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(IAR-Noticias)
17-Nov-05 The Washington Post / Clarín

Bob Woodward, el periodista que se hizo famoso en los años 70 por denunciar
el caso Watergate, quedó envuelto ahora en el "CIAgate", el escándalo por la
filtración a la prensa del nombre de una espía, un delito en Estados Unidos.
El editor estrella de The Washington
Post pidió disculpas ayer a sus jefes por haber ocultado durante más de
dos años que un funcionario del gobierno de George Bush le había hablado de la
agente Valerie Plame.
"Pedí disculpas porque debería haberle dicho (al editor jefe Leonard Downie Jr.)
esto mucho antes", señaló Woodward en una entrevista. "Le expliqué en detalle
que estaba tratando de proteger mis fuentes. Ese es el trabajo número 1
en un caso como éste".
La abrupta revelación de que Woodward estuvo guardando información sobre el caso
de Plame —convertido en un escándalo nacional— reavivó las preguntas sobre su
particular relación con el Post mientras escribe libros y goza de una cómoda
llegada a altos funcionarios del gobierno de George Bush y sobre por qué
minimizó públicamente la importancia de la actuación del fiscal Patrick
Fitzgerald —a cargo de la investigación— mientras escondía su propia
vinculación con el caso.
Por su parte, Downie señaló que su empleado más famoso "cometió un error".
Pese a la preocupación de Woodward sobre sus fuentes confidenciales, Downie dijo
que "él debería haberlo dicho antes. Me preocupa que la gente se lleve una
impresión equivocada sobre el valor de Bob para el diario y para nuestros
lectores por este caso particular".
El Post informó ayer que Woodward se presentó como testigo ante el fiscal
Fitzgerald este lunes. Según el periodista, una de sus fuentes, el jefe de
gabinete de la Casa Blanca Andrew Card, lo autorizó a testificar que en la
entrevista que le hizo en junio de 2003 no se habló de Plame.
El escándalo estalló a mediados de 2003, cuando se publicó en la prensa el
nombre de la agente Plame. La mujer está casada con el diplomático
estadounidense Joseph Wilson, quien hace dos años refutó el principal argumento
de la Casa Blanca para lanzar la invasión a Irak, al asegurar que no había
evidencias de que el ex dictador Saddam Hussein hubiera comprado a Níger uranio
enriquecido para fabricar armas de destrucción masiva.
Ayer, algunos críticos no tardaron en comparar a Woodward con Judith Miller,
la periodista que la semana pasada debió renunciar a The New York Times, tras
haber pasado 85 días presa por no querer revelar quién le dio el nombre de la
espía.
Hace pocas semanas, Miller admitió
que una de sus fuentes había sido Lewis Libby, el hasta entonces jefe de
gabinete del poderoso vicepresidente Dick Cheney. Woodward, en cambio, aseguró
que no fue Libby quien le habló de Plame.
Con todo, la revelación sobre Woodward altera la cronología del caso ya
que no sería Libby el primer funcionario de Bush que pasó a un periodista
información sobre la agente de la CIA.
Esa era la razón por la cual el
fiscal Fitzgerald procesó al ex jefe de gabinete de Cheney.
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