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(IAR-Noticias) 06En04
En
una nueva escalada de su "guerra contraterrorista" EEUU ha comenzado a
tomar las huellas digitales y fotografías de visitantes de la mayoría de los
países del mundo que arriban al país.
El
programa empezó a
implementarse este lunes en presencia del secretario de Seguridad Interna del
país, Tom Ridge, quien estuvo supervisando la puesta en marcha del nuevo régimen
al lado de oficiales de inmigración en el aeropuerto Hartsfield de Atlanta.
Las principales fronteras
aéreas y marítimas de EEUU -115 aeropuertos y 14 puertos-
reciben a los visitantes con carteles en los que se anuncia el programa US-VISIT,
decidido por el Congreso a propuesta del Departamento de Seguridad Nacional.
Las instrucciones se dan en
varios idiomas y con despliegue gráfico para que el viajero vea
claramente que debe colocar el dedo índice de la mano izquierda y el de la mano
derecha -por este orden- sobre una pequeña caja en la que hay un lector óptico.
Con la huella electrónica
tomada y en el mismo mostrador en el que se le controla el pasaporte, el
visitante debe mirar hacia una pequeña cámara esférica que le mira, como un
ojo, para hacer la fotografía
Las huellas dactilares
electrónicas se contrastan con una base de datos en la que se combina
información sobre historiales criminales y listas terroristas.
Según el responsable del
Departamento de Seguridad Interior, se trata de "abrir
las fronteras a los viajeros y cerrársela a los terroristas".
Que hay
detrás de los controles "antiterroristas"
Un dato a tener en cuenta para
entender porqué la administración Bush está realizando este espectacular
operativo de inteligencia y de seguridad interna: los 400.000 millones
de dólares del presupuesto militar estadounidense.
Los gastos militares de EEUU
aprobados con anterioridad a la guerra de de conquista de Irak insumen
casi la totalidad de su déficit presupuestario estimado por el Congreso en
480.000 millones de dólares.
De este total,
el presupuesto de la
"guerra contra el terrorismo" asciende a 120.000 millones de dólares
anuales.
El gigantesco
sistema de inteligencia para espiar a amigos y enemigos - puesto en marcha con
la doctrina de "guerra preventiva" contra el "eje del mal"- costó
35.000 millones de dólares en 2003: casi un 10% de su presupuesto militar
que es superior a los combinados de los veinte países más militarizados del
mundo.
Esta maquinaria de
inteligencia incluye a la CIA (Central de Inteligencia Americana) cuyos
gastos se estiman entre 3.000 y 4.000 millones al año; la NSA,
(National Security Agency), que depende del Pentágono con un presupuesto de
5.000 millones de dólares al año y 25.000 agentes que se ocupan de las
escuchas en el mundo entero.
Una
gran cantidad de organismos gravitan en torno a la "guerra
antiterrorista". Entre ellos el Centro de Búsqueda de fondos
terroristas en el extranjero (Foreing Terrorist Asset Tracking Center) creado
después del 11-S; y el Centro Nacional de Reconocimiento (The National
Reconnaissance Office) que se ocupa de los satélites espías, etc.
La guerra de
Afganistán ha costado en un año 17.000 millones de dólares, en tanto que que la
ocupación de Irak (considerando los 20.000 millones de dólares que insumieron
las operaciones militares de conquista) hasta el momento le cuesta al Tesoro
norteamericano alrededor de 60.000 millones dólares.
El 11-S permitió
elevar los presupuestos de defensa un 18% con la excusa de la "guerra
antiterrorista" enmarcada en la nueva Doctrina de Seguridad estadounidense,
y en el procedimiento de "guerra preventiva" lanzado por Bush y los
halcones tras la voladura de las Torres Gemelas.
Según
el informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD de 1998, lo
invertido anualmente en gastos militares por EEUU bastaría para eliminar
el hambre en el mundo, ofrecer educación fundamental y cuidados sanitarios a
todos los que lo necesitan, además de cuidar la salubridad de las aguas, mejorar
las letrinas y educar a todas las mujeres para una maternidad responsable.
