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(IAR-Noticias) 26En04
Sus
rivales demócratas atacan a Bush sobre la base de tres argumentos principales:
el costo de la ocupación militar de Irak, las muertes de soldados
estadounidenses, y la falta de comprobación de la existencia de las armas de
destrucción masiva de Saddam Hussein que sirvió de justificativo a
los halcones para invadir ese país.
La embestida interna contra
Bush, para impedir su reelección por un nuevo período presidencial, tomó un
nuevo giro el viernes pasado con las declaraciones efectuadas por el
renunciante funcionario que tenía a su cargo una misión de inspección de la CIA
en Iraq.
David Kay, hasta el viernes
el principal inspector de armas de Estados Unidos en Iraq, dijo que no creía que
el ex régimen tuviera armas de exterminio masivo, y atribuyó esa versión a los
servicios de inteligencia y a los científicos gubernamentales que le presentaban
a Saddam Hussein proyectos ambiciosos e inviables, para los cuales recibían
grandes sumas de dinero.
En declaraciones hechas el
domingo, Kay dijo que su equipo no encontró pruebas de que el régimen de
Saddam Hussein hubiera acumulado armas no convencionales antes de la invasión
del país por parte de tropas estadounidenses en marzo.
Desde su dimisión el
viernes, Kay ha insistido que Iraq carecía de un programa a gran escala para
producir armas prohibidas en la década de 1990, después de haber perdido la
Guerra del Golfo Pérsico de 1991.
Ha afirmado, además, que el
régimen de Saddam Hussein no disponía de arsenales copiosos de armas de
destrucción masiva para su "uso inminente".
En declaraciones publicadas
este lunes por el diario The New York Times señaló que la CIA y otros servicios
de inteligencia no habían advertido que los científicos iraquíes
proponían proyectos armamentísticos fantasiosos y que los fondos que recibían
para impulsarlos terminaban siendo usados con otros fines.
La campaña
Los halcones de la Casa
Blanca montaron en cólera con las afirmaciones de Kay, un funcionario cercano al
jefe del Departamento de Estado Colin Powell, quien mantiene posturas
críticas sobre la invasión a Irak diseñada y ejecutada por Rumsfeld y el
Pentágono.
El sábado
Colin Powell aventuró la
posibilidad de que Iraq quizá no tuviera dichas armas. "La respuesta a
esa interrogante es que todavía no lo sabemos", dijo.
Fuentes en Washington
sostienen, que entre los republicanos existe una disputa permanente entre la
línea "blanda", encabezada por Powell, y la línea "dura" encabezada por Rumsfeld,
cuyos efectos se están sintiendo en la campaña electoral de Bush.
En ese sentido, las
declaraciones del ex inspector Kay son totalmente funcionales al interés
electoral de los demócratas, que usan la "no existencia de armas" como un
argumento esencial para destruir a Bush.
Lo curioso -dicen esas
fuentes- es que Kay conocía de antemano, incluso mucho antes de asumir
como jefe de inspectores, que las armas de destrucción masiva de Saddam nunca
existieron, salvo en la idea de un grupo de la CIA que elaboró la teoría
para justificar la invasión en marzo del año pasado.
El hoy ex inspector
"denunciante", por otro lado, formó parte de la OSP, una oficina secreta
de inteligencia paralela que funciona en la Casa Blanca desde la época de Bush
padre, y desde la cual se elaboraron las distintas teorías "antiterroristas" que
luego sirvieron de justificativo para los "ataques preventivos" contra
Afganistán e Irak.
Desde esa oficina en la
sombras, conocida con el mote de "fábrica de mentiras", se construyó la línea
argumental con la cual se legitimó la invasión y ocupación de Irak, y cuyo
eje principal se centraba en el peligro regional y mundial que constituían esas
presuntas armas estratégicas en manos de Saddam Hussein.
