Estados
Unidos e Israel escalaron ayer una ofensiva conjunta contra Siria tras el
resonante atentado dinamitero en Beirut que mató al ex premier libanés Rafik
Hariri.
Washington retiró a su
embajador en Damasco, prometió impulsar sanciones en la ONU y consideró
"intolerable" el accionar de Siria. Al mismo tiempo, Israel dijo que Damasco
convirtió al Líbano en "una central del terrorismo".
El atentado, el lunes, en el centro de Beirut, que dejó al menos 15 muertos y
100 heridos, marcó la vuelta de la violencia al Líbano, tras los 15 años de
relativa calma que siguieron a la sangrienta guerra civil entre 1975 y 1990.
Hariri había renunciado a su cargo en octubre, tras oponerse a la presencia
militar siria en su país. Damasco mantiene allí unos 15.000 soldados desde
el fin de la guerra civil, en virtud de un "acuerdo de amistad".
Siria se convirtió en blanco de las acusaciones de su enemigo Israel. Aunque el
premier Ariel Sharon afirmó ayer que busca la paz con sus vecinos árabes, entre
ellos Siria, lo cierto es que el enfrentamiento crece.
El ministro de Defensa israelí, Shaul Mofaz, aseguró que el atentado que mató a
Hariri fue obra de "una organización terrorista prosiria que, por lo que
sabemos, sería apoyada por Siria". Desde una base del ejército cerca de la
frontera con Líbano, el funcionario afirmó que Siria "es un país que colabora
con el terrorismo" y apoya fuertemente al grupo islámico Hezbollah.
Según el diario Jerusalem Post, el ministro de Defensa dijo, en una
reunión con soldados, que "la organización" que atentó contra Hariri "quería
atacarlo porque se opuso a la presencia siria en Líbano. Siria está usando el
terror no sólo en El Líbano sino también en Irak contra las tropas de la
coalición". A su vez, el presidente de la Comisión Parlamentaria para Seguridad
y Defensa israelí, Yuval Steinitz (del partido de Sharon), dijo que "Siria es el
país número uno en apoyar al terrorismo".
El diario israelí Yediot Ahronot también apoya esa idea. Su portada
mostraba ayer la imagen de Hariri en la mira de un fusil, y el título: "La
venganza de Siria".
Sharon, por su parte, consideró "innecesario" responder a las imputaciones de
Siria y de Irán sobre la complicidad de Israel en el asesinato. Remarcó que
Líbano está "completamente bajo control sirio" y aseguró que los grupos
extremistas palestinos tienen sus bases en Siria y, con Irán, "manejan la
guerrilla de Hezbollah en Líbano". Además, dijo que Rusia venderá misiles a
Siria, pese a la oposición de Israel, que teme que "caigan en manos de
terroristas".
El discurso de Israel, que hasta el 2000 también mantuvo tropas en lo que llamó
la "zona de seguridad" en el sur del Líbano, es idéntico al de su aliado George
Bush, quien tiene la mira puesta en Siria y en Irán, en el marco de su guerra
contra el terrorismo.
Washington salió el lunes a condenar el atentado y a pedir la retirada de las
tropas sirias del Líbano. Ayer, la Casa Blanca hizo volver a su embajadora en
Damasco, Margaret Scobey, para "consultas urgentes", y no descartó la
posibilidad de aplicar sanciones contra ese país.
La canciller de EE.UU., Condoleezza Rice, aseguró que "es inaceptable que Siria
continúe siendo un lugar desde el cual los terroristas son financiados y
ayudados para destruir el muy frágil proceso de Oriente Medio".
Siria, que el lunes se apuró a condenar el atentado en Beirut, rechazó las
acusaciones de Israel y de la oposición libanesa. El ministro de Información
sirio, Mahdi Dajlala, declaró al canal árabe Al Jazeera, que esas
denuncias "buscan desviar la atención de los verdaderos autores, que son los
enemigos de Líbano".
Dajlala no precisó a quiénes se refería, aunque las autoridades sirias suelen
vincular los atentados en Líbano con Israel.
El diario Tishrin, órgano del gobierno sirio, señala directamente a
Israel por ser "el único al que le puede beneficiar una situación de
anarquía y debilidad en Líbano".