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(IAR-Noticias) 09En04
Sobre
una población mundial de 4.500 millones de habitantes, sólo 1.700 millones
de personas conforman la categoría global de la "clase
consumidora", en tanto que
2.800 millones de pobres sobreviven con menos de dos dólares al día.
Los
países centrales gastan al año 17.000 millones de dólares en
comida para mascotas, frente los 19.000 millones que se destinan a la
lucha mundial contra el hambre.
Estas son algunas
algunas de las
conclusiones del informe El
Estado del Mundo 2004, elaborado por el Worldwatch Institute
y dedicado a estudiar los excesos de la sociedad de consumo dentro de los
países desarrollados.
Según el informe, el
consumismo, que se ha extendido por el mundo debido a la creación de mayor
riqueza y la globalización, no contribuye a resolver los problemas de los
sectores más indigentes y acarrea graves consecuencias para los ricos.
El Instituto Worldwatch (WI)
indica que "las enfermedades del consumismo" en los países altamente
industrializados, entre ellas la obesidad, han afectado gravemente a los
sectores de mayores recursos.
En el otro punto del planeta, y de acuerdo a informes presentados por
organizaciones humanitarias ante la ONU, cada siete segundos
muere de hambre un niño menor de diez años, y cada 4 minutos alguien pierde
la vista por falta de vitamina A".
Según un informe de la CEPAL de agosto del 2003,
en el año
2002, el número de latinoamericanos que vive en la pobreza alcanzó los 220
millones de personas, de los cuales 95 millones son indigentes, lo que
representa el 43,4 % y 18,8% de la población respectivamente.
En tanto el Instituto
Worldwatch agrega que más de 1.700 millones de personas ingresaron durante gran
parte del siglo pasado a la "clase consumista" y que el gasto para la
adquisición de bienes y servicios se cuadruplicó desde 1960 y en 2000 fue de más
de 20 billones de dólares.
Sólo
un 12 por ciento de la gente que vive en Norteamérica y Europa occidental -sigue
el informe- es responsable del 60 por ciento de ese consumo, mientras que
los que viven en el sudeste asiático o en Africa al sur del Sahara representan
sólo un 3,2 por ciento del mismo.
Para
Worldwatch, Estados Unidos es un ejemplo clásico de país consumista.
Allí, 242 millones de personas, el 84% de la población, pertenecen a la clase
consumista de los más compradores. En Alemania, es el 92% y en Japón, el 95%.
Según los directores del
proyecto, Lisa Mastny y Brian Halweil, en las
últimas décadas el consumismo de los más ricos, y ahora de las clases
medias enriquecidas, ha ido más allá de la intención de saciar sus
necesidades.
El informe de
la CEPAL consigna por su lado que casi 55 millones de latinoamericanos y
caribeños padecían algún grado de subnutrición a finales de la década
pasada.
En un capítulo
especial dedicado al tema del hambre realizado en colaboración con el
Programa Mundial de Alimentos de la ONU (PMA), la CEPAL estima
que el 11% de la población está subnutrida.
Casi un 9% de
la población infantil menor de 5 años sufre desnutrición aguda (bajo peso) y un
19,4%, desnutrición crónica (baja talla respecto a la edad). Esta última reviste
especial gravedad por la irreversibilidad de sus efectos negativos.
Para el Worldwatch
Institute el fenómeno del "consumismo" aumenta en el mundo debido a la
globalización, que ha permitido que millones de personas (en los países ricos)
entren en el consumismo al proporcionar la tecnología y el capital para producir
y distribuir bienes de consumo.
El ejemplo clásico
de país consumista -según Worldwatch Institute- es Estados Unidos, donde hay
más automóviles que personas autorizadas para conducirlos.
El Mapa del
Hambre
En el otro extremo - y según
los informes presentados por organizaciones humanitarias en la ONU en el Día
Mundial de la Alimentación, en octubre del 2003- 840 millones de
personas en todo el mundo carecen de alimentos básicos, y más de seis
millones de niños menores de cinco años morirán en un mes (octubre de
2003) de inanición.
Las ONG que luchan contra
el hambre se preguntaron en la ONU cómo es posible que en una Tierra que
podría alimentar a 12.000 millones de habitantes, según informes de la
Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el
desequilibrio entre los países avanzados y en desarrollo sea cada vez mayor.
La población hambrienta
-según estas mismas organizaciones- ha crecido en 35 millones de individuos
desde 2002, y se prevé que, en un cuarto de siglo, la desnutrición sea un
fenómeno inherente a grandes metrópolis como Río de Janeiro, El Cairo o
Singapur.
Naciones Unidas alertó
en el Día Mundial de la Alimentación que los programas alimentarios "están
prácticamente estancados" en los países en desarrollo -algunas organizaciones lo
achacan al desvío de fondos para la protección contra el terrorismo
internacional- , donde ya no hay comida para 799 millones de personas y las
bocas que alimentar se multiplican a razón de 1,5 millones por año.
"El
hambre ha dejado de ser el patrimonio de los parias y la desnutrición toca en
las puertas del primer mundo", subraya Manuel Sánchez Montero, responsable
de organización de Acción Contra el Hambre (ACH).
"El caso argentino lo
demuestra", añade este especialista, quien recuerda como las ONG´s tuvieron que
entrar apenas hace año y medio en Buenos Aires a calmar los estómagos vacíos de
6 millones de pobres, la mitad del censo del área metropolitana, debido a la
crisis económica.
"Hay lugares donde se ha
vivido mucho mejor que en España y en los que ahora se pasa hambre. Tenemos que
abandonar la idea paternalista sobre este problema: no vale pensar que eso
ocurre en aldeas perdidas y que se soluciona sólo con dinero", explica Sánchez
Montero.
"El proceso de
urbanización de la población hace que se urbanice también la pobreza",
sostiene Amador Gómez, cooperante de ACH.
Los expertos llaman a este
fenómeno "el hambre silenciosa" y pronostican que en dos décadas copará
cinturones de Asia y América Latina -donde el 70% de la población reside ya en
ciudades- y sumergirá en el caos al norte de África, cuyas metrópolis
pasarán de albergar 310 a 710 millones de personas.
La agencia de Naciones
Unidas apuesta por crear una Alianza Internacional contra el Hambre para
acabar con esta lacra. Esta Alianza "es un instrumento para superar la apatía y
la indiferencia, para promover una nueva era de cooperación y acción que permita
reducir e incluso eliminar el flagelo del hambre en el mundo", señala la FAO.
Según esta institución,
"cada país debería fijar sus propias metas nacionales a través de sus órganos
legislativos" para aplicar programas contra el hambre.
"Hace falta un pacto
global para reducir la pobreza y garantizar el más fundamental de los
Derechos Humanos: el derecho a la alimentación", afirma.
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