(IAR-Noticias) 30-En-06
Por
Manuel Freytas - manuelfreytas@iarnoticias.com
El Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), ganador con mayoría absoluta de
las elecciones palestinas del pasado miércoles, anunció el sábado en Damasco
(Siria) que piensa continuar con "la resistencia".
La organización que ganó el gobierno palestino
rechazó el sábado la presión internacional para que deje las armas y por el
contrario anunció que creará un ejército nacional unificando a todas las
fuerzas de seguridad de los territorios.
Esto implica -según su propia
declaración- que la organización de liberación palestina va a proseguir con la lucha
armada contra Israel, pese a las presiones de EEUU y las potencias europeas
para que abandone la violencia y reconozca al Estado judío.
Esta postura, y por el contexto donde
se la expresó (Siria) quiebra el stau quo de las "negociaciones de Paz" en la
que se basaba la relación de Israel, EEUU y Europa con el Estado palestino
controlado por el gobierno de Abas y Al Fatah, tan empeñado en combatir
al "terrorismo" de Hamás como las propias potencias imperialistas
capitalistas.
Imprevistamente, el demoledor
triunfo electoral de Hamás modificó el tablero y las relaciones de fuerza:
Hamás, por imperio de su victoria en las urnas, pasó de ser minoría
"extremista" a "mayoría democrática" en el territorio palestino conquistado
por los tanques israelíes.
En Washington y en Tel Aviv saltaron
todos los tapones: la situación quebraba las reglas establecidas y creaba
un nuevo escenario donde los "malos" (el "terrorismo" de Hamás) pasaban a
ocupar el lugar de los "buenos" (el gobierno de la ANP controlado por Al
Fatah, alumno aplicado y maleable de la estrategia judeo-norteamericana.)
Para muchos medios y analistas
árabes, el abrumante resultado electoral resultó claramente un "castigo del
pueblo palestino" a la condescendencia y sometimiento de Abas (un reconocido
ex agente judeo-norteamericano de la CIA) y de Al Fatah a las reglas impuestas
por el invasor sionista y su protector norteamericano.
La nueva situación (Hamás, enemiga a
muerte del Estado judío, convertida en "mayoría democrática" y en control del
Estado palestino) detonó una crisis inédita entre los "tanques de
pensamiento" de Washington que debieron pasar varias horas reordenando su
propio tablero cerebral antes de formular alguna respuesta.
La crisis era obvia: una cosa era
tratar y vérselas con una Hamás "terrorista y minoritaria", y otra,
radicalmente diferente, es lidiar con una Hamás que acaba de arrasar en las
urnas, y consagrado como "mayoría" en las reglas de los "procesos
democráticos" exportados a los países dominados por el Departamento de Estado.
¿Como responder al triunfo de Hamás,
sin quebrar las reglas de "respeto por la democracia"?.
De apuro, los estrategas de
Condoleezza Rice y Karl Rove sacaron una formula de la galera: no se puede
estar con un pie en la "democracia" y otro en el "terrorismo".
Las cadenas mediáticas la expandieron
al mundo, y comenzó la operación de presión internacional para que Hamás
"abandone las armas" y se pliegue a un proceso de convivencia en paz con su
vecino (invasor) israelí.
Pero la consigna y el método de
presión cocinado de apuro por Washington-Tel Aviv-Europa resultó débil y
de difícil aplicación en un contexto donde Hamás -por imperio de su triunfo
democrático en las urnas- había adquirido la potestad de decidir
soberanamente el rumbo político del Estado palestino.
Algunos medios y analistas en Europa
y en EEUU concluyeron que la elección palestina los metió a Israel, EEUU y
Europa en una "trampa": si presionan demasiado y abiertamente contra
Hamás corren el riesgo de romper las formas de los "procesos democráticos" que
vienen implementando "exitosamente" en los países ocupados, como es el caso de
Irak y Afganistán.
Salvo la Palestina del miércoles
pasado, en esos países las urnas legitimaron "gobiernos aliados" de
Washington tipo Al Fatah.
¿Como terminar con Hamás sin romper
las "formas democráticas" impuestas en los territorios ocupados militarmente?
La pregunta del millón que deberán
responder frente a los estados mayores de Washington y Tel Aviv los comandantes
estratégicos de la CIA y del Mossad, que ya están buscando "soluciones
adecuadas" en el nuevo teatro de operaciones.
La estrategia del "cerco a Siria"
Con Hamás en el gobierno palestino, y
su decisión de "no negociar" se desmorona la estrategia de dominación que tenía
como actor central a la relación ANP-Al Fatah con el eje Washington-Israel,
que se proyectaba como "modelo a imitar" en todo el espectro del Medio Oriente.
