosos frentes de tormenta que azotan a la Casa Blanca (el "efecto Katrina", las "mentiras" sobre las armas de Saddam Hussein,
el escándalo con las torturas en Irak, el
"CIA-Gate" entre otros) las torturas y la
utilización de armas químicas en Irak, parecen ser donde más nítidamente se presenta la posibilidad de que sus
principales funcionarios, con Bush y Cheney a la cabeza, paguen costos
políticos aún muy difíciles de determinar.
En sintonía con las editoriales de
The New York Times, la oposición y los demócratas consideran que la agresión
militar hizo a Irak un país
"menos seguro", en franca
contraposición con la postura de la Casa Blanca.
Afirman que la mejor manera de
combatir a la "insurgencia" es sacando de Irak a los militares del Pentágono.
En eso de que Irak es
un país "menos seguro", no se sabe bien que quieren decir los sectores
que quieren derrocar a Bush, " ya que la invasión de 140.000 soldados y tanques norteamericanos, que ellos
avalaron y apoyaron, le quitaron la seguridad y la vida a más de 100.000 iraquíes,
entre ellos niños, mujeres y ancianos.
Pero aunque
oportunista, la movida de los demócratas tiene su lado positivo, dado que
a través de ella se orienta a crear el gran debate nacional "sobre los
muertos de Estados Unidos en Irak"
que estaba previsto para el último tramo de la campaña
electoral de Kerry antes del 2 de noviembre, y que finalmente fue desechado por
su equipo de campaña.
Siempre se dijo por otra parte -todos los expertos en Estados Unidos así lo
sostienen- que el Talón de Aquiles de Bush en Irak eran los soldados
estadounidenses muertos o mutilados que dejaría la ocupación.
El sentimiento "anti-Vietnam" es tan fuerte como el miedo al "terrorismo" en las
franjas mayoritarias de la sociedad estadounidense.
Bush, así coinciden todos
los especialistas, ganó las elecciones con el "miedo al terrorismo"
porque Kerry y los demócratas no pudieron imponer el "Síndrome Vietnam"
como ámbito de debate electoral en noviembre pasado.
La actual movida de los legisladores demócratas sólo se trataría de la
primera fase de una ofensiva para exigirle a Bush
que transparente la verdadera cifra de muertos y heridos
estadounidenses en las masacres del triángulo suní
y en todo Irak.
De esta manera tratan de que Bush, que contó hasta ahora
con el silencio y la complicidad de la opinión pública internacional para
ejecutar su genocidio militar en Irak, encuentre su
Waterloo político dentro de su propio Imperio.
El "Síndrome Vietnam", a
medida que se suman los marines muertos y heridos en Irak,
y con el programa de rechazo y movilizaciones que se
avecina tanto en EEUU como en el mundo, se cierne cada
día con más certeza sobre la cabeza de George W
Bush.
Según la agencia cubana Prensa
Latina, "algunos analistas temen que se produzca un "Mentira-gate" que
lleve al actual ocupante de la Casa Blanca a algo parecido al Watergate del
presidente Richard M. Nixon o que al menos debilite más su mandato y se vea
obligado a reconocer su error".
El golpe de Estado y los
flancos "vulnerables" de Bush

En Washington se señala al caso de las torturas de presos
iraquíes, a las investigaciones sobre las ADM de Saddam, la utilización
de armas químicas en Irak, y al "CIA-Gate", como los cuatro
principales "flancos vulnerables" de Bush, sobre los cuales se pueden
montar estrategias legales para derrocarlo o destituirlo a través de una
movida parlamentaria-judicial de alto espectro.
Incluso
también se habla de que un proceso de enjuiciamiento de Cheney o de Rumsfeld
(principales responsables después del presidente) detonaría
automáticamente el proceso de enjuiciamiento a Bush que podría terminar
con el presidente en el banquillo de la justicia, o
destituido por un juicio político.
La
mayoría de los expertos coincide en que el golpe de Estado institucional, sea
con el "Cia-Gate" o con el "Síndrome Vietnam", es el desenlace natural de
la guerra por el poder entre republicanos y demócratas".
El temor de ser enjuiciado -posible punto de partida de
destitución o impugnación electoral- se ha convertido en una obsesión para Bush
y sus funcionarios más cercanos, a punto tal, sostienen algunas fuentes y
periodistas de Washington, que tanto el presidente como su segundo, Dick
Cheney ya tienen contratados cada uno a dos prominentes abogados expertos en
temas legales-administrativos de Estado.
En cuanto a
las "mentiras" sobre las armas de Saddam (que sirviera de justificativo
para invadir Irak), informes del Congreso de EEUU señalan que la
Oficina de Planes Especiales utilizó informes
frecuentemente aportados por el iraquí favorito de los neoconservadores,
Ahmed Chalabi (agente de la CIA y ex
favorito del Pentágono para gobernar Irak)
, para preparar alarmistas documentos de inteligencia que
reforzaron los argumentos a favor de la invasión a Irak.
