(IAR-Noticias)
12-Abr-05
Por
José Manuel Calvo - El País
Hace
un año, la decisión del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez
Zapatero, de retirar "en el menor tiempo posible" las tropas
españolas destacadas en Irak abrió una fuerte crisis en la relación con el
Gobierno de EE UU. El presidente, George W. Bush, se sintió traicionado, no por
la retirada, con la que contaba desde la victoria del PSOE
en las elecciones de marzo, sino por la rapidez de la misma, en contra del
mensaje que el secretario de Defensa le había transmitido; el mismo mensaje que
Donald Rumsfeld había creído recibir personalmente, días antes, del que iba a
ser ministro de Defensa, José Bono.
Meses a
cara de perro
Después de meses a cara de perro, con
las baterías de la retórica muy activas desde las dos orillas del Atlántico, la
visita que el Rey hizo a Bush en noviembre de 2004 marcó el principio del fin de
la guerra de palabras. Ahora, los vínculos entre los dos Gobiernos se han
reconstruido: llamadas, mensajes, explicaciones, viajes...; todo ha trabajado en
la misma dirección, y con éxito: las piezas alteradas -hubo otras que nunca
sufrieron- van encajando.
¿Todas? Todas, menos una: la relación
personal entre George W. Bush y José Luis Rodríguez Zapatero. Las fuentes
consultadas ven pocas probabilidades de que el presidente del Gobierno español
viaje a Washington, al menos en la etapa que a Bush le queda como inquilino de
la Casa Blanca.
¿Por qué Bush veta a
Zapatero, si recibe en la Casa Blanca al nuevo presidente de
Ucrania, Víktor Yúshenko, y éste le comunica que va a retirar
sus tropas de Irak? ¿Por qué Zapatero aprovecha casi cualquier
oportunidad para echar sal en la herida de hace un año?
"El presidente Bush sigue
enfadado. No le preocupa que le lleven la contraria o que le digan: 'Voy a sacar
las tropas, voy a hacer esto y lo otro'. Eso lo respeta, le gustan los líderes
fuertes. El peor problema que puedes tener con él es que se sienta engañado",
dice, ya desde el aperitivo, un alto cargo de la Administración estadounidense
que ha seguido muy de cerca toda la crisis y que, a diferencia de otros miembros
del Gobierno o medios de comunicación afines a la línea dura, hace un esfuerzo
por contemplar la situación con amplitud de miras.
-"Es lo peor, que él crea que le
han engañado. Es una cosa que siente intensamente".
Pero no se trata de sentimientos; se
trata de política, de relaciones entre altos mandatarios...
-"Mmm, mmm...", niega el
funcionario mientras mueve ligeramente la cabeza y esboza una sonrisa. "Él [Bush]
lo ve así: le dijeron que iba a pasar una cosa y luego eso no pasó. Y es algo
que lo lleva dentro, que lo tiene guardado".
¿Y Chirac? ¿Y
Schröder? ¿Es que no dijeron cosas muy fuertes contra Bush en
la crisis de Irak? ¿Es que no tomaron decisiones contrarias a las del
presidente, no hicieron declaraciones muy duras?
"Es distinto. Ellos hablaron de sus
cosas, de la posición de su país, de críticas a la guerra. Zapatero
pidió a los demás países que se retiraran de Irak. ¿No le parece distinto? Nunca
habría habido elecciones si todas las tropas se hubieran ido. En Irak no hemos
hecho bien muchas cosas; es innegable. La historia juzgará a Bush, pero lo que
desde luego él no necesitaba hace un año era la retirada de aquellas tropas
españolas".
El
desencuentro va a durar
Mark
Falcoff, un buen conocedor de España que trabajó para el Comité de Relaciones
Exteriores del Senado, interpreta así el factor personal: "Le voy a ser muy
franco. Los tejanos, culturalmente, tienen un valor fundamental: la lealtad. Eso
explica por qué, aún ahora, el presidente Bush puede pasar dos horas conversando
con José María Aznar en la Casa Blanca y no recibe a Zapatero.
