En un editorial titulado
"Animando la proliferación nuclear",
el idiario The New York Times afirma que el programa de
Bush "envía un claro mensaje (belicista) al resto del mundo".
"Washington ve las armas nucleares
como una parte importante de su estrategia contra pequeños y medianos países. No
debe ser ninguna sorpresa si esas naciones llegan a la conclusión de que ellas
también deben desarrollar sus propias armas nucleares", señala
el diario.
Para el influyente
rotativo norteamericano los planes de la Administración
de George W. Bush para modernizar el armamento atómico de Estados Unidos
incentivan la proliferación nuclear.
De acuerdo con
rotativo capitalino, no es ninguna necesidad la nueva línea de ojivas que
se diseña en los tres laboratorios de armamento atómico de Estados Unidos, para
reemplazar las 10 mil cabezas nucleares que aún conserva del Pentágono del
período de la "Guerra Fría".
"Las armas nucleares están sumamente
enfermas en cuanto a su empleo en el campo de batalla. Son únicas en su poder
destrucción de vidas de civiles", señala al periódico,
recordando que dichas armas no han sido empleadas desde 1945.
En opinión del
Times, el arsenal de Estados Unidos ya no sirve al propósito de
disuasión que tuvo durante la "Guerra Fría", pues esta es una era de combate
convencional, incluida la llamada lucha contra el terrorismo.
El
Representante republicano David Hobson consideró pertinente analizar el tamaño
de la reserva bélica nuclear de Estados Unidos y preguntarse "por qué
tantas armas permanecen en niveles de alerta elevados".
Hobson preside el subcomité de
Apropiaciones de la Cámara baja y junto a los demás miembros de esa dependencia
tiene a su cargo la asignación de los seis mil millones de dólares anuales
al arsenal nuclear norteamericano.
En su segundo mandato
Bush busca la aprobación de unos nueve millones de dólares
adicionales para el diseño de nuevos portadores, más "fuertes, confiables y
de larga vida útil".
Uno de ellos es el denominado
Penetrador Nuclear Robusto, soporte seis veces más poderoso que los lanzados
contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en el epílogo de la
Segunda Guerra Mundial.
El plan involucra a expertos en
ojivas de los laboratorios de Los Alamos, Livermore y Sandía, donde
especialistas en bombas examinan datos de armamento secreto reunidos a lo largo
de medio siglo, para diseñar nuevos portadores.