(IAR-Noticias) 21-En-06
Por
Manuel Freytas - manuelfreytas@iarnoticias.com
En
la agenda de la inteligencia militar estadounidense Bin Laden
obedece a dos tipos de construcciones.
Una verdadera, asociada con las redes secretas del terrorismo,
y otra fabricada para consumo mediático.
En la primera,
se indica que su formación de soldado terrorista proviene de los sótanos
históricos de entrenamiento de la CIA.
Y en la
segunda, las evidencias lo señalan como un espectro fantasmal sobre el
cual se montan innumerables campañas de prensa internacional.
Cuyos resultados
fueron hasta ahora siempre funcionales a los intereses estratégicos del
Estado imperial norteamericano, que ya concretó dos invasiones militares
(Afganistán e Irak) con la leyenda del "terrorismo de Al Qaeda" como
justificativo y telón de fondo.
Al margen de su
extensa biografía, también en gran parte construida por la CIA, Osama recién
ingresó a la fama internacional tras la voladura de las Torres Gemelas en
Nueva York, el 11 de
septiembre de 2001.
Sobre su figura
se tejieron todo tipo de historias, de dudoso origen y siempre favorables
al ocultamiento de datos que lo vinculan al propio imperio que dice
combatir con la ayuda de Alá.
Los
intelectuales y los periodistas rentados se encargaron de construirle un
"perfil" a tono con los gustos consumistas de la opinión pública, y sin
mostrar las redes vinculantes de su biografía con la CIA y con las políticas
colonizadoras de EEUU en el mundo árabe y musulmán.
El líder de Al
Qaeda fue fabricado de acuerdo a las necesidades del "nuevo enemigo", que
el imperio necesitaba (tras la caída de la URSS) mostrar a la sociedad después
de los atentados del 11-S, y que la inteligencia norteamericana utilizó
para conseguir consenso local e internacional a sus nuevas políticas de invasión
militar.
Al margen de sus
antecedentes en el campo del "terrorismo internacional", Osama, que fue
reclutado por la CIA para combatir contra los soviéticos en Afganistán a
principios de la década del 80, representa una innovación en el
campo de la inteligencia militar americana.
Un producto
acabado de la acción psicológica mediática orientada a direccionar
conducta colectiva con fines políticos y de control social que los halcones de
la Casa Blanca utilizaron en los momentos que la imagen de Bush decaía o que los
problemas políticos estrangulaban a su administración.
Este costado
mediático de la "leyenda Bin Laden" no fue suficientemente analizado o
explorado por la prensa alternativa ni por los intelectuales críticos,
más obsesionados por la figura "terrorista" de Bin Laden que por el uso
mediático que hicieron EEUU, Europa y sus trasnacionales capitalistas de su leyenda y de las apariciones de Al Qaeda posteriores al 11-S.
El uso
mediático-político de la figura de Osama por parte de la CIA, queda opacado por la
psicosis de terror montada masivamente alrededor de su figura y de la "Red
Al Qaeda" en los años que siguieron a los atentados del del 11-S.
A lo máximo que han llegado
los críticos y analistas de Bin Laden y del 11-S es a lanzar acusaciones o a
deslizar sospechas sobre el aprovechamiento político (y/o la participación como
ejecutora) de la administración Bush en los atentados contra las Torres Gemelas
y el Pentágono.
Si bien el objetivo esencial de esos
ataques fueron la invasión a Irak y Afganistán, Bin Laden y la "guerra
contraterrorista global" sirvieron luego para un rediseño estratégico de las
políticas de conquista militar de mercados y obraron como un nuevo marco de
expansión y ganancias para los bancos y trasnacionales del sistema capitalista
en su conjunto.
El uso
"multifunción" del terrorismo
Los expertos y
analistas se concentran en el Bin Laden "terrorista", y pierden de vista
los manejos mediáticos que se hacen con su imagen demonizada que inauguró
una época en que los medios de comunicación sustituyen a los ejércitos en las
funciones del control social sin uso de armas.
