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(IAR-Noticias) 15En04 Por Manuel Freytas
Los
que lo conocen lo describen como rápido, colérico, agresivo, y con gran dominio
y manejo de la escena del poder.
Muchos en Washington lo comparan con Darth Vader, el
malvado de la guerra de las galaxias, por su costumbre de cortar cabezas y de
amenazar con el Apocalipsis a sus enemigos.
Fue amigo de Saddam y le
vendió dos reactores a la propia Corea del Norte. Vive planeando invasiones, y
de tanto en tanto amenaza con respuestas nucleares a sus enemigos.
Entre guerra y guerra,
piensa en lo que dijo Kissinger: "Donald Rumsfeld tiene lo que hay que tener
para ser un presidente fuerte".
Donald Rumsfeld, secretario
de Defensa norteamericano, se ganó por mérito propio la fama de malo de la
película entre los propios halcones del Pentágono que lo tienen como su jefe
indiscutido.
Es un duro entre los duros.
Escondido detrás de sus gafas de montura ligera suele enviar sonrisas socarronas
y sarcásticas a los periodistas que lo acosan con sus preguntas sobre la marcha
de la guerra en Irak.
Sus bravuconadas mediáticas
y su pragmatismo descarnado deslumbran a sus admiradores y causan la ira de sus
enemigos dentro y fuera de los Estados Unidos.
En plena ofensiva de las
potencias europeas por impedir la invasión a Irak en la ONU, provocó la ira de
los franceses y de los alemanes diciéndoles que pertenecían a la "vieja
Europa".
Su
reconocida agilidad mental no le exime de sus exabruptos guerreros que ponen los
pelos de punta a los hombres de la diplomacia norteamericana.
Un día amenaza con invadir a
Corea del Norte y otro se despacha diciendo que Estados Unidos responderá con
armas nucleares a cualquier provocación de sus enemigos.
Su artillería pesada y su alta exposición mediática lo han
convertido en el símbolo por excelencia de la nueva doctrina de supremacía
militar estadounidense.
Sobreviviente él mismo de la
Guerra Fría, se convirtió en el fogonero superior de la teoría del "eje del
mal" con que la arquitectura imperial justifica sus nuevas conquistas
militares por todo el planeta.
El guerrero
americano
Donald Rumsfeld nació en
Chicago, en un mes de julio, hace setenta años.
Hijo de un piloto de la Armada, sobresalió en sus años
juveniles como campeón de lucha libre, capitán de fútbol americano, estudiante
de ciencias políticas en Princeton, y más tarde se alistó como piloto de la US
Navy, 1954-1957. Su matrimonio con Joyce Pierson le dejó tres hijos.
Sus amigos dicen que podía
haber sido un brillante general de cinco estrellas, pero prefirió el traje y la
corbata de los que deciden el verdadero poder entre bambalinas en
Washington o Wall Street.
Con sólo 43 años, y durante la administración republicana
de Gerald Ford, se convirtió en el secretario de Defensa más joven de la
historia de los Estados Unidos.
Sus subordinados dicen que
donde él aparece se desata una guerra. Y esa condición intrínseca de su figura
de halcón imperial le valió no pocos enemigos tanto en las alfombras de
Washington como en el Pentágono.
Su frase favorita está sacada de la biografía de Al Capone,
otro gangster legendario de Chicago: "Consigues muchas más cosas con buenas
palabras y una pistola, que con buenas palabras solamente".
Sus andanzas de más de tres
décadas por el escenario de los negocios imperiales inspiraron el título
de un libro (The Rumsfeld Way) escrito por Jeffrey Krames, que
circula como un manual de instrucciones entre los que ejercitan el liderazgo y
la dirección de empresas. Su autor lo describe como dueño de un carácter
"agresivo, determinado y pragmático", y sostiene que Rumsfeld "siempre está
pensando el próximo movimiento del ajedrez, planeando sus futuras batallas".
