(IAR-Noticias)
12-Dic-05
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Harold Pinter pronuncia su discurso a través del vídeo. (AP) |
El dramaturgo sugiere en su discurso ante la Academia Sueca, grabado en
vídeo, que ambos son criminales de guerra.
Por Ricardo Moreno -
El País, España
En su discurso de aceptación del
Premio Nobel de Literatura, Harold Pinter arremetió contra la política
exterior de Estados Unidos y las mentiras de Irak. "¿Cuántos seres humanos deben
morir para que califiquemos a sus responsables como criminales de guerra?", se
preguntó el Nobel, en un discurso dedicado a la búsqueda de la verdad como una
tarea imprescindible. Este concepto fue el eje del discurso del dramaturgo
británico. Su texto, titulado Arte, verdad y política, describió a fondo las
relaciones entre la creación y el mundo que habitamos. Las palabras del
dramaturgo británico fueron proyectadas en vídeo ante la Academia Sueca, ya que
su quebrantada salud le impidió estar personalmente en la tradicional ceremonia.
Para desarrollar la base de su discurso se basó en acontecimientos actuales,
pero explicándolos a través de hechos del pasado. "En el teatro, la búsqueda de
la verdad es la fuerza motriz, pero se trata de un objetivo huidizo, que puede
surgir súbitamente, como por casualidad, por intuición, y muchas veces cuando se
cree haberlo encontrado se escapa de nuestra comprensión y desaparece". Se
refirió, naturalmente, a su propia creación, aludiendo a algunas de sus obras y
advirtiendo que cuando la gente le pregunta cómo fue el proceso de creación de
tal o cual obra, responde que no sabe explicarlo. Sólo puede decir que ocurre.
"Sin embargo, la verdad verdadera es que no existe tal cosa como una verdad
única en el teatro. Hay muchas. Esas verdades se desafían la una a la otra,
ceden una ante la otra, se reflejan, se ignoran, se retan, y son ciegas. A veces
se tiene la impresión de haberla captado, pero se nos escurre de las manos y
desaparece", dijo Harold Pinter (Londres, 1930). "El lenguaje del arte, por
tanto, es algo muy ambiguo, una arena movediza, un trampolín, un charco cubierto
de hielo, que en cualquier momento puede ceder bajo los pies del autor. A pesar
de todo, nunca hay que dejar de buscar la verdad. Esa búsqueda es impostergable,
no se puede dejar para mañana. Hay que acometerla de inmediato, sin demora, como
un imperativo ético esencial".
En el teatro político, explicó el dramaturgo británico, nos enfrentamos a una
problemática muy distinta. "Hay que evitar a cualquier precio el panfleto como
sustituto de la verdad. La objetividad es vital. Hay que dejar a los personajes
que respiren su propio aire. El autor no puede domesticarlos para satisfacer su
propio gusto, su opinión o sus prejuicios. Tiene que estar dispuesto a acercarse
a ellos desde muchos ángulos, desde un sinfín de perspectivas, sin reservas, y
posiblemente sorprenderles alguna vez, pero siempre darles la libertad de seguir
su propio camino. No siempre funciona así. Y la sátira política, desde luego, no
dispone de ese tipo de reglas, sino que hace todo lo contrario, lo cual es su
objetivo", dijo.
Más adelante se refirió a la distinción entre lo falso y lo verdadero en el
lenguaje político. Dijo estar convencido y poder respaldarlo con pruebas, que no
está interesado en la búsqueda de la verdad, sino en la conservación del poder.
"Y para lograr ese objetivo, lo primordial es mantener al pueblo en la
ignorancia, escamoteándole la verdad, por omisión lisa y llana o por la
desinformación". Ilustró esta afirmación con el hecho más importante, en la
medida en que afecta a la estabilidad del mundo en el momento actual: la
invasión a Irak. Recordó las motivaciones que se esgrimieron para justificarla,
como la posesión por parte de Sadam Husein de un arsenal de armas de destrucción
masiva. "Nos hicieron saber", manifestó el escritor, "que Al Qaeda era
responsable, en conexión con el dictador iraquí, del atentado terrorista a Nueva
York, el 11 de septiembre de 2001". Nada de eso era verdad, agregó. La verdad,
dijo Pinter, está directamente ligada al papel mundial que Estados Unidos se ha
autoadjudicado.