En términos estratégicos, con
la leyenda mediática de Bin Laden y el peligro del "terrorismo internacional" a partir del 11-S el
Imperio norteamericano
(potencia locomotora unipolar del capitalismo) sustituía dos aspectos claves de
su supervivencia como Estado imperial:
A) Lanzamiento de nuevas
conquistas militares de mercados justificadas en la "guerra preventiva contra
el terrorismo" y en la nueva doctrina de seguridad de EEUU emergente tras
los atentados del 11-S.
B)
Aplicación de una nueva lógica represiva y de control político y social
(sustitutiva de las "dictaduras militares" setentistas) en los países
dependientes bajo el argumento del "combate contra el terrorismo".
En primer lugar, la leyenda de Bin
Laden y el "terrorismo internacional" servirían a Washington para justificar la
existencia de un nuevo "enemigo estratégico" de EEUU y de la humanidad,
cuya figura había desaparecido con la caída de la Unión Soviética que legitimaba
con su presencia (y en el marco de la Guerra Fría) las guerras de invasión y
la carrera armamentista que engordan las ganancias de las megacorporaciones
del Complejo Militar Industrial y de los bancos de Wall Street que lucran con
las "reconstrucciones" de los países conquistados.
En segundo lugar, la leyenda
mediática de Bin Laden sirvió para justificar una nueva "doctrina de
seguridad nacional" que tiene al "terrorismo internacional" y a las
dictaduras del "eje del mal" que lo protegen como el justificativo esencial de
las "guerras preventivas" que la maquinaria militar norteamericana lanzó tras el
11-S para apoderarse de mercados y de recursos naturales, principalmente
petróleo.
En tercer lugar, la leyenda mediática
de Bin Laden sirvió a la administración Bush para establecer un sistema de
control político y social (realizado mediante la manipulación de conducta
colectiva con el miedo al terrorismo) que fue utilizado tanto dentro de EEUU
como fuera de sus fronteras cada vez que Washington necesitaba imponer su
estrategia imperial o conseguir consenso internacional.
En cuarto lugar, con la leyenda
mediática de Bin Laden y el "terrorismo de Al Qaeda" Washington elaboró una
nueva "hipótesis de conflicto militar" con la cual funcionan no solamente
los ejércitos y policías de los países dependientes (como es el caso de América
Latina) sino también los de las potencias capitalistas centrales, principalmente
Europa y Rusia, socias encubiertas de las depredaciones y conquistas militares
del Imperio yanqui.
En quinto lugar, y a nivel control
político social (tanto en países dependientes como en las potencias
centrales) la "guerra contraterrorista" sirve de justificación y de base
argumental para la elaboración de legislaciones represivas y de "criminalización"
de los conflictos sociales asociados con "actividades terroristas".
El espionaje ilegal lanzado por la
administración Bush tras los atentados del 11-S en EEUU -posibilitado por la
nivelación planetaria de la "guerra contraterrorista"- ya se está aplicando
en la mayoría de los países dependientes, principalmente en América Latina,
donde los gobiernos y ejércitos mantienen convenios y acuerdos de
cooperación con el Comando Sur de EEUU para combatir al terrorismo.
En otras palabras, en un planeta sin
"comunismo", sin golpes de estado militar ni guerras ínter-capitalistas,
la leyenda mediática de Bin Laden y el "terrorismo internacional"
sirven de
justificación para el desarrollo expansivo de la industria militar y de las
trasnacionales y bancos capitalistas que extraen su principal tasa de
rentabilidad comercial de las guerras y los conflictos armados.
En un planeta sin guerras inter-capitalistas,
ya casi sin conflictos armados (al margen de Irak, Afganistán y Medio Oriente),
la leyenda de Bin Laden y el "terrorismo internacional" sirvió (y sirve) para
alimentar y justificar las estrategias expansionistas del Imperio
norteamericano, para crear nuevos y potenciales mercados a la trasnacionales
capitalistas de EEUU y Europa, y para mantener en funcionamiento a los complejos
militares industriales que han encontrado en la "guerra contraterrorista"
su nueva tajada ganancial en el negocio armamentista.