Creo que el presidente no va a
olvidar ciertas cosas. Es cierto que Zapatero representa una opinión pública
bastante difundida en España, y que uno no puede discrepar; es la posición
española, y punto. Pero Bush no va a cambiar de carácter tampoco. Si tuviera que
aventurar una opinión, yo creo que el desencuentro va a durar, probablemente,
hasta el final de la presidencia de Bush".
Un diplomático no europeo que conoce
muy bien Washington coincide: "Lo tiene muy complicado Zapatero. En mi opinión,
en los años que le quedan a Bush en la Casa Blanca le va a ser difícil entrar".
El diplomático añade: "El gran problema, además, es que España es más
prescindible que Alemania y Francia".
Y analiza: "Yo creo que (las
autoridades de EE UU) están haciendo lo que siempre hacen cuando quiere tener
relación con un país, pero no con su presidente, se mantienen todo tipo de
intercambios hasta ciertos niveles: Departamento de Estado, Defensa, Consejo
Nacional de Seguridad... Todos serán recibidos, a todos les hablarán, pero lo
otro yo no lo veo... Tendría que pasar algo muy importante para que cambiara".
La política tiene sus razones que la
razón no comprende, y de la misma forma que el factor personal es
extraordinariamente fuerte, no se descarta que cambie, y que Zapatero sí venga a
la Casa Blanca antes de que Bush salga de ella. A los postres, el alto
funcionario del Gobierno que exige confidencialidad sólo concede esto: "Va a
tardar en venir. No es algo que vaya a ocurrir pronto".
Antonio Garrigues Walker se resiste a
admitirlo. El presidente del Consejo España-Estados Unidos (un foro
independiente, creado por los dos Gobiernos) lo ve así: "El Ejecutivo está
haciendo una buena tarea, con paciencia e incluso con una digna humildad. Lo que
no puede ser es que venga Condi Rice a Europa, visite nueve países y no pase por
España. Que Bush diga que empieza una nueva época y dedique unos segundos a
Zapatero".
Si los estadounidenses han hecho las
paces con Europa y hay que mirar al futuro, "no puede ser que caigamos en el
estúpido error de que España sea la única nación europea con tensiones con EE UU.
No puede ser. Vamos a hacer las cosas bien, que haya un encuentro entre los dos
y se acabó el tema".
La política
del cronómetro
"Ese encuentro se tendrá que
producir. No se trabaja con un calendario preciso, no va a ser inmediato, pero
acabará produciéndose". ¿Cuándo? "Cuando las dos partes lo consideren
conveniente y oportuno", dice Carlos Westendorp, embajador de España en EE UU y
partidario de la teoría del café: no hay que agitar los posos, no hay que
remover sin necesidad.
En todo caso, Westendorp cree que "no
hay que obsesionarse", ni por esa reunión "ni por la política de cronómetro:
medir lo buenas o malas que son las relaciones con un reloj en la mano para ver
cuántos minutos han estado y si se contestan llamadas o no".
Bush, que nunca devolvió, en efecto,
la llamada que Zapatero le hizo al día siguiente de ganar las elecciones, sí
llamó al socialista portugués José Sócrates hace cinco semanas para felicitarle
por su victoria del 20 de febrero. La conversación -más bien la bronca- que Bush
tuvo con Zapatero hace un año, el 19 de abril de 2004, fue breve y desagradable.
El 22 de febrero de este año, lo que
se había intentado que fuera un encuentro más formal entre los dos líderes se
redujo a los aireados siete segundos -la política del cronómetro que lamenta el
embajador- del "Hola, ¿qué tal, amigo?" en Bruselas.
Sobre la situación pesa -todavía- la
decisión de Zapatero de no levantarse al paso de la bandera de las barras y
estrellas en el desfile militar de Madrid, el 12 de octubre de 2003; y, más
recientemente, las palabras que el presidente del Gobierno español pronunció en
Túnez el 9 de junio de 2004 respecto a la coalición de Irak: "Con respeto a
todos los países que están allí, si hubiera más decisiones en la línea del
Gobierno español, se abriría una expectativa más favorable".
