Sustentada
en la doctrina de guerra no violenta, Washington promueve una política de cambio
jurídico en el Ecuador, a través del financiamiento de movilizaciones
"ciudadanas" por la "defensa de la institucionalidad jurídica", la cual
proporcionará una verdadera arquitectura institucional que otorgue seguridad
judicial al proyecto geopolítico anglosajón.
Como parte del mismo designio, se propone reformar las administraciones públicas
y las legislaciones nacionales, con miras a la instauración de una
"democracia" importada.
En
realidad, se trata de justificar legalmente todos las iniciativas
neocoloniales promovidas por la Casa Blanca (ALCA, TLCANPLUS, Plan Colombia
y Plan Andinia) con el fin de asegurar que el sistema político, jurídico, social
y económico del Ecuador se adapte al proceso geoestratégico financiado desde el
exterior, y por este medio, se afiance la reestructuración jurídica de dicha
nación proyectada por los Estados Unidos.
En
tal escenario, la directriz geoeconómica de Washington (instrumentada a través
de tratados de "cooperación" en materia comercial y de seguridad, y por medio de
revueltas "democráticas" contra aquellas naciones que detenten una
posición geográfica de primera magnitud) diseñada para apropiarse de una zona
que posee el 25% de la biodiversidad global, el 20% de las fuentes de agua
dulce a nivel planetario y unas reservas de petróleo que superan en más de
cuatro veces a las de los Estados Unidos, tendría resultados verdaderamente
catastróficos para la región.
El
diseño geoestratégico de la revoluciones "democráticas" es trazado por el
Instituto Albert Einstein, de la Universidad de Massachusetts. Su pauta
operativa es delineada por Gene Sharp, miembro del referido instituto y del
Centro para Asuntos Internacionales de la Universidad de Harvard. En su libro
titulado From Dictatorship to Democracy: A Conceptual Framework for Liberation,
Sharp esquematiza la guerra "democrática" como herramienta de conquista no
militar.
http://www.onlinejournal.com/Special_Reports/031905Mowat-1/031905mowat-1.html
Nos
referimos a una estrategia de guerra "democrática" sobre el núcleo geopolítico
latinoamericano, cuyo esquema se respalda en una Revolución Civil en Asuntos
Militares maquinada desde los tiempos de la guerra fría. Actualmente, es
desarrollada por militares instruidos en guerra psicológica de la RAND
CORPORATION, cuyas ligas con el gobierno neoconservador son evidentes.
Desde una perspectiva geopolítica, semejante Revolución Civil en Asuntos
Militares forma parte de la visión unilateral y belicista que ha caracterizado
al gobierno estadounidense desde el 11 de septiembre del 2001.
Precisamente, sobre Latinoamérica son aplicadas las nuevas técnicas de guerra
"no violenta" delineadas por el gobierno norteamericano. Hablamos de una
"alternativa al tradicional concepto militar de la defensa nacional", tal como
expresan Gene Sharp y George Kenan. Se trata de estimular revueltas
"democráticas" para conquistar y desestabilizar selectivamente aquellas
regiones de interés geoestratégico apetecidas por sus ingentes riquezas
naturales.
Sin
duda alguna, la acometida contra el Ecuador forma parte del mismo bosquejo
geopolítico. En dicha geoestrategia se prepara el derrocamiento de gobiernos
legítimamente elegidos como parte del esquema de revolución "democrática"
diseñado por Washington.
Así
las cosas, una ofensiva desestabilizadora fomentada contra América Latina
robustecería la supremacía geopolítica de los Estados Unidos sobre el
hemisferio y descarrilaría la unificación soberana de Latinoamérica. Ello
provocaría que Washington impusiera un perímetro defensivo sobre las fronteras
continentales, rediseñara el armazón jurisdiccional hemisférico y fraguara -con
o sin la anuencia de los gobiernos regionales- la "integración" de los sistemas
de seguridad regionales.
Además, la instrumentación de revoluciones "democráticas" requerirá el empleo de
las tecnologías modernas y la utilización de pequeños grupos que sepan manejar
la inteligencia y las comunicaciones en tiempo real.
En
este proceso de asonadas "democráticas" a nivel global se utilizan los
sistemas de Internet, los teléfonos celulares, las redes de satélites, las
computadoras personales y los videojuegos como utensilios de guerra psicológica.
No
olvidemos que los sistemas comunicacionales fueron desarrollados por los
expertos en guerra psicológica adscritos al Departamento de la Defensa en
tiempos de la guerra fría.
El
grupo neoconservador que dirige la Revolución Democrática Global lo conforman
las Organizaciones no Gubernamentales y los organismos de inteligencia
estadounidenses con gran experiencia en asuntos de manipulación de masas y
guerra psicológica.
Su
talante "no violento" y al mismo tiempo agresivo hacia los mecanismos
tradicionales de la política se explica por sus íntimas conexiones con medios
políticos ligados a ciertas posturas, como el Proyecto para un Nuevo Siglo
Estadounidense (PNAC) -cuya dirección recae en Paula Dobriansky, actual
secretaria de Estado para Asuntos Globales- quien aboga para que la geopolítica
intervencionista de Washington apunte contra todos los grupos y países que
considera amenazas para sus intereses.