Este es el punto crucial que
atenaza a la administración Bush.
El monstruo bélico que desató
tras el 11-S se le volvió en contra. Las guerras de conquista de los
halcones se "comen el dinero de los contribuyentes" y constituyen el
talón de Aquiles de Bush que sus rivales electorales explotan para derrotarlo
en noviembre de este año.
El presupuesto militar
estadounidense (más de mil millones de dólares por día) es el caballito
de batalla y el principal eje argumental que exhiben los demócratas
contra Bush ante la sociedad
norteamericana.
Dentro de este contexto hay
que interpretar estos gigantescos operativos de seguridad orientados a
"justificar" esa cifra sideral invertida en la maquinaria militar y de
inteligencia.
El fantasma del "terrorismo",
la escalada permanente de los "alerta", los nuevos visados y el fichaje de
pasajeros le sirve a la administración republicana para mantener a la sociedad
estadounidense en un estado de "conmoción" creciente.
Lo que buscan Bush y el lobby
militar de Washington es crear las bases de consenso social y político para la
aprobación de nuevas partidas militares por parte del Congreso de EEUU.
Bush y su grupo permanecen
"atascados" en la trampa de Irak, y su única salida de aquí a noviembre pasa por
el envío de más tropas y equipos militares que contribuyan a mantener a raya a
la resistencia iraquí.
Expresando al sector que
quiere más tropas The New York Times (20/8) decía: "El
gobierno de Bush debe comprometer más recursos, y si es necesario más soldados
en Irak".
Lo mismo le exigen los generales del Pentágono y los comandantes de Irak quienes
-en sucesivos informes que elevaron a /span>
Donald
Rumsfeld- le hicieron saber que
para mantener la seguridad de Irak hacen falta por lo menos medio millón de
hombres (en estos momentos las fuerzas militares en Irak suman 150.000
efectivos).
Para el envío de nuevas tropas Bush y su administración necesitan imperiosamente
que el Congreso de EEUU les apruebe nuevas partidas de gastos militares, y sus
adversarios demócratas que controlan las mayorías en las cámaras no piensan
otorgárselas.
De los 155 batallones de combate del ejército estadounidense, 98 se encuentran
desplegados en tareas activas fuera de los Estados Unidos, además ya se ha
convocado a 136.000 miembros de la Guardia Nacional y las reservas.
Con estos números en la
mano, el conocido historiador
Paul Kennedy afirma que el actual despliegue militar norteamericano en el mundo
es "imposible de sostener en el largo plazo" por la crisis
económica que engendra.
El ex director General de la
UNESCO Federico Mayor Zaragoza insiste en decir que la economía americana es una
"economía de guerra" que necesita de conflictos armados fuera de sus
fronteras para evitar el colapso.
Paradojalmente lo que
necesitan instalar hoy los ideólogos del Pentágono no es una "guerra
externa" sino una "guerra total contra el "terrorismo" en el marco de sus
fronteras internas.
En otras palabras, precisan de
otro acontecimiento que "sockee" nuevamente al pueblo y al poder
estadounidense como lo hizo la voladura de las Torres Gemelas en septiembre del
2001.
Los atentados del 11-S
-además de generar la aprobación del preesupuesto militar más grande de la
historia- llevaron a la aprobación de contratos con la Loocked Martin por
225.000 millones de dólares por la compra de cazas de última generación a
entregar en seis años. Este contrato llevaba meses esperando la situación
"propicia" que brindaron los atentados.
En el cuadro presente
solo un estado de "conmoción terrorista" podría doblegar la voluntad de
los parlamentarios demócratas y obligarlos a votar un nuevo incremento del
presupuesto militar y la autorización de más envíos de tropas a Irak.
A esto precisamente apunta la
estrategia de Bush y los halcones.
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