"Ya
habíamos visto esto antes: un presidente sitiado,
tan encerrado en su círculo íntimo que pierde por completo el
contacto con la opinión pública y se mueve entre corrillos
reducidos de personas que le dan la razón. Fue el caso de
Lyndon Johnson en los 60, de
Richard Nixon en los 70 y de
George H. W. Bush en los 90. Ahora le toca el turno a
su hijo.
Resulta obvio desde hace meses que
los estadounidenses no creen que la guerra vaya precisamente bien
y necesitaban saber que el presidente Bush lo entendía también así [...]. En
lugar de eso, Bush
se dirigió una vez más a una de esas audiencias de uniforme que le protegen,
a modo de pantalla, del resto de EEUU. Si no eres guardamarina, tendrás que ver
la televisión por cable a mediodía para poder verle.
La alocución vino acompañada de un
voluminoso folleto titulado
'Estrategia
nacional para la victoria en Irak', que la Casa Blanca presenta con
grandilocuencia como la versión del plan conforme al cual se ha conducido la
guerra y sobre la cual se ha levantado el secreto oficial. Si había algo secreto
en ese plan, no somos capaces de imaginarnos lo que era. El documento, como la
alocución de Bush, es un refrito del mismo discurso, ya manido,
de que todo marcha bien. Bush ofreció la falsa alternativa
entre adherirse a su política y batirse en retirada de manera precipitada y
cobarde.
Sobre
la crítica cuestión de la formación del Ejército iraquí, el presidente se mostró
optimista, pero engañoso. Afirmó que las fuerzas iraquíes controlan zonas
importantes, entre ellas las provincias del norte y del sur y ciudades como
Nayaf. Eso será verdad para quienes crean que puede erigirse una nación a partir
de un cambio de uniforme: esas fuerzas controlan esas áreas desde la caída de
Sadam, pero ahora visten como el Ejército iraquí [...].
La idea de Bush sobre el importante
paso que hay que dar a continuación es igualmente inquietante: formar
fuerzas iraquíes para liberar a las fuerzas estadounidenses de las
operaciones de registro y destrucción, tan sangrientas como ineficaces, con las
que consiguen poco más que ganarse la antipatía del pueblo.
Lo que los estadounidenses querían
oír era un auténtico plan de contrainsurgencia, quizá como el
propuesto por Andrew F. Krepinevich Jr., un destacado experto en estrategia
militar. Según Krepinevich, en primer lugar, habría que averiguar cuáles pueden
ser las zonas más seguras en manos de fuerzas iraquíes capacitadas, después
introducir instructores estadounidenses en estas fuerzas para luego hacer que la
zona correspondiente sea lo suficientemente segura como para invertir dinero en
su reconstrucción. Así se harían aliados y se iría reduciendo la insurgencia. A
partir de ese momento, se trataría de ir ampliando esas zonas poco a poco e ir
retirando de ellas a las fuerzas estadounidenses. [...]
Bush odia las comparaciones entre
Vietnam e Irak. Sin embargo, tras ver al presidente, nos resulta imposible dejar
de leer el discurso de Richard Nixon en 1969 sobre la vietnamización.
Póngase proceso constitucional iraquí en lugar de las conversaciones de paz de
París y las ideas de Bush sobre el Ejército iraquí no resultan muy diferentes de
los planes de Nixon, salvo en que Nixon reconocía que la evolución de la guerra
era desastrosa y en que era muy claro acerca de los riesgos y los sacrificios a
los que nos exponíamos.
Un presidente que está más
alejado de la realidad que Nixon necesita salir más".