Tal como sucedió en Afganistán y en
Irak (territorios ocupados militarmente) la zaga imperial Bush-Sharon, tras la
muerte de Arafat, llamó a elecciones para "democratizar" al ocupado territorio
palestino, siguiendo la tendencia de colocar a gobiernos títeres
colaboradores de la ocupación, en este caso el de
Mahmud Abas.
El proceso "democratizador" se lanzó después de que, en mayo de 2004, y en el marco de la
Operación Arco Iris, que los militares israelíes denominaron de
"limpieza", el ejército sionista de Sharon asesinó a 70 palestinos
en tres días de incursión aérea y terrestre en la región de
Rafah, al sur de la franja de Gaza, según estimaciones palestinas.
Todos los
observadores coincidieron en
que se trató de uno de los más feroces
y sangrientos operativos que las fuerzas sionistas
realizaron en Gaza desde la ocupación de Israel en 1967.
Esta estrategia de la
"opción militar" sin careta, aplicada al Medio Oriente, comenzó
tras el
asesinato de Yassin, el
líder espiritual de Hamas, después que Bush le diera
en Washington luz
verde a Sharon para iniciar
la operación "asesinatos selectivos" proyectada desde Gaza
a todo el territorio palestino, y cuya ejecución debería servir de ejemplo y
escarmiento para los que -de ahora en más- se atrevieran a enfrentarse
a la bota invasora del primer ministro de Israel.
Se inició la era de los "asesinatos selectivos" (ejecutados sin contemplaciones por helicópteros
y misiles de última generación), la caza del
"tiro al
pichón" contra los dirigentes y militantes que se presentaban como blancos
visibles,
las demoliciones sistemáticas de viviendas en
Rafah,
masacres humanas sostenidas y diarias cuya impunidad fue posibilitada por
la complicidad de la ONU y los gobiernos europeos.
Concretamente, y en términos estratégicos, se impulsaba una
"solución militar extrema" para luego establecer la "paz" con un
gobierno títere elegido en la urnas, tal como sucedió con la administración de
Abas tras la muerte de Arafat.
Luego de terminar con la vida de
Arafat (todas las hipótesis y estudios médicos sugieren que fue envenenado) el
eje Washington Tel Aviv consiguió -mediante comicios- instalar a su conocido
doble agente,
Mahmud Abas, quien respondía sumisamente al plan de "pacificación" impuesto tras
el exterminio militar.
La nueva estrategia consistía en el repliegue de las fuerzas israelíes delegando la represión en la policía "colaboracionista" de Abas, en tanto el
ejército israelí -tal como lo hace el ejercito norteamericano en Irak- mantenía
su poderío invasor convertido, paradojalmente, en el custodio armado de la
"democracia" palestina.
La
"paz" forzosa sellada entre el Estado de Israel y la administración palestina de Mahmud
Abas fue frágil y débil debido a los enfrentamientos que suscitó, tanto entre los israelíes como del
lado palestino donde las organizaciones armadas encabezadas por Hamás resistían un acuerdo con los
ocupantes judíos.
La "tregua" entre Tel Aviv y la
Autoridad Palestina generó una situación ambivalente: por un lado Sharon reprimía
las organizaciones de ultraderecha judías que resistían a un acuerdo de entrega
de Gaza, y
por el otro Abas (un histórico doble agente de EEUU e Israel) mandaba reprimir
con la policía palestina a los militantes armados que intentaban expulsar y
atacaban al ejército sionista.
Este statu quo vigente estalló y saltó por el aire con las elecciones del
miércoles pasado que convirtieron a Hamás en nuevo gobierno palestino.
Estalla el tablero sionista

La caída del gobierno de
Mahmud Abas -así
coinciden la mayoría de los expertos- rompe los esquemas estratégicos diseñados
por Washington y Tel Aviv para controlar militar y políticamente la explosiva
región del Medio Oriente, cuya columna vertebral es el ataque militar a Siria.
En términos estratégicos, la
Operación Siria (invasión y sometimiento militar), pieza maestra del plan
judeo-norteamericano, busca como objetivo
estratégico afianzar el control de las reservas
energéticas en el Medio Oriente y en los Estados del
Golfo, asegurar una base de control geopolítico-militar con
proyección a Irán y Asia, y seguir con las conquistas de
nuevos mercados, apoyándose en el poder
nuclear-militar de Israel a nivel regional.