Tal
estratagema "democrática" constituye un instrumento necesario para la conquista
mundial y forma parte de las trascendentales innovaciones geopolíticas
bosquejadas por Washington. En defensa de tal afirmación citemos a Ian Traynor,
destacado investigador del rotativo británico The Guardian, para quien la
revolución "democrática" acontecida en Ucrania realmente fue un
"estrambótico y brillante ejercicio de manipulación de masas" a cargo de
los Estados Unidos, cuya aplicación satisfizo sus aspiraciones geopolíticas. (The
Guardian, 12/26/04)
En
su pretensión por transformar a Latinoamérica en una base de operaciones contra
la región euroasiática, los Estados Unidos han usado las mismas estrategias que
emplearon en Serbia, en el año 2000, en Georgia y Venezuela, en el año 2003, y
en Ucrania, en el año 2004. Revoluciones de "terciopelo" a las cuales se
suma por méritos propios la acontecida actualmente en Ecuador.
Las "revoluciones de terciopelo"
Tal
como oportunamente manifestó el derrocado presidente de Kirguiztán, Askar Akayev:
"Confrontamos actualmente aquellas fuerzas utilizadas para reproducir el
mismo escenario de Georgia y Ucrania".
Asimismo, el presidente de Uzbekistán, Islam Karimov, denuncia la directriz
seguida por Washington y sus "Organizaciones no Gubernamentales" en materia de
revoluciones "democráticas", como herramienta para controlar a perpetuidad
los recursos minerales del mundo entero pues, conforme al referido
mandatario, detrás de este tipo de insurrecciones se encuentran poderosos
intereses, como lo del magnate George Soros.
Virtualmente, Washington ha extendido una malla de revueltas "democráticas"
desde el Asia Central, atravesando el Medio Oriente y África, hasta llegar a
América Latina, cuyas consecuencias podrían representar un riesgo para la
estabilidad global. Así, la insurrección en el Ecuador constituye un eslabón más
en la cadena de revoluciones de "terciopelo" manufacturadas por la CIA.
Las
revoluciones "democráticas" expresan los intereses de la maquinaria corporativa
de los Estados Unidos y de su aparato de inteligencia. De tal manera, hay que
agregar a la serie de insurrecciones importadas en Europa, Asia Central y
Sudamérica, las revoluciones geoestratégicas fraguadas por la CIA en la plaza de
Tiananamen y Checoslovaquia, en 1989.
Dicho proyecto de conquista mundial ha sido impulsado por organismos tales como:
la National Endowmen Democracy (NED), el National Democratic Institute
for International Affairs (NDI) y el International Republican Institute
(IRI). Estos organismos, vinculados estrechamente a la geoestrategia
anglosajona, han financiado la revolución de terciopelo en Ecuador.
Recordemos que la NED fue creada por Ronald Reagan, en 1983, con el propósito de
ayudar a la CIA en el derrocamiento selectivo de los gobernantes insumisos del
Tercer Mundo y de la Europa del Este.
Empero, se han venido dibujando serios obstáculos a la geopolítica
estadounidense, entre los cuales resaltan los gobiernos que promueven un orden
internacional que favorezca la cooperación y la coexistencia pacífica. Por ello,
en materia geoestratégica Washington fragua la apertura "democrática" y el
derrocamiento selectivo de esos gobernantes.

Si
Latinoamérica sucumbe frente a la nueva guerra "democrática" sus recursos
estratégicos, sus servicios de inteligencia, su arquitectura jurídica y su
destino como región independiente serán controlados por la geopolítica
norteamericana. De tal manera, la estructura jurídica, política, económica y
social del hemisferio se adaptaría al proyecto neocolonial instrumentado por
Washington, y se consolidaría el rediseño jurisdiccional del continente planeado
por los Estados Unidos.
La
réplica de la "revolución de terciopelo" forjada contra Ecuador forma parte del
mismo proyecto geopolítico de reestructuración jurídico-política y de
desestabilización universal, financiado por los organismos "ciudadanos"
adscritos a la geoestrategia intervencionista de los Estados Unidos.
Las
movilizaciones "ciudadanas" contra aquella nación responden a la directriz
geopolítica trazada por Washington para apoderarse de los recursos estratégicos,
los servicios de inteligencia y el sistema judicial del Ecuador.
Esta "revolución de terciopelo" (en escala latinoamericana) refleja la misma
estrategia utilizada para desestabilizar a la Europa del Este, a Yugoslavia,
a China, a Irán, a Corea del Norte, a Venezuela, a Cuba y a Rusia. Todas
estas naciones constituyen la lista de países reacios a someterse a la
geopolítica anglosajona.
Por
ello, la desestabilización contra Ecuador se inscribe en un proyecto global,
cuyo propósito es provocar fisuras geopolíticas en aquellas regiones de
relevancia geoestratégica. Tal es el caso de Latinoamérica, la cual sostiene
estrechos vínculos estratégicos con Rusia y China.
En
el mismo tenor, la instrumentación de guerras "democráticas" en aquella región
provocaría serias y peligrosas fracturas geopolíticas, cuyas reverberaciones
traspasarían las fronteras continentales.
Enfrentamos un momento riesgoso para la integración soberana de América Latina,
ya que cualquier hendidura geopolítica puede derivar en una conflagración
mundial de impensables consecuencias.
* Investigador del Centro de
Estudios Estratégicos y Geopolíticos (CEEG)
ceeg_mexico@yahoo.com.mx
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