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(IAR-Noticias) 22En04
En
su guerra mediática contra los molinos de viento, el presidente Kirchner volvió
a referirse ayer, durante un acto de campaña, a la deuda externa. "Los mismos
que endeudaron la Nación, son los que dicen que hay que pagar", sostuvo ante
unas dos mil personas en Tres de Febrero.
Fiel a su estilo de conseguir
adhesión popular mediante los discursos, el presidente argentino señaló que
la deuda es "terrible" y fue generada "por los atorrantes de acá y de afuera".
Avanzando un poco,
el mandatario llamó a "dar definitivamente la batalla"
por la deuda. Y criticó a quienes "dicen que la quita es una irrespetuosidad",
en referencia a la propuesta argentina de quita del 75 por ciento a los
acreedores privados con bonos en default.
Pasado el fervor proselitista las fuentes oficiales (previendo
reacciones del establishment local e internacional) salieron a aclarar que los
duros términos fueron dirigidos a los "fondos buitres".
De esta manera, y después de
sus muestras afectuosas con el jefe del FMI y el presidente de EE.UU. en
la cumbre de Monterrey, Kirchner volvió al lugar donde se siente más cómodo:
jugar todo el día de "primer opositor" a EE.UU. y al FMI.
Las movidas de Kirchner
confunden y enceguecen a la mayoría de la prensa oficial que opta por
difundir sus discursos como una monotonía, sin agregar una sola coma ni señalar las contradicciones permanentes en que incurre el Presidente.
Hay como una suerte de
"enamoramiento", una "luna de miel" interminable, de los periodistas
asalariados que le trasmiten esa misma sensación a las mayorías que -sin
contrainformación masiva- compran inocentemente el "fenómeno Kirchner".
La misma izquierda -salvo
contadas excepciones- , los medios alternativos, las organizaciones
"progresistas", se cuidan de "criticar" a Kirchner por miedo a ir contra la
opinión mayoritaria, o quedar pegados a la "actitud fascista" de desestabilizar
al presidente sin darle tiempo de mostrar lo que puede hacer.
Líderes de izquierda con
presencia en los medios, como el caso de luis Zamora, por ejemplo, se "han
borrado" o esquivan puntillosamente aparecer comprometidos con críticas a
Kirchner por temor a perder credibilidad o quedar como "golpistas".
Esta ausencia casi total de
voces opositoras -algo que nunca sucedió con ningún presidente- deja
expedito el camino a Kirchner para hacer sus operaciones mediáticas de
captación de consenso, actualizando día a día su falsa pelea con el
establishment.
Los políticos, sin distinción
de partidos, fieles a sus negocios y a sus trenzas parlamentarias
con el gobierno de turno, se han acogido a las mieles de la era K,
durante cuyo ciclo han terminado de renacer de las cenizas a que los
había condenado el cacerolazo de diciembre del 2001.
Es como el cuento del rey
desnudo, nadie lo ve a Kirchner, y al que se atreve a criticarlo lo
despedazan como si fuera un subversivo.
Lo de la Argentina es unánime:
la mayoría compró a Kirchner como el "presidente de la expectativa".
A nadie le importa saber -ni
indagar- porqué el Presidente amenaza a EE.UU. y al FMI y luego cumple
sumisamente con el programa económico, paga la deuda, no aumenta salarios y
acepta los ajustes que las entidades multilaterales le exigen para contar con la
seguridad de pago.
Lo de Kirchner está a la
vista, pero nadie lo mira.
La verdadera gestión de
Kirchner, su obra de ocho meses, está en los números del presupuesto 2004,
en los compromisos que firmó con el FMI, en las leyes favorables a los bancos y
transnacionales que legisló el Congreso, que denotan concretamente una clara
continuidad del modelo económico que rige desde la década del 90 en la
Argentina.
La misma ceguera que tuvieron
con Alfonsín, Menem, De La Rúa, ahora la repiten con un Kirchner potenciado
desde el discurso mediático y que -según parece- anuló en la mayoría la
capacidad cerebral de procesamiento y síntesis de los datos de la realidad.
Esta situación permite a
Kirchner y los suyos moverse como pez en el agua en búsqueda de su objetivo: la
acumulación continua de poder político, y el control hegemónico del aparato
administrativo del Estado colonial argentino.
El Malvinazo
Lo venimos advirtiendo:
Kirchner y su entorno, envalentonados por la ausencia de oposición y por las
encuestas se
están jugando a generar un "Malvinazo" nacional contra
la deuda externa y el FMI.
La idea rondó desde el
principio por sus cabezas: generar una situación de tensión extrema con el
FMI y luego convocar -valiéndose como siempre de la complicidad de los
medios- a una gran movilización nacional en su apoyo contando con
adhesión mayoritaria, incluso de los partidos de izquierda.
Desde el comienzo de su gestión el
actual mandatario
y su entorno se habían propuesto revertir la imagen de "presidente débil",
con que había asumido, tornándola por su contrario: el Súper K que se
enfrenta a los "malos de la
película" representados colectivamente por el
FMI y los acreedores.
El plan buscaba
instalar a Kirchner como un presidente "ejecutivo", que cumple lo
que dice y "no transa" con ningún poder que lo quiera
condicionar, método que, por la ceguera masiva expuesta más arriba, le
dio brillantes resultados hasta ahora.
El Presidente y sus íntimos fueron "testeando"
cada jugada mediática, y lo que más calzó en su objetivo es la "guerra contra
el FMI", despojada, atomizada, del verdadero poder que está detrás del
FMI: los bancos y la transnacionales que son los beneficiarios directos de
los ocho meses de gestión de Kirchner.
