(IAR-Noticias)
27-Dic-05
EP
El
primer año del segundo mandato de George W. Bush al frente del Gobierno de
Estados Unidos dejará el recuerdo de un incremento de la violencia en Irak, del
azote del clima con el paso del huracán Katrina por las costas del Golfo de
México y escándalos en la Casa Blanca que podrían llegar a salpicar a Karl Rove,
la mano de derecha del presidente.
Irak
marcó desde el inicio del segundo mandato de Bush la retórica política del
presidente durante el resto del año. Pese a la violencia constante, en
diciembre se produjo uno de los éxitos más esperados por la Administración
estadounidense, cuando once millones de iraquíes acudieron a las urnas.
Pero los estadounidenses no han celebrado con la misma intensidad que su
Gobierno la presencia de sus tropas en territorio iraquí, y el descontento sobre
la gestión de la guerra ha sumergido la imagen del presidente a mínimos
históricos, incluso por debajo de la de históricos jefes de Estado como el
dimitido Richard Nixon.
La
popularidad de Bush decreció continuamente desde el 85% en 2001 hasta el 35%
en octubre de este año, según encuestas de la CBS.
El año 2005 ha sido más sangriento para el Ejército estadounidense
destinado en Irak con más de 825 muertos entre los miembros de sus tropas,
alcanzando el fatídico balance de 2.160 personas muertas desde que en marzo de
2003 se iniciara la guerra.
La
cifra supuso para la Administración un nuevo revés del que todavía intenta salir
airoso cuando la sombra de Vietnam ha hecho su aparición sobre el recuerdo de
los estadounidenses.
El Paso del Katrina
Agosto
resultó un mes especialmente molesto para el presidente, que durante su estancia
vacacional en su rancho de Crawford (Texas) convivió con la persistente
presencia durante tres semanas de la defensora de los derechos civiles Cindy
Sheehan, quien reclamaba la retirada de las tropas y una entrevista con el
presidente.
En
aquel momento en el que el movimiento antibélico crecía, el Gobierno Bush
se topó con un nuevo frente abierto cuando el huracán Katrina golpeó Nueva
Orleans el 29 de agosto.
En una temporada de huracanas especialmente intensa, Katrina fue el huracán
número once en alcanzar Estados Unidos.
Nadie
suponía que el huracán de intensidad 1 a su paso por Miami alcanzaría la
mortífera violencia que demostró cuando con vientos de 200 kilómetros por hora y
lluvias torrenciales el agua arrasó los diques que protegían Nueva Orleans del
lago Pontchartrain y del río Mississippi.
La desolación en el área se mide por el número de muertos, alrededor de
1.400, la evacuación de más de 1,2 millones de personas y los daños económicos
que se calculan en unos 75.000 millones de dólares, según el Centro Nacional de
Huracanes.
Cuando un día después Estados Unidos todavía intentaba calcular el alcance del
desastre, miles de personas permanecían atrapadas en Nueva Orleans, una ciudad
que de la noche a la mañana se encontró expuesta a la violencia callejera y al
pillaje, sin fuerzas de seguridad que organizaran a la población, sin medios de
supervivencia como agua, alimentos o sanidad.
Las
acusaciones se trasladaron la FEMA la autoridad federal encargada de las
emergencias por incapacidad en la actuación y contra su responsable Michael
Brown, nombrado directamente por Bush y que 'Time Magazine' descubrió había
falsificado sus credenciales para acceder al cargo.
El caso de Valerie Plame
Otra
de las pesadillas del año fue la implicación de Lewis Libby, jefe del gabinete
del vicepresidente, Dick Cheney, en el caso de la filtración de la identidad
de la agente secreta de la CIA Valerie Plame a la prensa.
Este
fue uno de los asuntos más dañinos durante este año para el presidente Bush
quien vio amenazada la figura de su asesor Karl Rove, constructor de su
victoria electoral en las elecciones de 2004.
Rove
salió indemne, por el momento, mientras el fiscal especial Patrick Fitzgerald
mantiene abierta la investigación.
Entre los aspectos más controvertidos de la Administración Bush durante este año
también está el nombramiento de John Bolton al frente de la misión diplomática
de Estados Unidos ante la ONU, aprobado durante el receso veraniego del Senado
que bloqueó su votación al oponerse al candidato.
La
falta de apoyo republicano llevó a la retirada, por inexperta, de Harriet
Myers a ocupar el puesto de Sandra Day O'Connor en el Tribunal Supremo
--puesto al que ahora aspira Samuel Alitoo--, pero Bush logró situar como
presidente del Supremo a John Roberts, sin experiencia como juez en sustitución
del difunto William H. Rehnquist.
En diciembre de 2005 no ocupa ya las portadas el que fuera gran envite de la
Administración Bush para el nuevo mandato, la reforma de la Seguridad Social que
preveía la creación de cuentas personales que permitiría a los individuos
administrar de forma privada una parte de sus impuestos destinados a la
Seguridad Social en inversiones.
El
programa presentado por Bush recibió el pleno rechazo del Partido Demócrata y,
peor aún, el de gran parte del republicano, lo que llevó al olvido la propuesta.
Centrado en la guerra en Irak y contra el terrorismo y en sacar adelante a duras
penas a sus nominados a la Corte Suprema y en el cuerpo diplomático, Bush no ha
logrado suficiente resonancia para sus sus logros políticos del año como han
sido la reforma de la Ley de Bancarrotas que endurece los requisitos para
que los particulares puedan reclamarla, la firma de un acuerdo de libre comercio
entre República Dominicana y Centroamérica o la de Eficiencia en el Transporte.
La recuperación de la economía durante 2005 es uno de los aspectos que la
Administración Bush presenta como uno de los logros del año con su política de
recorte impositivo que daba más dinero a los americanos para gastar y que se ha
traducido en un alza del 4,1% en tasa interanual, lo que lo ha situado en el
mayor del último año y medio pese al impacto que el huracán Katrina tuvo sobre
la economía y al alza de los precios de los combustibles.
En los dos últimos meses del año, los logros de la Administración se han visto
eclipsados en el resto del mundo por dos nuevos escándalos de la política
antiterrorista: la denuncia de que la CIA posee en varios países centros de
detención secretos donde ha trasladado a presuntos terroristas sin garantías
de que no serán torturados, y el programa de escuchas telefónicas a
ciudadanos estadounidenses, admitido y defendido por el propio Bush.
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