Bien mirado, el uso "multifunción" de
la leyenda mediática de Bin Laden y el "terrorismo internacional", excede las
fronteras de EEUU y se convierte en lógica esencial de preservación política,
militar y económica del sistema capitalista en su conjunto.
Con la "era Bin Laden" el
"terrorismo" suple a la lógica del dominio por medio de la guerra militar
convencional y sirve como justificación global de las políticas de
sometimiento y control social aplicadas por el sistema capitalista trasnacional
con EEUU a la cabeza.
Reunido a mediados de septiembre
de 2005 en el marco de la 60 Asamblea General, el Consejo de Seguridad de la ONU
aprobó dos resoluciones de forma unánime haciendo un llamamiento a los Estados a
reforzar la "guerra contra el terrorismo", tal como lo impusieron en
agenda EEUU y Gran Bretaña.
De esta manera la Cumbre, integrada
por 172 países, priorizó el "terrorismo" sobre otros temas en discusión
como la ayuda al desarrollo y
el combate a la pobreza, la promoción de la "democracia", el manejo de crisis
humanitarias y de derechos humanos.
Cumpliendo con los deseos de Washington, mediante la Resolución del
Consejo 1624, los líderes condenaron "en los más fuertes términos todos los
actos de terrorismo con independencia de su motivación, cuándo y por quién
sean cometidos, como una de las más serias amenazas a la paz y la seguridad" y
reafirmaron "la imperativa necesidad de combatir el terrorismo en todas sus
formas y manifestaciones por todos los medios, de acuerdo con la Carta de
Naciones Unidas".
La resolución hizo un llamamiento a todos los Estados a adoptar todas las
medidas necesarias, incluida la prohibición por ley del incitamiento a cometer
actos terroristas, denegando asilo a cualquier involucrado en estos actos,
y cooperación para fortalecer las fronteras y combatir el tráfico fraudulento de
documentos.
De esta manera, al imponer la "guerra
contraterrorista global" nivelada como hipótesis de conflicto central para
todas las naciones, EEUU reafirma su propia doctrina de "seguridad nacional"
y agenda de "guerras preventivas" en todo el planeta.
La conformación de acuerdos militares y de
"planes contraterroristas" por parte de esos Estados, aseguran, a su vez, que
los complejos militares y la industria de la guerra sigan funcionando a full
movilizando tecnología de punta y capital financiero con asiento en la catedral
de Wall Street.
Las alertas de "máxima seguridad" (como las que ya rigen en
Europa y EEUU) así como una revitalización y profundización de los "planes antiterroristas" (como se está haciendo en España,
Francia e Italia) dan una
nueva cuota de credibilidad al escenario de la "guerra contra el
terrorismo" lanzada como la nueva cruzada de
supervivencia de la humanidad.
En cada una de las
invasiones militares para "terminar con el terrorismo" (Irak,
Afganistán, y anteriormente, con Clinton, la invasión a Yugoslavia) las corporaciones
armamentistas, petroleras, tecnológicas y de servicios del Complejo Militar
Industrial norteamericano, así como los megagrupos financieros y bancos de
inversión de Wall Street, abrieron "nuevos mercados" y cosecharon millonarias
ganancias con la ocupación militar.
Durante cada
invasión para "destruir al terrorismo", las armamentistas aumentaron su flujo de
ventas con las tropas ocupantes, las petroleras extrajeron y comercializaron petróleo
favorecidas por el control sobre los Estados invadidos, las de servicios
(incluidas las empresas de seguridad) concretaron multimillonarios contratos con
el Pentágono, y los bancos y megaconsorcios de Wall Street levantaron ganancias
multimillonarias financiando la "reconstrucción" de los países destruidos
por los bombardeos.
Paradojalmente, en un mundo sin guerras
militares convencionales, la "guerra contraterrorista global" (la
"civilización occidental" contra el "eje del mal") posibilita que las invasiones
militares capitalistas por conquista de mercados y el desarrollo expansivo y
concentrador de las trasnacionales y bancos capitalistas se sigan realizando por
"otras vías".
