Por
Rodrigo Guevara -
rodrigoguevara@iarnoticias.com
"Humanizar" el capitalismo
Lo que hoy conocemos como "nueva
izquierda democrática" no cuestiona a la estructura funcional y filosófica del
capitalismo como sistema de dominación, sino a los hombres o grupos que conducen
esa estructura desde la "derecha".
La "nueva izquierda" no se se opone
al capitalismo como sistema de dominio totalizado (económico, político, militar,
social-cultural y mediático), sino al rostro "derechista" del capitalismo
expresado por los grupos políticos y/o personas identificadas con
pensamientos e ideologías "conservadoras".
De la misma manera no cuestiona la
esencia explotadora del hombre por el hombre del sistema capitalista, cuyas
leyes históricas y deterministas están probadas estadísticamente, sino a quienes
conducen "mal" el sistema capitalista y lo convierten en injusto.
La nueva izquierda, si bien cuestiona
y denuncia la existencia de las transnacionales capitalistas, no asocia
claramente ese poder (por encima de gobiernos) con el capitalismo como
sistema totalizado de dominio, que abarca no solamente lo económico sino que
se proyecta a todos los planos de la vida económica, política y social,
incluida la psicología del dominado.
Para la "nueva izquierda" el sujeto
de "dominio imperial" no está constituido por los modernos segmentos de
control mediático-cultural-consumista con que las potencias y
trasnacionales capitalistas hegemónicas nivelan conductas masivas sumisas en
todo el planeta, sino por "grupos militaristas de derecha" que invaden
países por la vía armada.
Por lo tanto, la izquierda, como la
conocemos ahora, no plantea cambiar el sistema capitalista (cambiar el mundo,
construir el hombre nuevo como decía la vieja izquierda del Che), sino
"humanizar", tornar más "justo" el rostro explotador del viejo capitalismo.
La cuestión filosófica y política ya
no es tomar el poder, destruir al capitalismo, para cambiar el mundo, sino
sustituir a los hombres que convierten al capitalismo en "salvaje" e "injusto",
los que, obviamente, se encuentran situados del lado de la "derecha" o del
llamado "neoliberalismo".
De esta manera la concepción
política, filosófica e ideológica de la "nueva izquierda" queda
circunscripta no ya a la búsqueda de un proceso revolucionario
"antisistema" (cambiar de raíz el capitalismo) sino a la búsqueda de una
"humanización" del capitalismo convertido en injusto por la "derecha
conservadora".
La "derecha" (y no la
revolución anticapitalista) es el parámetro que por oposición identifica y da
sustento funcional y doctrinario a la "nueva izquierda" como pensamiento
"revolucionario".
Sin objetivos de "toma del poder"
(terminar con el sistema capitalista y establecer instituciones y formas
políticas alternativas al mismo) la funcionalidad práctica de la "nueva
izquierda" queda reducida a cambiar hombres y a "reformar" aquellas
estructuras del sistema que son socialmente "injustas".

Para la "nueva izquierda" la
"alternativa" no es la revolución sino un cambio de "piezas" (hombres y
métodos) para que el sistema consiga "excelencia" y sea más "justo".
La vieja guerra entre "derecha" e
"izquierda", que en el pasado se representaba en dos concepciones del mundo
diametralmente diferentes y opuestas, una "capitalista" (la "derecha") y otra
"anticapitalista" (la "izquierda"), se resume en una competencia por el
control político del Estado dentro del mismo sistema capitalista.
Por lo tanto (y aquí surge la primera
conclusión) la "nueva izquierda" ya no basa su estrategia organizativa y
funcional en la toma del poder armado, sino en la "toma del gobierno" a
través de elecciones planteadas en los marcos de la democracia burguesa
capitalista.
Los "gobiernos progresistas" (donde
la "nueva izquierda" gerencia estados y sistemas económico-productivos
controlados por el establishment de poder económico asociado al capitalismo
trasnacional) son el resultante político de la "nueva izquierda" como
alternativa de "cambio" situada únicamente en el plano del discurso político.
De esta manera, el destino de la
revolución ya no está en manos de líderes y organizaciones guerrilleras que
luchan en la clandestinidad por la toma del poder armado, sino en manos de
gobernantes de estados burgueses legitimados por elecciones como Chávez, Lula, Kirchner, Tabaré
Vázquez y la reciente incorporación de Evo Morales
El Departamento de Estado acuñó un
término para definir a esta nueva corriente: "izquierda políticamente
correcta".
