(IAR-Noticias) 10-Feb-05 Informe especial
En
su último informe Project on Government Oversight (POGO, Proyecto de
Supervisión Gubernamental), un grupo con sede en Washington que vigila el gasto
militar, señaló que, entre enero de 1997 y mayo de de 2004, sólo 20 grandes
proveedores recibieron más del 40 por ciento de los 244.000 millones de
dólares en contratos del gobierno federal estadounidense.
Entre los consorcios que se
benefician en primer lugar de esta práctica tolerada se cuentan Lockheed
Martin, que emplea a 57 ex altos funcionarios estatales; la gigante
aeroespacial Boeing, con 33; Northrop Grumman, contratista de la
Fuerza Aérea, con 20; Raytheon, con 23, y General Dynamics con 19.
En
los últimos años se acentuaron los casos
de altos militares y
funcionarios de la administración estadounidense que luego de
abandonar sus cargos pasan a desempeñarse como ejecutivos o lobbistas de los grandes proveedores privados, sobre todo en el ramo de
las empresas armamentistas del área de Defensa.
Según un artículo del
investigador estadounidense William D. Hartung en el año fiscal 2002, los
tres más grandes fabricantes de armas recibieron un total mayor a los 42.000
millones de dólares en contratos del Pentágono, de los que Lockheed Martin
obtuvo 17.000 millones, Boeing 16.000 millones y Northrop Grumman
8.000 millones.
Los tres grandes consorcios
armamentistas obtuvieron jugosos contratos y ganancias del proyecto
espacial de Bush para colonizar la Luna y enviar una misión tripulada a
Marte, que son la punta de lanza de una nueva carrera armamentista en el
espacio.
Los
tres grandes consorcios armamentistas (Lockheed Martin, Boeing, y Northrop
Grumman) tienen conexiones con otras numerosas fuentes de contratación
federal para todo, desde seguridad aeroportuaria hasta vigilancia doméstica, en
nombre de lo que hoy la Casa Blanca nombra GWOT (Global War on Terrorism),
guerra global contra el terrorismo.
El presupuesto total de
20.000 millones de dólares que Lockheed Martin recibe anualmente es
más de lo que se gasta en un año promedio en el más vasto proyecto de bienestar
social federal, el programa de asistencia temporal a familias necesitadas (Temporary
Assistance for Needy Families), destinado a familias que viven por debajo
de la línea de la pobreza.
El
consorcio Boeing fabrica el equipo de ataque directo conjunto (JDAM, por sus
siglas en inglés), herramienta que puede convertir bombas "estúpidas" en
"inteligentes". El JDAM se utilizó en tan grandes cantidades en las guerras de
Irak y Afganistán que la compañía tuvo que activar turnos duplicados de
fabricación para cumplir con la demanda de la fuerza aérea.
En la política de desarrollo nuclear de Bush, Lockheed
Martin es uno de los que mejor se posicionan en la grilla de negocios.
La corporación cuenta con un contrato por 2 mil millones de dólares anuales para impulsar los
Sandia National Laboratories, una instalación de diseño e ingeniería de armas nucleares
con sede en Albuquerque. Lockheed Martin trabaja también en sociedad con Bechtel
para desarrollar el Nevada Test Site, enclave donde se somete a prueba las armas
nucleares mediante explosiones subterráneas.
Estos contratos fueron posiblitados
por Everet Beckner, ex ejecutivo de Lockheed Martin,
que dirige el complejo de armas nucleares de la National Nuclear Security
Administration (dependencia de seguridad nuclear nacional).
Northrop Grumman también juega en grande en el área de buques
de combate, pues son de su propiedad los astilleros de Newport News, en Virginia
y Pascagoula, en Mississippi.
Los tres consorcios también obtienen
fabulosas ganancias del proyecto de Bush para colonizar la Luna y enviar una misión tripulada a
Marte, que conforman la base de la nueva carrera armamentista en el espacio.
Boeing y Lockheed Martin
son las mejor posicionadas en el campo de un espacio exterior
militarizado debido a los fabulosos contratos relacionados a lanzamientos espaciales,
así como con el área de satélites y misiles, amnteniendo ambos consorcios
una sociedad para
operar la Alianza Unida del Espacio (United Space Alliance), empresa conjunta a
cargo del lanzamiento de los transbordadores espaciales.