Garrigues Walker, que asegura que
"por supuesto, Zapatero tendrá que ir a Washington", cree que ha habido cosas
que no han ayudado. "De vez en cuando, en vez de ahorrarse algunas expresiones,
se han reiterado. Incluso en el debate autonómico, Zapatero llegó a hacer la
comparación de que 'con la misma decisión que retiré las tropas de una guerra
ilegal, me opondré a esto y a esto...'. Hay un recordatorio permanente.
Comprendo que él lo hace pensando en
la política nacional, pero hay que saber que todo lo que se dice se lee, y mis
amigos en los Estados Unidos me lo dicen: 'Hombre, pero ¿por qué insiste tanto
en el tema?'. Yo trato de convencer a todo el mundo de que el hecho de que
España tenga una mala relación con EE UU es malo, se mire por donde se mire; y
tener una buena relación es bueno, se mire por donde se mire". Y concluye: "Yo
no quiero una relación de amor apasionado como la que teníamos durante la época
de Aznar, pero tampoco quiero que el amor por Europa nos lleve a la enemistad
con EE UU".
¿Y si fuera una política consciente?
No lo afirma, pero tampoco lo descarta Moisés Naím, director de Foreign
Policy, que sugiere que la antipatía de Bush "puede incluso tener un saldo
positivo, porque en España y en Europa, los que le son antipáticos a Bush caen
simpáticos. Si se comparan los beneficios de España e Italia por la cercanía de
sus primeros ministros a Bush, no queda nada claro que el coste que paga España
-que existe- sea prohibitivo; y no quedaa claro que los beneficios que saca
Berlusconi, que existen, sean extraordinarios".
Naím aclara: "No digo que esto deba
medirse sólo en términos materiales; hay otros aspectos importantes que se
derivan de la proximidad entre líderes. Pero en la lista de cosas tangibles no
parece que los costes sean extraordinarios. Y sí parece que los beneficios de
ser antiamericano en Europa son obvios".
¿Ha afectado la crisis a las
relaciones básicas entre los dos países? "La cooperación antiterrorista está por
encima del bien y del mal, es prioritaria, por encima de cualquier consideración
política. No ha sufrido ninguna repercusión", asegura una persona clave en este
campo, que también prefiere que su nombre no aparezca. "La cooperación
antiterrorista internacional es vital. Con EE UU tiene un valor añadido por el
intercambio de información y la ayuda mutua. Ninguno de los dos puede prescindir
de esa cooperación y ha habido un interés por las dos partes en dejarlo
patente".
Un
contrato de Defensa pendiente
En cuanto a la economía, "no hay
repercusión", dice Alberto Nadal, consejero comercial de España en Washington. Y
añade: "El ritmo de crecimiento de la exportación a EE UU ha sido el natural".
Tres cuartas partes de los bienes que exporta España van a la UE y un 4% va a EE
UU. A la inversa, el 3,7% de la exportación estadounidense se dirige al mercado
español. "En dólares, la exportación de productos españoles a EE UU en 2004
crece casi el 12%; en euros, apenas el 1%.
Eso quiere decir que las
fluctuaciones se deben al tipo de cambio, que es lo que hace daño; para la
persona que importa aquí azulejos y vino, la relación entre Zapatero y Bush no
tiene ninguna importancia".
¿Y los contratos de Defensa? "No es
un volumen importante, y no hay perspectiva suficiente. Además, influyen
factores técnicos, presupuestarios...", concluye Nadal. CASA tiene previsto
entregar tres aviones CN-235 al Servicio de Guardacostas de EE UU en 2006. Las
restricciones presupuestarias pueden complicar el desarrollo futuro del
programa.
Y la Armada española está pendiente
de la decisión sobre el sistema de combate de los cuatro nuevos submarinos S80
que deberían empezar a fabricarse este año. El S80 es un proyecto de diseño
español, pero el sistema de armas puede ser norteamericano o europeo. La Armada
española prefiere EE UU, por coherencia -más del 90% del material es
estadounidense- y porque eso dejaría la puerta abierta a que pudiera acoplarse
un sistema vertical de lanzamiento de misiles Tomahawk.
