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NORTEAMERICA  

 

La CIA acosa a periodista del Post que reveló informe de cárceles secretas

 
 

(IAR-Noticias)  22-Nov-05                                    Agencias

La periodista del Washington Post Dana Priest, autora de un artículo sobre cárceles secretas de la CIA, puede atravesar una situación similar a la que vivieron hace poco varios periodistas estadounidenses que se negaron a revelar sus fuentes, entre ellos la reportera del New York Times,  Judith Miller.

El diario The Washington Post, que hace dos semanas reveló la existencia de centros clandestinos de la CIA para la detención e interrogatorio de sospechosos en al menos ocho países, publicó la presencia de centros de inteligencia antiterroristas financiados por la Agencia Central de Inteligencia y dotados de personal local.

Las dos operaciones son separadas y difieren en cuanto a su margen legal: los centros de detención e interrogatorio son clandestinos.

 Su funcionamiento está al margen de las leyes de EEUU y, probablemente, de las leyes de los países huéspedes.

Los centros de inteligencia antiterrorista (CTIC, por su sigla en inglés), en cambio, representan una ampliación sin precedentes de la colaboración de la CIA con los servicios de espionaje y policía política de los países huéspedes, algunos de los cuales Washington denuncia como infractores de los derechos humanos.

En su reportaje en el Post del pasado 2 de noviembre, la periodista Priest relataba la existencia de una red de prisiones clandestinas de la CIA en Europa del Este y otros países, sin especificar cuáles.

En estas prisiones, según la periodista, se interroga a sospechosos de actos terroristas fuera de cualquier marco legal.

La historia ha conmocionado a la clase política estadounidense, aunque al parecer el revuelo tiene más que ver con la fuente de la historia que con la práctica de la CIA en sí.

La filtración ha sido incluso objeto de debate en el Senado estadounidense.

La CIA, por su parte, ha pedido al Departamento de Justicia que abra una investigación criminal sobre la filtración.

A esa petición se suma la del portavoz de la Cámara de Representantes, Dennis Hastert, y la del líder de la mayoría republicana en el Senado, Bill Frist, quienes han solicitado a los comités de inteligencia de ambos organismos que investiguen el caso.

Tanto Priest como el director del Washington Post, Leonard Downie, se negaron a pronunciarse esta semana sobre la posible investigación legal, aunque ambos coincidieron en señalar que el público tenía el derecho a conocer información importante sobre la "guerra contra el terrorismo".

El Pentágono reconoció que EE.UU. detuvo a más de 80.000 sospechosos desde que tuvieron lugar los ataques contra las Torres Gemelas.

La mayoría de las detenciones se produjeron gracias al accionar de los CTIC. Actualmente hay 13.814 detenidos en Irak y unos 500 en Guantánamo. Pero hay muchos otros que han "desaparecido" en los centros de detención clandestinos como los de Polonia y Rumania.

"Mi objetivo es describir cómo el Gobierno está combatiendo la guerra contra el terrorismo y eso conduce justo a la CIA", dijo Priest esta semana en declaraciones publicadas en su diario.

Añadió que la gente puede decidir por sí misma si las tácticas de los servicios secretos son "buenas o malas".

Si los fiscales deciden finalmente intervenir en el caso, Priest tendría que afrontar el mismo dilema que el periodista de la revista Time Matt Cooper y la ex reportera de The New York Times Judith Miller: revelar sus fuentes o enfrentarse a la cárcel.

Tanto Cooper como Miller fueron declarados en desacato al negarse a divulgar sus fuentes en el 'caso Plame', sobre la filtración a la prensa del nombre de una agente de la CIA.

El especialista Charles Graner posa junto al iraquí muerto en prisión (AP Photo/ ABC News)Cooper accedió finalmente a testificar en julio y Miller decidió declarar tras recibir permiso de su fuente, aunque antes de que eso ocurriera la reportera pasó 85 días entre rejas.

El creciente acoso legal con que se enfrentan los periodistas estadounidenses irrumpió de nuevo esta misma semana, cuando otro reportero del Post fue declarado en desacato por rehusar testificar sobre sus fuentes.

Este hostigamiento legal ha abierto un acalorado debate sobre la necesidad de aprobar una ley federal que proteja la confidencialidad de las fuentes.

Aunque 31 estados tienen legislaciones que ofrecen salvaguardas a los periodistas, el Tribunal Supremo del país se negó a principios de los años 70 a dar luz verde a una regulación que extendiese esos derechos a nivel federal.

Los opositores a ese tipo de protección señalan que los periodistas no deben estar por encima de la ley y que sólo se les obliga a testificar cuando ya se han agotado todos los recursos.

Pero dentro de los medios crece el temor a que la reciente fijación de los fiscales con los reporteros dañe la relación con las fuentes confidenciales, cuya colaboración puede resultar clave en el periodismo de investigación.

El legendario reportero del Post Bob Woodward, quien destapó el escándalo Watergate que costó la presidencia a Richard Nixon en 1974, es uno de los más fervientes defensores del secreto de las fuentes.

Woodward se encuentra también ahora en el centro del huracán, al haberse visto obligado a testificar en el 'caso Plame' sobre las conversaciones que mantuvo con un alto funcionario sobre la ex agente secreta Valerie Plame.

Daniel Schorr, analista de la Radio Pública Nacional, lamenta en un artículo publicado este fin de semana en el diario Christian Science Monitor que la ofensa sea la filtración y no lo que fue filtrado.

Los CTIC son centros que fueron establecidos a imagen y semejanza de los centros antinarcóticos que existen en América latina en distintos países que operan en colaboración con las agencias de inteligencia locales.

"Estos centros son como los que había durante la guerra sucia en la Argentina", señaló a la prensa Reed Brody, de Human Right Watch. Brody dijo que no se sabe dónde están ubicados esos centros pero que hay una lista de nombres de varios detenidos.

Más aún en París hay un centro multinacional al que llaman la Base de la Alianza que incluye a los servicios secretos de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Canadá y Australia que están exclusivamente dedicados a la lucha contra el terrorismo.

Según The Washington Post, el creador de estos centros fue el ex director de la CIA, George Tenet.

Luego  de los atentados del 11 de setiembre, le presentó un plan a Bush que incluía la invasión de Afganistán para terminar con el cuartel general de Al Qaeda como también el llamado "Worldwide attack Matrix" es decir un plan mundial para operar contra los terroristas en 80 países.

El plan mundial preveía una contraofensiva antiterrorista en los países a los que según Tenet los miembros de Al Qaeda huirían después de la invasión a Afganistán.

De acuerdo a la investigación del Washington Post, el 17 de setiembre Bush firmó un decreto confidencial autorizando operaciones encubiertas y su financiamiento.

También puso a disposición de la CIA una gran cantidad de dinero para poder "comprar" las colaboraciones de los servicios secretos extranjeros, señala el Post.
 

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