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Tuesday, 27 de January de 2004

Verdades y mentiras sobre las "armas de Saddam"

Lo que no dijo el inspector de armas
de Bush

   

David Kay, jefe de  inspección de armas de la CIA en Iraq, renunció diciendo que las armas de destrucción masiva de Saddam nunca existieron.

   

(IAR-Noticias) 26En04 

Sus rivales demócratas atacan a Bush sobre la base de tres argumentos principales: el costo de la ocupación militar de Irak, las muertes de soldados estadounidenses, y la falta de comprobación de la existencia de las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein que sirvió de justificativo a los halcones para invadir ese país.

La embestida interna contra Bush, para impedir su reelección por un nuevo período presidencial, tomó un nuevo giro el viernes pasado con las declaraciones efectuadas por el renunciante funcionario que tenía a su cargo una misión de inspección de la CIA en Iraq.

David Kay, hasta el viernes el principal inspector de armas de Estados Unidos en Iraq, dijo que no creía que el ex régimen tuviera armas de exterminio masivo, y atribuyó esa versión a los servicios de inteligencia y a los científicos gubernamentales que le presentaban a Saddam Hussein proyectos ambiciosos e inviables, para los cuales recibían grandes sumas de dinero.

En declaraciones hechas el domingo, Kay dijo que su equipo no encontró pruebas de que el régimen de Saddam Hussein hubiera acumulado armas no convencionales antes de la invasión del país por parte de tropas estadounidenses en marzo.

Desde su dimisión el viernes, Kay ha insistido que Iraq carecía de un programa a gran escala para producir armas prohibidas en la década de 1990, después de haber perdido la Guerra del Golfo Pérsico de 1991.

Ha afirmado, además, que el régimen de Saddam Hussein no disponía de arsenales copiosos de armas de destrucción masiva para su "uso inminente".

En declaraciones publicadas este lunes por el diario The New York Times señaló que la CIA y otros servicios de inteligencia no habían advertido que los científicos iraquíes proponían proyectos armamentísticos fantasiosos y que los fondos que recibían para impulsarlos terminaban siendo usados con otros fines.

La campaña

Los halcones de la Casa Blanca montaron en cólera con las afirmaciones de Kay, un funcionario cercano al jefe  del Departamento de Estado Colin Powell, quien mantiene posturas críticas sobre la invasión a Irak diseñada y ejecutada por Rumsfeld y el Pentágono.

El sábado Colin Powell aventuró la posibilidad de que Iraq quizá no tuviera dichas armas. "La respuesta a esa interrogante es que todavía no lo sabemos", dijo.

Fuentes en Washington sostienen, que entre los republicanos existe una disputa permanente entre la línea "blanda", encabezada por Powell, y la línea "dura" encabezada por Rumsfeld, cuyos efectos se están sintiendo en la campaña electoral de Bush.

En ese sentido, las declaraciones del ex inspector Kay son totalmente funcionales al interés electoral de los demócratas, que usan la "no existencia de armas" como un argumento esencial para destruir a Bush.

Lo curioso -dicen esas fuentes- es que Kay conocía de antemano, incluso mucho antes de asumir como jefe de inspectores, que las armas de destrucción masiva de Saddam nunca existieron, salvo en la idea de un grupo de la CIA que elaboró la teoría para justificar la invasión en marzo del año pasado.

El hoy ex inspector "denunciante", por otro lado, formó parte de la OSP, una oficina secreta de inteligencia paralela que funciona en la Casa Blanca desde la época de Bush padre, y desde la cual se elaboraron las distintas teorías "antiterroristas" que luego sirvieron de justificativo para los "ataques preventivos" contra Afganistán e Irak.

Desde esa oficina en la sombras, conocida con el mote de "fábrica de mentiras", se construyó la línea argumental con la cual se legitimó la invasión y ocupación de Irak, y cuyo eje principal se centraba en el peligro regional y mundial que constituían esas presuntas armas estratégicas en manos de Saddam Hussein.