Al no plantear el "cambio del
sistema" sino la "reforma del sistema", al no cuestionar la esencia
genocida y explotadora del hombre por el hombre del sistema capitalista, la
"nueva izquierda" se convierte en un necesario "rostro progresista" del
capitalismo cuya función es corregir lo que funciona mal, principalmente en
el campo social y económico.
En la visión de la "nueva
izquierda" la lucha contra el imperio capitalista y sus invasiones armadas no es
la lucha contra el sistema capitalista que necesita conquistar militarmente
nuevos mercados para la expansión de sus bancos y transnacionales, sino la
lucha contra un grupo de dirigentes fundamentalistas (por ejemplo, Bush y los
halcones "neoconservadores") que se apoderan de las estructuras del Estado para
realizar sus "ambiciones personales".
Chávez, por ejemplo, no ataca al sistema
capitalista entendido como totalidad dominante que incluye tanto a los
"demócratas" como a los republicanos estadounidenses, ataca al "imperialismo
yanqui".
¿Y que es el "imperialismo yanqui"?
Habría que preguntárselo a Chávez que recibe apoyo
y adhesión de las usinas mediáticas y financieras de los sectores "demócratas"
yanquis que están embarcados en derrocar a Bush para quedarse con la
Casa Blanca.
¿Alguien escuchó hablar a Chávez -expresamente-
contra el sistema capitalista de explotación del hombre por el hombre que
trasciende a la historia del imperio norteamericano?
No, el presidente de Venezuela solo habla del
"imperio yanqui" y de Bush.
Ese es el "secreto" de Chávez.
Los "nuevos teóricos"

La ausencia de un análisis dialéctico
del "Estado imperial capitalista" como sistema totalizado de dominio lleva a los
teóricos de la "nueva izquierda" a pensar que terminar con la "derecha
conservadora" (su único enemigo) abre la vía para la instauración de un
"capitalismo sin guerras" donde los bienes producidos sean repartidos con
mayor equidad.
En esta lógica individualista y
voluntarista (donde los hombres y no el sistema son el determinante) están
excluidas las leyes de la plusvalía, de la búsqueda de rentabilidad permanente,
y de la concentración de riquezas en pocas manos, que definen y caracterizan las
leyes de funcionamiento histórico del capitalismo.
Y ahí está la historia del
capitalismo imperial de EEUU como ejemplo: tanto con administraciones demócratas
("liberales") como con administraciones republicanas ("conservadores") las
invasiones militares por conquista de nuevos mercados y ganancias para los
bancos y transnacionales de Wall Street y del Complejo Militar Industrial
norteamericano, nunca se detuvieron.
No obstante, y alejados de cualquier
asociación estadística, los teóricos y sostenedores políticos de la "nueva
izquierda" (ignorando olímpicamente las leyes históricas del capitalismo) creen
que la sustitución de Bush y los halcones neoconservadores por una
administración demócrata abriría el camino a una corriente pragmática de
cambios "progresistas" en el sistema imperial capitalista encabezado por
EEUU.
Lo que, funcionalmente, equivale a
creer que los bancos y trasnacionales que históricamente desatan guerras
militares de conquista de mercados y de recursos naturales (incluidos energía y
petróleo), van a renunciar a la plusvalía y a la concentración de riquezas que
conforman su esencia histórica de supervivencia en el planeta.
Para la "nueva izquierda" la
injusticia del mundo (con su emergente de miles de millones viviendo en la
indigencia, el hambre y la exclusión social) no es el emergente de un sistema de
saqueo y de concentración de riquezas en pocas manos (el capitalismo) sino el
producto de "voluntades personales" que utilizan al Estado imperial para
sus propias fechorías.
De manera tal que si se derrota a
esos grupos (ubicados en el espectro de la "derecha conservadora, militarista y
fundamentalista) la humanidad habría ganado una lucha hacia la consolidación de
un sistema social, político y económico más justo, sin toma del poder
revolucionario y sin derramar una sola gota de sangre en la pelea.
