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(IAR-Noticias)
14-Feb-05
Por
Chelo Alvarez - El Mundo
Después
de vivir unos meses en Nepal, uno acaba creyendo en el
yeti. Es más fácil creer que el abominable hombre de las
nieves ronda en algún pico del Sagarmatha (la cumbre del
cielo en nepalí, Everest), que el emperador, o el rey,
como dice el cuento, está desnudo.
Han pasado tres años y medio desde la
matanza en palacio en la que el príncipe heredero Dipendra dejó sin vida a ocho
miembros de la familia real, incluidos sus padres, los reyes, y acabó quitándose
la suya. Por todo ello llegó al trono el actual rey Gyanendra.
Desde aquel siniestro 1 de junio de
2001, los astrólogos no han logrado dar con la fecha propicia para coronar al
nuevo rey. Este rey sin corona, considerado por algunos como encarnación de
Vishnu, el magnánimo Mantenedor dios hindú, cambió de máscara el pasado 1 de
febrero, cuando ejerciendo su soberanía sobre el Ejército decidió disolver el
gobierno, declarar el estado de excepción, amordazar a los medios de
comunicación y tomar el control.
Con este golpe real militar, el
autócrata dio al traste con la constitución, cualquier derecho legítimo de los
ciudadanos y cortó los sistemas de telecomunicación domésticos e
internacionales, dejando a sus súbditos en el limbo por ocho días.
En un país donde los maoístas
declaran huelgas generales cada 10 días, es frecuente ver a la capital,
Katmandú, paralizada, con sólo el Ejército patrullando las calles y algún
minibús que otro con el cartel «turista» bien visible. Pero al dar el tijeretazo
a las líneas de teléfono el rey consiguió intimidar al pueblo.
Uno de los sectores más afectados por
el golpe es el del turismo.Los turistas se han visto atrapados en el barrio de
Thamel, en el centro de Katmandú -donde proliferan los cibercafés entre tiendas
de pashmina como los bares en un casco viejo- y sin posibilidad de volver a casa
ya que el rey cerró el aeropuerto y canceló los vuelos internacionales. Otro ha
sido el sector del outsourcing o subcontratación de servicios a países en
desarrollo. Como los servicios de transcripciones médicas en 24 horas o los
representantes del servicio al cliente que responden a las llamadas de los
números gratuitos de EEUU.
Precisamente Gyanendra fue empresario
antes que rey. Hasta ocupar el trono, estaba considerado como el mayor hombre de
negocios del país. Su gran holding arrancó del grupo Soaltee, que nació con el
hotel de cinco estrellas Soaltee Crowne Plaza. Hoy sus intereses sobrepasan de
largo el sector turístico: desde la compañía aérea GSA, la hidroeléctrica Himal
Hydro y el único importador y concesionario de los coches Tata (fabricados en la
India), Sipradi Trading Pvt Limited, hasta la marca de tabaco Surya (una joint-venture
con British American Tobacco) o una gran plantación de té cuyo mayor accionista
es el británico Lawrie Group, de los mayores productores de té del mundo. Todos
estos negocios, y sus subsidiarias en zonas rurales, son periódicamente blanco
de bombas, amenazas y cierres por parte de la guerrilla maoísta.
Fracaso de padre
Pero a pesar de su
éxito en los negocios, muchos le achacan, como al anterior rey, el fracaso como
padre. Su hijo Paras, de 33 años, el príncipe heredero, es un descontrolado
playboy (y perrito faldero del anterior príncipe heredero), dado a las drogas y
a las armas. Su currículo incluye, además de tiroteos en lugares públicos, la
muerte por atropello (se dio a la fuga, además) de un conocido músico folk.
El rey también tiene otra cara, la de
erudito que escribe poesía y defensor del medioambiente (está al frente de la
Fundación King Mahendra para la preservación de la naturaleza), y trata de
justificarse como golpista alegando que el experimento democrático no funciona,
la corrupción es endémica, y nadie logra resolver el conflicto maoísta.
De la corrupción no hay duda. El
ministro de Finanzas cedió el control de aduanas del aeropuerto internacional de
Katmandú a un traficante de oro y drogas a cambio de pagos diarios de miles de
dólares.
Nepal, con un 60% de población
analfabeta, es uno de los 20 países más pobres del mundo. Más del 40% de sus
pobladores vive por debajo del nivel de pobreza. El rey ha proclamado que va a
distribuir tierra a los sin tierra y, a la vez, su libertad de disponer de los
fondos bancarios de los ciudadanos. Curiosamente, en los últimos cuatro años, él
ha sido el titiritero de las marionetas del Gobierno, nombrados a dedo y
destituidos a su capricho.
Tras el golpe real, de los escasos
mails que han logrado salir del país (vía satélite) es un SOS de GKS, un
activista de derechos humanos (encarcelado y torturado antes de que se
instaurara la democracia, en 1990): «Estoy refugiado en una misión diplomática,
el Ejército se ha presentado dos veces en mi casa y en mi oficina buscándome, mi
nombre está en la lista negra en el aeropuerto...Mi vida y la de mi mujer y mi
hijo están en peligro, así como la de muchos activistas de los derechos humanos.
Por favor, haced que mi mensaje llegue a la ONU, a los gobiernos occidentales».
Crece el peligro de desaparecidos es
el título del informe de Human Rights Watch del 8 de febrero. «La última vez que
el rey sometió al país al estado de excepción, en 2001 y 2002, se desencadenó
una oleada de graves violaciones de derechos humanos, incluidas desapariciones.
El Gobierno ha detenido a 27 líderes políticos, algunos en arresto domiciliario,
incluidos todos los primeros ministros desde 1990 (13 ministros en 15 años), y
se cree que hay otros 100 políticos y activistas estudiantiles
detenidos.Prácticamente toda la comunidad de derechos humanos se ha visto
obligada a esconderse».
En contra de EEUU, Reino Unido y La
India, China sí ha defendido a su vecino nepalés. Y es que la impenetrable
frontera del Himalaya entre Nepal y el Tíbet está siendo taladrada gracias a
acuerdos de construcción de carreteras fronterizas que el rey ha firmado con
Shanghai.
A Gyanendra parece no importarle
estar poniendo en juego su histórica relación diplomática con La India (que
necesita el suministro hidroeléctrico de Nepal). Su acercamiento a China quedó
claro una semana antes del golpe real, cuando clausuró las oficinas -llevaban
abiertas 45 años- del representante del Dalai Lama.Dicho representante,
Wangchuck Tsering, me mandó este mensaje el día 7: «He decidido ir a retirarme
una semana en la morada de Tagore, junto a Calcuta, y concederme unos días de
calma y meditación. Creo que es mejor que no se me vea en público durante Losar
[Año Nuevo tibetano]».
Pese a tener tomado Katmandú y el
valle, las grandes áreas rurales siguen controladas por la guerrilla maoísta, un
movimiento insurgente que surgió a mediados de los 90, y que, reprimido
brutalmente por el Ejército, se ha llevado más de 11.000 vidas. El movimiento en
sus inicios jugó también a Robin Hood, intentando repartir la tierra y los
bienes de los ricos entre los pobres.
El Ejército, claro, la emprendió con
los insurgentes, ¿pero quién se atreve a decirle al rey que está desnudo, con
las vergüenzas a la vista?
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