(IAR-Noticias)
27-Dic-05
The New York
Times / Clarín
El romance prohibido entre el guardia fronterizo
norteamericano y la inmigrante ilegal comenzó en un gimnasio.
María Terrazas, de 31 años, conoció a José Ruiz hace tres años
en el gimnasio LM de Douglas (estado de Arizona), un remoto
pueblito de frontera. María, camarera y madre de dos niños,
sabía que Ruiz era un "buen partido". Es que como oficial de
la patrulla de frontera, Ruiz pertenecía a una elite del
pueblo, aquella representada por hombres disponibles con
buenos trabajos y una educación.
Ambos comenzaron a salir y su relación continuó aun después de
que María fue deportada a México en noviembre de 2004. Pero
María logró rápidamente volver a burlar a la aduana
norteamericana y se reencontró con Ruiz.
María, que admite que varias de sus amigas inmigrantes
ilegales tenían relaciones con guardias norteamericanos, opina
que no le parece nada raro el hecho de salir con un hombre
cuyo trabajo consiste en mantener lejos de EE.UU. a gente como
ella. "El tenía su trabajo y yo el mío. Nunca pensé que
causaría problemas", confiesa en una entrevista.
Pero los causó.
María se enfrenta a una nueva deportación y Ruiz, de 30 años,
fue obligado a tomarse una licencia en su trabajo.
Un segundo oficial fue acusado por llevar a María en auto
desde México hasta el otro lado de la frontera. Este es uno de
los cuatro casos de delito descubiertos a partir de una
importante campaña federal contra la corrupción en la frontera
en Arizona.
Esta medida puso al descubierto algo que ya era un secreto a
voces en la zona de frontera; esto es: los romances entre las
inmigrantes ilegales y los encargados de deportarlas.
Alguna gente del lugar asegura que este tipo de relaciones son
inevitables en un pueblo en donde el cine más cercano está a
80 km y en donde las discotecas más próximas están al otro
lado de la frontera, en Agua Prieta, México. Estos romances
clandestinos, agregan, son una burla, por cierto, para los
esfuerzos que tienen como blanco a los inmigrantes ilegales,
como la actual ley que considera el Congreso. Es un proyecto
que autorizaría la colocación de cercas en partes de la
frontera y la aplicación de multas a los empleadores que
contrataran extranjeros ilegales.
Empero, el trazado de este tipo de líneas entre lo legal y lo
ilegal puede llegar a ser una tarea difícil en la frontera
sudoeste de Estados Unidos. Durante generaciones enteras, las
familias se movieron fácilmente entre EE.UU. y México y hasta
el alcalde de Douglas admite ignorar si los residentes más
antiguos del pueblo están en EE.UU. de forma legal o ilegal.
Los guardias fronterizos, que por lo general son jóvenes,
solteros y nuevos en el lugar, pueden llegar a quedar
atrapados enseguida entre los claros dictados de la ley de
inmigración norteamericana y las ambigüedades del corazón.
"Lo absurdo de todo esto queda claramente de manifiesto en la
vida cotidiana de los guardias de la patrulla de frontera",
indica Jennifer Allen, directora de la Red de Acción en la
Frontera, un grupo que defiende los derechos de los
inmigrantes, con sede en Tucson. "Todo el mundo conoce a
alguien que está en Estados Unidos de forma ilegal y mantiene
algún tipo de relación con un guardia fronterizo. Ya sea que
alguien de la familia está casado o duerme con uno. Las vidas
de las personas son muy complejas y están interrelacionadas y
nada es blanco o negro."
Para la oficina del procurador en Phoenix y guardias de la
patrulla de frontera, el tema es claro, en especial después de
que los ataques del 11-S pusieron sobre el tapete la
importancia de asegurar las fronteras.
Gustavo Soto, vocero de la patrulla de frontera en Tucson,
asegura por su parte que se espera que los guardias no
pregunten sobre la nacionalidad de una mujer cuando recién la
conocen. "Esa pregunta es una de las últimas cosas que una
joven espera escuchar... Ninguna chica desea que le pregunten
si tiene papeles."
Paul Charlton, procurador norteamericano para el distrito de
Arizona, opina que es especialmente importante hacer respetar
la ley de inmigración en un estado en donde son detenidos el
52 por ciento de los inmigrantes ilegales que intentan
ingresar en el país. Sobre los agentes que se enredan en
amoríos con las ilegales, Charlton opina que "se trata de
individuos que dejan de lado las leyes inmigratorias y la
seguridad de su propio país en aras de sus propios intereses".
Los guardias fronterizos, o cualquier ciudadano
estadounidense, en realidad, que desee casarse con una
extranjera, pueden conseguir una autorización para hacerla
ingresar al país de manera legal, según aclara Charlton. Pero
esta autorización no se consigue siempre con tanta facilidad.
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