Bin Laden y el "terrorismo mediático"
Todo el proceso de
"terrorismo mediático" con Al Qaeda y Bin Laden, desde el 11-S en adelante, se
desarrolló en los medios de comunicación, principalmente en las cadenas
televisivas, que trasmiten en vivo las imágenes de destrucción que a través de
un ida y vuelta -feed baack- generan masivamente la psicosis terrorista a
escala planetaria.
Su propia naturaleza
de "terrorismo mediático" lleva a que el efecto Al Qaeda sólo pueda ser
apreciado en el plano de las reacciones internacionales reflejadas por las
grandes cadenas y agencias que nivelan un mismo "paquete informativo" para
todo el mundo.
Sin la
"globalización de la imagen" a Washington y la CIA les hubiera sido
imposible crear la figura de Bin Laden como el mítico "enemigo número uno de la
humanidad" tras la voladura de las Torres Gemelas, iniciando así la era de la
utilización del terrorismo mediatizado como estrategia y sistema avanzado de
manipulación y control social.
De esta manera, las
operaciones terroristas de la CIA con Al Qaeda, con sólo cuatro bombas detonadas
sincronizadamente a distancia (como ocurrió en Londres) pueden multiplicar
infinitamente (casi como una bomba nuclear) los efectos políticos y sociales
de la destrucción por medio de la difusión mediática manipulada y nivelada
masivamente para todo el planeta.
El proceso de
"miedo al terrorismo" es alimentado a su vez por las grandes agencias y
cadenas internacionales que se encargan de difundir por todo el planeta, y como
si fuera una novela de espionaje, versiones, trascendidos, comunicados,
cartas, videos con nuevas amenazas, "información secreta" sobre grupos
terroristas, pistas "árabes", etc., etc., cuya usina matriz, en la mayoría de los casos, se
encuentra en los sótanos de planificación de la CIA o del resto de la estructura
de inteligencia norteamericana, o israelí.
Después de la
masacre de Londres (igual que después del 11-S y el 11-M) la prensa
internacional sólo habla y hace hablar al mundo de terrorismo.
En ese
contexto, una noticia sobre terrorismo sólo puede ser tapada con otra noticia
sobre terrorismo.
La "psicosis
terrorista" es alimentada a su vez, y como
si fuera una novela de espionaje, por rumores de nuevos ataques de Al
Qaeda, cacería de supuestos culpables, e imaginarias "pistas árabes"
o "conexiones islámicas" salidas de misteriosos archivos
"secretos" de los servicios de inteligencia.
Los niveles de comprensión masiva sobre
el "terrorismo de Al Qaeda" son pobres y lamentables: los
analistas y periodistas del sistema -sin mecanismos de conexión en su
tablero cerebral- comentan los acontecimientos según los principios y
explicaciones de la "investigación oficial" de turno.
Repiten como monos parlantes lo que la CIA, el FBI, el M-16 y Scoltland
Yard, y las usinas mediáticas de Washington les trasmiten a través de las
"fuentes" y los comunicados oficiales.
Así como los atentados del 11-S en EEUU sirvieron para argumentar y
justificar las invasiones de Irak y de Afganistán, el 11-M español y
el reciente 7-J británico sirvieron -en distintas etapas- para frenar
caídas abruptas de la imagen de Bush, tanto en la campaña electoral
del año pasado como en la coyuntura presente, cuando se encuentra
acorralado por denuncias y cuestionamientos a la ocupación militar de
Irak.
Esta situación
particular del "terrorismo mediático" como arma de manipulación política y
social determina que sus causas y objetivos sólo puedan ser leídos en el plano
mediático, y no en el marco del análisis político o estratégico convencional.
Osama, el
ícono del terror
Tras el 11-S las
"reapariciones" periódicas de Osama Bin Laden "amenazante" fueron un clásico
en la prensa internacional.
Sus modus
operandi fueron siempre los mismos:
Aparece, amenaza
a Europa y a Estados Unidos con la guerra santa, promete atentados,
asesinatos en masa con armas químicas y biológicas, y luego desaparece tan
misteriosamente como había llegado.
