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(IAR-Noticias) 05En04
Después
de la confusión provocada por tres días consecutivos de anulaciones y retrasos,
el promocionado vuelo 223 de British Airways, entre Londres y Washington,
cancelado jueves y viernes, despegó el sábado pasado con tres horas de retraso.
El inconveniente estuvo
encuadrado en el "alerta antiterrorista" que se extendió desde Washington a
todas las capitales europeas dos semanas antes de las fiestas de fin de año.
El
Gobierno británico dio sus
propias explicaciones del "alerta": "fuentes de inteligencia han advertido de
planes terroristas “específicos y creíbles” para secuestrarlo y estrellarlo
contra un objetivo en Washington", señaló el ministro británico de
Transportes, Alistair Darling.
El funcionario se vio
obligado a efectuar esa aclaración en medio de la polémica suscitada en Londres,
y otras capitales europeas, por la exigencia estadounidense de que policías
armados vayan a bordo de algunos vuelos transatlánticos.
Presionado por
los serios
inconvenientes que las exageradas medidas de seguridad plantean a los
pasajeros la Administración Blair habló concretamente de una amenaza
terrorista en relación con el vuelo 223 de British Airways.
La anulación de vuelos,
los estrictos controles a los pasajeros, tanto a la salida como a su llegada al
aeropuerto de Washington, agregado a la presencia de agentes armados en algunos
aviones, han planteado un gran debate en Gran Bretaña y en Europa sobre la
veracidad de las amenazas y las medidas de seguridad dispuestas.
Sectores de la prensa
británica se interrogan abiertamente sobre la credibilidad de los datos de
los servicios secretos y si los mismos justifican las medidas extremas de
seguridad que se han implementado.
Esto llevó a
que el gobierno de Blair
pusiera el acento en la existencia de “datos creíbles y
específicos” sobre un intento de secuestro para provocar un nuevo 11-S.
Antes del "malestar" producido por las extremas medidas de seguridad,
Londres y Washington
-en fina sintonía como siempre- venían especulando con una supuesta
intercepción electrónica de mensajes de Al Qaeda "amenazando" con un ataque con
misiles a EEUU y a ciudades europeas.
Tal "psicosis
terrorista" motivó que algunos aviones hayan sido escoltados por
aparatos F-16 al ingresar a
EE.UU.
La CIA, el MI6 (servicio
de inteligencia del Reino Unido), el Home Office británico y el Departamento de
Seguridad Interior estadounidense coordinaron estrechamente sus actividades y
actuaron en forma sincronizada.
La
información sobre la amenaza “específica y
creíble” a la que se refirió el sábado el ministro británico de Transportes habría
sido obtenida por el espionaje electrónico conjunto de Estados Unidos y Gran
Bretaña, que utilizan los satélites de comunicaciones para interceptar todo tipo
de mensajes, estudiarlos y determinar cuáles de ellos son "atribuibles" a Al Qaeda.
No obstante este despliegue
"antiterrorista", casi calcado de otros operativos que se repitieron sin cesar
desde el 11-S para adelante, hay sectores que comienzan a "sospechar" de un
posible rédito político a favor de Estados Unidos y Gran Bretaña.
El
gobierno francés ha
criticado la "falta de precisión en las informaciones" que llevaron a suspender
seis vuelos de Air France a Los Angeles y a detener otro en Gandor (Terranova)
durante tres horas.
La opinión pública
"informada", europea y estadounidense, comienza a referirse a estos "alertas
fallidos" con un dejo entre la ironía, el fastidio y la incredulidad.
Ante la no concreción de
los atentados, la "psicosis terrorista" asociada con Bin Laden y Al Qaeda
comenzó a perder fuerza y las sucesivas y espectaculares operaciones de
seguridad comenzaron a caer en el descrédito y su continuidad en el tiempo las
puede hacer caer en el ridículo.
Desde la voladura de las
Torres Gemelas para acá sucesivos alertas "rojos" o "naranjas" han conmocionado
a Europa y a Estados Unidos, el "fantasma terrorista" de Al Qaeda aparece,
amenaza y desaparece sin que nada suceda (Ver:
Bin
Laden, un soldado de la CIA ).
Los aparatos de
inteligencia anglonorteamericanos corroboran con prontitud la "veracidad"
de esas amenazas, y luego se despliegan impresionantes operativos de seguridad
destinados a prevenir o neutralizar esos posibles ataques.
Hay precisiones
estadísticas: Bin Laden y Al Qaeda sólo "aparecieron" en videos de dudoso
origen desde el 11S en adelante.
En cambio, en ese mismo
período, EEUU y su socio inglés concretaron dos invasiones imperialistas:
Afganistán e Irak, e incrementaron suS presupuestos militares y de
seguridad a cifras astronómicas escudados en el "peligro terrorista".
El
presupuesto de la "guerra contra el terrorismo" asciende a 120.000 millones
de dólares anuales. Una cifra faraónica que alimenta
el déficit presupuestario
estadounidense que rondará los 480.000 millones de dólares en el año 2004,
según lo anunciado por la oficina del Congreso.
El destino de Bush como
el de Blair, su imagen pública y electoral, dependen hoy como nunca del "peligro
terrorista" que justifique sus cruzadas bélicas y les acredite consenso
social y político a sus desgastadas administraciones.
Ambos, en sus respectivos
países, luchan contra sus imágenes públicas en caída vertiginosa.