Los tres grandes, por medio de su
influencia en todas las oficinas de contratación federal, tienen los contratos
más jugosos en la llamada "Guerra contra el terrorismo Global" (GWOT) que
abarca ventas de sistemas y armamentos de seguridad que cubren todo el
territorio de EEUU y sus unidades de desplazamiento en el extranjero.
Al menos un tercio de los ex altos funcionarios públicos que desempeñan cargos ejecutivos en empresas proveedoras del gobierno ocuparon altos cargos
que les permitían influir en las compras del Estado a las armamentistas.
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Pentágono
estadounidense |
Por ejemplo,
la nueva comisión presidencial
encargada de redefinir la nueva colonización del espacio está
dirigida por Edward
Pete Aldridge, anterior subsecretario de Defensa para adquisiciones del
Pentágono y miembro de la junta directiva de Lockheed Martin.
Por su parte, en la
fuerza aérea el subsecretario encargado de adquirir bienes espaciales es Peter
Teets, que antes se había desempeñado como jefe de operaciones de Lockheed Martin.
Cuando Bush asumió la primera presidencia se creó un
organismo para asesorar la organización y el manejo de la seguridad en el
espacio (Commission to
Assess US National Security Space Management and Organization), que
incluía representantes de ocho contratistas del Pentágono.
La comisión era presidida por Donald Rumsfeld hasta
que asumió como secretario de Defensa. Desde entonces, Rumsfeld, ya instalado
como jefe del Pentágono, acata e
instrumenta las recomendaciones de dicha comisión (hegemonizada por los tres
grandes contratistas) en relación a armamentos y sistemas de
defensa.
Richard Perle, quien fuera secretario adjunto de Defensa bajo el gobierno de
Ronald Reagan, (1981-1989) y miembro entre 1987 y 2004 de la Junta de Políticas
de Defensa, la que presidió de 2001 a 2003,
escribió un artículo en favor del trato para el Wall Street Journal, pero
sólo después de que Boeing invirtiera 20 millones en Trireme, empresa de
inversiones de Perle.
Amigo
personal de Donald Rumsfeld, Perle
es un destacado integrante del llamado lobby israelí del
Pentágono sostenido desde la
trilogía de
poder del Pentágono conformada por el actual secretario de Defensa,
el subsecretario
Paul
Wolfowitz , y
Douglas J. Feith,
el tercer funcionario en jerarquía del área. (Ver
El lobby
judío del Pentágono).
En el verano de 2003, Perle apoyó la adquisición de
100 aviones cisterna de
Boeing, que finalmente se concretó por 27.000 millones de dólares. El
año anterior, Boeing había prometido invertir 20 millones de dólares en la
empresa de capitales de riesgo de Perle, Trireme Partners, señalan informes
parlamentarios.
Por su parte,
William D. Hartung, quien es investigador del
Instituto de Política Mundial en la Universidad New School de Nueva York,
señala que en el año 2001 Boeing patrocinó la comida anual del
Instituto Judío de Asuntos de Seguridad Nacional, reducto neoconservador
con el que tuvo vínculos cercanos el subsecretario de Defensa, Douglas Feith,
antes de ingresar al gobierno republicano de Bush.
Los invitados de honor
fueron los secretarios de tres ramas militares: Roche, de la fuerza aérea; el
secretario de Marina, Gordon England (antes en la empresa General Dynamics),
y el secretario del Ejército, Thomas White (antes en Enron). El anfitrión de la
noche fue el jefe de la oficina de Boeing en Washington: Rudy de Leon.
Roche no tuvo pelos en la
lengua para decir que parte del punto era arrojarle algo de dinero a Boeing para
que se mantuviera saludable. Lo que ustedes y yo veríamos como "rescate" la
gente del Pentágono le llamaba "mantener la base industrial para la defensa".
Otro ejemplo destacado es el de Darleen Druyun, quien supervisó y dirigió
el programa de adquisiciones de armas de la Fuerza Aérea y luego atravesó la
puerta giratoria para convertirse en subgerente general del departamento de
sistemas de misiles de Boeing.
Las
conexiones existentes entre la Casa blanca, el Departamento de Defensa
(Pentágono) y las armamentistas son infinitas, y ocupan incontables
capítulos de informes e investigaciones (parlamentarias y privadas) que
ponen en evidencia la naturaleza capitalista de las operaciones militares
de conquista que EEUU -tanto con administraciones republicanas como demócratas-
realiza permanentemente por el planeta.
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