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(IAR-Noticias)
24-Feb-05
Por Miguel Molina - BBC
Todavía
no se extinguía el humo de la bomba que mató a Rafik Hariri en Beirut cuando se
comenzaron a alzar los dedos acusadores apuntando hacia Siria.
Después de todo, Siria mantiene una
fuerte presencia militar en Líbano al menos desde 1976, aunque las diferencias
étnicas y religiosas que hicieron estallar el conflicto sean de mucho antes, y
su participación contribuyó agudizar la guerra tanto como a establecer una paz
precaria que duró, entre sobresaltos, más de diez años.
Hariri, un musulmán sunita
multimillonario con intereses y lazos económicos en Arabia Saudita, no era el
político favorito de los sirios ni de muchos grupos, ni de varios gobiernos.
Y aunque no se unió abiertamente a la
oposición contra Siria, mantenía una relación tensa con el presidente Emile
Lahoud, cuya simpatía por Damasco era evidente.
Renunció en octubre del año pasado en
respuesta a una enmienda constitucional que, por presiones sirias, prolongaba
tres años más el gobierno de Lahoud.
Habría que ver
Habría que ver qué beneficio podría
obtener Siria si, como sospechan los partidarios de Hariri, el gobierno de
Damasco mandó asesinar al ex primer ministro.
Lo más probable es que cualquier
consideración política siria haya estado matizada por la certeza de que muchos
buscarían la mano del vecino, como fue.
Habría que ver si el grupo Verdad y
Jihad de la Gran Siria fue el que verdaderamente planeó y ejecutó el atentado
contra Hariri, como sostuvo un militante solitario en un video que circuló en la
televisión árabe primero y después en el resto del mundo.
Habría que ver si es verdad lo que
piensan quienes advierten que la información, la cantidad de explosivos y la
organización que requiere un ataque como el que mató a Hariri tuvo que haber
sido asunto de algún servicio de inteligencia.
Por lo pronto ya se vio que la
diplomacia no tiene mucho espacio en Medio Oriente. Como no puede señalar
directamente a Damasco como responsable o cómplice del atentado, el discurso de
los neoconservadores de Estados Unidos comenzó a repetir ecos de los argumentos
que se usaron para justificar la invasión a Irak.
Por lo pronto, el razonamiento dice
que no hay pruebas de que Siria haya metido la mano en un lugar donde ya tiene
metidas muchas otras cosas, pero de todos modos la resolución 1.559 del Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas recomienda entre otras cosas que se retiren
las fuerzas extranjeras de Líbano.
Y dice más el razonamiento, aunque no
lo diga. Dice que Siria es la que debe retirarse, y que como por el momento las
tropas sirias tienen una presencia importante en el país, son los sirios quienes
deben asumir la responsabilidad de lo que pase en el Líbano.
Casi como sucede en Irak...
Declaraciones incendiarias
Pero la verdad es que no se sabe.
Y mientras no se sepa resulta
irresponsable lanzar acusaciones en un ambiente tan volátil como el de Medio
Oriente, donde están en juego no sólo la frágil tregua que anunciaron Ariel
Sharon y Mahmoud Abbas la semana pasada (aunque no se puede decir lo mismo de
todos los israelíes ni de todos los palestinos), sino además el pedregoso
proceso de formación de un nuevo Estado iraquí, y los resquemores que con razón
o sin ella tiene Irán.
Las declaraciones incendiarias y las
acusaciones sin base sólo sirven a los fines de quienes quieren guerra porque se
benefician de ella dondequiera que haya alguien dispuesto a usar las armas en
vez de las palabras.
La guerra, como la paz, puede
producirse en cualquier momento. Ya lo advertía el propio Hariri en abril del
año pasado cuando lo entrevistó Rod Norland para la revista Newsweek:
"Durante la guerra en Líbano
aprendimos que en ausencia de una solución política puede suceder cualquier
cosa. Cualquier cese el fuego o cualquier tregua se pueden romper en cualquier
momento. Pero los auspicios bajo los que se llegue a una solución política son
extremadamente importantes, ya sea que la impongan las fuerzas ocupantes o que
se reconozca y se respete internacionalmente".
Lo triste es que Hariri no vivió para
ver si nacía un Estado palestino, si Estados Unidos y Gran Bretaña se retiraban
de Irak, si los sirios se iban de Líbano, si los glaciares se derretían, si el
verano era más caliente.
Y si uno piensa en Líbano tiene que
recordar los versos de Ali Ahmad Saiid, conocido como Adonis, poeta que nació en
Siria y eligió Líbano para vivir: "Nada queda para quienes vienen de lejos con
el eco y muerte y hielo en esta tierra de resurrección".
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