Para fundamentar sus afirmaciones sobre estos hechos, Pinter se refirió al
pasado cercano, de la política exterior de Estados Unidos a partir del final de
la Segunda Guerra Mundial. En las llamadas guerras de "baja intensidad", como
las que tuvieron lugar en Nicaragua y otros países centroamericanos en la década
de los ochenta y noventa, murieron miles de inocentes. En el caso del apoyo
financiero y logístico a las fuerzas militares montadas para combatir al régimen
sandinista, Pinter recordó que Estados Unidos había sido el sostén de la
dictadura de Somoza durante 40 años. La creación de escuadrones de la muerte, la
utilización de mercenarios para perpetrar actos terroristas, fue una
característica de la política norteamericana para la región. "El apoyo a
brutales dictaduras, no solamente en la región latinoamericana, sino en otras
regiones de Asia y algunos países de Europa como la dictadura militar en Grecia,
causó un sufrimiento a amplios sectores de esos pueblos, similares a los que se
habían condenado cuando eran otros gobiernos quienes los cometían".
Retornando a la actualidad, no ahorró calificativos de condena para la
Administración de Bush y el primer ministro británico, Tony Blair, y se
preguntó: "¿Cuántos seres humanos deben morir para que califiquemos a sus
responsables como criminales de guerra?".
La muerte fue un tema recurrente en la alocución del escritor y un hecho que
tuvo la extraña particularidad de convertirse en una suerte de epopeya
universal, la Guerra Civil española, culminó su alocución. Intelectuales,
hombres comunes de todo el mundo, sintieron el imperativo de arriesgar su vida
para combatir, con las armas o la palabra, por la causa de la República, en las
Brigadas Internacionales. Pinter recordó al poeta chileno Pablo Neruda y leyó un
poema alusivo, del libro España en el corazón, en el que testimonia para una
historia que se repetirá en otros lugares: "Generales traidores, / mirad mi casa
muerta, / mirad España rota".
El dramaturgo no pudo acudir a Estocolmo por prescripción médica, informa
Lourdes Gómez. Su salud había empeorado y días atrás ingresó en un hospital de
Londres. El dramaturgo David Hare le visitó el jueves y, según comentó, el Nobel se encontraba mejor. "Estaba en buena forma", dijo. Amigo personal de
Pinter, Hare presentó la emisión en directo del discurso de aceptación por un
canal de la televisión británica. "Se siente muy agradecido de la oportunidad
que la Academia Sueca le ha ofrecido de decir lo que quiera", dijo. En 2002
operaron a Pinter de un cáncer de esófago. La intervención fue un éxito, y el
dramaturgo y poeta siguió activo en los foros político y artístico. Dos esferas
de actuación que, como explicó Hare en su presentación televisada, "están
inescrutablemente mezclados" en la visión del homenajeado. El 13 octubre volvió
a saltar la alarma en torno a la salud de Pinter, que acababa de festejar su 75º
cumpleaños en Dublín. A la puerta de su casa, el recién nombrado Nobel en
literatura daba una imagen patética: débil, delgado, magullado. Él mismo explicó
las causas de su estado físico al día siguiente: "He sufrido problemas de salud
y ahora camino con bastón. Me resbalé al salir del coche y me golpeé la cabeza
en el pavimento. Estuve cuatro horas en el hospital y me dieron nueve puntos. Un
momento antes disfrutaba en grande de la vida. Al siguiente pensé que iba a
morirme".
De consecuencias más graves parece una extraña enfermedad que le afecta a la
boca y dificulta su hablar. Pinter habló en el mencionado artículo de una
"misteriosa afección de piel que es extremadamente rara y que me ha escogido a
mí de entre millones de personas para reposar en mi boca".
Muerte
¿Dónde se descubrió el cuerpo muerto?
¿Quién descubrió el cuerpo muerto?
¿Estaba muerto el cuerpo muerto cuando se descubrió?
¿Cómo se descubrió el cuerpo muerto?
¿Quién era el muerto?
¿Quién era el padre o la hija
o el hermano,
o el tío o la hermana o la madre o el hijo
del cuerpo muerto y abandonado?
¿Estaba el cuerpo muerto cuando fue abandonado?
¿Se abandonó el cuerpo?
¿Por quién fue abandonado?
¿Estaba el cuerpo muerto desnudo o vestido durante
el trayecto?
¿Qué le hizo declarar muerto
el cuerpo muerto?
¿Declaró usted muerto el cuerpo muerto?
¿Conocía bien al muerto?
¿Cómo supo que el cuerpo muerto estaba muerto?
¿Lavó usted el cuerpo muerto?
¿Le cerró ambos ojos?
¿Enterró el cuerpo?
¿Lo abandonó?
¿Besó el cuerpo muerto?
Este poema, con el que Harold Pinter finalizó su discurso, se publicó por
primera vez en el semanario The Times Literary Supplement el 10 de octubre de
1997, y se recoge en la última edición revisada de la antología de Harold Pinter
Various Voices: prose, poetry politics, 1948-2005.
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