Esos datos luego llegaban a la
Casa Blanca a través de Rumsfeld o del vicepresidente Dick Cheney,
polea de trasmisión del lobby judío en el entorno
presidencial, sin pasar por organismos establecidos como la Agencia
Central de Inteligencia (CIA) o el resto de las agencias
de la comunidad de inteligencia estadounidense.
Según los indicios
disponibles, estos informes políticos "extraoficiales",
organizados por Wolfowitz, Feith y Rumsfeld en la Oficina de Planes
Especiales (OPE), fueron la fuente de la evidencia
fabricada que luego se empleó para
elaborar la sustancia doctrinaria de la "guerra preventiva" con
la cual se justificó la invasión y la ocupación de
Irak.
Desde esa estructura paralela de inteligencia se sospecha
que se realizó la operación de reclutamiento, entrenamiento y financiación de
los grupos islámicos englobados en la red Al Qaeda de Bin Laden, que
luego ejecutaron el atentado del 11-S dentro de un plan operativo
coordinado con el servicio secreto paquistaní.
En cuanto a los casos de torturas de presos iraquíes,
en forma
sarcástica, Ray McGovern, un reputado ex funcionario de la CIA,
señaló una vez que saltó el escándalo que "probablemente
el presidente haya leído ahora el memorándum que Alberto González, consejero
legal de la Casa Blanca, le envió el 25 de enero de 2002",
refiriéndose a un artículo publicado en Newsweek,
que pone en evidencia que el Código Penal de Estados Unidos de 1996 considera
como un crimen castigado con pena de muerte rescindir, ignorar o exentar la
Convención de Ginebra sobre "crímenes de guerra",
figura que podría ser aplicada en el caso de las torturas en Irak.
Ray McGovern
es un analista que fue funcionario de rango de la
CIA durante dos décadas, cuyas opiniones son habitualmente
utilizadas por los sectores "críticos" a Bush y por las usinas mediáticas
vinculadas a la campaña de los demócratas.
McGovern no
descarta, incluso, que otra administración pudiese enjuiciar a Bush, sobre todo
teniendo en cuenta que
el encargado de derechos
humanos de la ONU afirma que las torturas en Abu Ghraib constituyen
"crímenes de guerra".
Como sostiene el pensador argentino Adrian Salbuchi, el
golpe de Estado "a la USA” apunta
directamente a la cabeza del ocupante máximo del gobierno (o sea, el presidente
y sus principales colaboradores) pero, sabiamente, deja intacta la estructura del
poder de Washington.
El caso más resonante de la historia
reciente fue el asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy en 1963.
Se impone, entonces, la necesidad de
propiciar un recambio que logre el objetivo buscado (desplazamiento de
Bush), al tiempo que se preservan las estructuras de poder nacional (o sea, sin
que desde afuera se perciba la sorda lucha interna por el poder ni los
incipientes golpes palaciegos).
Muy difícilmente los sectores "anti-Bush" de EEUU ( establishment de
poder, Partido Demócrata, y estructura mediática con The New York Times y The
Washington Post a la cabeza) dejen pasar la oportunidad de utilizar el "síndrome
Vietnam" devenido en "Síndrome Irak" para derrocar a Bush y hacerse del
sillón y los negocios de la Casa Blanca.
Se
trata de una guerra por el poder (y no de una cruzada moral por la
"verdad" como dicen los medios "anti-Bush"), donde un sector del Imperio intenta
desplazar al otro para reemplazarlo.
Y la lógica de la guerra también es clara:
si Bush es derrocado por un golpe institucional (de la misma manera que cuando
sacaron
a Kennedy con su asesinato), los negocios de Wall Street y de las corporaciones
armamentistas y petroleras seguirán
funcionando con otro presidente que sea la contrapartida de la imagen de Bush.
Y esta lógica perversa se
alimenta de un axioma de máxima: Bush se va, el sistema capitalista queda.
Y esta vez le tocará el turno a un demócrata
en la Casa Blanca para gerenciar
los mismos negocios y masacres militares, pero sin Bush.
Lo de Bush y el desenlace de su destino con el "Síndrome Vietnam", parece
inexorable.
Al menos -y como lo venimos anticipando- que aparezca nuevamente en el teatro de
operaciones de la guerra el escuadrón dinamitero de Bin Laden y Al Qaeda.
Esa es la otra variable estratégica de la guerra que Bush y los halcones sacan
de la manga cuando las "papas queman".
Y las papas ya están ardiendo en la Casa Blanca habitada por Bush.
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