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(IAR-Noticias) 02Feb04 Por Marcelo Acevedo,
de la redacción
La estrategia divisionista
Un
general norteamericano, Mark Kimmitt,
subdirector de
operaciones de la coalición,
señaló ante la prensa, hace una semana, que la resistencia iraquí "arremete
cada vez más contra los civiles y las fuerzas de seguridad iraquíes", que
colaboran con las fuerzas de EE.UU.
"La
guerrilla ataca menos a las fuerzas de la coalición y se centra ahora en las
operaciones contra la Policía iraquí, las fuerzas de seguridad iraquíes y los
responsables gubernamentales. El objetivo es "transmitir un mensaje de
terror", agregó el militar invasor.
Las declaraciones del alto jefe fueron imitadas por
el resto de los portavoces militares, quienes ponían el acento en que
ahora el blanco de la resistencia se centraba en "victimas civiles inocentes",
antes que en unidades militares.
"Atacar a mujeres que van a trabajar para alimentar a sus familias es algo nuevo
o simplemente un acto de total frialdad", declaró Kimmitt en un evidente intento
por separar a la guerrilla combatiente del resto de la población civil.
La
CIA y la inteligencia militar de la coalición intentaron
sacar
un
rédito divisionista
de las
operaciones de la resistencia contra los
cipayos iraquíes,
que se desempeñan tanto en las fuerzas de seguridad como en la administración
civil de la ocupación norteamericana.
Su
estrategia
-desde fines del año pasado-
consistió
en mostrar que las acciones de la guerrilla
están particularmente orientadas a
asesinar a civiles iraquíes,
obviando decir que los que mueren son
colaboracionistas
que han mandado a prisión o a la muerte a miles de sus compatriotas.
Tanto Bremer como la Casa Blanca
habían señalado a principio de año que la liberación de los prisioneros es un
gesto que busca la reconciliación del país, y fue anunciada con bombos y
platillos por el propio presidente Bush.
Simultáneamente, las fuerzas especiales lanzaban una feroz cacería
contra partidarios y militantes de la resistencia iraquí, con redadas
gigantescas y con escuadrones de la muerte que ya han asesinado a decenas de
personas por todo el país.
Las agencias y diarios internacionales callaron meticulosamente esta masacre
y dedicaron sus portadas a
difundir información oficial de la fuerzas de ocupación.
En
un mensaje de doble vía la ocupación norteamericana buscó "consenso
social y político" favorable liberando prisioneros, y simultáneamente
lanzó operativos militares deteniendo a centenares de civiles calificados como
"partidarios de Saddam", entre los cuales figuran mujeres y niños sospechados de
"terroristas".
La
mayoría de esos procedimientos y
detenciones fueron posibilitados por
delaciones
de iraquíes colaboracionistas que
proporcionan información a los servicios de inteligencia anglonorteamericanos.
Kurdos y chiítas
Tanto los kurdos como los chiítas son piezas
claves de esta estrategia divisionista.
Los kurdos, cuyos representantes están
nucleados en el Consejo de Gobierno de Irak, operan como virtual fuerza de
ocupación junto a EE.UU., principalmente en la región de Tikrit, al noroeste de
Bagdad.
Allí los
'peshmergas'
colaboraron con fuerzas especiales norteamericanas en la captura de Saddam
Hussein. La mayoría de los controles militares son vigilados por soldados
kurdos, que realizan inspecciones bajo el mando de oficiales estadounidenses.
En cuanto a los chiítas, sus principales
líderes ocupan un sillón destacado en el Consejo de Gobierno iraquí y
desarrollan, junto a los kurdos, tareas de espionaje contra los grupos del
nacionalismo iraquí enfrentados militarmente a la coalición invasora.
Ante sus respectivas comunidades justifican
esta actitud de abierta "colaboración con el invasor" pretextando una lucha
contra los partidarios de Saddam, cuyo régimen tenía como principales
enemigos a los kurdos y a los chiítas.
La estrategia divisionista de
EE.UU. explota el
"odio a Saddam" que le sirve de justificación para matar o encarcelar a los combatientes árabes
anti-EE.UU. que operan en Irak desde la ocupación
militar.