En otras palabras, y se cumpliera los
deseos imaginarios de la "nueva izquierda", la sola derrota de la "derecha
conservadora" haría que las multinacionales y el establishment de poder
económico imperial renunciara a sus ganancias y a sus crecimientos expansivos
basados en las conquistas de mercados, recursos naturales y mano de obra barata,
solo realizables por vía de la conquista armada y el dominio político por medio
de gobiernos sometidos.
Enemigos "integrados": la exclusión de la
"tercera ideología"
De esta manera la "nueva izquierda"
asimilada al sistema capitalista (tanto en Europa como en EEUU, o en
Latinoamérica y el resto del mundo dependiente) se convirtió en un juez
inapelable y crítico de su archienemigo: la "derecha" conservadora.
De tal manera que los parámetros
funcionales del "mundo globalizado" (controlado por el sistema capitalista y sus
estructuras militares, económicas, políticas ) hoy se guían por la lucha
electoral y mediática entre la "izquierda" y la "derecha" por la conquista del
aparato de Estado capitalista.
Ya no es la guerra (militar-clasista)
entre dos sistemas opuestos y excluyentes, sino una guerra
(electoral-pacifista) entre dos facciones opuestas del mismo sistema.
En las recientes elecciones en
Bolivia se comprobó que la "nueva izquierda", aceptada y presentada como
"alternativa civilizada" por el aparato mediático internacional, puede ser
votada tanto por las mayorías oprimidas como por las clases medias y altas
opresoras, como sucedió con Evo Morales en Santa Cruz.
Ambas corrientes (la "nueva
izquierda" y la "derecha") están niveladas planetariamente como ideologías
aceptadas, dominantes y excluyentes dentro del sistema, que rechazan de igual
manera una "tercera ideología" que plantee (como lo hacía la vieja
izquierda) terminar con el sistema capitalista y sustituirlo por otro.
De esta manera, quien proponga
metodologías políticas de "cambio de sistema" encuadradas en los viejos métodos
de "toma del poder revolucionario": huelgas salvajes, tomas de fábricas o de
empresas, sabotajes, bloqueos de rutas o de calles, o lucha armada clandestina,
va a ser condenado tanto desde la "derecha" como desde la "izquierda" del
sistema.
Los que proponen los viejos métodos
que forjaron las revoluciones y cambios del sistema del pasado (desde la
revolución francesa hasta aquí) han devenido, por imperio de la nueva lógica, en
"violentos", y están excluidos del universo del pensamiento
dominante establecido como "frontera racional" tanto por la "nueva izquierda"
como por la "derecha conservadora".
La nivelación planetaria de ambas
ideologías (y la represión de una "tercera ideología violenta" por parte
de ambas) garantiza que un militante de la "nueva izquierda" o un militante de
"derecha" coincidan en la defensa de la "democracia y el estado de derecho"
burgués tanto en Europa, EEUU, Asia, Africa o Latinoamérica.
Si bien "izquierda" y "derecha" son
antitéticas en cuanto a su concepción "ideológica-funcional" del sistema
capitalista del cual forman parte, coinciden plenamente en la "democracia
electiva y parlamentaria" como resolución de sus disputas por el control del
aparato del Estado burgués capitalista.
Tanto la "nueva izquierda" como
la "derecha conservadora" coinciden en que sus luchas por el poder dentro de los
marcos del sistema no deben traspasar los límites de la "convivencia
democráticas" ni alterar el funcionamiento de las instituciones
económicas, políticas, jurídicas y sociales del capitalismo.
La "nueva izquierda" no cuestiona el sistema democrático con elecciones
periódicas para legitimar autoridades (que el sistema capitalista impone como
estrategia de dominio y control político en los países dominados) sino que lo ve
como el instrumento esencial para construir el capitalismo de "rostro
humanizado".
De manera tal que, despojada de todo
contenido excluyente, transformador y revolucionario, la "nueva izquierda" se
asimila en el lenguaje y en el discurso de las instituciones destinadas a
darle un "rostro humanitario" al sistema.
Por ejemplo la ONU, y las ONG,
gubernamentales y no gubernamentales, que sirven de sostén logístico y
organizativo para proyectar a la "nueva izquierda" como alternativa
política a la "derecha conservadora" en la gerenciación del Estado
burgués, tanto en los países capitalistas centrales como en el mundo
dependiente.
Continuará