(IAR-Noticias)
23-Dic-05
La sucesión de escándalos
que surgen en torno a la observancia de los derechos humanos tanto en el propio
EE UU como en la actividad que la Administración estadounidense desarrolla en el
exterior empieza a preocupar cada vez más hasta a aquellos que mantienen una
actitud condescendiente ante el comportamiento de Washington.
Por Guennady Evstafiev
- RIA Novosti
Tales personas suponían que tras las amargas enseñanzas recibidas, especialmente
en Iraq, los señores washingtonianos se hiciesen más prudentes. Pero en vano. La reciente información sobre las
cárceles secretas organizadas por EE UU en territorios de terceros países,
incluidas “celdas volantes”, demuestra que no se han sacado ningunas
conclusiones del escándalo anterior vinculado con el ilícito campo de
concentración de Guantánamo, creado para recluir allí a los capturados en
Afganistán, sin hablar ya del comportamiento criminal de empleados
estadounidenses de la prisión secreta de Abu-Greib en Iraq.
El ciudadano de Alemania, Haled al Masri, con la ayuda de la organización de
protección de derechos humanos “La asociación estadounidense para las libertades
civiles”, presentó una demanda judicial, acusando a la CIA de haber creado una
red de cárceles secretas y de someter a torturas a presos.
Se trata, en esencia, del
secuestro de un ciudadano de Alemania en otro Estado, Macedonia, y del empleo en
su caso de métodos prohibidos de la investigación: torturas, apaleamientos,
aplicación de drogas. Además, se averiguó que no era un caso único y que a Masri
simplemente lo confundieron con otro hombre.
Es de señalar que algunas de tales cárceles se ubican en territorios de las
“nuevas democracias”, tales como Polonia y Rumania, cuyos dirigentes no reparan
en aleccionar a Rusia, en enseñarle principios democráticos. ¡Vaya veteranos de
la democracia occidental! A su vez los mentores de ellos acusan a Corea del
Norte de haber secuestrado a unos japoneses en los lejanos años de la guerra
fría, mientras que ellos mismos en nuestra época de “ilustración” no
menosprecian esos métodos anacrónicos.
O sea que los líderes del “eje del bien” han resultado ser no tan buenos. Es
obvio que la actual Administración republicana de EE UU desde el comienzo mismo
de su mandato creyó que Washington poseía el monopolio para recurrir a una
cierta violencia “legítima” a escala de todo el planeta.
Al propio tiempo, el resto del
mundo parece no estar notando un serio debilitamiento de la democracia en el
país que siempre se presentaba como su abanderado, no fijarse en que EE UU,
siguiendo la tradición surgida en la época de Alexis de Tocqueville, sólo de
palabra aboga por la libertad y la igualdad, cometiendo al propio tiempo hechos
abominables, como los arriba expuestos.
El arreglo del escándalo fue encomendado a la secretaria de Estado, Condoleezza
Rice, la única en la Administración de George Bush, quien en el mundo exterior
goza de “credibility”.
Es importante subrayar al propio tiempo que, pese a toda la actividad que están
desarrollando Rice y otros funcionarios, Washington no ha pedido disculpas más
elementales a la comunidad mundial por lo hecho por la Administración de EE UU .
En lo adelante la situación sólo va a empeorar. Lo vienen a confirmar muchos
hechos de la política interna, incluidos algunos de carácter orgánico.
Apenas los políticos estadounidenses se han recuperado un poco después de
conocer a comienzos de 2005 la noticia de que a lo largo de dos años ya estaba
funcionando un nuevo servicio especial del Pentágono: Departamento de Soporte
Estratégico, también llamado “Project Icon”, proyectado al ámbito internacional,
la historia tuvo continuación en la vida interna de EE UU.
Según informa la prensa estadounidense, el Pentágono sigue ampliando sus
programas de recolecta y análisis de información secreta ya en el propio país.
Se supo que con este fin dentro del Pentágono fue creado hace tres años otro
servicio poco conocido, CIFA (Counterintelligence Field Activity), y otra vez
por Donald Rumsfeld. Dicho servicio está encargado de investigar crímenes dentro
de EE UU, incluidos los casos de traición, sabotaje extranjero y terrorista y
espionaje económico.
O sea que el Ministerio de Defensa de EE UU ha obtenido el derecho a realizar la
actividad de investigación y búsqueda con respecto a los ciudadanos de EE UU,
paralelamente con los organismos judiciales que suelen encargarse de ello en las
sociedades democráticas: la policía, la fiscalía, etc.
El director del Centro de Estudios de los Problemas de Seguridad Nacional, Keit
Martin, señala que la prescripción hecha al FBI, el principal órgano policial de
EE UU, de poner en conocimiento del CIFA la información disponible sobre las
personas concretas, “elimina una de las pocas barreras protectoras que quedan
contra la injerencia en la vida privada y la creación de dossiers de ciudadanos
por los servicios de inteligencia gubernamentales”.
Desde luego, existe una explicación de esa multiplicación sin precedentes de
servicios secretos y organizaciones especiales. Está a la vista un serio revés
sufrido por la CIA, la que va perdiendo sus posiciones. Hoy día la han
convertido en un “chivo expiatorio” por la derrota sufrida en Iraq. Como
resultado, fuera de la CIA se está creando un colosal mecanismo de creación y
acumulación de información sobre “la actividad sospechosa”, conocido bajo la
sigla TALON, en el que juegan el papel rector los militares.
Antaño, según los principios que regían también en EE UU, se limitaba
rigurosamente la actividad de los militares relacionada con lo de reunir
información sobre los ciudadanos de EE UU. Pero la situación interna en el país
se desarrolla de tal modo que la Casa Blanca ve un estorbo en mucho de aquello
que se ha constituido en importantes principios internacionales. EE UU se
desplaza con lentitud, pero invariablemente, hacia las filas de los países poco
venerados con regímenes militares, en los que las funciones policíacas vienen
socavando los pilares democráticos. De momento es difícil predecir en qué eso va
a redundar.
El politólogo francés E. Todd hace un resumen poco consolador de las tendencias
que se observan últimamente en el desarrollo interno de
EE UU: “En nuestros tiempos, Dios no protege a Estados Unidos.
EE UU ve el mal por todas partes, precisamente porque en el propio país las
cosas van mal. Esa degradación nos hace comprender qué es lo que estamos
perdiendo: a EE UU de los años 1950-1965, que era un país de la democracia
masiva, la libertad de palabra, la ampliación de derechos sociales y la lucha
por los derechos civiles. Era un país del bien”.
Con ciertas salvedades respecto a lo del “país del bien”, se puede aceptar las
advertencias que hace Todd. Están a la vista la pérdida por Estados Unidos de su
recurso ideológico global y, como una consecuencia de ello, el fortalecimiento
de la tendencia a emplear fuerza y métodos ilegítimos.
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