Los jefes kurdos y chiítas son funcionales a la misma, dado que ninguno de estos
sectores se propone expulsar a EE .UU. de Irak.
A los kurdos s ólo les interesa un reconocimiento de su "independencia" y
quedarse con el petróleo del norte iraquí, en tanto que el objetivo de los
chiítas pasa por la creación de un gobierno fundamentalista islámico, una
especie de réplica del régimen de los clérigos iraníes en Irak, y en
buenas relaciones con los norteamericanos.
Estos dos grupos, vale recordarlo, apoyaron la
invasión norteamericana a Irak cuando operaban como "oposición en el exilio" al
entonces dominante régimen de Saddam Hussein (Ver:
Quién
es quién en el Consejo iraquí).
Tanto
chiítas como Kurdos integran el
Consejo de
Gobierno iraquí,
un engendro
institucional armado por el administrador civil, Paul Bremer, un agente
contraterrorista de
la CIA,
quien controla todas sus decisiones destinadas a darle un matiz de
"legalidad" a la ocupación militar.
Desde una oficina del Consejo
manejada
por el banquero Chalaby,
y siguiendo un programa
denominado
"comité de erradicación del partido Baas"
se ha creado
una red de persecución,
asesinatos y
delación que ha arrojado a miles de iraquíes a las prisiones y centros de
detención extendidos por todo Irak.
Las organizaciones
de derechos humanos que actúan en Irak han denunciado infinidad de torturas y
violaciones,
así como la condiciones inhumanas de hacinamiento en que se encuentran los
detenidos.
Respuesta de la
resistencia iraquí
Después que Paúl Bremer anunciara una liberación de
presos iraquíes que ayudara a "pacificar a Irak", a
principios de año, la resistencia iraquí inició una escalada de
ataques cuya acción más contundente se realizó el
domingo 18 de enero, justo frente a sus oficinas
administrativas en la llamada "zona verde" de Bagdad.
La
explosión del coche-bomba provocó 25 muertos y al menos
130 heridos, en su mayoría colaboracionistas de la administración civil
norteamericana.
En
los días posteriores la resistencia iraquí siguió asestando duros golpes a
las tropas norteamericanas que ocupan Irak, y simultáneamente siguió con sus
ataques contra los colaboradores civiles y policiales de las tropas invasoras.
Los atentados contra los "colaboracionistas" están
básicamente orientados a neutralizar el reclutamiento de iraquíes por el
aparato militar norteamericano, quien intenta sustituir a sus soldados por
mercenarios locales.
Condoleezza Rice fue designada
hace poco por Bush al frente de una comisión especial que tiene a su cargo todo
el diseño de política del Departamento de Defensa en Irak.
Su objetivo pasa por delegar
la función represiva -hoy en manos de las fuerzas militares regulares- en
grupos paramilitares integrados por mercenarios iraquíes, particularmente
chiítas y kurdos.
La
creación de esos escuadrones especiales ya fue anunciada por el secretario de
Defensa, Donald Rumsfeld, durante una visita sorpresa a Bagdad en diciembre
pasado.
Durante su visita sorpresa a
Irak el jefe del Pentágono aterrizó en una base de la 82 división
aerotransportada al sur de Bagdad, uno de los centros de adiestramiento de
estos comandos árabes que son entrenados por oficiales israelíes en
tácticas de contrainsurgencia y guerrilla urbana.
Parte de esos grupos ya están actuando al noroeste de
Bagdad, en el denominado "Triángulo Suní", y su labor consiste básicamente en
ejecutar un programa de asesinatos "selectivos" contra los principales
comandantes de la resistencia.
Los ataques a blancos "civiles" que realiza la resistencia
iraquí por estos días, están orientados a destruir las redes clandestinas
de estos escuadrones que operan mimetizados en la policía, o entre los
integrantes de la administración civil.
Cuando son alcanzados por el fuego o las bombas de los
combatientes anti-norteamericanos, estos comandos mercenarios son reportados
como "muertos civiles" por los portavoces militares estadounidenses.
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