David Kay, por otro lado, es
un hombre cercano al segundo de Rumsfeld en el Pentágono, Paul Wolfowitz, quién
en 1992, tras la finalización de la primera guerra del Golfo, supervisó la
redacción del documento “Guía para la política de defensa”, donde se
trazaron claramente los lineamientos para una segunda invasión a Irak,
finalmente concretada por la administración de W. Bush.
Los objetivos que se
marcaban eran garantizar el acceso al petróleo del golfo Pérsico, impedir la
proliferación de armas de destrucción masiva y combatir las amenazas del
terrorismo.
El documento recomendaba
ataques preventivos contra rivales reales o posibles –es decir, cualquier
país que pudiera desafiar la supremacía estadounidense– y la actuación
unilateral de Estados Unidos en caso de no poder orquestarse una acción
colectiva con la ONU.
Las ideas contenidas en el
documento finalmente fueron
incorporadas a la estrategia
de seguridad nacional de Estados Unidos hecha pública en septiembre del 2002.
De esta manera, la supuesta
tenencia de armas de destrucción masiva por parte del régimen iraquí, así como
sus presuntos vínculos con la organización Al Qaeda, fue el punto de partida
justificatorio de la actual ocupación militar de Irak.
Posteriormente EE.UU., en una
operación destinada a blanquear su situación frente a la imputaciones y
sospechas lanzadas en su contra, mandó su "propia comisión" de la CIA
encabezada por Kay a verificar la presencia de esas armas en el terreno, cuya
leyenda sobre su existencia fue elaborada por la propia inteligencia
estadounidense.
Es como mandar a un mentiroso
que verifique la existencia de su mentira.
La idea de la administración
republicana no era otra que prolongar indefinidamente la "investigaciones" y
dejar que el tema se fuera dilatando en el tiempo hasta perder fuerza en
la opinión pública norteamericana.
Finalmente Kay, cuyas
motivaciones hay que buscarlas en los intereses políticos y económicos de la
campaña electoral, pateó el tablero y declaró que las armas de Saddam nunca
existieron.
"El hecho es que, hasta
ahora, esas armas no existen y debemos comprender las razones", señaló
David Kay el domingo a una radio estadounidense.
Curiosamente el secretario de
Estado coincidió con sus declaraciones:
"La cuestión abierta es:
¿cuántas tenían si es que las tenían, y si las tenían dónde las pusieron? ¿Y si
no las tenían, por qué no se supo eso antes?", señaló Colin Powell el sábado.
Por supuesto que las opiniones
de Kay y las del
secretario de Estado, fueron bienvenidas para los pretendientes
demócratas que se miden en primarias para enfrentar a Bush en la
presidencial de noviembre.
Los demócratas no perdieron el tiempo y ya lanzaron sus primeras estocadas
después de la renuncia de David Kay a su cargo.
"Esto quiere decir que (el
vicepresidente) Dick Cheney y otros en el seno de la administración indujeron al
error a los estadounidenses sobre la verdadera situación de las ADM en Irak",
declaró John Kerry, uno de los favoritos en la carrera por la investidura
demócrata.
El general retirado Wesley Clark, otro candidato favorito de los demócratas, fue
aun más directo en sus ataques contra George W. Bush.
"Fue a la guerra sin una amenaza inminente, sin conexión entre Irak y los
atentados del 11 de setiembre. Fue a la guerra cuando la vía diplomática no
había sido agotada, antes de que nuestros aliados se nos unieran, antes de tener
un plan para después de llegar a Bagdad, sin fuerzas suficientes", aseguró
el domingo el ex comandante supremo de las fuerzas aliadas en Europa.
Los demócratas, que apoyaron
la invasión a Irak y autorizaron el gigantesco presupuesto militar en el
Congreso, ahora quieren desembarazarse de Bush y retornar al poder de la Casa
Blanca.
David Kay y las "armas de
Saddam" son una verdadera pieza de colección para su estrategia.
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