(IAR-Noticias)
06Sept04
Para
la mayoría de los expertos en inteligencia, a la hora de buscar
posibles beneficiarios políticos de la masacre en el colegio ruso,
los nombres de George W. Bush y Vladimir Putin lideran el escenario.
Ambos
mandatarios han construido sus gestiones de gobierno, y superado sus etapas
críticas más duras, a partir de la "guerra contra el terrorismo".
Vladimir Putin consolidó su
liderazgo y su gestión presidencial a partir del combate contra el
"terrorismo checheno", y Bush proyectó su administración combatiendo al "eje
del mal" representado por Bin Laden y la red Al Qaeda, y contra
todo lo que se asociara al "terrorismo musulmán" por el planeta.
Curiosamente, ambas ramas
terroristas, Al Qaeda y el fundamentalismo checheno, sus principales líderes,
coinciden en una misma génesis. Su fragua común fue la CIA y la guerra en
Afganistán de la época del Imperio Soviético. (Ver:
La conexión Bush-Al Qaeda-terrorismo checheno).
La inconcebible masacre de
niños en Rusia causada por el secuestro de un comando checheno, llegó justo cuando Bush lanzaba la
"guerra contraterrorista" como eje principal de su discurso de cara a la
competencia por su reelección presidencial en noviembre, y cuando
Putin se encontraba en problemas internos a causa de la
crisis petrolera y acusaciones de corrupción que pesan sobre su gobierno.
La operación terrorista en el
colegio ruso, su metodología, desenlace (matanza indiscriminada de niños), fue
tan abiertamente sanguinaria que pone el salvajismo de las fuerzas
especiales de Putin, en un "segundo plano".
La
opinión pública internacional, bombardeada por las imágenes televisivas de la
masacre, atosigada por la palabra "terrorismo", condena al
fundamentalismo "asesino" del grupo checheno, antes que a la feroz
carnicería represiva lanzada por las fuerzas militares y policiales de Putin.
Fue tan fuerte el asesinato de
niños inocentes, algo inédito en la historia del terrorismo, tan
innecesariamente feroz el comportamiento de los suicidas chechenos, que
"empalidece" las culpas del accionar represivo de las fuerzas del Estado
ruso que desencadenaron la masacre con su ataque.
Esa es la
"ganancia" política de Putin ante la sociedad rusa, a quien el "terrorismo" checheno lo tiene en un estado de shock parecido al que vivían los
estadounidenses después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001
en Nueva York.
Sin lugar a dudas, más que a
perjudicarlo, la masacre en el colegio ruso fortalece la posición interna
de Putin, consagrado como el "presidente de la guerra contra el terrorismo
checheno", quien no dejará pasar esta oportunidad para avanzar hacia el
exterminio militar de la guerrilla secesionista.
En cuanto al presidente
norteamericano, George W. Bush, la "oportunidad" de la masacre, la conmoción que causó en el campo internacional, consolida su cruzada mundial contra el
terrorismo, y recrea su imagen de "presidente fuerte" entre la franja
mayoritaria de votantes estadounidenses que, según las encuestas, privilegian la seguridad a cualquier otro tema.
Bush y Putin: vidas paralelas
Un
capítulo de su vida política lo pinta de cuerpo entero al ex jefe del KGB
soviético, hoy presidente de Rusia, Vladimir Putin.
En 1999, y siendo primer
ministro del gobierno de Yeltsin, cuando lanzó su candidatura a la presidencia
de Rusia, sólo contaba con el 5% de intención de voto.
"Casualmente" se desató
una ola de atentados terroristas en Moscú, (organizado por los ex espías
del KGB) con decenas de muertos, y el primer
ministro apareció en los medios de comunicación culpando al
"terrorismo checheno" de la masacre.
Luego, y bajo el ala del
presidente Boris Yeltsin que lo cobijó, el experto del KGB se convirtió en
el adalid (una especie de George W Bush ruso) de la "guerra contra el
terrorismo" enviando tropas e intervenciones armadas a Chechenia, lo que lo
convirtió en el enemigo número uno de los secesionistas.
En febrero de 2000 (ocupando
la presidencia interina de Rusia por la dimisión de Yeltsin) Putin declaró
la "guerra total contra el terrorismo" y lanzó las tropas rusas a
la conquista militar de Chechenia y se apoderó de su capital, Grozny.
En ese contexto de psicosis
terrorista "anti-chechena" inducido desde el Estado ruso, Vladimir
Putin ganó, en marzo de 2000, las elecciones presidenciales con el 53% de los votos, ya
convertido en el nuevo líder de Rusia.
Una de la primeras medidas
iniciativas de Putin fue la presentación de
la nueva Doctrina de
Defensa que autoriza la intervención del Ejército en conflictos armados
dentro de la Federación, y en el ámbito exterior confiere a Rusia el
derecho a usar el arma nuclear sin ataque previo.
Tanto Putin como el jefe del
clan Bush, George, el ex presidente de EEUU y director de la CIA a fines
de los setenta, se "cruzaron" por Asia y por los Balcanes, cuando Putin
era espía del KGB (ya dedicado a negociar espacios de poder con la
inteligencia americana) y el padre del hoy presidente Bush comandaba,
desde la vicepresidencia estadounidense, el Irangate y los operativos
de la CIA en Afganistán.