Como todo halcón de raza,
el jefe del Pentágono desprecia la debilidad de las palomas y trata de
comérselas, especiamente si son negras, como el secretario de Estado Colin
Powell, su adversario "moderado" del entorno presidencial. Si por él fuera, y de
no mediar la papelería burócrática de la ONU que tan bien maneja Powell, en las
primeras 72 horas hubieran caído sobre Irak las 3000 bombas y misiles
inteligentes que contemplaba originalmente el plan de ataque norteamericano.
A los 30 años de edad el hoy
poderoso secretario de defensa Rumsfeld (Rummy para los que lo tratan
íntimamente), ya era congresista por el Partido Republicano, dentro de su ala
más ultraconservadora y anticomunista.
En 1969, durante la administración de Richard Nixon fue
nombrado embajador de EE.UU. ante la OTAN. Desde ese cargo supervivió al
escándalo del Watergate que terminó con Nixon, y fue nombrado jefe de gabinete
del gobierno de Gerald Ford, 1974-1975.
Posteriormente, y a los 43
años de edad, fue designado secretario de Defensa, 1975-1977, en plena crisis y
derrota de la maquinaria militar norteamericana invasora en Vietnam.
Posteriormente Rummy retornó a su cargo de presidente de
la junta de directores en la multinacional farmacéutica G.D. Searle & Company,
1977-1985.
Hasta que Ronald Reagan, un
anticomunista ferviente como él, lo convocó para ocupar el cargo de miembro del
Comité Asesor del Control de Armamento. Luego, y en pleno auge del Irangate, fue
designado enviado especial del gobierno norteamericano en Oriente Medio.
El amigo
Saddam
Allí sucedieron los dos
acontecimientos claves que marcarían a fuego la carrera política de Rummy.
Conoció y estrechó la mano de Saddam Hussein (a quién dos décadas después le
enviaría 27.000 misiles y bombas inteligentes en 22 días) y estrechó una férrea
amistad con George Bush, el padre de W por entonces vicepresidente de Reagan.
A Bush padre, considerado el
"cerebro gris" de la era reaganiana, se le atribuye el armado estratégico del
affaire conocido como el Irangate.
Bush padre, por entonces vicepresidente, mantenía una
decisiva influencia sobre la CIA (en ese momento comandada por William Casey)
de la cual fue director durante el gobierno de Nixon.
El Irangate o Irán-contras surgió a raíz de una operación encubierta dirigida
por la Casa Blanca que consistió en la venta de armas (4000 misiles Tomahawk) a
Irán en un esfuerzo por conseguir la liberación de cinco rehenes estadounidenses
en poder del grupo pro-iraní Hezbollah en el Líbano.
Millones de dólares de esas ganancias fueron desviados y destinados a ayudar a
los "contras" nicaragüenses que combatían al gobierno sandinista de Daniel
Ortega.
Rumsfeld conoció a Saddam en 1981, cuando el ex dictador de Irak había lanzado
la guerra contra Irán con su ejército equipado y financiado por EE.UU.
Por entonces el ex hombre fuerte de Irak era considerado
"progresista" y fue utilizado para detener el fundamentalismo islámico de la
revolución iraní del Ayatollah Khomeini.
Donald Rumsfeld, estaba a cargo de un programa secreto de ayuda militar a Saddam
a cargo de oficiales del Pentágono y grupos especiales de la CIA.
Esos grupos especiales entrenaron a los oficiales iraquíes en la utilización
del gas mostaza, sarín y VH provisto por el Pentágono, que después sería
utilizado en el campo de batalla de esa guerra que dejó un millón de muertos.
Paradojalmente, dos décadas
después, Rummy planeó y ejecutó la invasión militar a Irak acusando a sus
antiguo amigo de poseer arsenales de armas químicas.
Escalera a
la fama
Durante toda la
administración Reagan Rumsfeld fue el articulador del plan defensivo nuclear
denominado Guerra de las Galaxias. Proyecto que fue archivado por Clinton y
luego fue retomado por W Bush con Rumsfeld de nuevo como su promotor
principal.