Atrás quedaron los bombardeos
"exitosos" y la ocupación de Yugoslavia y Afganistán, ahora el objetivo
del eje imperialista Washington-Londres está centrado en controlar el
polvorín de la ocupación militar de Irak.
Tanto a W. Bush como a Tony
Blair, socios en la empresa capitalista de invadir países, las encuestas no les
"miden bien" tras la aventura de apoderamiento de Irak en sólo 22 días.
Para ambos los sondeos de
opinión en sus respectivas naciones marcan una decadencia pronunciada de su
imagen ante la opinión pública,
y solamente una nueva cruzada
contra el "eje del mal" puede otorgarles algún oxígeno a sus desvencijadas
carreras políticas.
La reciente captura de Saddam
Hussein impulsó algunos puntos arriba a la figura de Bush, pero la creciente
escalada de ataques y de bajas que experimentaron luego las tropas
norteamericanas convenció a la sociedad estadounidense que "todo sigue igual"
con el ex líder iraquí detrás de las rejas.
La "gloria" se le esfumó
en pocos días a Bush, y hoy las encuestas le marcan un virtual "empate técnico"
con el candidato de los demócratas a las elecciones presidenciales que se
realizarán dentro de 11 meses.
El presidente de EEUU, quien
se postula para la reelección, enfrenta una oposición interna feroz por
parte de sus adversarios electorales atrincherados en el Congreso y en los
medios de comunicación.
El "empantanamiento" de
las fuerzas estadounidenses en Irak, el alto costo económico y en vidas
que genera a los norteamericanos la ocupación militar, son los principales
argumentos de las campañas contra Bush dentro y fuera de los Estados Unidos.
El
costo de la ocupación militar y la reconstrucción de Irak demanda US$ 1.000 millones
semanales al Estado norteamericano, según lo declarado hace poco por el
administrador civil norteamericano, Paul Bremer.
Mientras las corporaciones y los bancos estadounidenses hacen jugosas ganancias
con los contratos de la reconstrucción de Irak, el Estado norteamericano ya ha
invertido más de US$ 35.000 millones en los costos operativos de la ocupación,
cifra que en sesenta días más superará en dos veces el costo total que
demandó la guerra relámpago de apoderamiento de ese país.
Francia,
Rusia, y Alemania se niegan a poner sus tropas bajo el comando político y
militar norteamericano hasta que sus bancos y transnacionales no reciban
"garantías" de mayor participación en el festín de la "reconstrucción de Irak",
cuya tajada principal se llevan EEUU y su satélite británico.
Bush se
niega a pagar el "precio" de ceder el control político, militar y económico de
la "reconstrucción" de Irak a la ONU, o sea a sus inestables aliados
europeos que le exigen mayor participación en el botín de guerra.
Tanto por
el lado del frente "interno" como del "externo", Bush como Blair atraviesan
situaciones enmarcadas dentro de un cuadro de "atrapado y sin salida".
La
dinámica de la resistencia iraquí, con su secuela ininterrumpida de bajas
norteamericanas, torna imposible un ascenso de Bush en las encuestas electorales
de aquí a noviembre, fecha de los comicios presidenciales.
Blair,
por su parte, está tironeado por dos posiciones. De un lado la opinión publica
inglesa que le exige un despegue de su sociedad con Bush, y por el otro las
grandes corporaciones armamentistas británicas (su principal sostén
político) asociadas con firmas del complejo militar norteamericano, que le
reclaman continuidad de su alianza estratégica con Washington.
En cuanto
a Bush, su destino político está atado inexorablemente al control militar y
político del
polvorín iraquí.
Sus
rivales del Capitolio ya le adelantaron que no le concederán un incremento del
presupuesto militar, y su figura comienza a desgajarse entre las propias
filas de los republicanos "blandos".
En los
días venideros de aquí a noviembre, W. deberá luchar para torcer el destino de su
padre, George Bush, quien luego de ganar la primera Guerra del Golfo en 1991 fue
derrotado en las urnas por el demócrata Bill Clinton.
En este
contexto -según algunos expertos de Washington- hay que leer la reciente
escalada de "alertas terroristas" en EEUU y en Europa.
Lo único
que puede impulsar a Bush y a Blair al tope de las encuestas es una
revitalización de la "guerra contra el terrorismo". Esto es, que Al Qaeda
deje de ser una "amenaza" y se convierta en "realidad" por medio
de atentados selectivos contra blancos de Estados Unidos y Europa.
Las
poblaciones de EEUU y de Europa han comenzado a "descreer" de las amenazas, y su
reflejo condicionado de "psicosis terrorista" comienza a perder efecto
ante los atentados que no se concretan.
No sería
nada extraño -arriesgan algunos especialistas- que en los próximos días o meses
la CIA haga "aparecer" nuevamente a Al Qaeda con atentados escalonados
por Asia y Medio Oriente que luego se trasladen a EEUU y Europa.
Bush y
los halcones del Pentágono, así como sus socios del complejo militar británico,
quieren desenterrar la mística de la guerra contra el "eje del mal".
Y para
conseguir nuevamente consenso político y social a sus planes de invasión
tienen que "mostrar al terrorismo en acción".
Un nuevo
11-S, quizá en EEUU, quizá en Europa, es una salida más que lógica
para Bush, Blair, y el complejo entramado del capitalismo trasnacional que
extrae su tasa de ganancia de las guerras de conquista.
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