Su imagen,
recreada hasta el cansancio por las pantallas de TV., ya resulta tan "familiar"
como la del Che o la de Jesucristo.
Sus
"apariciones" en videos de dudoso origen, y en cadenas falsamente opositoras a
EEUU como Al Jazzeera, siempre generan inquietud y estados de "alerta
rojo" en EE.UU. y en las metrópolis europeas.
El desarrollo
secuencial de sus apariciones tras el 11-S siempre obedecieron a un mismo
patrón.
Al Jazeera
muestra los videos con sus comunicados y amenazas, las cadenas estadounidenses y
europeas los difunden por todo el mundo, y la CIA -con el resto de los servicios
de inteligencia de las potencias centrales- anuncia todo tipo de catástrofes
terroristas en ciernes, principalmente en Estados Unidos o Europa.
Después sólo hay
que "relacionar" el recuerdo real de las masacres explosivas del 11-S, el
11-M, o el 7-J con la "imagen terrorista" de Bin Laden puesta en la pantalla.
Salvo
excepciones (11-M y 7-J), ya casi no se necesita mostrar las huellas sangrientas
del terrorismo real en vivo y en directo.
La sola
presencia mediática del hombre del turbante (como ya se demostró en los comicios
pasados en EEUU) alcanza para producir los efectos psicológicos
buscados.
Tras el 11-S la
verificación material de los atentados, es sustituida por el temor a los
atentados producido por los videos con la imagen de Osama Bin Laden o los
íconos mediáticos de la "Red Al Qaeda".
Como el perro de
Pavlov, los norteamericanos y europeos segregan adrenalina y consumen
terrorismo condicionado, como si fuera verdadero gracias al sistema de
inducción mediática que taladra constantemente en sus cerebros.
Si bien en
Europa, en los últimos tiempos se empezó a manifestar un cierto "escepticismo"
respecto de Bin Laden y Al Qaeda, los atentados en Londres del 7 de julio de
2005, sirvieron para avivar el temor a la presencia real del terrorismo en el
mundo.
En el mundo real
no
hay datos precisos de la existencia o de la muerte de Bin Laden,
y todavía nadie reveló como pudo escapar del cerco militar y de los misiles en
Afganistán.
No hay quien se
interrogue por qué la CIA, con sus infinitas redes de infiltración dentro del
terrorismo islámico, no lo haya podido detectar ni asesinar. Porqué Osama
desapareció sin dejar rastros, a pesar de que oficialmente lo buscan
noche y día todos los servicios de inteligencia del mundo.
Los videos
difundidos por Al Jazeera son de dudoso origen, y la mala calidad de su
imagen y su audio no permiten determinar su veracidad ni la fecha de su
filmación, no obstante la CIA y las cadenas mediáticas le otorgan veracidad
difundiendo los comunicados sin ningún análisis.
Esta falta de
análisis estratégico sobre el uso mediático-terrorista de la imagen
de Osama, no se debe ni a la inocencia ni a la casualidad.
La tácita
complicidad de la prensa internacional con las operaciones de la CIA, es un
hecho que se revela en la dinámica de su propia estructura empresarial.
Sus intereses y
negocios están asociados -por medio de complejos
vasos comunicantes a las transnacionales y a los megagrupos
financieros que operan en Wall Stret y en el Complejo
Militar-Industrial.
Los grandes
diarios, las grandes cadenas televisivas de EE.UU. y de Europa, forman parte del
exclusivo club de las 200 multinacionales que se benefician de las conquistas
militares-capitalistas por todo el planeta.
La leyenda
terrorista-mediática de Bin Laden esta construida a la medida de la nueva
lógica expansiva del capitalismo transnacional.
Detrás de ese
nuevo mito, Estados Unidos desarrolla su estrategia de conquista militar
en Asia, Africa, América Latina y Medio Oriente.
Bin Laden -como
ayer lo fue el comunismo soviético- es el nuevo legitimador social de las
políticas de conquista militarista emergentes de la Nueva Doctrina de Seguridad
norteamericana.
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