(IAR-Noticias)
12-Dic-05 EFE / BBC / Terra
Casi catorce horas
después de las primeras y violentas explosiones ocurridas en el centro de
distribución de combustible de Buncefield, al norte de Londres, el incendio
seguía siendo tan espectacular como al principio.
Un jefe de bomberos describió lo ocurrido como "posiblemente la mayor
catástrofe en su género de la Europa de la posguerra".
En el incendio resultaron heridas
43 personas, pero sólo dos de ellas de carácter graves, lo que se debe en
buena parte a que las explosiones se produjeron poco después de las 06.00 GMT y
en un domingo, por lo que había allí menos trabajadores de lo habitual.
Alrededor de dos mil personas que
viven cerca del lugar han sido mientras tanto evacuadas a centros deportivos
o de recreo o bien han sido acogidas por familiares y amigos.
Los bomberos, en torno a un centenar,
aunque esperan nuevos refuerzos, no pueden hacer mucho de momento, salvo esperar
a que el fuego se vaya consumiendo solo.
Su objetivo, según los expertos, es
lanzar luego un ataque coordinado mediante una combinación de espuma y agua.
El hecho de que nadie pueda
aproximarse demasiado al lugar del siniestro, debido a las altísimas
temperaturas y al temor a nuevas explosiones, impide la labor investigadora de
la policía, que hasta ahora parte de la hipótesis de un simple accidente y
descarta un ataque terrorista.
La nube de humo espeso y negro
generada por el incendio se extiende mientras tanto por el sureste de
Inglaterra, incluida el área de Londres, y avanza hacia el continente
europeo.
Aunque se asegura que el humo es, en
el peor de los casos, de muy baja toxicidad, el hecho de que se haya recomendado
a los vecinos de las localidades próximas encerrarse en sus casas y no abrir
puertas ni ventanas provoca cierta inquietud.
El humo es irritante y puede causar
escozor en los ojos y en algunos casos náuseas. Las personas con problemas
respiratorios son en cualquier caso las más expuestas ya que pueden sufrir
ataques de asma, según las autoridades sanitarias.
Con todo, esta tarde las calles
céntricas de Londres, como Oxford Street, estaban invadidas de gente que
seguían haciendo sus compras como si no hubiera pasado absolutamente nada.
Un total de veinte depósitos de
combustible, cada uno de los cuales con capacidad para 13,5 millones de litros,
se han visto afectados por el incendio.
Las instalaciones de Buncefield,
copropiedad de los gigantes petroleros Texaco y Total, suministran
combustible a los principales aeropuertos que sirven a la capital británica,
entre ellos el de Luton, a sólo 16 kilómetros, y los más lejanos de Heathrow y
Luton.
Por él pasan anualmente unos 2,37
millones de toneladas métricas de petróleo y productos derivados, y en sus
instalaciones cargan diariamente una media de 400 camiones cisterna.
El incendio no ha afectado a los
vuelos programados para este domingo en el aeropuerto de Luton aunque los
aterrizajes en Heathrow (el principal del Reino Unido) han sufrido algunos
retrasos por culpa del humo.
Las autoridades han hecho un
llamamiento a la población para que no se deje llevar por el pánico y han
garantizado a los automovilistas que no habrá escasez de gasolina, pues hay
suficientes reservas en el país.
Sin embargo, esas garantías no han
logrado evitar que se formaran colas ante algunas estaciones de servicio.
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