La Armada aspira a la compra de 60
Tomahawk del tipo bloque IV; la Marina de EE UU dio el visto bueno, pero la
decisión final depende de Rumsfeld. EE UU sólo ha vendido Tomahawk al Reino
Unido. La decisión tiene que ser doble, porque el Gobierno español es el que
compra.
"La cooperación militar funciona. No
ha habido cambios. En el aspecto militar no hay ningún problema entre España y
EE UU", asegura una persona que ha estado en medio de esas relaciones. Y aclara:
"Cuando España se metió en el lío de Irak, se notó. EE UU 'nos descubrió': yo lo
viví en cada una de las bilaterales a las que asistí. Y en las reuniones
multinacionales noté la admiración, a veces la envidia, que ese reconocimiento
suscitaba".
¿Y tras la retirada de las tropas?
"Silencio absoluto. Nadie nos dijo nunca nada. No hubo malas caras, pero dejamos
de existir en el nivel al que me refería. Volvimos a lo de siempre. Yo creo que
pasamos a ser un aliado menor, un país del que ellos piensan: 'No sabemos qué
podemos esperar; hoy me dicen esto, pero no sabemos si lo van a mantener
mañana'. Llevamos siendo aliados mucho tiempo como para que se altere la
relación de fondo: lo que cambió es que antes, cuando tú querías algo,
políticamente se te apoyaba, y ahora se te ignora. Y en ciertos temas, vamos a
dejarnos de historias: no hay más que dedo político".
"En los ambientes que yo conocí",
continúa, "dolió mucho el tema de la bandera; no lo han olvidado, me consta que
dolió muchísimo. Lo tomaron como un insulto a su nación. Y después, lo de las
tropas; y después, lo de Túnez. Y ahora, Venezuela, después de haberle negado a
Colombia un contrato de carros de combate que ya estaba adjudicado...".
La
Casa Real puede ser clave
Hasta cinco ministros españoles,
empezando por el titular de Exteriores, tienen previsto volar a Washington a
corto plazo. Además de Miguel Ángel Moratinos, vendrán los titulares de
Interior, Defensa y Justicia, y más tarde, Educación. Por su parte, Garrigues
confía en dar un empujón en la reunión que el Consejo España-EE UU celebrará el
13 de mayo en Sevilla, a la que espera que asistan los nuevos senadores
hispanos, el demócrata Ken Salazar y el republicano Mel Martínez, posible
próximo presidente del Consejo. También estarán los príncipes de Asturias. Las
relaciones de la Casa Real con EE UU son claves.
El pasado 24 de noviembre, los Reyes
fueron a ver a los Bush en su rancho de Crawford. La intervención era urgente:
en octubre, el poco diplomático ex embajador de EE UU, George Argyros, no había
asistido ni al desfile del 12 de octubre ni a la recepción real. Bush acababa de
ganar las elecciones y no había respondido a la felicitación de La Moncloa,
donde "hubo más fe que confianza en que Kerry iba a ganar", según fuentes al
tanto de esas expectativas.
Las relaciones con los americanos -el
Gobierno, los congresistas y la gente- son fáciles, concluye Westendorp. "Son
directos, pragmáticos. Todo el mundo sabe que España es un país aliado, que
compartimos una serie de valores". Obviamente, dice, "soy consciente de que este
Gobierno tuvo una decepción con el asunto de la retirada de tropas de Irak, pero
a medida que pasa el tiempo y se imponen los valores comunes y la cooperación,
la decepción tiende a desaparecer y llegará a lo que ha sido siempre: una buena
relación".
Países amigos y aliados con parecidos
objetivos, que "podemos diferir en cómo alcanzar esos objetivos, pero lo
importante no es que tengas o no un desacuerdo; lo entienden. Lo que es
importante es contarse el porqué e intentar convencerse mutuamente. Si se cumple
eso, no hay ningún problema con los americanos".