Como Bush hijo, Vladimir Putin
concentró su administración en dos temas claves: la seguridad y los
servicios de inteligencia, a los que asignó, fuertes presupuestos del Estado.
En julio pasado Putin aprobó
la reforma de los servicios secretos que dota al FSB, el
heredero de la KGB, de más poderes y apunta a la creación de un
todopoderoso Ministerio de Seguridad Estatal en Rusia. La
reestructuración consolida al FSB, bastión de Putin, en la cúspide de la
pirámide del poder ruso.
La prensa rusa señaló que la reestructuración de
los servicios de inteligencia devuelve el espionaje a los tiempos de la Guerra
Fría, y vaticinó un aumento de las actividades de los espías rusos en el
exterior y un reforzamiento de la presión en el interior.
Según la oficina de Moscú de la organización de
derechos humanos Human Rights Watch, este plan parece "un intento de
reinstalar la KGB", disuelta por Boris Yeltsin.
Con
George W. Bush en la presidencia de EEUU, la alianza "contraterrorista" Bush-Putin
continuó desarrollándose, aunque las relaciones se "enfriaron" en los
tramos preparatorios de la invasión a Irak, país con el cual el gobierno ruso
mantenía fuertes relaciones comerciales.
No obstante, y tras fuertes
controversias públicas para la tribuna, Putin negoció la "prescindencia"
de su país en el asunto de la invasión y conquista de Irak, a cambio de la
participación de sus trasnacionales en el botín de guerra.
Pero un capítulo también
"casual" de la historia dejó en claro el lazo "contraterrorista" que
une a los presidentes de la primera y segunda potencia nuclear del mundo.
En
octubre de 2002 y durante tres días, 50 combatientes suicidas del
secesionismo checheno mantuvieron secuestrados a 800 rehenes dentro del
teatro Dubrovka de Moscú.
En esa oportunidad, los servicios
secretos rusos señalaron que el grupo, más allá de su jefe operativo respondía
al liderazgo de
Shamil Basayev, un jefe islámico vinculado a Bin Laden y Al Qaeda.
"Curiosamente" el mismo jefe checheno surge hoy como el principal inspirador de
la toma de rehenes en el colegio ruso, cuyo desenlace causó una matanza superior
a la realizada en el teatro moscovita.
El secuestro
en el teatro de Moscú se produjo en un contexto internacional conmocionado por una escalada de
atentados en países musulmanes -Indonesia y Filipinas- que arrojaron más de
200 muertos y centenares de heridos.

Los sucesos
fueron simultáneos a una nueva "reaparición" de Bin Laden amenazando con
atentados en Europa y EE.UU..
La CIA -por
boca de su jefe de entonces,
George Tenet- retroalimentó el pánico exhibiendo informes donde
demostraba que "Al Qaeda está viva".
Llamativamente
esa ola de psicosis terrorista coincidió, dentro de un orden secuencial,
con las operaciones diplomáticas y políticas de EE.UU. orientadas a conseguir
apoyo internacional para una invasión a Irak.
El 11 de
octubre de 2002 el Congreso de los EE.UU. autorizó a Bush el uso de la
fuerza militar para invadir a Irak sin necesidad de contar con el apoyo
diplomático de la ONU.
Trece
días
después, 24 de octubre, se produjo la toma de rehenes en el teatro
moscovita por un grupo de fundamentalistas chechenos.
El sábado 26 de octubre de 2002, las fuerzas especiales rusas tomaron el control del
teatro tras lanzar una operación de asalto utilizando gas
paralizante y armamento de alta tecnología.
Desparramados sobre las butacas del teatro quedaron más de 130 cadáveres, entre
ellos los de los guerrilleros, hombres y mujeres, con dos kilos de trotyl
atados a su cintura, similar a lo sucedido en el colegio ruso, salvo que la
mayoría de víctimas esta vez eran niños.
Ese incidente, además de apuntalar los argumentos de Bush para invadir el país
"terrorista" conducido por Saddam Hussein, sirvió a Vladimir Putin, para
flexibilizar su discurso "anti-invasión" de Irak y colocarse en una situación de
prescindencia en la ONU.
No bien ocurrida la masacre en el teatro, y con las fuerzas especiales habiendo
provocado la matanza con un asalto como en el colegio ruso, el presidente
de Rusia y ex jefe de la KGB, salió a visitar hospitales mientras repetía ante
la prensa que "el terrorismo es el único enemigo".
Luego
del asesinato de
niños en el colegio ruso, Putin anunció que va a cerrar las fronteras y a
consolidar la lucha militar contra los rebeldes chechenos.
El
representante de Italia (el principal aliado europeo de EE.UU. después de Gran
Bretaña) en la Unión Europea
pidió al
bloque de 25 miembros que discutiesen el desarrollo de una política común
contra el terrorismo en la próxima cumbre de líderes de la UE que se
celebrará en noviembre.
Noviembre es el mes en que George Bush se juega su reelección para un segundo período en la Casa
Blanca.
La vida es una acumulación de
"casualidades" donde Bush y Putin parecen llevar el protagonismo (y la
ganancia) mayor.
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