Esta ambivalencia de amenazar al FMI
pero no tocar al "verdadero poder" que está detrás de él, les dio aire en
Washington para seguir con su estrategia de construir poder en base a
"criticar con la izquierda, y arreglar con la derecha".
En Washington -salvo los
anticastristas que lo ven como "marxista"- los funcionarios de alto rango lo ven
a Kirchner como un loquito demagogo que -mientras pague deuda y no
aumente salarios- no representa ningún peligro cierto para el Imperio.
Hasta ahora Kirchner mantuvo
-según los representantes de la derecha económica argentina- un "saludable
equilibrio" entre sus "amenazas" al establishment económico y al FMI, y
su ejecución a rajatabla del programa acordado con el FMI que culminó con
un ajuste de 4.500 millones de pesos en el presupuesto 2004.
Si bien la derecha argentina
manifiesta conformidad explícita con la política económica del Gobierno,
en lo político e ideológico rechaza los lineamientos de su política exterior,
particularmente en lo referente a Cuba y Venezuela.
Esta situación es un reflejo
de lo que pasa en Washington donde los sectores "anticastristas", que tienen
como sus representantes más destacados a Otto Reich y al propio Subsecretario
Noriega, hacen lobby permanente en contra del gobierno de Kirchner a quien
consideran "procastrista" y "prochavista".
Como resumen puede decirse que
los bancos y trasnacionales agrupados en el Council Of Américas "toleran"
a Kirchner por la simple razón de que éste -más allá de su estudiada
"confrontación mediática" para el marketing electoral- en lo substancial ha
cumplido con el programa que el capitalismo norteamericano tiene previsto
para la Argentina.
La ambivalencia y el doble
discurso del presidente argentino fueron siempre funcionales a los objetivos
políticos de la administración republicana, que incluso lo llegó a utilizar
contra el capitalismo europeo durante las negociaciones del acuerdo con el FMI,
el año pasado.
Bush -según fuentes próximas- suele
decir que le gusta el "estilo y las bromas" de Kirchner, al que deja decir todo
lo quiere sabiendo que después le prodiga sonrisas y poses amistosas ante las
cámaras de la televisión internacional.
Los exabruptos de Kirchner, sus
guerras mediáticas, más allá de espantar la ideología estratificada de los
halcones y los anticastristas, no molesta seriamente el ánimo ni los intereses
de los capitalistas norteamericanos satisfechos con su gestión de la economía.
Pero lo que parecía un lecho de rosas
hasta ahora, no es tal, y los bancos de Wall Street que están detrás de la deuda
privada argentina comienzan a presionar a la administración de Washington para
que obligue al gobierno argentino a pagar la deuda privada sin quitas ni
dilaciones.
Esta semana la organización que
agrupa a las principales entidades financieras de Nueva York y de Europa salió a
criticar severamente al FMI calificándolo de "débil" por no obligar al
gobierno argentino a cumplir con las normativas que se exige a los demás países.
Si Kirchner decidiera hacerse el
loquito -todo indica que lo hará- y no arreglar con los acreedores como lo
exige el FMI y el Tesoro norteamericano, a Bush y a la Casa Blanca se les
tornaría difícil mantenerlo con vida política.
Todo presidente cipayo que ocupó la
Rosada siempre supo que hay dos cosas con las que no se bromea: el pago de la
deuda y el aumento de salario a los trabajadores.
Si se aumentan salarios y
jubilaciones se distrae el dinero destinado a "cumplir con la obligaciones
externas", o sea con los bancos y el Tesoro norteamericano que se llevan
todo el PBI de la Argentina.
Si se cumple esa regla, hay
posibilidad de flotar en el sillón hasta el fin del período presidencial.
Kirchner -en un desafio al demonio-
avanza cada vez más hacia una "malvinización mediática" de sus posturas
demagógicas contra la deuda externa y el FMI, y la absoluta ausencia de críticas
y de oposición interna le hacen creer que va por terreno seguro.
En la intimidad Kirchner, agrandado
por el final feliz que tuvieron sus anteriores aventuras, piensa que puede
cumplir sus dos objetivos de máxima: sobrevivir indemne a una guerra de largo
aliento con el FMI y conseguir un aval mayoritario a su gestión como no lo
tuvo ningún presidente, incluso el propio Perón.
Por otra parte,
los "globos de ensayo"
lanzados por
Kirchner
hasta ahora le demostraron que vastos sectores de la sociedad argentina,
principalmente los sectores medios,
pueden perfectamente entrar en el "malvinazo"
contra las instituciones financieras del Imperio, creyendo que
se trata del
inocente cacerolazo contra De La
Rúa, promovido por Duhalde y los sectores del PJ que querían
voltearlo.
Y entre los aprendices de brujo de su
entorno ronda una ambición de vieja data: lograr que Kirchner adquiera
dimensión y estatura de "liderazgo
continental", superando incluso a la de Chávez, teniendo en cuenta la
importancia estratégica de la Argentina en el cono sur.
Es muy probable que en los próximos
días -y conforme se profundice la pelea con el FMI- Kirchner y su entorno lancen
alguna propuesta de "consulta popular" sobre el pago de la deuda y el
FMI.
Ese plebiscito -que ya está
motorizado en la idea del grupo presidencial- se constituiría en la punta lanza
de la gran movilización en apoyo del gobierno que tienen planeada
desde que asumieron.
Ese es el tablero y así están
planteadas las jugadas.
Lo demás lo dirán los acontecimientos
que se avecinan.
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