David Kay, por otro lado, es un hombre cercano al segundo de Rumsfeld en el Pentágono, Paul Wolfowitz, quién en 1992, tras la finalización de la primera guerra del Golfo, supervisó la redacción del documento “Guía para la política de defensa”, donde se trazaron claramente los lineamientos para una segunda invasión a Irak, finalmente concretada por la administración de W. Bush. 

Los objetivos que se marcaban eran garantizar el acceso al petróleo del golfo Pérsico, impedir la proliferación de armas de destrucción masiva y combatir las amenazas del terrorismo.

El documento recomendaba ataques preventivos contra rivales reales o posibles –es decir, cualquier país que pudiera desafiar la supremacía estadounidense– y  la actuación unilateral de Estados Unidos en caso de no poder orquestarse una acción colectiva con la ONU.

Las ideas contenidas en el documento finalmente fueron incorporadas a la estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos hecha pública en septiembre del 2002.

De esta manera, la supuesta tenencia de armas de destrucción masiva por parte del régimen iraquí, así como sus presuntos vínculos con la organización Al Qaeda, fue el punto de partida justificatorio de la actual ocupación militar de Irak.

Posteriormente EE.UU., en una operación destinada a blanquear su situación frente a la imputaciones y sospechas lanzadas en su contra,  mandó su "propia comisión" de la CIA encabezada por Kay a verificar la presencia de esas armas en el terreno, cuya leyenda  sobre su existencia fue elaborada por la propia inteligencia estadounidense.

Es como mandar a un mentiroso que verifique la existencia de su mentira.

La idea de la administración republicana no era otra que prolongar indefinidamente la "investigaciones" y dejar que el tema se fuera  dilatando en el tiempo hasta perder fuerza en la opinión pública norteamericana.

Finalmente Kay, cuyas motivaciones hay que buscarlas en los intereses políticos y económicos de la campaña electoral, pateó el tablero y declaró que las armas de Saddam nunca existieron.

"El hecho es que, hasta ahora, esas armas no existen y debemos comprender las razones", señaló  David Kay el domingo a una radio estadounidense.

Curiosamente el secretario de Estado coincidió con sus declaraciones: "La cuestión abierta es: ¿cuántas tenían si es que las tenían, y si las tenían dónde las pusieron? ¿Y si no las tenían, por qué no se supo eso antes?", señaló Colin Powell el sábado.

Por supuesto que las opiniones de Kay y las del secretario de Estado, fueron bienvenidas para los pretendientes demócratas que  se miden en primarias para enfrentar a Bush en la presidencial de noviembre.

Los demócratas no perdieron el tiempo y ya lanzaron sus primeras estocadas después de la renuncia de David Kay a su cargo.

"Esto quiere decir que (el vicepresidente) Dick Cheney y otros en el seno de la administración indujeron al error a los estadounidenses sobre la verdadera situación de las ADM en Irak", declaró John Kerry, uno de los favoritos en la carrera por la investidura demócrata.

El general retirado Wesley Clark, otro candidato favorito de los demócratas, fue aun más directo en sus ataques contra George W. Bush.

"Fue a la guerra sin una amenaza inminente, sin conexión entre Irak y los atentados del 11 de setiembre. Fue a la guerra cuando la vía diplomática no había sido agotada, antes de que nuestros aliados se nos unieran, antes de tener un plan para después de llegar a Bagdad, sin fuerzas suficientes",  aseguró el domingo el ex comandante supremo de las fuerzas aliadas en Europa.

Los demócratas, que apoyaron la invasión a Irak y autorizaron el gigantesco presupuesto militar en el Congreso, ahora quieren desembarazarse de Bush y retornar al poder de la Casa Blanca.

David Kay y las "armas de Saddam" son una verdadera pieza de colección para su estrategia.


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