No son pocos los expertos que coinciden
que sin la conquista de Siria una operación militar judeo-norteamericana contra
Irán reduce sus posibilidades de éxito en un 50%.
Muchos analistas militares
norteamericanos (incluso del Pentágono) sostienen que sin el exterminio de las
bases logísticas y organizativas que alimentan al "terrorismo islámico" en Irak
y Medio Oriente desde Siria, una operación militar contra Irán sería suicida
dado que unificaría a los comandos guerrilleros (más allá de su estado
confesional) en un sólo frente contra el eje EEUU-Israel.
Tanto la operación con el asesinato de Hariri en Libano,
los atentados terroristas en Jordania,
como el crimen del periodista libanés, Tueni, se orientaron a probar que Siria sigue estando detrás de todas las operaciones terroristas a través de
la presencia en su territorio de bases y campos de entrenamientos
de "extremistas" islámicos.
Las ideas
fuerza de "Siria protectora de terroristas", lanzadas masivamente por medio de consignas periodísticas, "cierran" con
el plan madre del sionismo judeo-norteamericano de Washington fogoneado por la
troyka de expertos neoconservadores del Lobby judío-cristiano de la Casa Blanca
y el Pentágono.
Este lobby, dirigido políticamente desde la Casa Blanca
por el vicepresidente Dick Cheney, y liderado en la secretaría de Defensa
por su titular, Donald Rumsfeld, representa en esencia el interés
de las armamentistas, las petroleras
y los consorcios de servicios que operan
contratos millonarios con el Pentágono
estadounidense.
No bien consumado los ataques
terroristas en Jordania, EEUU e
Israel desarrollaron el mismo esquema que utilizaron con el asesinato de Hariri
en Líbano: culparon del atentado a las fuerzas "terroristas" de Al Qaeda con
bases operativas en Irak y Siria.
Tras el apoderamiento militar de Irak, y la retirada de las tropas
sirias del Líbano, en el tablero sólo
quedan dos países fuera de control:
Irán y Siria.
Siria
-según una mayoría de expertos- es un objettivo aún más "inmediato" que Irán, dado que el Pentágono
necesita neutralizar una posible convergencia masiva de los combatientes
islámicos (provenientes de Siria y el Medio Oriente) a Irán en caso de que este
sea atacado militarmente por EEUU.
Tras la expulsión de las tropas sirias del Líbano,
y en control de Palestina, el eje Washington-Tel Aviv intentaba consolidar una
"triple frontera" militar contra Siria (Irak al Este, Líbano al Oeste,
Jordania al Sur) desde la cual emprender una acción envolvente contra el
gobierno de Damasco, para establecer en su lugar un régimen títere y funcional a
la estrategia judeo-norteamericana en la región.
Cumplimentados estos requisitos -según expertos árabes y sirios- quedaba
despejado el camino para el comienzo de los ataques militares aéreos contra
Siria, complementados por operaciones especiales terrestres lanzadas desde
las "cabeceras de playa" en Jordania y el Líbano.
En control del Libano y de Palestina
(asegurado por el gobierno "aliado" de Abas-Al Fatah) aseguraba al eje
Washington-Tel Aviv una "retaguardia controlada" para concretar su plan
de ataque militar a Siria, cuya primera fase sería la aprobación de sanciones y
de un bloqueo comercial en la ONU.
La derrota de Abás y de su gobierno,
y el acceso de Hamás a la nueva administración Palestina,
convierte a la, hasta ahora, "retaguardia controlada", en un infierno
anunciado de conflictos cuyo desenlace ningún analista se anima a
pronosticar.
Hamás, el sábado en Siria (donde hace pocos días mantuvo una reunión con el
presidente de Irán), ya adelantó sus planes de creación de un "ejército
nacional" embebido en los principios de liberar al territorio palestino de
la opresión israelí.
Estas declaraciones hicieron estallar
los cerebros operativos, tanto en Washington como
en Tel Aviv, dado que rompe con el esquema estratégico del "Plan de Paz"
diseñado por los socios europeos de Israel y EEUU y articulado con mano maestra
por el (hoy en estado vegetativo) primer ministro Ariel Sharon.
Según comienza a deslizar la prensa
norteamericana, los estrategas del Departamento de Estado temen que el
"síndrome Hamás" se expanda con efecto dominó por toda la región, incluido
el vecino Líbano
Y, como sostienen expertos, antes de
ocuparse de Siria el Pentágono y la CIA van a tener que apagar el incendio
de la Palestina gobernada por Hamás.
Algo que, según parece, no les va a
resultar fácil.
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