De 1998 a 1999, Rummy fue
presidente de la Comisión de Estados Unidos sobre la Amenaza de Misiles
Balísticos, que evaluó la vulnerabilidad de Estados Unidos al ataque de
misiles.
Desde ese puesto Donald Rumsfeld cierra filas con sus
colegas Paul Wolfowitz y James Woolsey y escribe en 1998 una carta a Bill
Clinton, proponiendo una estrategia para derrocar del poder a Saddam Husein.
Esa carta sería el embrión
del Programa para un Nuevo Siglo XXI Americano, urdido por Wolfowitz y por el
propio Rumsfeld, que luego serviría de base para la sustitución de la
estrategia de la disuasión por la doctrina del ataque preventivo
presentada por Bush al Congreso el año pasado.
Cuando asume W, Rumsfeld es
nombrado nuevamente al frente de la secretaría de Defensa impulsado por papá
Bush y su entrañable amigo, el vicepresidente Cheney.
Bajo la tutela de papá Bush (según muchos, el verdadero
presidente en las sombras de EE.UU.) el grupo de halcones "petroleros" de la
era reaganiana, con Cheney y Rumsfeld a la cabeza, vuelven a plantearse el
objetivo Saddam, un proyecto que dejaron sin terminar durante la primera
Guerra del Golfo a principios en 1991.
Durante las explosiones de
la Torres Gemelas el 11 de septiembre, Cheney se encontraba como de costumbre en
su despacho. Allí vivió el impacto del avión contra el Pentágono que causara 180
muertos entre civiles y militares del complejo. Esa operación terrorista, que
muchos atribuyen a grupos fundamentalistas islámicos infiltrados por la CIA y el
servicio de inteligencia pakistaní, desató el plan de invasión a Afganistán.
Como de costumbre, Rummy
tomó a su cargo el diseño estratégico del ataque junto con el general Tommy
Franks, actual comandante de la invasión a Irak.
Juntos elaboraron la Operación Justicia Infinita siguiendo
la idea original de Rumsfeld, luego rebautizado con el nombre de Libertad
Duradera.
Los 50 mil misiles lanzados
sobre territorio Afgano inauguraron la era de las guerras punitivas contra el
"eje del mal". Los talibanes fueron rápidamente derrotados, pero el fantasma
demoníaco de Bin Laden nunca apareció. Posteriormente le tocó el turno a Saddam,
que desapareció en el aire con 50 mil hombres y sin dejar rastros.
Su obsesión de guerra contra
Corea del Norte se apoya sobre el argumento de que EE.UU no pueden permitir
que ese país terrorista siga produciendo armas de destrucción masiva que mañana
pueda usar contra sus vecinos.
La mala
memoria de Rumsfeld le hace olvidar que hace cinco años estuvo implicado en
la venta de dos reactores nucleares por 200 millones de dólares a Corea del
Norte, cuando formaba parte del panel de directores de tecnología del
gigante ABB.
La operación fue posible gracias al acuerdo de 1994 que
permitía a Corea del Norte poner en marcha dos reactores para fines civiles a
cambio de congelar sus programas de armas nucleares.
Lo demás es historia
conocida. Rumsfeld y Franks, pasando por encima del jefe de Estado Mayor
Conjunto, Richard Myers, concibieron el plan de conquista de Irak, cuya
ejecución en el plano militar le demandó apenas 22 días de campaña. Ahora el
guerrero americano, en la cúspide de su fama mediática y política, anda
rediseñando nuevos objetivos de conquista para el imperio.
Y tal vez con las palabras
elogiosas que le dedicara Henry Kissinger correteando por su cerebro: "Donald
Rumsfeld tiene lo que hay que tener para ser un presidente fuerte".
Pero antes de que eso suceda
seguramente lo llamará nuevamente a su amigo el general Franks y le dirá: Tommy
tenemos que pensar en alguna campañita rápida y efectiva para Siria. Ese país
está lleno de terroristas.
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